La balada nacional-popular hecha, con razón o sin ella, compendio simbólico musical de la Resistencia partisana, para mí ha representado, en un cierto momento de mi historia personal, el punto de ruptura con respecto a todo el conformismo de pensamiento y de manipulación política que las clases dominantes habían hecho de la misma Resistencia por atribuir a ellas mismas el mérito que legitimase su PODER.
Como se dice en literatura, corría el año 1978 y la ocasión fue un viaje en Albania, aún viviente Enver Oxha, organizado por una librería-agencia operante en la Universidad Estatal, administrada por jóvenes de la izquierda extra parlamentar, no me acuerdo su denominación.
Desde uno meses me había prometido a mi marido y eso era el primer viaje que hacíamos juntos, un viaje prueba, como se dice al término del cual habríamos decidido que hacer de nuestra relación. Prueba felizmente superada, tanto que desde entonces y hasta hoy 2015, nos somos hechos viejos juntos.
El grupo estaba compuesto por unas treinta personas más o menos, casi todas de Milán o de la Lombardía, algún romano y algunas napolitanas, jóvenes, en pareja y single que, por su mayor parte hacían referencia a Vanguardia Obrera y a los CUB, aunque ninguna de ellas trabajase a la fábrica.
El viaje había sido organizado con finalidades prevalentemente políticas, como las de la Asociación Italia-Albania, o sea de conocimiento y de apoyo al régimen marxista-leninista de Enver Oxha que, habiendo suspendido las relaciones de convergencia con la China, no recibía más las ayudas económicas y la asistencia técnica necesarios por mantener de pie un Estado y su población por pequeños que fuesen. De facto, en el 1978 la Albania estaba en la condición de pre-pre-revolución industrial, con una agricultura completamente manual de tantas azadillas; en definitiva se había quedado atrás de uno siglos también con respecto a los otros Países del área balcánica y del este de la Europa. Sin embargo la impresión que yo había conseguido si fue de pobreza difundida, pero no de miseria, más bien de un cierto orgullo y de un espíritu de pueblo también un poquito aventurero.
Los días del viaje, 10, 15, no me acuerdo los habíamos pasados recorriendo en ancho y en largo la Albania en un pulman, desde el mar hasta las yermas montañas balcánicas por conocer el País y su realidad social que, en comparación con nuestros estándar de vida ambientales y económicos, eran bien poquilla cosa, de “pelagatos”, por usar un término no elegante, sino plástico. No obstante los Albaneses eran orgullosos de enseñar lo que tenían, de su vida comunitaria, probablemente porque en su pasado, en el Imperio Otomano y en los años siguientes se habían encontrado muy peor y yo los había apreciados por eso. ¡Y nada menos por la noche nos alegraban, por decir, con la proyección de películas documentales sobre la lucha de liberación combatida por ellos contra “una potencia enemiga más allá del mar”!
Los compañeros de viaje y de ideología se desbordaban de sentidos de culpa no solo por el pasado fascista de Italia, pero también por el comunismo revisionista, traidor de la ortodoxia, de “Berlingueri” (así llaman a Berlinguer el jefe del PCI), así que tenían la constante necesidad de demostrar a los hermanos albaneses de estar en la pureza de doctrina marxista-leninista y de los valores universales de la Resistencia y de las luchas partisanas. ¿Y cómo? Cantando por días y días, por todo el tiempo de los traslados en pulman BELLA CIAO, que también el chófer y los acompañadores albaneses conocían, así que la amistad, más bien la hermandad fuesen cada vez más cimentadas.
Desdichadamente o afortunadamente, según los puntos de vista y las circunstancias, yo nací con el sello de la herética que siempre me ha hecho la vida problemática, al mismo tiempo pero me ha protegido, de alguna manera, del dogmatismo, del conformismo y del pensamiento masificado, hasta de niña, cuando iba de excursión con el pulman de la parroquia a los varios santuarios, tenía un rechazo visceral a cantar en coro de modo repetitivo y obsesivo los himnos de iglesia, tipo “siempre con el papa hasta la muerte, que buena suerte será para mí”, o “ nosotros queremos a Dios que es nuestro padre, nosotros queremos a Dios que es nuestro rey”; con el tiempo había llegado por fin a renunciar a las excursiones; ¡la atmosfera que se iba creando durante el viaje no la aguantaba! En aquel entonces pero no podía hacer otro que culpabilizarme por ser así intolerante, por no ser como todos los otros fieles cantores.
