Los Cátaros y su misión: contra-historia de dos mil años de cristianismo

Presentación

En el 2001, algunos años después mi encuentro “casual” con Montsegúr y la historia de los Cátaros, que anticipé en “viaje al castillo de Montsegúr”, editado en la sección “cuentos”, explotó en mí una necesitad irreprimible de enfocar todas mi atenciones mentales, y también afectivas, a saber más, para identificarme, con la historia de este pueblo mártir, por el cual había sentido de inmediato una profunda empatía.

Había dejado a un lado, en bloque, todo tipo de intereses, también un trabajo de asesoramiento que tenía su importancia económica; todo me parecía como pura vanidad, mundanería material, sin importancia respecto a la meta hasta la cual me sentía empujada.

Seguramente no tomé una decisión de cabeza, sino de corazón, y que, durante tres años, ha sido mi fuente primaría de energía vital, cósmica y ultra dimensional.

El libro que surgió “Viaje al castillo de Montsegúr – Las guías: los Cátaros y su misión Contra-historia de dos mil años de cristianismo” es mi diario personal del bienio 1998/1999 en el cual todos los nudos de mi vida conscientes o inconscientes salieron en la colada, entrelazados constantemente a los recuerdos, conocimientos, simbologías, transposiciones y asimilaciones de aquella aparición colectiva, histórica, y espiritual de la Europa medieval. Borrada entonces de la cara de la Tierra, volvía a proponer sus  enseñanzas de evolución humana, esta vez no ya en el plano material, encarnado, sino en aquel extra-físico, cósmico, de aquel Otro Mundo, al cual, como el Cristo, habían  hecho referencias cuando estuvieron en la Tierra.

Para mí personalmente, fue el esclarecimiento de muchas cosas, experiencias, acontecimientos y comportamientos que había vivido desde mi nacimiento hasta ese momento; un auto-conocimiento y un auto-reconocimiento que confirieron nuevo significado a mi vida.

El libro fue editado cuatro años después, por mi cuenta y fue un compromiso entre mi misma que lo habría tenido cerrado en un cajón, por haberlo vivido como “conócete a ti mismo” y mi marido, el cual justamente opinó que el mensaje de los cátaros debía ser divulgado y que mi auto-análisis seria de estímulo para otros. Así fue para un centenar de personas.

El año pasado, y una vez más siempre “por si acaso”, no conociendo nada de nada de Internet, creé este página web www.Albarosa.it, casi para broma y de inmediato me di cuenta de que su difusión es verdaderamente planetaria porque la pág. tiene más contactos con extranjeros que italianos, y mi pensamiento fue que era el canal más adecuado para la difusión “urbis et orbis” del mensaje cátaro. Tomé en las manos el manuscrito y aislé en el original la parte histórico-teológica especifica que aquí presento, por entregas, porque el texto es demasiado largo.

No es la verdad absoluta, por supuesto, es mi verdad que he buscado en lo profundo de mi misma.

A nivel material pocos en el planeta conocen la lengua italiana; a nivel electromagnético y de la energía del pensamiento, las lenguas no son prioritarias.

 

 

Capitulo Iº

 

Para hablar del Cátarismo es necesario partir del conocimiento de la Historia para comprender mejor su significado y su relación con todos los actores presentes en la escena del mundo en aquel periodo de tiempo. Me pareció interesante iniciar de la concepción milenarista de los siglos inmediatamente anteriores y posteriores del fatídico año 1000 che estaban todos enfocados, a todos los niveles, en la espera del fin del mundo y del regreso de Jesús Cristo, lo que habría debido ajustar las cosas en la Tierra detalladamente en el área de Europa, donde las condiciones de vida eran verdaderamente dramáticas.

Primero se trataba de un continente desolado, en su mayor parte inhabitado e inhospitalario, cubierto de selvas y ciénagas que constituían graves obstáculos para la vida humana. La población, de hecho, vivía constantemente bajo la opresión del hambre, las enfermedades, las pandemias que segaban millones de vidas; además violencias y guerrillas de todas clases no daban ninguna oportunidad de mejorar, aunque fuese poco, la calidad de vida de las plebes europeas de entonces.

La única estructura organizada que estaba presente en todo el territorio y tenía autoridad reconocida era la Iglesia de Roma, que había reemplazado totalmente la presidencia burocrático- militar del imperio romano posteriormente a su ruina, así que la cultura dominante, más oficial que popular de aquella época, solo fue la propaganda hecha por los curas y los predicadores errantes, exclusivamente basada en una interpretación oral, retorica, aproximativa, y a menudo manipulada, de las Sagradas Escrituras que nadie estaba en posición de leer y conocer directamente.

Se puede decir que unos siglos atrás hubo un acontecimiento de masa, un verdadero adoctrinamiento a nivel genético a propósito del cambio que se habría verificado en el año 1000 con el regreso de Jesús Cristo sobre la Tierra.

La apocalíptica hebraica en el Antiguo Testamento ya había profetizado, en el milenio precedente, el advenimiento del mesías el cual habría reconstruido el Reino de Israel con el Trono de David y habría llevado paz y prosperidad a los Hebreos de Palestina después de haber echado a los Romanos, aunque, en los siglos sucesivos, los acontecimientos de la historia tomaron otro rumbo.

Pero la creencia, la ideología de la llegada de la divinidad entre los hombres para poner orden, paz y justicia se había traslado del Antiguo a el Nuevo Testamento de la religión cristiana con la misma fuerza y la misma fe en la Apocalipsis de Juan, hace que a mil años de distancia se vivan todavía los efectos.

Esta escritura de Juan, que se refiere a la lucha cósmica final entre el Bien y el Mal, no es un original cristiano sino hace referencia a la corriente de la apocalíptica hebraica que a su vez, había absorbido enteramente la ideología Zoroastriana. Por otra parte el Cristianismo histórico de original no tiene nada; símbolos, ritos y teorías están todos tomados prestados de religiones y tradiciones precedentes; lo ha arañado de aquí y allá y ha creado un corpusdoctrinario che en seguida impuso en todas partes con la espada.

Aunque estuvo abundantemente experimentado por los seres humanos que el Dios Padre no salvó nada ni a nadie; que el Mesías, hijo suyo fue crucificado, la Palestina derrotada, destruida, el Templo de Salomón arrasado en el 70 después de Cristo  de las armadas de Tito; que 1.300.000 Hebreos, así lo cuenta la narración de los acontecimientos de la época, perdieron la vida de la manera más atroz, que solamente pocos nobles y sacerdotes del Templo lograron huir, y cruzando Grecia, refugiarse en las colonias hebraicas que ya existían  y prosperaban en el centro y sur de la Europa de entonces, llevando consigo cuanto más posible del tesoro del Templo; pues bien, para el año 1.000 se esperaba frenéticamente, de manera espasmódica la aparición, el regreso de Jesús Cristo.

Para el populacho aquella era una única esperanza de vida para que, además de la miseria tuviera que sufrir los tumultos políticos i militares que el feudalismo de entonces desencadenaba, agravados a menudo por los contrastes entre el poder temporal de los señores y lo temporal y espiritual, al mismo tiempo, que la Iglesia de Roma transmitía con la imposición de la décimas, hambreando aún más a la población,  pero enriqueciéndose a sí misma y a sus obispos desmesuradamente.

El Cristianismo histórico de los primeros siglos que hubo de enfrentar la persecución, había representado una fuerza ideológica y disciplinaria al mismo tiempo, y una gran solidaridad con su organización eclesiástica, no obstante las discordias y los cismas que habían tenido lugar, pero que se guardaban  todas las veces que se tenían que enfrentar con los adversarios y perseguidores.

En un contexto histórico, del que el Paganismo estaba totalmente inconexo, se puede decir anárquico y que ya no respondía a las necesidades de identificación  y cohesión, el Cristianismo originario con sus enunciados morales, que aprovechaba más el sentimiento que la razón, que daba valor al último de los seres humanos, por lo menos en teoría, y que encima surgió de una verdadera aparición histórica  habría tenido verdaderamente la potencia de cambiar el mundo de entonces con sus valores,  sus modelos, y sus relaciones de poder.

El Cristianismo, en su aparición como nueva religión e incluso cuando fue minoritario, perseguido y revolucionario, fue posible reemplazante de la vieja escena del mundo, dio una nueva y gran energía a los seres humanos, elevándolos a niveles superiores de tensión ideal y de virtud y también de auto-valorización. De todos modos, siquiera  en la idealidad que lo promovió, dio dignidad a cada uno independientemente de su estrato social; pero cuando se convirtió de la noche a la mañana por mera voluntad política, victorioso, en rico, y dominador, contaminado con todas las peores formas del poder, perdió inmediatamente su aflato originario; ya no fue guía espiritual para la evolución, y así lo mismo que el mundo como los hombres no cambiaron para nada al hacerse cristianos, al contrario, se puede decir a posteriores que la situación política, social y espiritual empeoró aún más.

