En el 1949 yo tenía 7 años, frecuentaba el segundo año de la escuela primaria y me fue “impartida” la Primera Comunión. Una vez, a los mis tiempos, la fecha de vencimiento era taxativa, como la de la confirmación a pocos meses de distancia, así que los niños, sin entender y no fuesen en grado, no digo de hacer la mínima resistencia y tampoco darse cuenta de lo que pasase a ellos, eran ya bien cooptados en la religión católica que, en el bien o en el mal, habría condicionado la suya entera vida, de grado o por fuerza. Bautizo, Comunión, Confirmación eran los sacramentos más pesadamente formativos o manipuladores, según los puntos de vista, que incidían en el primer septenio de vida, mientras por Matrimonio, Orden sacerdotal y extremaunción necesitaba, a la fuerza, aplazar a fecha de destinar, según la voluntad divina.
Entonces también, en la cruda pobreza del posguerra, en la cual la única gratificación, es un decir, para la gente del pueblo era la de haber, por lo menos, escapado de la muerte; el día antes de la Primera Comunión era una fiesta. El vestido blanco para las niñas era sacramental y cada mamá se ingeniaba de mil maneras milagrosas, extraordinarias e ingeniosas por vestir convenientemente a su hija. Los machitos también debían tener un su modelo vagamente de ceremonia; en definitiva, era un fuerte compromiso por las familias y un acontecimiento que, de todo modo, ¡habría dejado huella!
A mí el vestido blanco me lo había confeccionado una tía materna, la ex monja que, en aquella época, trabajaba como cosedora en una sastrería; había juntado varios recortes por lo tanto también la tela fue barata. Mi mamá había preparado una grande tarta de ofrecer a las primitas que, por la tarde, me habrían visitado y llevado su propio regalito; no solo, ¡había también contratado el fotógrafo por hacerme la fotografía en pose! Así era de costumbre.
Nada había hecho prever lo que habría ocurrido, de repente, apenas puesto el vestidito blanco: una especie de parálisis, una rigidez catatónica había bloqueado todos movimientos voluntarios de mi cuerpo. Mis padres, obviamente, se habían asustado mucho; mi papá querría ponerme de inmediato a la cama y recorrer Sesto en bicicleta a la búsqueda de un médico; mi mamá, en cambio, opinaba que yo fuese bloqueada por una excesiva emocionalidad y que, una vez llegada a la iglesia entre las otras niñas, habría yo vuelto a la normalidad. A la iglesia me llevaron de brazos y prácticamente, me abrieron la boca de fuerza por meterme la hostia consagrada.
De vuelta a la casa, el fotógrafo me esperaba, así me ha quedado en el tiempo, como recuerdo, la fotografía de una pequeña, pobreta niña doliente que parecía aplastada por un enorme, aunque invisible, peso.
Puesta a la cama, había caído en un sueño profundo; mi mamá, a la vez porque se sentía en culpa por haberme sometido a una verdadera violencia física y psíquica por puro conformismo, se la había tomada con las monjas que me habían enseñado el Catequismo y la tarde misma se fue al oratorio a reprenderlas porque, según ella habían exagerado: no el “temor de Dios” me habían inculcado, sino el “terror de Dios” que, de hecho, me había paralizado.
Un médico no se había encontrado; las primitas habían llegado, habían comido la tarta y se fueron sin que yo las viese; pero, la mañana siguiente, era fresca como una lechuga y no recordaba nada del día precedente. Mi papá por precaución, había perdido unas horas de trabajo por acompañarme a la escuela en la caña de la bicicleta y por hablar con la enseñante, mas yo era ya la Pinuccina (Josefinita) de siempre.
Los regalos habían consistido en cosas útiles por la escuela; en aquellos tiempos un pequeño libro, un cuaderno, una caja de lápiz colorados eran una verdadera riqueza y yo fue muy feliz de lo que había recibido. Para el domingo sucesivo, siempre según los costumbres de aquel tiempo, una especie de recurso espiritual guiado para los nuevos comulgantes, se preveía la ceremonia de la Segunda Comunión, aunque menos solemne de la Primera. Mis padres por una vez fueron de acordó en el no hacerme participar porque estaban aún asustados de la vez precedente y yo no había manifestado el deseo de participar.