Con BELLA CIAO también, a 25,30 años de distancia había estallado la misma intolerancia, así que había yo propuesto de cantar, siempre en el recuerdo de la Resistencia, también otras canciones, clásicas o de la nueva izquierda: Fischia il vento, Per i morti di Reggio Emilia y todo el repertorio de circunstancia: nada que hacer, teníamos que hermanarse y atontarse al unísono. Y como si no bastara, durante los varios recorridos habían paradas en los lugares en los cuales los patriotas albaneses habían combatido contra los invasores de la “potencia enemiga de más allá del mar”, así que, cada vez, el coro de BELLA CIAO se hacía más intensamente cargado de sentimiento de expiación, de autoflagelación, casi.
Después una pareja de días de esa pesadilla que me había cargado no poco de energía reactiva, poa auto defensa por lo menos emotiva, por sustraerme a la obsesividad y por manifestar concretamente mi desaprobación, durante los coros “resistentes” canta yo a voz en grito porquerías de canciones de taberna o de excursión de la tradición popular lombarda, tipo “Pellegrin che vien da Roma el vá el birocc” o la del limpiachimeneas con todos sus dobles sentidos. ¡Una verdadera bufonada! Después las dos primeras noches, Fulvio y yo habíamos desertado las proyecciones de las películas que, una vez conocida la historia con su mensaje político, eran solamente un aburrimiento mortal; ¡de verdad teníamos también un que hacer mejor!
A las guías albaneses yo no estaba simpática, pues el responsable, que en cambio apreciaba mucho a Fulvio por su preparación marxista y por un cierto carisma gracias a los cuales intentaba elevar el nivel cultural y de análisis histórico-política de los jóvenes del grupo, un día no pude prescindir de decirle: “¡Pues, no consigo comprender como puede vivir un bueno compañero como tú con una anárquica capitalista!”. Fulvio no era un comunista “de la mutua”, o sea por habérselo oído; había hecho parte de los jóvenes de las camisetas de rayas que, en el 1960, desde el Norte hacia el Sur del País habían hecho historia con las insurrecciones de plaza espontaneas que habían derribado el gobierno Tambroni, monocolor democristiano, apoyado por el partido fascista o ex fascista. La balada “Per i morti di Reggio Emilia” recuerda precisamente aquel acontecimiento de la historia de la posguerra que había comportado un duro precio de sangre y de muertos y que, de alguna manera había acabado con la epopeya histórica y mítica de la Resistencia.
Fulvio se había formado a la escuela de partido de la FGCI en los primeros años ’60 del novecientos, cuando el ser comunista representaba un verdadero modelo de vida y de pensamiento, había recorrido todo el arco expansivo desde la ortodoxia a las formas alternativas como obrero y sindicalista de fábrica, militante activo. Había madurado siempre más su consciencia, no solo de clase, sino de ser humano que no vive de pan solo, ya había tomado distancias del mundo de la izquierda como organización de sistema y de poder, si bien quedándose genéricamente adherente a la ideología. Él tampoco cantaba BELLA CIAO, prefería hablar, contar, reflexionar sobre las cosas que mano a mano observábamos…
Mi padre y sus hermanos que, a vario título, habían sido protagonistas activos en la Resistencia, habían sido también mucho desencantados, por los años inmediatamente sucesivos, con respecto a su real consistencia y pura idealidad, ante todo con respecto a la instrumentalización que de ella había sido hecha con finalidad del PODER sea colectivo que personal y, aunque no siéndose disociados, ni arrepentidos, habían tomado distancias de la enfatización, de la celebración unánime a sentido único, de la manipulación histórica y política por cubrir todas las tramas de coalición finalizadas al dominio delos vencedores y a los intereses del grande capital y de la grande criminalidad. Jamás los oí cantar BELLA CIAO.
Más bien, el tío Luis condecorado con medalla de plata, la primera al valor militar, fijada por Mussolini de persona, cuando marinero en quinta; la segunda a la Resistencia como comandante de Brigata Mateotti, cuando en el 1971, la nuestra ciudad Sesto San Giovanni, en aquel entonces aún la roja Stalingrado de Italia, fue insignita de la medalla de oro de la Resistencia, fijada por Giulio Andreotti -una de las primeras manifestaciones documentadas de compromiso histórico- el tío no se fue a la parada institucional. Yo lo había encontrado en la calle, y me había asombrado de que no fuese a la celebración; según mi pensamiento debería ser un invitado de honor, no es que de condecorados vivos en circulación habían muchos. Luis hablaba solamente el dialecto, a mi pregunta había contestado: “m’é arivá la letera (de invitación), ma per mí l’é mei che se la punten in di bal la medaia d’ora.