Hasta Diocleciano 250-300 d.C. La persecución de los emperadores romanos, no solamente no logró extirpar este nuevo credo; sino que como efecto boomerang, se expandió aún más en todo el imperio, implicando hombres y mujeres de toda clase social en una gran comunión espiritual en la que la hermandad y la igualdad de todos los seres humanos frente a un único Dios Padre desquiciaba y volvía a modelar el poder absoluto del Estado y del emperador.

Bien entendió Constantino el papel desestabilizador que el Cristianismo originario habría podido tener, viendo después el fracaso de la persecución; así que intuyó que la naciente Iglesia fuerte y disciplinada, expresión de una única voluntad, en sus manos se habría convertido en un poderoso instrumento de control y de dominio. En homenaje a la ley no escrita por la cual si no se logra acabar con el proprio enemigo, se le abraza, Constantino en un primer momento se convirtió de manera espectacular, en seguida organizó económicamente y dogmáticamente la Iglesia de manera que tuviese la misma función que, en el Estado antiguo, fue representado por el Paganismo, es decir una arma y una sanción para la autoridad del emperador.

Muchas eran las diversidades y las discordias teológicas entre los varios grupos que se llamaban todos cristianos y Constantino, para su fin hegemónico, no podía permitir que su instrumento fuese débil y alterno, así que tuvo otra inspiración genial: dar a los Parlamentos eclesiásticos, que ya existían en la Iglesia para dirimir los nudos doctrinarios controvertidos, la autoridad del Estado, cuyas deliberaciones tenían el poder de ley. Los Sínodos y los Concilios imperiales tuvieron una inmensa importancia en la vida y en el desarrollo de la Iglesia de Roma.

Constantino le dio riquezas y privilegios y la transformó radicalmente, al contacto con la decadencia del mundo antiguo y del Paganismo más deteriorado, se hizo inmediatamente corrupta y lujosa, haciendo propia la jerarquía de la administración romana, y extendida a todas las cosas del mundo, olvidó de inmediato el amor por la simplicidad y la pobreza que eran su fuerza de atracción originaria.

El Cristianismo, en contacto con la corte del bajo imperio en ruinas, no hizo otra cosa que correr al encuentro de un naufragio moral desde el momento en que, de religión minoritaria se hizo religión de Estado, impuesta en todas partes con la violencia y el aniquilamiento de todo el pasado.

El no ser cristianos significaba entonces ser desheredados, en el mejor de los casos, muertos asesinados en la mayoría de los casos, en la óptica propia del manifiesto imperialismo que ya ponía sus fundamentos, planeaba el mundialismo verdadero y propio de hoy en día

Mientras en el mundo antiguo todas las religiones y las filosofías eran consideradas opinión – y este es el aspecto del Politeísmo – el Cristianismo hace de su doctrina un dogma indiscutible, elevando a método la intolerancia religiosa. Puesto que la Iglesia se declaró la única depositaria de la verdad absoluta, y arrogándose el derecho de combatir no solo con la palabra sino con toda clase de violencias, a todos los que no estaban de acuerdo. Hay que decir que también en su interior el método fue el mismo; así que, quien avanzó, quien sobresalió aumentando aún más su propio poder, fue el personaje o la facción más feroz, la que eliminó todas las otras concurrentes, sea en las cuestiones doctrinarias, sea por la posición preeminente de poder.

La Iglesia de Roma llegó, a lo largo de los siglos siguientes a un nivel de degradación tal que ya no estuvo en condiciones de realizar aquella función educadora y de guía de las masas connatural a su existencia. Nada menos que, historiadores de la época, en consideración al estado de corrupción de la jerarquía romana, dijeron que aquellos fueron los siglos de la pornocracía.

Por antagonismo, ya en los principios del siglo VI, miles de personas en todo el continente poblado, sostenidas por verdaderos ideales de fe y para liberarse de la influencia de la “grande meretriz” se aislaron del mundo, originando el fenómeno del  monaquismo, que comprendió dos maneras de expresión: los anacoretas, y los verdaderos eremitas que vivían en soledad en los lugares más inaccesibles, y que, rogando y mortificando el cuerpo, buscaban la experiencia mística y espiritual del Cristianismo y los monasterios, comunidades fundadas por San Benito en toda la Europa cristiana, en los cuales los monjes estaban sujetos a una rigurosa regla de vida, basada en el “ora et labora”, o sea en la oración, pero también  en el trabajo y en el estudio, excluyendo por lo tanto la exasperada mortificación del cuerpo.

Estos monasterios, oasis de verdadera espiritualidad, a lo largo de los siglos se hicieron muy ricos y poderosos en cuanto en el marasmo y en el decaimiento moral de la jerarquía oficial, ellos representaron la alternativa creíble y fiable, la cara espiritual de la religión cristiana; por lo tanto los poderosos y los reinantes de entonces les donaron tierras y grandes tesoros, reconociendo su rol de intermediarios con la divinidad, con posibilidad de “conllevar” el salvamento de su propia anima, la indulgencia plenaria y el lugar en paraíso al momento de morir.

El monaquismo, en un cierto sentido, salvó el Cristianismo, manteniendo vivos sus ideales; pero en otra forma, generó una ruptura en su interior en cuanto provocó una especie de división entre las ovejas y las cabras. Las ovejas fueron los monjes, los que se aislaron voluntariamente y físicamente del mundo para vivir con la fuerza y la pureza de los ideales cristianos; las cabras estaban constituidas por la jerarquía mundana que fue completamente absorbida y condicionada por la materia y que ya se había olvidado de aquellos principios.

Con el discurrir del tiempo el monaquismo también se corrompió y se adaptó aún más a los intereses y a las pasiones terrenales -los Templarios son el ejemplo más significativo-, pero hay que reflexionar sobre el porqué de estos acontecimientos, y por encima de todo por qué hubo ésta rápida corrupción del Cristianismo de las orígenes que, no obstante sus sublimes principios, no fue capaz de modelar una sociedad nueva, sino fue ello mismo fagocitado.

El progreso humano, entendido como evolución espiritual del hombre, demuestra que la predicación y la enseñanza moral son insuficientes, y que hay necesidad de algo más.

Para estar en condiciones de entender profundamente la función que el Invisible había asignado al nacimiento y a la difusión de la nueva religión cristiana, es necesario tener en cuenta que fue la de uniformar miles de pueblos diferentes, con idiomas diferentes, usos y costumbres, y organizaciones sociales diferentes, y ante todo que daban fuerza y “alimentaban” otros Dioses, para limitarlos en un rígido monoteísmo. Para esta razón se hizo católica “universal”; ya se puede decir imperialista y mundialista.

Necesitaba para aquella Energía extra física, en aquel momento, una ideología unificadora y homologadora, ante todo una estructura organizativa terrenal poderosa que fuese el instrumento edificador y de control autoritario al mismo tiempo.

La estructura ya existía y era la del Imperio Romano, aunque sea también en su fase disgregante; solo había que darle un nuevo contenido, una nueva potencia. La ideología de la nueva religión cristiana abrazó y se fundió con este armazón así que concluida la experiencia histórica del Imperio, el dominio sobre la humanidad de entonces englobó también la dimensión espiritual.

Después de la destrucción de Jerusalén y del Templo en el 135 d.C. el  emperador Adriano hizo reconstruir la ciudad con el nombre de Aelia Capitolina y la región  Siria Palestina, pero prohibió a los hebreos regresar a la ciudad, y entretanto que nadie pudiera pisar el polvo, un nuevo profeta y una nueva religión recubrió todo el Medio Oriente y Jerusalén se volvió ciudad sagrada también para el Islam que en el 691d.C., encima del monte que hubo albergado el Templo hebraico, los Musulmanes construyeron el suyo, conocido como “cúpula de la roja”.

En el 1071 la ciudad fue destruida, por los Turcos Segiulchidi ; en el julio de 1099 los cruzados cristianos masacraron a todos, hombres, mujeres, niños, Musulmanes, Israelitas, y también los Cristianos “diferentes” en nombre del proprio Dios.

La Iglesia Cristiana judaica, con su séquito de discípulos y testigos originarios de la vida y de la obra de Jesús Cristo, sucumbió junta a la nación hebraica en la catástrofe  del 70 d.C. y desapareció totalmente de la Iglesia Romana que, ocultando deliberadamente el rol de Jaime hermano de Jesús y su heredero espiritual designado por ello, enfatizó la importancia de Pedro y Pablo, como forma de imponer a las gentes que, la autoridad de los pontífices romanos era emanación directa del mismo Cristo.