Por compensarme, de cierta cual manera, de esa exclusión, me habían hecho un regalo muy particular, un libreto de plegarias de piel marrón claro, con el borde de las páginas dorado y la lengüeta marca páginas de raso amarillo, lindo solo a mirarlo, un objetito “por ricos”. En ello estaban las oraciones cristianas más populares y conocidas: Padre nuestro, Ave María, Gloria al Padre, Credo, Salve Reina, oración al Ángel de la guarda, todas las sabía de memoria desde cuando frecuentaba el parvulario.
Había también una novedad absoluta para mí: el Prólogo del Evangelio de Juan que me había hipnotizado, lo leía y volvía a leerlo, palabra por palabra, sin entender el significado obviamente, sin embargo me daba una sensación de potencia, de misterio por lo tanto, cuando lo recitaba, sentía que la mi identidad de niña normal se atenuaba de algún modo… Preguntaba a mis padres de explicarme, de hacerme entender; mas mi papá de religión nunca se había interesado, jamás había hecho de monaguillo y a la iglesia se fue forzadamente cuando me dieron el bautizo siete años antes. Mi mamá había aprendido de memoria las oraciones más comunes en Latín, como había sido de costumbre hasta el Concilio Vaticano IIº (1962-1965) y opino que no se puso jamás demasiados problemas de traducción al idioma italiano por entender el significado.
Me volvieron a reenviar a la enseñante, la cual me reenvió a las monjas de catequismo, las cuales me reenviaron al sacerdote confesor, el cual me reenvió al cura que sentenció que eran los misterios del Espíritu Santo que se debían aceptar por fe, también sin entender, ante todo sin entender porque el querer entender a todo costo habría sido un acto de soberbia que Dios mismo habría castigado. Me avené a razones también en los años de la escuela secundaria obligatoria en una escuela católica; sin embargo el Prólogo del Evangelio de Juan siempre ha sido, desde entonces, la oración de mi corazón o nada menos mi santuario interior.
Cuando he sido pronta a entender, ya más allá de la mitad de la vida, el Maestro apareció. Rudolf Steiner, dice que un ser humano el cual, en el curso de sus vidas precedentes haya ya recurrido una parte del caminito del conocimiento espiritual, en su nuevo nacimiento está del todo olvidadizo, pero la vida misma le presentará de las experiencias a través de las cuales se reconectará a lo que había ya alcanzado en la encarnación precedente.
Steiner hace precisamente el ejemplo de un niño que nace como todos los otros, mas que hacia los 7 u 8 años tenga que soportar alguna grave pena o trauma que haga sí que, en su alma, resurjan la sabiduría y el conocimiento que ya había conquistado en las vidas pasadas; se encuentra así nuevamente llevado a el antiguo escalón evolutivo, desde el cual puede progresar hacia el próximo, con paciencia y constancia, hacia la meta del nacimiento en la propia interioridad del YO Espiritual Inmortal, del “Cristo en él”.
El YO físico pertenece al mundo exterior caduco, y es material efímero como lo mismo. En el ser humano es pero latente un segundo YO espiritual, imperecedero, del cual no está consciente hasta al momento en que irrumpa en una suya encarnación la experiencia del despertar, del renacimiento, de la iniciación que constituye el más grande acontecimiento del alma humana. En el plan físico el niño nace de su mamá; en el plan místico y espiritual el YO divino individual nace en la interioridad humana más profunda; en el plan de la historia, la aparición en la Tierra del principio primordial del mundo, del “Logos que se ha hecho carne y ha morado entre nosotros” ha significado la posibilidad del renacimiento y de regeneración espiritual para la entera humanidad.
Gracias a la fuerza del Cristo aparecido en la Tierra, “hijo del hombre”, el ser humano debe hacerse consciente de que la suya esencia se origina de la divinidad, como el Logos mismo que, enterrado en la materia, ha renacido en el niño Jesús a Belén.