Será porque he nacido herética, será por los modeles familiares que he tenido, hecho es que Bella Ciao ha representado por mí, desde entonces, el sombrero al pasotismo difundido, a la poquedad de la cultura histórica, de las experiencias y de las elaboraciones personales; una identificación subrogante por la falta de ideales auténticos y de consciencia individual responsable; un especie de “opio”, o de “vaselina” cantada la cual a seguir nos dejamos asfaltar, como se suele decir hoy, por el PODER y por todas sus manipulaciones evidentes u ocultas.
No sé si reír o llorar cuando veo los autoproclamados “nuevos resistentes”, jóvenes intolerantes, a menudo violentos, ondear banderas del ANPI y cantar Bella Ciao; se arrojan contra los adversarios, más bien enemigos políticos de su mismo País los cuales, en la óptica del poder global de los dueños del mundo que determina la vida y la muerte de enteros pueblos, cuentan cuanto ellos, o sea nada. Y tanto más son informes, gregarios y masificados, tanto más se agarran al pasado, que por otra parte no pertenece a ellos sino a otra generación, por tener una engañosa identificación. En la realidad ellos mismos no han madurado nada; más bien han sido tampoco en grado de defender las conquistas de libertad, de dignidad y de derechos de las clases trabajadoras que sus abuelos y sus padres han pagado con la sangre.
Hablo de los jóvenes que se refieren a la así llamada “izquierda” porque, también para mí en el bien y en el mal, ha sido mi mundo, mi caldo de cultura, mi referencia social y identidaria. De la “derecha” nunca he experimentado personalmente, siempre he sido espectadora externa, sin embargo la desintegración de la ideología y la osificación degenerante de su misma clase dirigente, tendente solo a salvaguardar su propio poder personal y sus propios ricos privilegios, aparece tal y cual la de los izquierdistas.
Por la crisis mundial del 2008, de la cual me había surgido una especie de representación imaginativa o deductiva de aquello que habría sido el desarrollo de la historia humana y hasta el 2011, había yo nutrido unas esperanzas o ilusión que esta “enfermedad grave” hubiese comportado, puesto in marcha una voluntad y una energía globales de curación y de trasformación, capaces de provocar un nuevo inicio en la escena del mundo, sin pasar por la muerte física.
Los acontecimientos de la política italiana del final del 2011 me habían bruscamente llevado a el único, verdadero dato de realidad o sea que la grane historia planetaria, las directivas de marcha, así como las ideologías religiosas y laicas, la potencia de los Estados, de las naciones y de los pueblos, más que su involución y todas las formas de poder son “orientadas” por los “dioses”, o sea por otras dimensiones, intrahumanas y extrahumanas, esencialmente de las que la Gnosis llama “esfera reflectora” y los Cataros llamaban “señor de este mundo”. Perenemente en lucha entre ellas por el control de la Tierra y de la Humanidad, se valen de la acción material de los hombres a las más altas cumbres del poder mundial, que no solo son ávidos de poder y de dinero, más bien son “iniciados” al culto de esas entidades espirituales interesadas en intervenir y condicionar pesadamente el curso de la Historia y de Evolución humana.
Las estrategias mundialistas, actuadas hoy de manera absolutamente coercitiva y acelerada, son estudiadas y decididas por la élite del poder en sus “santuarios” de planificación y programación global. Se sabe que todos los jefes de Estado y los hombres políticos más influyentes, que ocupan altas cumbres nacionales e internacionales hacen parte de grupos secretos ocultos y poderosos; banqueros, jefes de grandes industrias multinacionales, altos prelados vaticanos y jefes de otras religiones, Jesuitas, Opus Dei, petroleros, big de la financia mundial en una agregación trasversal con respecto a sus Países de pertenencia y de operatividad, trascendiendo todas formas de gobierno y de credo religioso. Son un verdadero gobierno sombra mundial que decide en total secreto como realizar sus planes, y que tiene una única finalidad: el sometimiento total de los pueblos y de los seres humanos. En los Países de la así llamada “democracia occidental” quienquiera aspire, de buena fe también, en hacerse jefe de Estado o de gobierno, de derecha o de izquierda, si no tiene la investidura de los “dueños del mundo” es deslegitimado desde el inicio, y no llega de ninguna parte; si acaso ven neutralizado de maneras más o menos pesadas. Y cuando la hubiese obtenida es decir que ha sido cooptado y se ha hecho adecuado al plan de poder global. Tanto por quedarnos en nuestra experiencia directa, el Jefe del Gobierno, regularmente elegido, ha sido destituido de la mañana a la noche; nada menos el Papa recalcitrante sustituido, aún en vida, por uno otro colaboracionista.