A Roma la nueva doctrina, radicalmente diferente, predicada por Pablo y que nunca fue compartida por la original Iglesia cristiana de Jerusalén al contrario que los apóstoles históricos de Jesús siempre criticaron y requerido a lo mismo Pablo de difundir como verdad revelada por la nueva religión sus visiones y su interpretación de las escrituras bíblicas, y en cierto sentido, había tenido el monopolio de la evangelización: verdadera y no verdadera, se quedó la única voz circulante.

El emperador Constantino, hizo lo demás; el concilio de Nicea en 325, decretó por mayoría, que el guía espiritual de los Hebreos, que vivió en el siglo Iº, fue verdaderamente un Dios y todo aquello que fue antes, durante y después; cualquier mínima duda o vacilación de entonces en adelante fue extirpada con todos tipo de violencia, con la eliminación física más brutal de cualquiera que no fuese completamente creyente, plagiado o sometido.

El inicio de la era cristiana romana coincidió con el advenimiento de los siglos oscuros, hasta cuando la Reforma debilitó en parte el poder de la Iglesia Católica, durante los cuales bajaron las tinieblas sobre todas formas del saber; el dogma y la superstición reemplazaron al conocimiento, y la civilización occidental de aquella época regresó a un estado de verdadera barbarie.

En pocos días la biblioteca de Alejandría de Egipto, la más grande en el saber humano existente en el mundo de entonces, fue reducida a cenizas por los Cristianos, guiados por el Patriarca Teofilo, san Juan Crisóstomo, padre de la Iglesia y patriarca de Constantinopla, comentó: “extraordinaria empresa… cada rastro de la filosofía y de la literatura del mundo antiguo ha desaparecido de la faz de la Tierra…”. (1)

La Iglesia Católica Romana rechazó la instrucción para que la “difusión del conocimiento solo habría animado la herejía (2) y consciente de ser un castillo construido en las arenas movedizas, temía ser arrollada por la libertad de pensamiento y de búsqueda de la verdad, la habrían puesta entre la espada y la pared y destituido de su dominio.

Todas las conquistas humanas, todo lo que podía representar la dignidad y la emancipación de los seres humanos fue despreciado removido y perseguido en nombre de Jesús: el arte, la filosofía, la literatura secular, la astronomía, la medicina, la matemática, y en particular manera, la negación de la sexualidad, que debía solamente servir para la procreación, se hice una verdadera arma psicológica diabólica que sometió el cuerpo y la psique.

La conversión espectacular de Constantino y la siguiente designación del Cristianismo como religión del Imperio no fueron suficientes para hacerla aceptar por los pueblos, por lo tanto para dar aquella estabilidad necesaria para la realización del plano monoteísta, así que necesitaron otras intervenciones “divinas” a pesar de que Constantino hubiera ya conferido valor de ley sancionadora a las deliberaciones de Parlamentos y Sínodos eclesiásticos.

En el 496 d.C. la existencia de la Iglesia Católica fue amenazada en serio por todo tipo de críticas. Ya el obispo de Roma se hacía llamar Papa, pero no era reconocido como jefe supremo de la espiritualidad; al contrario tuvo que luchar valientemente por sobrevivir a los cismas y a la disparidad doctrinarias de todo tipo. Hubo grandes conflictos con la Iglesia Cristiana Céltica y la herejía arriana.

Arrio, un obispo de Alejandría de Egipto, contraviniendo el concilio de Nicea, enseñaba que para cuanto concierne a la naturaleza divina, Jesús Cristo no era igual al Padre, más bien representaba al más noble de los seres creados por Él, un modelo humano perfecto, un ser semidivino entre Dios y el mundo. Esta concepción de un “hijo de Dios” en posición subordinada se adecuaba a la mentalidad pagana y el Arrianismo se difundió, desde la corte de Antioquía, entre los Godos, los Visigodos los Vándalos y otros Germanos.

En aquellos años la Iglesia de Roma, lacerada por continuas luchas interiores, para no sucumbir y probablemente “inspirada”, jugó su papel vencedor. Se dirigió a Clodoveo Iº, rey merovingio de los Francos que se estaba convirtiendo en la Europa de entonces en el soberano más poderoso y estipuló con él un pacto secreto por la eternidad, en analogía  con  aquel que en el Antiguo Testamento había unido a David con su Dios YAHVÉ.

En razón de este pacto Clodoveo se convirtió en la espada de la Iglesia, el instrumento político y secular con el cual ella imponía su dominio espiritual y su hegemonía, desarraigando con cualquier medio todas las herejías y toda, aunque mínima, diferenciación o critica.

A cambio Clodoveo recibió por ella el título de “Novus Costantinus”, prácticamente la nómina a Emperador del Imperio Romano, ahora “sagrado”, que a la muerte de Constantino fue dividido entre sus hijos y sucesivamente destruido por los Visigodos y los Vándalos.

El pacto entre Clodoveo y la Iglesia tuvo consecuencias enormes para la Cristiandad para todos los siglos que siguieron. El bautismo del rey en Reims en Francia en el 496 marcó el nacimiento del nuevo Imperio Romano Cristiano, basado sobre la Iglesia de Roma y administrado por la estirpe Merovingia. Fue estipulado un vínculo indisoluble entre la Iglesia y el Estado, cada uno juró a la otra fidelidad perpetua. De aquí el movimiento que caracterizó todo el medievo, hasta la Reforma; oficialmente, tal vez rige también en nuestros días con interlocutores deferentes: “Hazme Papa y yo te haré Rey”; “hazme Rey y yo te haré Papa”.

Clodoveo hasta que se murió en el 511, realizó cuanto la Iglesia esperaba en él; las conversiones en masa y la fe en la Iglesia Católica Apostólica Romana fueron impuestas dondequiera de manera absolutamente eficiente con la espada y arrasando con todo, y con el mandado espiritual y la sanción de la Iglesia, el reino franco acreció en mucho sus dominios territoriales, tanto al Norte como al Este comprendiendo casi toda la actual Alemania.

Los adversarios más importantes que enfrentó en suelo francés, fueron los Visigodos que se habían asentado con su imperio a caballo de los Pirineos; en el 507 fueron definitivamente expulsados de Toulouse y de Carcasona, perdieron la Aquitania y tuvieron  que  retirarse al Razès, su último bastión en Radae la actual Rennes le Chateaux.

A la muerte de Clodoveo, según la costumbre merovingia, su imperio fue dividido entre sus cuatro hijos varones; pero durante los 150 años siguientes, la dinastía se corrompió y se disgregó, tanto que las intrigas y lo asesinatos políticos estuvieron a la orden del día y la sociedad civil quedó a su suerte. Eso dio siempre más poder a los cancilleres y ministros de palacio, que, sucesivamente, constituyeron el factor determinante de la caída de la dinastía que ocurrió históricamente a la muerte de Dagoberto II al final del 679.

Dagoberto se casó en segundas nupcias con Giselle de Razès, nieta de reyes visigodos y se instaló en el trono de los abuelos en Austrasia, o sea en la Francia del norte y parte de la actual Alemania. Se atareó de inmediato con firmeza en consolidar su autoridad, reprimiendo la anarquía y restableciendo el orden entre los nobles rebeldes y se propuso reconquistar la Aquitania, perdida por los visigodos por Clodoveo 150 años antes. Gracias a su esposa pues, tomó poseso de la actual Languedoque y parece que se había adherido a la corriente arriana del Cristianismo, ya practicada de forma reservada por la familia real visigoda. Incurrió en las cóleras de la jerarquía eclesiástica porque obstaculizó los intentos de la Iglesia de expansionar sus territorios, y en solamente tres años de reinado, queriendo encarnar y hacer revivir el carisma y el halo legendario de los primeros soberanos merovingios, que se declaraban provenientes de un ser divino venido por el mar, se creó muchos enemigos tanto religiosos como laicos. Su maestro de palacio, Pipino de Heristal, llamado el “Gordo”, lo hizo matar por un servidor el 23 de diciembre de 679 en Stenay, al límite de las Ardenas, en un bosque sagrado, en ocasión de una batida de caza.

Aunque solamente virtualmente algunos personajes secundarios llegaron a ser reyes,    durante decenas de años, el asesinato de Dagoberto se puede considerar como el final de la dinastía Merovingia.

El hijo de Pipino el Gordo fue Carlos Martel, que bloqueó en 732 la invasión de los Moros en Poitiers y por eso fue llamado “defensor de la fe y de la cristiandad”, entonces, no quiso el trono, aunque le fue designado. Lo hizo en cambio nueve años después su hijo Pipino IIIº, llamado el “Breve”, maestro de palacio de Childerico IIIº, iniciando así la dinastía Carolingia.

Para deponer el rey legítimo, pidió y alcanzó el apoyo de la Iglesia de Roma que años antes había visto de buen ojo la eliminación física de Dagoberto y el Papa en nombre de su autoridad apostólica decretó que Pipino el Breve fuese coronado Rey de los Franceses, en total violación con el pacto sellado con Clodoveo en 496.