Según Rudolf Steiner, los primeros 14 versículos del Evangelio de Juan, si contemplados todos días, representan una meditación de altísimo valor, la cuya fuerza espiritual es tal por el que debe ser sentida y vivida en el interior del alma, antes que leído y entendido intelectualmente.
El Cristianismo ha sido acogido, ya al inicio de su propagación romana, sin haber sido entendido; aproximándose de pronto a una grave materialización; ha sido malamente malinterpretado y deformado por lo que hoy es más que nunca necesaria su purificación a fin de que la humanidad pueda reatarse a su verdadero contenido espiritual.
El Cristo es el portador del impulso de la “liberación de la Ley”, en el sentido que lo que es considerado “Bien” no sea más impuesto a los hombres por una Ley coercitiva contenida en los libros revelados, más bien dimanada por su corazón como impulso de amor y de su consciencia como sabiduría. La Ley fue dada por Moisés y por Mahoma, mas la gracia por Cristo y, el significado cristiano, Gracia y Verdad dan testimonio del Cristo en nosotros que nos quiere seres individuales, con un YO autónomo, consciente y responsable, diferenciado del YO de grupo, o sea de especie, como los animales, y que, con consciente voluntad se vuelva a reentrar en el flujo de la evolución universal, de la cual la humanidad, con la así llamada “caída”, o se el abrazo mortal con los espíritus de la materia, se ha puesto a los márgenes hasta la posible auto extinción.
Defender hoy la tradición cristiana del pesebre en las escuelas a sola finalidad identidaria, por cuanto loable, no es más suficiente, en cuanto la posta en juego de la guerra en acto, comporta verdaderamente la vida y la muerte física y espiritual de la humanidad. La guerra en las dimensiones extra físicas entre los “dioses”, o sea los Espíritus de la Jerarquía Cósmica, se puede deducir de lo que está ocurriendo en el planeta.
En el perenne movimiento del Universo y de la circularidad del tiempo, se vuelven a presentar los influjos de las energías hegemónicas de loe Espíritus Solares Creadores que se remontan, por lo poco que nos es dado conocer, a la primeva civilización paleo indiana, a la sucesiva persa de Aura Mazda, al Buda hasta el Cristo, que con su encarnación, se ha convertido en el Espíritu mismo de la Tierra.
Los Espíritus Lunares Semitas se identifican con las religiones del “libro” y han dominado, en el bien y en el mal la humanidad por más que seis mil años con sus religiones finalizadas precisamente al dominio terrestre material que tiende a impedir todas conexiones humanas a energías otras, más evolucionadas espiritualmente. Por ellas de facto, los hombres otro no son que “animales de forma humana” de mantener sometidos en varios modos, más o menos cruentas, más o menos manipuladores, que pueden ser condicionamientos mentales, negación de orden moral, muerte, sufrimiento, miedo, hasta la privación de toda identidad. Se oponen atrevidamente a todo lo que puede ser vuelto a llamar en vida, a la consciencia de los seres humanos por el reaparecer de los Espíritus solare, que han toda otra visión o voluntad con respecto a los hombres y a la Tierra. En resumidas cuentas, se trata una vez más de volver a proponer la teología catara de los dos dioses…
En el palco escénico de la historia, todo el mundo semita es desencadenado en una guerra interior de supremacía de las diferentes facciones que se refieren al Islam Sunita mayoritario y al Sionismo radical. Sin embargo, juntos, son coaligados contra el Irán Chiita que, con el Afganistán i la Siria ha constituido un tiempo el grande imperio Persa, creado por los indo-arrianos, convertidos en indio-europeos, el cuyo dios era el Ahura Mazda de Zarathustra, el dios de luz, precursor dela religión cristiana.