La élite se vale de centros estudio e investigación estratégicos nombrados “tink tank”, o sea depósitos de pensamiento, en los cuales son cooptados los mejores cerebros humanos que se han metido en luz con análisis críticos o alternativos; en seguida contratados y recompensados generosamente, en primer momento con la ilusión de poder cambiar la cosas según su pensamiento; en la realidad acabando con el ser adecuados a este orden mundial porque, de hecho, ven neutralizada toda posibilidad de ideación y proyectualidad antagonista fuera de ello.
Es particularmente significativo que la caída del muro de Berlín, la desintegración de la Unión Soviética y el final de la “guerra fría”, programadas por esos grupos de poder ocultos, como fue a su tiempo la revolución de octubre y por las guerras mundiales, hayan comportado su determinación en investir, en los Estados de mayor peso político y económico en la Europa, gobiernos de izquierda “sedicentes” de izquierda, mejor aún de centro-izquierda.
La motivación dimana por el hecho que, fuertes de una tradición ahora usurpada, de combatividad obrera y de agregación sindical, ante todo por la lucha al nazi-fascismo, combatida por grupos relativamente minoritarios de las poblaciones, que comoquiera había sido vencedora, los partidos de la izquierda y los democráticos-cristianos, en nombre de una reminiscencia religiosa histórica, tenían en la generalidad unos espacios de poder organizativos y de credibilidad en las colectividades y por eso daban mayores garantías de ser perfectos perros guardianes. De hecho, aún están en grado de mantener el control, de tirar las riendas a las masas sujetas a la inexorable bajada de las condiciones de vida, a la reducción, o nada menos a la verdadera cancelación del welfare state, de aquello estado de bienestar que había sido el orgullo del socialismo reformista del sindicalismo de la Europa Occidental.
En esto tiempo se hace pasar lo todo sobre la cabeza de las poblaciones europeas, las del mediterráneo por ahora, pero nadie será indemne. Los ideales de entonces ahora son solamente business, mentira. Caída la máscara, ha aparecido la otra cara del dominio la cuya finalidad es la de crear el caos, manipular las consciencias mantener el pie sobre el cuello de los seres humanos porque sean desvitalizados, incapaces de oponerse. Las armas de destrucción de masa ahora son el perverso mecanismo de la deuda pública de los Estados y la invasión programada y potenciada de millones de clandestinos procedentes por otros continentes con la sola finalidad de destruir la civilización europea y la raza blanca. Los gobiernos de izquierda con la aquiescencia de los sindicados colaterales suyos, han hecho y siguen haciendo las peores políticas de “derecha”, sin oposiciones de peso; solamente episodios de rebelión espontaneísta que quedan en agua de borrajas.
En Italia, las dos grandes ideologías totalizantes, Catolicísimo y Comunismo, han esterilizado, en el verdadero sentido de la palabra, toda autonomía de pensamiento individual; han aplanado, estandarizado comportamientos y creencias dentro de una gran matriz de conformismo y gregarismo acrítico. Hoy día dicen las mismas cosas, tienen los mismos programas, la misma vacuidad; de hecho se han fundido in un único partido. La clase obrera, en vías de extinción, no es más su depósito de votos, pero a ellos no importa porque el PODER ven concedido por lo alto, y no por el bajo con la farsa de las elecciones. Las iglesias siempre más se van vaciando; los seminarios casi todos cerrados por falta de vocaciones; sin embargo, aunque se la mayoría del electorado tampoco se iría a votar, como de hecho está ocurriendo, el gobierno etiquetado de izquierda, o centro-izquierda “reformista”, bien amado y bendecido por los Poderes fuertes, habría en todo caso, porque los dueños sobre sus perros guardianes cuentan mucho.