Para justificar y avalar esta acción que, de facto constituía una traición, en cuanto que el pacto concernía a la estirpe, no a la persona individual, la Iglesia de Roma sacó un documento que siglos después se reveló como un engaño clamoroso, inventado totalmente por la jerarquía eclesiástica vaticana, pero en aquel momento, año 780, cambió el curso de la historia.

Se trataba de la famosa “Donación de Constantino”, (4) es decir un acta, un escrito con el cual el Emperador, en el momento de su conversión al Cristianismo en 312 d.C. cedió al Obispo de Roma sus símbolos imperiales, que devinieron así de propiedad de la Iglesia. Además el mismo Constantino habría reconocido al Obispo de Roma como el Vicario de Cristo en la Tierra y le habría ofrecido el estatus de Emperador. Después de este reconocimiento, el Obispo habría restituido las insignias imperiales a Constantino, el cual, desde aquel momento, quedó subordinado a su autoridad.

Las implicaciones procedentes por este falso escrito fueron que el Obispo de Roma pudo representar la suprema autoridad religiosa y secular al mismo tiempo; o sea ser un Papa-Emperador que podía disponer y delegar el poder en manera absolutista, es decir a su máxima discrecionalidad; en el nombre de Cristo se arrogaba el derecho de crear o destituir soberanos.

El resultado de todo este fue la fractura con las dinastías reales basadas en la descendencia de sangre en cuanto a través del rito de la unción con el aceite sagrado, el Papa, único mediador entre Dios y los reyes, confiere a su candidato la “gracia divina” para ser soberano, no el derecho, y así todos los monarcas fueron subordinados y sometidos al pontífice, consintiendo a su pesar, la injerencia dominante del Vaticano en la vida e la organización secular.

Hubo una especie de cliché fijo para las “conversiones”: se actuó sobre el jefe, casi siempre a través de sus esposas las cuales fueron las primeras en convertirse a la nueva religión por medio de cualquiera fraile o cura que, recién muerto venía declarado santo. Una vez captados lo jefes, generalmente a cambio de legitimación, reconocimientos, poderes varios, toda su población se hacía cristiana de la noche a la mañana por las buenas o por las malas.

El ejemplo está representado por lo mismo Clodoveo Iº, rey de los Merovingios, que fue “convencido” a convertirse por su esposa Clotilde y por su consejero espiritual Remigio, que fue proclamado santo por la Iglesia al igual que ella. Así fue para muchos jefes “bárbaros” que, con el bautismo se cargaron también la ejecución del “trabajo sucio”, o sea de barrer con todo los que entre su gente se resistían o dudaban, de todos aquellos que no eran entusiastas de la nueva fe.

Del pacto con la Iglesia, desde el año 496 hasta su muerte ya hemos dicho como actuó Clodoveo, pero también los Longobardos en Italia no fueron menos. Rotari se apañó, buscó un compromiso entre la nueva religión y la tradición tribal. Con Liutiprando, en cambio, pocos años después se produjo la debacle total: promulgó leyes con las cuales persiguió y condenó a muerte a los de su misma población, que de manera clandestina e instintiva, eran descubiertos o solamente sospechosos de invocar a los Dioses de la tradición, de venerar aún a los manantiales del agua, a los árboles y a los Espíritus de la Naturaleza.

Liutiprando dio el inicio a la caza de brujas.

Esta reconstrucción histórica ha sido necesaria a fin de entender el porqué de la cruzada contra los Cátaros de la Languedoque, de la aniquilación de su legitima nobleza y de pasar a sangre y fuego a toda una región que, hasta aquel momento, había representado un modelo de convivencia evolucionado para su tiempo; una anticipación de la libertad de conciencia y del multiculturalismo que se hicieron sucesivamente los valores fundamentales de la civilización europea.

El año 1000 había llegado, el mundo no había terminado, Jesús Cristo no había regresado y las cosas iban peor que peor. En 1095 milagrosamente, ocurrió un imprevisto que permitió salir del cul de sac en cual la Iglesia, en particular se encontraba.

En aquel año, el Papa Urbano IIº, procedente de la Provenza, recibió una petición de ayuda del Emperador Romano de Oriente para hacer frente a la continua invasión de sus territorios por los Turcos, Urbano IIº vio inmediatamente en esta petición la ocasión para restablecer la supremacía de la Iglesia Romana de Oriente que años antes había perdido con un cisma, y con esta intención organizó una expedición militar en apoyo al Emperador de Bizancio.

Para procurarse los medios económicos necesarios para este empresa de guerra, convocó el mismo año en Clermont Ferrant, en Provenza un concilio con esta finalidad y de inmediato obtuvo una adhesión entusiástica de toda la nobleza más evolucionada de los reinos independientes de la Provenza, de la Lorena, de la Aquitania, de la Champagne, de las Flandes, que por otra parte, hasta aquel momento no habían jamás demostrado sumisión alguna a la Iglesia de Roma, más bien habían sido siempre dedicados al cuidado y la defensa de sus intereses, celosos de su propia autonomía, que defendían con uñas y dientes.

Pues bien, este nobleza se hizo, aparentemente contra toda expectativa, la partidaria y la financiadora de aquella que será la primera cruzada, cuya finalidad declarada era la de recuperar para la cristiandad el Sagrado Sepulcro y Jerusalén; más bien impuso este propio objetivo al Pontífice, cuya intención inicial era limitada al envío de una armada de suporte al ejercito del Emperador Commenso.

Los medios financieros estuvieron listos y fueron abundantes; necesitaban las tropas, por lo tanto debieron encontrar el modo más eficaz para enrolar miles de hombres para mandarlos al campo de batalla. No fue difícil, dato que el nivel de vida de las masas era bajo, su subsistencia, como se diría hoy, y en aquellos ricos territorios respecto al resto de Europa, correteaban numerosas bandas violentas y hambrientas de ladrones, en particular de jóvenes procedentes de la Flandes y de la Renania. Que tenían como único medio de supervivencia el pillaje, los ataques a sangre y fuego, la violencia sistematizada.

La economía agrícola de los feudos no estaba en condición de dar de comer a todos, por lo tanto, respecto a los recursos, había un surplus de población joven que, si no intervenían guerras o providenciales epidemias exterminadoras, constituían un verdadero problema, como diríamos hoy, de orden público, causa de desórdenes y de grave subversión del poder constituido.

Se trataba solamente de reglamentar y controlar a estas hordas de desesperados, y la tarea  de convencerlos fue encomendada a los religiosos de la calle, es decir los frailes predicadores, los eremitas, los profetas, como se les conocía entonces por el populacho con el cual, de algún modo compartían la mísera existencia.

Entre ellos la Historia recuerda a Pedro el eremita, que era considerado un santo por la población y que fue el más ardiente arrebatador de masas, acerca de la toma de Jerusalén y del Sagrado Sepulcro.

El juego era fácil; a estas multitudes hambrientas, violentas, sin ninguna expectativa de vida, primero le prometieron el botín de guerra, luego les decían que combatir para “nuestro señor” habría comportado el rescate, la gloria, la indulgencia plenaria  y ganado el paraíso también para los familiares y que “ los últimos serán los primeros” como ya había dicho el mismo Jesús Cristo; y así fueron encaminados sin sueldo, sin equipaje, sin ninguna disciplina, totalmente ofuscadas por un exaltación de masa, explosiva e incontrolable por sí misma, en el camino hacia Jerusalén, que ellos nunca hubieran podido imaginar en donde estaba, así que a cada ciudad que cruzaban, tal vez a solos 10 kilómetros de donde se habían puesto en marcha o de donde habían partido de la marcha en la etapa precedente, creían que ya se habían llegado.

Millones de personas se pusieron en marcha, no solamente hombres, aún mujeres y niños, miserables de todo tipo; tenían que saquear para sobrevivir; pero a pesar de todo, hubo un verdadero holocausto entre sus filas. También los primeros pogromos en masa contra los Hebreos acontecieron precisamente en este circunstancia histórica ya que, primero había la necesidad vital del saqueo y las comunidades judías que encontraban además de ser acomodadas, en particular en las zonas de la actual Alemania, habían la “mancha” de ser infieles, los que habían matado a Jesús Cristo y que por lo tanto debían ser aniquilados sin piedad para mayor gloria del Dios cristiano y para el puesto personal en paraíso.

Una minoría había también llegado a Jerusalén en el 1099, pero la situación se había hecha más trágica. Pasados los primeros días de botín y de saqueo no había quedado nada, en una tierra árida de por sí, así que acontecieron aberraciones de todos tipo. Las narraciones de entonces dicen que se comió carne humana y este parece muy verosímil dada la situación.

Durante tres días los cruzados masacraron sistemáticamente e indistintamente a todos los habitantes de Jerusalén, más allá de treinta mil; diez mil Musulmanes que habían buscado amparo bajo el techo de la Al-Aqsa fueron brutalmente asesinados, para no hablar de los Hebreos  que estaban agrupados en las sinagogas las que fueron pasto de las llamas. Casi no hubo supervivientes.