La Siria, en particular, perteneciendo ella también al mundo Islámico, es considerada por las potencias semíticas el top de los estados canalla que debe ser destruida a toda costa, no solo por sustraerle sus recursos petrolíferos; de verdad por hacer tierra quemada de todas sus energías multidimensionales que, reaparecidas y despertadas podrían hacer vacilar el dominio absoluto de los “dioses” que se mantienen en vida sobre las vibraciones de la sangre y de la psique humana y animal. De facto, la Siria en el pasado, ha sido cruce de importantes culturas y vías de comunicación, sí de ser tierra propicia a las grandes inspiraciones religiosas. Aquí se transfirió en el deserto la primera comunidad esenia; los Nazarenos tomaron el nombre de Cristianos; San Pablo fue deslumbrado en la vía por Damasco, tanto que se puede conjeturar que haya sido la cuna del Cristianismo naciente.
En esos años de guerra en Siria “por la democracia” ha salido en el candelero un pequeño, poblado, Maalula, en el que aún se habla el Arameo, la lengua del tiempo de Jesús que, naturalmente, ha sido arrasado y los Cristianos que loa habitaban brutalmente asesinados, también crucificados, como enviado en internet por los mismos carnífices con grande auto celebración.
La vía de expansión a occidente del Cristianismo primitivo fue indudablemente la Grecia; el Evangelio de Juan que, al contrario de los otros, toma distancia del Antiguo Testamento, fue escrito en Griego, lengua usada hasta el final del siglo Vº, por predicar el Evangelio y en las ceremonias de culto. El Latín sucedió solamente después de la traducción de la Biblia del Griego y del Hebraico hecha por San Jerónimo. Los primeros Padres de la Iglesia fuero Griegos y varios Papas del primer periodo; en el 1054 ocurrió el Grande Cisma de la Iglesia griega ortodoxa que jamás reconoció la supremacía del Papa latín cual único sucesor del apóstol Pedro que perdura aún hoy día.
La predicación a los Gentiles, las Cartas de San Pablo, son dirigidas a los Griegos; así como las Siete Iglesias de la Apocalipsis de Juan están situadas en el Asia griega. La nueva religión cristiana, incomprendida y rechazada por el Judaísmo, cobró fuerza inmediatamente en el mundo helénico en cuanto volvía a proponer, reelaborados en propuestas culturales y religiosas, adecuadas en aquel periodo histórico, los sistemas de pensamiento de los grandes filósofos griegos del pasado, Platón, Pitágoras, Heráclito y otros, que siglos antes ya había hablado del Logos, como orden regulador del Universo, de la transmigración, por lo tanto de la inmortalidad del alma, mutuados por reminiscencias de la arcaica civilización hiperbórea y Atlántida.
En su penetración en el continente europeo, la naciente religión cristiana, que ya condensaba sincréticamente el pensamiento zoroástrico con la grande filosofía helénica, se encontró con la civilización del Imperio Romano pre-cristiano y con las culturas antropológicas alemanas y celticas, de un cierto nivel espiritual, herederas de las grandes religiones solares de la edad del bronce en Europa, del 3º milenio a.C.
Con la conversión del emperador Constantino y el operado de sus sucesores, con la sola finalidad de la continuación del Imperio y de su potencia, el Cristianismo romano fue impuesto como religión de Estado y cambió el curso de la historia humana.
Presumiblemente el “pacto” con el dios monoteísta, procedente del Antiguo Testamento, ciertamente ha comportado el rechazo y la negación de la corriente espiritual originaria del Cristianismo. De facto, desde entonces y en el curso de los dos milenios, quienquiera de un cierto peso teológico o sacerdotal haya hecho referencia, de alguna manera a la naturaleza no semítico-judaica, ha sido truncado al nacer. Último, a la vez, Juan Pablo Iº que en la elección del nombre, se ha reatado al Evangelista Juan y a San Pablo que, cada uno a su modo, habían predicado el Cristianismo como nueva religión, la cuya teología era bien diferente del Antiguo Testamento.
El pueblo griego es hoy el más atormentado de la entera Unión Europea; es verdad que van consideradas las derechas responsabilidades humanas, sin embargo de aquella poca información independiente que se logra captar, se tiene un cuadro de la deshumanización a la cual es sometido, oficialmente por reembolsar las deudas
contraídas con los grandes bancos y el mundo transnacional; en la realidad por aniquilar el Espíritu de pueblo que, con la suya manifestación, ha sido vehículo primevo de la civilización cristiana europea.