Los gobiernos de las izquierdas, o “siniestros”, obviamente “democráticos y antifascistas” se reputan en derecho y deber absoluto de martillar muy bien o de cortar a la raíz cualquiera agregación de “derecha”, o sea de oposición o de pensamiento diferente del propio, tachándole como racista, nazista, antisemita. El caso de la Lega Nord en Italia enseña, como fue a su tiempo con Heider en Austria, o del actual Presidente de la Hungría Viktor Orban… Como se dice: “golpea a uno por educar a cientos”. Hoy día, si uno quiere vivir o supervivir, sin ser exiliado de la vida política y perseguido, tiene que declararse de izquierda, de manera genérica, que tampoco se sabe lo que quiere decir; sostenedores de la Unión Europea a toda costa, de la islamización del continente y, contemporáneamente, filo-sionistas; ser “políticamente correctos”, o sea renunciar no solo a la libertad de palabra, y incluso de pensamiento.
Por otra parte, poder religioso y poder temporal siempre se apoyaron recíprocamente: Iglesia y Estado, cruz y espada siempre han sido indisolublemente atados en la obra de aniquilación de los “enemigos de la fe” desde Constantino en adelante. “Hazme Papa y yo te haré Rey; hazme Rey y yo te haré Papa” ha sido el imperativo que ha condicionado la formación de los Estados nacionales de esta nuestra Europa en grande dificultad de identidad y proyectualidad. “Acuerda que quien te da el poder te lo puede también quitar a su juicio”, así recitan aún hoy uns fórmulas de iniciación a ordenes caballerescos y masónicos que se remontan a la Tradición esotérica y Templar.
Según esa llave de lectura salta a la vista la analogía que acomuna las grandes ideologías religiosas de esa nuestra época, Hebraísmo, Catolicismo e Islamismo, que se basan sobre el monoteísmo absoluto, al materialismo dialectico del Comunismo. “Yo soy el único Dios, no tendrás otro Dios excepto a yo”, así empiezan los Diez Mandamientos y, también en su negación de la religión, el Comunismo se pone como verdad absoluta, no aceptando y combatiendo cada forma de pensamiento disidente. Toda la historia de los así llamados Países de “comunismo real” ha sido trágicamente exterminadora ya que quien la profesa se convierte frecuentemente en feroz intolerante.
En cada una hay un personaje de poder absoluto, individual o colectivo, nada menos más allá la cumbre de la pirámide con la cual simbólicamente se manifiesta el poder, el cual se vale de un aparato, de una jerarquía poderosísima, fuertemente identificada, que tiene precisamente la función de carcelero en cierto sentido, que debe mantener el orden constituido, la disciplina y la aceptación incondicionada, o mejor la interiorización de las verdades reveladas. Sustancialmente creer y obedecer, no buscar la propia verdad, la propia libertad cultural y espiritual, quedarse en la masa indistinta, en el rebaño de ovejas, en el YO de grupo.
Los grupos dominantes que se han subseguido en el curso de los milenios, expresión de la elite del poder religioso, económico, militar y político, siempre constituido por pocas decenas de personas físicas, siempre han tenido en sus manos la vida y la muerte de las masas. Se han cambiado caso por caso los miembros de la orquestra y los bailarines, el director también, pero la música siempre ha sido la misma y aún hoy lo es: el poder absoluto, precisamente el poder configurado geométricamente por la pirámide.
Su base siempre es constituida por la masa ilimitada, hormigueante y mísera que nace, vive y muere sin jamás saber o preguntarse el porqué de su propia vida y los cuyos componentes, en todos tiempos y todos lugares, son los primeros en ser usados o eliminados según necesidades, la clásica carne de matadero. A seguir inicia toda una estratificación que, con la programada inclinación “aurea” llega a la cumbre, al dominador o a los dominadores absolutos. La lucha por la supervivencia y por las mayores conquistas de poder y riqueza consiste en el subir cuanto más posible esos estratos fuertemente selectivos en cuanto, la asignación a los estratos más bajos significa ser, antes o después, victimas sacrifícales predestinadas al albedrio del moloc visible e invisible.