Incluso los cristianos coptos, palestinos, ortodoxos, monofisitas, que no habían podido huir a Egipto. Hicieron el mismo fin de los infieles porque en su ignorancia despiadada y feroz junto al fanatismo religioso, los cruzados no hacían ninguna distinción entre persona y persona, entre religión y religión.

Según las narraciones de la época, las calles estaban literalmente inundadas de sangre y al final no quedó nadie a quien matar; cinco meses más tarde no había aún terminado el trabajo de “saneamiento”, o sea que no se habían quemados aún todo los restos de los cuerpos humanos que contaminaban la zona entera.

Sin embargo, el Papa de Roma y la clase dirigente europea, francesa en particular, consideraron que aquella cruzada había gozado de la bendición divina.

Desde aquel momento en adelante los Musulmanes se convirtieron para el Occidente en “una raza vil y abominable, absolutamente lejana de Dios”, que debía ser exterminada. Los Francos se consideraron el nuevo pueblo elegido, habiendo remplazado a los Hebreos hechos indignos a los “favores” del mismo Dios

El reino cristiano de Jerusalén tuvo fin en julio de1187, de consecuencia a la aplastante victoria de Saladino que a medida que avanzaba en Palestina, recibía la rendición incondicional de cada ciudad. Los Cristianos, en su mayor parte, se concentraron en Jerusalén intentando la defensa, pero estaban aterrorizados y desesperados y temían por su vida.

Saladino, en principio había considerado como un deber vengar la masacre del 1099 y estaba determinado a no mostrar ninguna piedad para los habitantes; después a fuerza de negociaciones, aceptó conquistar la ciudad de modo pacífico.

Los Francos fueron considerados sus presos, pero podían ser rescatados por un precio muy modesto. El sultán cumplió su palabra y ni un solo cristiano fue asesinado.

Los notables pudieron fácilmente permitirse pagar su proprio rescate, al contrario los pobres, permanecieron presos de guerra. Muchos de ellos fueron dejados libres por la gratuita generosidad de Saladino che tuvo piedad de ellos cuando vio que los nobles y los mercantes y sobre todo los altos prelados, huían de la ciudad con todos su tesoros, abandonando a la merced de los vencedores a su compañeros y compatriotas más míseros.

Así, los Cristianos occidentales debieron dolorosamente tomar nota de que este soberano musulmán se había comportado en manera mucho más “cristiana” que los cruzados en la época de la conquista de Jerusalén.

Las cruzadas que se subsiguieron al menos hasta la mitad del siglo XIV, provocaron una serie de reacciones en cadena, cuyos efectos siguen actuando también en nuestros días. Eran verdaderas expediciones militares, que, entre otras finalidades ocultas, no declaradas, tenían la de inducir la emigración en masa de miles de personas, absolutamente excedentes respecto a los recursos del su lugar de origen y sobre todo de alejar o controlar, de alguna manera, a los caballeros, o sea aquellos mercenarios que, en bandas organizadas, hacían de la guerra, del saqueo y de la puesta a sangre y fuego su razón de vida. Se habían hecho así fuertes y poderosos, y a pesar de que se cubrieran con unas justificaciones, representaban la llaga política y social del momento y fastidiaban tanto a la clase dirigente política como la religiosa.

Ya la primera cruzada para ellos, materialmente, había dado poco o nada de fruto. El Sagrado Sepulcro estaba vacío y vacía su victoria, los supervivientes, de regreso a la patria se sintieron aún más desarraigados y decepcionados por la guerra y por la religión, volvieron a vagar por Europa, mendigando comida o se constituyeron en bandas organizadas que aterrorizaban el continente.

A lado de las cruzadas oficiales, se formaban otras “populares”, tácitamente consentidas por las autoridades. En particular se recuerdan aquellas trágicas de los niños, pobres naturalmente, de 1212, en la cual miles y miles murieron de hambre y de privaciones antes de embarcarse para la Tierra Santa; otros acabaron por ahogarse o presos por los piratas que los vendían como esclavos a los Sarracenos.

Nosotros hoy nos escandalizamos mucho con el niño-soldado de los Países subdesarrollados del 3º y 4º mundo y escondemos nuestra cabeza bajo la arena para no admitir que este es el precio más inhumano, pero más seguro, para la reducción demográfica, cuando los recursos no son suficientes, ni para la mínima supervivencia. Al control de los nacimientos, a una planificación de la natalidad, se continua eligiendo el exterminio en masa, el holocausto perenne también en este momento de la historia y de la civilización humana en la cual la ciencia y el conocimiento podrían orientar de manera responsable la procreación, y por lo tanto la continuación de la especie en formas sostenibles y dignas.

Las cruzadas, obviamente, fueron también fuente de riqueza para muchos, ya ricos y poderosos, y también pueden ser consideradas como anticipación de las guerras coloniales en cuanto permitieron a los Occidentales, en particular a las Repúblicas marineras, instalarse en las orillas orientales del Mediterráneo y constituir un intenso y rentable tráfico comercial.

De todas maneras provocaron las variables para la transformación de la sociedad feudal que enmascaraba con el fervor religioso, lo que en realidad, era una intolerancia de las masas viviendo en la miseria, hacia los privilegios y las riquezas de la Iglesia y de la nobleza y que, siglos después desembocará en un primer momento en los cismas y en la Reforma Protestante, y a continuación en la Revolución Francesa.

Los que no se quisieron implicar de ninguna manera en los acontecimientos contemporáneos, fueron los Cátaros del Languedoque que, en el oscurantismo de la miseria material y espiritual generalizada de aquella época, representaban algo como un oasis bendito, con muchos siglos por delante en la espiral de la evolución. No solamente El Cátarismo estaba presente como religión o herejía, según los puntos de vista. En aquel territorio, más bien era todo un hervir de sectas, de grupos heréticos y predicadores individuales que se referían todos al Cristianismo, y actuaban contra la Iglesia de Roma a causa de su vileza, para empujarla a una mayor pureza o para reivindicar condiciones de vida más aceptable para las masas que se encontraban en la boca del lobo.

En particular, otro consistente grupo alternativo estaba representado por los Valdenses, los cuales, aparentemente, parecían decir las mismas cosas que los Cátaros; pero en la realidad, su acción tenía como objetivo “hacer limpieza” en la Iglesia oficial, y no tenían con ella ninguna disparidad sobre la doctrina que ellos aceptaban en todo.

Roma estaba obligada, a pesar suyo, a tomar nota de que aquella región del sur de Francia estaba casi perdida del todo porque que los contestatarios eran demasiados y tenían garra sobre la población, y sobre todo no cobraba la décimas, y esto era lo que menos estaba dispuesta a tolerar, por que rebajaba el “imperium” romano, expresión de su dominio.

Tenía que ponerse a cubierto de modo drástico e inició una acción a dos radios: de un lado las excomuniones de otro lado la predicación de los frailes franciscanos, y sobre todo dominicanos, cuya Orden nació precisamente en aquellos años como obra de Domingo de Guzmán que imitaba a sus antagonistas, yendo entre el pueblo como pobres a predicar la palabra y las enseñanzas de Jesús Cristo y revalorizar la primacía de la Iglesia como única representante e intermediaria con el Dios cristiano.

Y de hecho, los que no tenían una diferente base teórica- doctrinal y una distinta organización episcopal y que manifestaban solamente una protesta moral, se dejaron de pronto convencer, y como el Hijo Pródigo, regresaron a la ortodoxia, a la “verdadera fe” como los Valdenses, que desde aquel momento, contribuyeron a la marginación, y tal vez quizás a la persecución de la herejía cátara.

Los Cátaros no estaban interesados en lo más mínimo en lo que ocurría en el plano de la actualidad histórica ya que, según su teología, todo lo que ocurría en la Tierra era obra del “Señor de este mundo”, o sea de Satanás y por lo tanto una manifestación diabólica.

En las huellas del nosticismo y del maniqueísmo que ya habían sido extirpados en los siglos precedentes, se sabía que eran dualistas, es decir hacían una drástica separación entre Espíritu y Materia, relacionados respectivamente con los dos príncipes o Dioses contrapuestos, uno bueno y otro malvado.

El Dios bueno, el verdadero Padre Creador, puro espíritu, no contaminado por la materia corruptible, era el Dios del Amor, pero sus prerrogativas no eran compatibles con el mundo de la manifestación de la misma materia, en la cual era dueño indiscutible el Dios malo, cuya esencia específica era el poder.

Según los Cátaros el Dios del Amor no era omnipotente, en cuanto el Dios malo conducía contra él una guerra sin pausas para conseguir de continuo aquella victoria que, en todo modo Él habría conseguido al final de los tiempos.