Juan, al exordio de su Evangelio, a las primeras palabras: “En el principio era el verbo, y el verbo era con Dios, y el verbo era dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por Él fueron hechas; y sin Él nada de lo que es hecho, fue hecho. En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz en las tinieblas resplandece; mas las tinieblas no la comprendieron.” introduce sobre la real creación del hombre que se ha desarrollado en el curso de varias encarnaciones planetarias, a partir de la Palabra Creadora divina, hasta la presencia física del Cristo en la Tierra, con la finalidad de despertar en los seres humanos la consciencia y la conexión con el mundo divino-espiritual.
El dios monoteísta lunar, el señor de este mundo según los Cátaros, el dios de la materia o la potencia aliena que domina la Tierra, de cualquier manera lo se quiere interpretar, está combatiendo con todos medios, incluso exterminar la raza humana que puede reconstruir como y cuando quiere con la ingeniería genética, con tal de no perder el su dominio, la suya unicidad. Si el Cristo, según Steiner, es el Espíritu de la Tierra, la lucha por negarlo, matarlo aún, pasa a través la destrucción de la Naturaleza y del sentimiento del Amor entre los seres humanos.
El señor de este mundo, o potencia aliena tiene prisa, mucha prisa, como si incumbiese una fecha de caducidad próxima e intensifica sus estrategias por subvertir toda organización humana, si no la humanidad misma que es llevada, a su pesar y sin que tenga consciencia, a una bifurcación: pasar sea también con grandes pruebas, a un nivel superior de consciencia, o salir del flujo de la evolución cósmica y perecer.
La Europa cristiana, esta parte del mundo en que más se ha desarrollado y madurado el YO SOY de la individualidad del hombre, está por ser atropellada, tramite la invasión islámica programada, por las hordas tribales de las almas de grupo que son las armas humanas de destrucción de masa que el Anticristo ha puesto en campo.
Los gobernantes, en casi totalidad y a los niveles mayores, son colaboracionistas ejecutores, completamente ofuscados por el poder y la deificación de su YO personal; se podría incluso conjeturar que sean de los verdaderos “poseídos”, tanto de no tener más ningún contacto de realidad y de sentido de responsabilidad. La Iglesia Católica una vez más, por boca del Papa Francisco, ha reconfirmado que el cristianismo procede por el Antiguo Testamento, que el Hijo es tal y cual al Padre y viceversa. Y no solo acepta, mas favorece la invasión islámica que se impone agresivamente, reduciendo y mortificando las tradiciones cristianas, con la finalidad de instaurar, cuanto antes, la Religión Universal en el Nuevo Orden Mundial bajo el dominio del Mesías Hebraico del cual habla el Antiguo Testamento.
Los pueblos confundidos, manipulados, desatentos no consiguen entender la gravedad absoluta de lo que esta pasando. Es como si le hubiesen sido quitados el pensamiento, la memoria, el discernimiento, la lucidez y hubiesen sido inmergidos en uno estado de sueño hipnótico que los pone pasivos, manipulables en un nivel bajísimo de energía, suficiente solo a supervivir físicamente y también con mucha fatiga, así que no puedan tomar consciencia, no puedan elegir, no puedan reaccionar, mas continuar en ser solo animales de forma humana, hasta el holocausto final, del que pero nacerá una nueva creación divino-espiritual de la cual ha sido profeta una vez más el Evangelista Juan en la Apocalipsis o Revelación.
El Antiguo Testamento dice del hombre “pues polvo eres y al polvo volverás” (Génesis 3,19) el evangelio de Juan dice “…A lo suyo vino, y los suyos no lo recibieron. Mas a todos los que lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios. Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros…”
R. Steiner – Il Vangelo di Giovanni in relazione con gli altri tre – ed Antrposofica
P. le Cour – L’Évangile ésoterique de SainT Jean – ed Dervy Poche
G.R. Costa – uno sguardo oltre il velo, la faccia nascosta del potere, inédito
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