Por ejemplo en Italia, bajo la etiqueta genérica de izquierda o democrática y antifascista, confluyen las clases más elitistas de empresarios, banqueros, camarillas burgueses poderosas, organizadas y a menudo criminales, con toda una estratificación de gente que vive y prospera a su sombra; intelectuales o seudointelectuales, políticos, sindicalistas, cooperativas y empresariado favorecido, todo el mundo del Estado y paraestado, y no hablamos de las star de la información, del espectáculo y del efímero, que sobre las luchas verdaderas de las generaciones antecedentes y el atontamiento, desdichadamente, de las actuales para las cuales son un pésimo modelo, han construido su fortuna personal más o menos merecida. Disfrazan su falsa consciencia, cantando Bella ciao, insultando e incitando contra quienquiera ponga ellos delante el espejo en el cual puedan ver reflexionada su verdadera, mísera naturaleza.
Cuanto más estos trapas se acercan a la cumbre de la pirámide, tanto más sus complicidades aumentan: saben, pero callan, eluden, niegan por mala fe y cobardía, en el convencimiento que su conducta cobarde y servil con respecto a los dominadores los ponga al resguardo de la aniquilación reservada a las masas-hormiguero; más bien eso comporte la investidura a la coparticipación sea aún periférica e irrelevante. En el plan físico estos sometidos hacen la elección más apagadora; en el plan de la evolución de consciencia deslizan en un corrompimiento y en unas regresiones quizás irrecuperables.
Hoy nosotros los occidentales somos indignados por las crueldades que los varios movimientos jihidistas islámicos actúan sobre las minorías cristianas en los Países musulmanes por ellos controlados en nombre de su dios Alá. Es la misma crueldad transmitida por la Biblia en el Antiguo Testamento, con la cual el dios de los Hebreos YHWH imponía a su pueblo la aniquilación total de todos los demás; es la misma que, en los siglos pasados, la Iglesia de Roma ha actuado contra los seguidores del Islam en los tiempos de las cruzadas y en el exterminio de todos los pueblos nativos del nuevo continente.
No solo; en Europa, a causa de las así llamadas “guerras de religión” en la realidad guerras de poder duradas centenas de años, la misma crueldad exterminadora ha sido practicada por los Cristianos mismos, los unos contra los otros. Es suficiente recordar que la Inquisición fue creada por la Iglesia de Roma por quemar en las hogueras millones de Cataros que eran cristianos, los disidentes o críticos de la religión como Giordano Bruno, los campesinos que reivindicaban mayor justicia social, las mujeres del pueblo, las así llamadas “brujas” por negar y simbólicamente matar a los arquetipos del femenino.
No nos debemos asombrar de la recién declaración de Papa Francisco, según el cual Biblia y Corán son iguales, es precisamente así, porque las Entidades extra-físicas que los han inspirado, fuese aún solo el monodios, es lo mismo, también con nombres diferentes. Ahora, por voluntad del “Señor” con la imposición ecuménica, universal del Islam, se actúa la tercera fase del monoteísmo, siempre al interior del mismo videojuego. La trama es siempre la obtención del dominio absoluto sobre la Humanidad con el monarca universal, a la cabeza de un gobierno mundial en una religión mundial, un “Reino de dios” puramente terrestre y material con el esperado Mesías de las escrituras hebraicas. Por otra parte esta concepción es la misma de los Jesuitas; la única diferencia formal, tanto por decir, es que el monarca universal podría ser el representante en la Tierra de Jesús Cristo. Por el momento, el programa marcha a etapas forzadas, aún si en “los cielos” la guerra no es terminada.
Un argumento diferente de profundizar es el Cristianismo de los orígenes, antes que fuese fagocitado y manipulado por el Catolicismo. De hecho, el Cristo en el Vangelio de Juan 13,35 decía: “…Os doy un mandamiento nuevo… En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tendréis amor los unos a los otros…” Evidentemente su enseñanza ha sido desatendida hasta el inicio y la humanidad toda ha pagado, sigue pagando y pagará las consecuencias, habiendo sido impedida la evolución a un nivel superior de consciencia.
De hecho, se sigue cantando Bella ciao, sin entender nada de lo que está realmente ocurriendo y, se como dice el profeta Isaías: “Dios ciega a los que quiere perder”, me sale la duda que nosotros los Italianos, en general, somos convertidos desde tiempo en cantarines ciegos que se aprestan a decir adiós a la Bella por intonar una nueva canción:
Allah Akbar -¡INSHALLAH!-
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