Los hombres eran las espadas inconscientes con las cuales los dos Dioses combatían su guerra en el cosmos: Luz contra Tiniebla, Bien contra Mal, y el libre arbitrio del cual los hombres mismos estaban dotados, podía ser ejercitado por ellos de manera consciente, después de que, habiendo tenido conocimiento de este conflicto cósmico, tomasen partido por una parte o por la otra.

En consideración de estas creencias, su visión de la vida y de la historia no era horizontal, o sea no creían en la evolución y a la salida automática por el mal con el trascurrir de los tiempos, desde el momento en que la creación material y todo lo que en ella se manifestaba estaba destinado a la degeneración y a la muerte.

El ser humano también, estando hecho de carne, era una expresión diabólica, sin embargo, estaba presente en el, por más que desconocida y reprimida, una partícula de Luz: La encarnación era una necesidad contemplada por el Dios de la Luz, precisamente con el fin del reconocimiento de aquella chispa y de la consciencia de la conexión con su “Reino” y de la necesidad de relacionarse con ello.

En el curso de su vida, el hombre no debía dejarse vencer, “comer”, se puede decir, por la materia y dar fuerza, por lo tanto, a aquel Rex Mundi, que es verdadero que confería el poder y la riqueza, pero también la muerte, en la articulación: nacer, brillar, desparecer. Si la elección del hombre, en cambio hubiera sido espiritual, inmaterial, lo más exenta posible, pura de contaminación por la cosas del mundo, por lo tanto, atada al Puro espíritu Dios del Amor, le habría consentido reunirse en la Patria Celeste, y en aquel Otro Mundo del cual los Cátaros se llamaban hijos.

Desde el punto de vista místico, la realidad material, fenoménica, es la correspondiente de aquella extra física “divina” noúmenal, por lo cual se puede comprender que los hombres sean los vehículos físicos a través los cuales las Potencias, los Dioses se disputan su supremacía sobre la humanidad o caso por caso, sobre partes de ella. Las guerras en la Tierra son la concreción en la densidad de la materia de las luchas que en el cosmos ocurren entre los Dioses por el poder y por su necesidad vital de alimentarse de las energías de los hombres para mantenerse en su estado de existencia.

En Languedoque, en el Valle del Aude y en los montes del Ariège los Cátaros no tenían la mayoría numérica; sin embargo, en la secularización en la indiferencia o en la verdadera huida da la Iglesia Católica, constituyan una fuerte minoría muy activa y respetada, cuyos “sacerdotes” los Perfectos y las Perfectas gozaban fama de gran santidad, por lo tanto eran llamados “buenos hombres”, “buenos cristianos”.

La comunidad cátara disponía de muchos bienes materiales porque los que se hacían  Perfectos, y muchos eran nobles y ricos burgueses, hacían votos de pobreza absoluta, y donaban todo a la Iglesia Cátara, así como muchos simples creyentes le donaban o la hacían heredera de sus propiedad. Los Perfectos hacían administrar todo este patrimonio por los creyentes o simpatizantes, en el interés de la Iglesia, y lo utilizaban en la ayuda inmediata a los pobres, a los marginados y al mantenimiento de sus numerosas casas que eran contemporáneamente escuelas, monasterios y hospitales.

Fundaban comunidades obreras, en particular grandes talleres de tejeduría, que tenían la función ya sea de centros de educación para la juventud, ya sea de preparación, para quien lo quisiera, para hacerse miembro efectivo de la Iglesia, o sea Perfectos. En particular las damas cátaras, donaban sus propiedades a la Iglesia, y fundaban conventos donde se educaban tanto las joven necesitadas, como las hijas de la burguesía que eran orientadas hacia una formación espiritual profunda.

Entre los montes del Valle del Ariége se formaron mucha comunidad monástica femenina, en las cuales las mujeres se juntaban y vivían en las grutas o en pequeñas cabañas, dedicándose a la meditación y a la oración.

Los Perfectos, sobre todo eran tenidos en grande consideración por el pueblo por su capacidad de curanderos. Iban por todas partes, acudían a la llamada de cualquiera que lo necesitase y mediante la imposición de las manos, a través de las cuales trasmitían la energía, el espíritu, eran un poderoso vehículo terapéutico. A fin de que su fluido pudiese actuar, era necesario que los enfermos creyesen, y tuviesen una grande fe en ellos, los “adorasen”, y arrodillándose ante ellos debían manifestar la voluntad de someterse al Espíritu Santo. Esta adoración por supuesto no iba dirigida a ellos sino más bien al Dios del Amor a través ellos. El creyente no adoraba al Perfecto, sino a la chispa divina que estaba en él.

Además, vivían como pobres entre los pobres, compartiendo con ellos la vida y el cansancio; estaban siempre dispuestos a trabajar con ellos y le transmitían una gran fuerza moral a la gente con el ejemplo de una vida de servicio desinteresada. Eran grandes predicadores y infatigables andadores, cuando, vestidos de negro, con el pelo largo y la tez pálida, visitaban continuamente castillos y pueblos, siempre de dos, en dos y suscitaban mucha veneración por doquier.

Enseñaban al pueblo a leer y a escribir y les distribuían libros de texto sagrados, esencialmente el Evangelio de Juan traducido a la lengua occitana, para que cada creyente tuviera la posibilidad de aprender, meditar, de conocer y rezar directamente al Padre, el Dios de la Luz.

En cambio, no construían edificios para el culto; las funciones se celebraban al aire libre, en los bosques, en las grutas naturales, en las casas y hasta los pajares y los rediles de los creyentes. Eran rigurosamente vegetarianos y no violentos.

A su Iglesia la llamaban “Iglesia del Amor”; no ejercían violencia con nadie, ayudaban a todos, y los que entraban en ella se sentían más vivos interiormente, y su vida adquiría significado.

Esta no era solamente una congregación religiosa alternativa a la Iglesia de Roma, más bien en ella o a lado de ella, estaban los fundamentos de una diversa concepción de la vida humana, sea en su aspecto individual, como en todo lo de la comunidad en su conjunto.

Notas: 1) C: Knigt,R. Lomas – il secondo Messia pag. 85 – Mondadori, Milano, 1985

2) id, op cit, pag. 85.

Capitulo IIº

 

Otro de los actores principales en la escena de la historia de aquel periodo, fue la Orden del Templo, que tiene una historia toda particular, de realidad novelesca.

El bienio 1099-1100 vio el saqueo de Jerusalén y la toma del Sagrado Sepulcro por los cruzados; pero al mismo tiempo, la muerte del Papa Urbano IIº, que había promovido la cruzada, sea la de Gofredo de Buglione que fue designado su rey ab-initio, por lo tanto había salido de su feudo en la Baja Lorena, habiendo vendido todas sus propiedades, y liando los bártulos se marchó de su casa. El trono fue asignado a su hermano que tomó el nombre de Baldovino Iº.

En Francia, en el monasterio benedictino de Molesme en el 1098, un pequeño grupo de monjes originó una especie de mini-escisión, fundando otra Orden monástica, el Cister, que tenía como objetivo declarado, vivir de manera más autentica la Regla de San Benito. Hasta el 1112 la nueva Orden no se amplió, sobreviviendo a duras penas, casi al borde de la bancarrota, cuando el caballero Bernardo de Dijon, joven de veintidós años de edad totalmente en sintonía con su rango y su tiempo decidió entrar en la Orden. Al principio con la oposición de su familia, pero, milagrosamente, a los pocos meses, todos sus parientes, unas 34 personas se le unieron. A lo largo de dos años, todos los nobles que habían regresado de la Cruzada hicieron a la Orden ingentes donaciones. El Conde de Champaña, en particular, donó el terreno y el dinero para construir la abadía de Clairvaux, de la cual se hizo rápidamente abad el mismo Bernardo. Ya en 1115 el dinero fluya a mares, tanto que la nueva Orden se hizo más rica y poderosa que el mismo monasterio benedictino de Cluny, del cual Urbano IIº fue prior antes de ser nombrado Papa.

Bernardo redactó una Regla según el modelo de la benedictina y obtuvo el reconocimiento oficial de la Orden.

Habiendo superado en riqueza y potencia todas las demás Órdenes y monasterios, los Cistercienses se situaron en una gran posición de fuerza y Bernardo, deux ex máquina de toda la situación se convirtió en la persona más influyente y el portavoz reconocido de la cristiandad de la época, después del Papa. Basta recordar que ya en el 1153 las abadías cistercienses eran más que 300, de las cuales 69 fundadas por el mismo Bernardo. Su influencia, su carisma los usó para favorecer y orquestar la acreditación en Europa de la ORDEN DEL TEMPLO, cuyos miembros, en el 1127, habían regresado definitivamente a Francia. Incluso escribió un tratado: “En alabanza  de la Nueva Caballería”, en el cual exaltó el espíritu cristiano y las virtudes de los Templarios y contribuyó a redactar, entusiásticamente, la Regla a la cual habían obedecido aquellos caballeros, regla inspirada en la Orden Cisterciense de la cual él mismo era la influencia dominante.

La Orden de los Pobres Caballeros de Cristo y del Templo de Salomón oficialmente nació en el 1118, durante años estuve constituida solamente por nueve miembros fundadores con la tarea declarada de mantener seguros los caminos para los peregrinos que se dirigían a Tierra Santa.

Durante 9 años estos 9 caballeros no admitieron a otros en la Orden y ninguna crónica de los historiadores de la época los recuerda en los caminos, porque en realidad, lo que hacían únicamente eran búsquedas estudiadas y excavaciones bajo el templo de Salomón. En el 1127 regresaron a Francia, después de que Bernardo de Clairvaux los hubiera patrocinados muy generosamente y fueron acogidos dondequiera como triunfadores. En el 1128 en Troyes, tierra del Conde de Champaña, en ocasión de un concilio oportunamente convocado, fue reconocida la Orden militar-religioso de los Templarios, soldados-místicos, llamados la “milicia de Cristo”, que hacían voto de pobreza, castidad y obediencia.

Su poder y su riqueza aumentaron hasta tal punto que en el 1139, el Papa Inocencio IIº, monje cisterciense en Clarairvaux y protegido por San Bernardo, con una bula pontificia, declaró que los Templarios no debían obediencia a ningún poder secular o eclesiástico, sino solamente al Papa. A la práctica la Orden del Templo se volvió completamente independiente de cualquier autoridad temporal y de cualquier interferencia religiosa, se convirtieron en un imperio internacional autónomo. En los cien años que siguieron su potencia alcanzó un nivel tal que se hicieron los principales interlocutores diplomáticos entre los nobles y los reinantes de todo el Occidente y la Tierra Santa.

La actividad política de los Templarios no estaba limitada a la cristiandad, sino que alcanzaba también el mundo musulmán, no obstante su enfrentamiento en los campos de batalla, ellos gozaron entre los potentados sarracenos de un gran respeto, prestigio y autoridad. Los Templarios realizaron funciones de arbitraje en las disputas e incluso los reyes se sometían a su autoridad y el Gran Maestro reivindicaba para sí mismo y para su Orden un poder que pertenecía oficialmente solamente al papado: crear y deponer monarcas.

Sus intereses sin embargo no se paraban en los campos de la guerra y de la diplomacia, sino que fueron ellos los que idearon y consolidaron la institución bancaria. Prestando dinero en cantidades enormes a los soberanos sin dinero, se convirtieron así en los banqueros de todos los reinantes de Europa, incluso de algunos potentados musulmanes.

Convertidos en los más importantes cambistas de la época, el Presidio de París era el centro de las finanzas europeas. Aquí está la explicación de este su inmenso poder sobre todo y sobre todos, y que fue también la causa material de su ruina, en obediencia a la creencia mística de: nacer, brillar, desaparecer.

Otra coincidencia que es de gran peso cuando comparamos a los Templarios a los Cistercienses, es uno de los fundadores de La Orden del Templo, André de Montbard es el tío de Bernardo de Clairvaux y, tras la potencia de estas orden, estaban estos dos personajes, indisolublemente ligados a la protección y a la riqueza del Conde de Champaña; una verdadera triada que estaba en situación de controlar ya sea económicamente, ya sea espiritualmente, a Europa y a la Tierra Santa.

Los caballeros de la Orden del Templo sabían desde el inicio qué buscar y dónde, así que transcurrieron nueve años escavando, y seguramente, encontrando el oro y las joyas que hicieron de ellos los primeros grandes capitalistas de nuestra era; y consiguiendo seguramente unos conocimientos particulares u objetos de poder que  les confirieron una superioridad no solamente económica, sino también política, cultural y espiritual, respecto a todos los poderosos de su tiempo, y que tuvieron en el bolsillo para doscientos años.

El “rotulo de cobre”, uno entre los reencontrados en Qumrán y descifrado en 1955-56, contiene una lista con 24 tipos entre monedas, materiales preciosos y vajillas sagradas, enterrados bajo el Templo, además del “Tesoro”, no especificado de otra manera. Se da por sentado que éste “Tesoro” cayó en las manos de los Templarios, por lo menos a la limitadísima cumbre dirigente, pero hasta el final de su existencia, guardaron inviolado el secreto sobre su naturaleza y su ubicación, donde ha acabado verdaderamente no es posible saberlo aún hoy en día.

Los Templarios no se limitaron a escavar y recuperar aquellos tesoros que los volvieron tan poderosos, más bien tomaron contacto y conocimiento de toda la cultura árabe que, en aquellos tiempos, fue, en un cierto sentido, la guardiana del saber humano que sobrevivió a las destrucciones cristianas; de la cultura Judaica y de la gnóstica que cada una en su propio ámbito y en su propia óptica, eran las herederas de la historia y de la espiritualidad del mundo antiguo.

Según la historia comprobada, los primeros Musulmanes, en el plano religioso, estaban generalmente abiertos a la libertad de profesión de los distintos cultos, en cuanto habían hecho proprio el espíritu de tolerancia de la antigua, original enseñanza Zoroastriana, cuando en el siglo VII cayó definitivamente el Imperio persa y el Islam lo reemplazó y se difundió rápidamente en sus territorios.

Nada menos, los Paulicianos, primeros cristianos dualistas de la Armenia, de los cuales derivarían en seguida los Cátaros, cuando fueron perseguidos por el poder religioso y temporal del Imperio Bizantino, se pusieron bajo la protección de los Musulmanes.

Los Templarios, por su parte, hicieron suyas aquellas adquisiciones teóricas, y también el saber técnico y científico que pudo ser transmitido y cultivado en aquellos territorios que habían tenido la suerte y la oportunidad histórica de sustraerse a la tabla rasa de un Cristianismo Romano que había barrido con todo.

Sin adentrarse en la que ha sido su creencia religiosa, hay pruebas documentadas según las cuales su culto renegaba en secreto de la autoridad del Papa de Roma y de su iglesia, en la convicción de que Jesús Cristo no había sido un Dios, sino un profeta martirizado.

Según algunos estudiosos, en el campo esotérico la Orden había encontrado el modo de entrar en contacto con los Misterios de la Tradición Primordial, en aquella época desmembrados en la Ciencia Hermética de los Griegos, en la Alquimia de los árabes, en la cábala de los Hebreos y en el tantrismo de los hindúes y había hecho la seria tentativa de reunificar la original, antigua Magia Egipcia. En  los sucesivos 200 años se volvió muy poderoso al ser el verdadero depositario de la Ciencia Arcana.  (1)

Eran muy activos y estaban a la vanguardia en todos los campos de las actividades humanas; tenían el monopolio de la tecnología más avanzada de sus tiempos. Poseían hospitales propios, propios médicos y cirujanos, expertos en la higiene pública y en todo tipo de medicamentos, puertos y astilleros con una poderosa flota comercial y militar. Se sabe que tenían el monopolio del comercio de la plata, que estaba escasamente presente ya sea en Europa ya sea en Medio Oriente, y que ellos transportaban, en gran secreto, por las minas de México, con sus barcos en el puerto también secreto de la Rochelle, al Atlántico; por lo tanto conocían el Nuevo Mundo y todos los rumbos atlánticos.

Difundían un pensamiento libre, cosmopolita, pluralista, ideas i ciencias nuevas, una forma de actuar tan subversora que, el poder absoluto dominante espiritual representado por la Iglesia Católica Romana, y aquel temporal, encarnado por el Rey de Francia, no podían tolerar, y apenas pudieron, les pasaron factura.

Es también cierto que todo este poder les enflaquecía, desde el punto de vista militar,  ya que dirigía sus energías y sus objetivos más en el ámbito de la edificación social y de la proyección política, que a los campos de batalla.

Hasta la segunda cruzada salieron victoriosos, después tuvieron suertes alternas, hasta que en el 1187 Jerusalén cayó definitivamente bajo el dominio de los Musulmanes y también la sede de la Orden en Ultramar, Acri, cayó de manera apocalíptica en el 1291.

Se retiraron a Cipro, pero su interés, hasta su regreso a Francia fue siempre la de crearse un Estado soberano y independiente en Europa, bajo el cual ni los reinantes ni la Iglesia pudieran ejercer vínculos y controles.

Inspirándose en la experiencia de los Caballeros Teutonicos, otra Orden Caballeresca  de carácter militar-religioso, que tenía el monopolio absoluto del comercio del ámbar, y que hacia el final del siglo XIII crearon un Principado independiente, el Ordenstaat o Odersland en el Báltico Oriental, sustraído a todo control secular o eclesiástico, los Templarios pusieron los ojos sobre la Languedoque, que para su nivel cultural y social, habría sido el lugar adecuado para el ejercicio de su soberanía progresista, como diríamos hoy.

Desgraciadamente, al final del 1200, la herejía cátara había sido extirpada a lo largo del curso de cien años de masacres de masa, con la cruzada católica contra los Albigenses del 1209, hasta la caída del último baluarte de Montsegur en el 1244 y la hoguera de 210 Perfectos; más otras decenas de años de persecuciones feroces de la Inquisición que habían reducido el oasis feliz en un tiempo a un cementerio devastado, una tierra desolada, plagada de dolor, de sufrimiento y de miseria, totalmente dejado a su suerte. Y encima ya en el 1226 se habían establecido las bases políticas para la anexión del Languedoque a la Corona  Francesa.

La historia de los Templarios estaría incompleta y resultaría incomprensible si no se hablase de lo que estaba cuesta arriba, o sea de lo que los había hecho nacer, crecer enormemente y después, a cierto punto, por razones que históricamente jamás fueron averiguadas, fueron dejados a su autonomía pero también a su desaparición cuando ya no servían para la actuación en el proyecto estratégico, y quizás representaban un obstáculo o un competidor.

A la caída del Templo de Jerusalén en el 70 d.C., los pocos defensores que sobrevivieron, y que lograron huir a Europa cruzando Grecia, para lo más, nobles y sacerdotes, sabían que el Tesoro había sido enterrado bajo el “Sancta Sanctorum”, el lugar más inaccesible, junto a documentos y objetos rituales de enorme valor para la historia de la religión judaica. Estos personajes que se instalaron en Francia eran ciertamente personas de poder, cultas y ricas por cuanto habían logrado llevar consigo, y se hicieron con el tiempo señores, soberanos independientes de vastos territorios.

A través de una secretísima tradición oral que se transmite de padre a hijo, y no necesariamente el mayor, sino a el que se consideraba como más adecuado, a través del “boca-oreja” se había transmitido para bien mil años el conocimiento de sus propias orígenes, sostenida por una inquebrantable fe en las profecías, según las cuales los mártires del Templo resurgirían mil años después y reinarían juntos con Jesús Cristo.

Exactamente mil años después entraron en tromba de manera casi milagrosa, una serie de acontecimientos que serían los protagonistas, los motores de la historia, después de siglos de oscurantismo y de inmovilismo.

En el 1070, en Troyes, en la corte del Conde de Champaña floreció una influyente escuela de estudios cabalísticos y esotéricos, argumentos de todo malditos y hundidos por la Iglesia de Roma y por el Sagrado Romano Imperio, pero aquel era un reino independiente, ya muy rico y poderoso, y por lo tanto más libre de sustraerse a los dictados que provenían por el exterior. Y fue aquí donde vio la luz una de las primeras novelas sobre el Grial. Quizás la primera, de la mano, precisamente de  Crétien de Troyes.

Un personaje que se hizo famoso como Pedro el eremita, fue el instructor personal de Godofredo de Buglione, duque de Lorena; pero el motivo por el cual es recordado por la historia no es éste, sino porque fue uno de los principales inspiradores de la primera cruzada, que predicaba con ardor carismático, sugestionando en modo exaltado ya sea al populacho como a la clase más acomodada. Su discurso para invocar la absoluta necesidad de la conquista del Santo Sepulcro no era solamente una manifestación de fanatismo desencadenado, sino que más bien tenía finalidades políticas bien calculadas que surtieron los efectos deseados.

En el 1090, o 1099, según versiones históricas diferentes, Godofredo de Buglione fundó la Orden de Sion, limitado a poquísimos personajes, entre los cuales, se sabe el Conde de Champaña y André de Montbard, tío de San Bernardo, que hacía referencia a una “tradición real hebraica”, fundada sobre la Piedra de Sion, la alta colina al sur de Jerusalén, y que habría habido el poder de conferir el titulo soberano, y por lo tanto también inducir el rey a la obediencia.

En el momento de la conquista de la ciudad santa, sobre aquella cima estaban las ruinas de una vieja basílica bizantina que se remontaba, según se presupone al siglo IV, Godofredo hizo construir en el mismo lugar, una abadía fortificada y autosuficiente, dedicada a Nuestra Señora del Monte de Sion y la hizo la sede de la Orden en Tierra Santa.

Esta Orden de Sion que lo controlaba todo desde la sombra, y cuyas eminencias grises eran las mismas que las de los Templarios, fue el generador oculto de todo lo que pasó en la escena de la historia en los siglos sucesivos.

Claramente la Orden del Templo era su brazo ejecutivo, armado en Tierra Santa y poderoso diplomático entre los distintos reinos, mientras que la Orden Cisterciense constituía el primer nivel exterior en Francia y en otros territorios de Europa, la cobertura religiosa que le permitió, en cierto sentido mantenerse buena y aleada de la jerarquía romana que, al nivel de degeneración en la cual se encontraba, seguramente sacó ventajas de potencia y imagen da estas dos Ordenes monacales, que le permitieron consolidarse.

En 1152 de forma secreta, la Orden de Sion se introdujo en Francia, en Orleans y las cosas siguieron adelante según los planes hasta el 1187 cuando Jerusalén fue definitivamente perdida por los Cristianos, probablemente a causa de la “traición” del  Gran Maestro, procedente de los Templarios, Gérard de Ridefort y el año sucesivo 1188, en Gisors, feudo de uno de los miembros del grupo, a través de un acontecimiento  que simbolizo la ruptura de la hermandad entre la Orden de Sion y la Orden del Templo, recordado como el “corte del olmo”, los Templarios se hicieron libres y autónomos en su finalidades y en su forma de actuar. Cada Orden nominó al propio Gran Maestro, que hasta aquel momento era el único para ambos.

Mientras la Orden del Templo se quedó en el proscenio, en cambio de la Orden de Sion no se habló más. Solamente por la búsqueda histórica más reciente se sabe que cambió su denominación a Priorato de Sion, y que en el curso de los siglos, siempre sigue tejiendo tramas secretas de poder.

Podríamos decir que se había verificado la separación neta entre la mente y el brazo, entre la idea proyectiva, grandiosa y ambiciosa de una estrategia casi sobrenatural, y sus articulaciones, sus criaturas tenían ya una vida y una energía propia, nunca más  estrechamente identificadas con la Orden-madre que las había originado.

Desde el inicio y durante doscientos años aproximadamente, ésta élite había tenido un camino todo de bajada; todo lo que tocaba se convertía en oro; disponía de un poder que había reemplazado todos los demás; pero en el momento de su cumbre, el viento sopló en otra dirección.

A la práctica con la pérdida de Jerusalén, definitivamente conquistada por los Árabes y por el Islam, se había concluido el ciclo de su razón de existir: la fractura entre el grupo estratégico oculto y la Orden del Templo fue la consecuencia, ante todo, de haber en parte faltado al objetivo. Seguramente el “Tesoro” lo habían encontrado y llevado a Francia; pero, políticamente, el proyecto que había previsto la restauración del Reino de Israel y de la estirpe de David se había estrellado.

En el curso de centenares de siglos, hasta nuestros días se han hecho conjeturas con respecto a este Tesoro: el Arca de la Alianza, mejor dicho, las Tablas de la Ley, o lo que es lo mismo, el famoso Grial, como copa de inmenso poder para quien la posea. Wolfram von Eshenbach compuso su novela épica “Parsifal” entre el 1195 y el 1220 y en ella presentó a los Templarios como los que tenían en custodia el Santo Grial, el castillo del Grial y la Familia del Grial.

Alrededor de todas estas suposiciones misteriosas, paralelamente aparece otro filón, otro pensamiento, completamente de ruptura respeto a lo que decía la religión cristiana oficial, según el cual Jesús no habría muerto en la cruz, sino en el Kashmire muchos años después o en el sur de Francia donde se encontraría, también oculto, su sepulcro.

Un gran interés sobre los Templarios y con todos su interlocutores históricos es explotado en los últimos años, sostenido por la publicación de numerosos ensayos, muchas veces repetitivos; aunque algún texto aporta también una interpretación diferente del mito y de la ideología, y de algún modo la búsqueda histórica y la profundización siguen adelante.

Hasta hoy, no hay nada que se haya probado, ciertamente, respecto a lo que eran realmente los Caballeros del Templo, no hay nada que sea creíble porque ellos guardaron el más riguroso secreto y destruyeron, al momento de su desaparición, todo lo que estaba relacionado con ellos.

La trasmisión de una parte de lo que habían aprendido la manifestaron a través del simbolismo en las catedrales, en particular en la de Chartres.

De todas formas si alguien hubiera sabido algo, hubiera ocultado estos conocimientos, completa y rigurosamente por los motivos más insondables.

Sin embargo, parece que una vez más el viento sopló en otra dirección, visto que estos argumentos, hasta pocos años atrás, eran prerrogativa de pocos esotéricos, ahora ya están al alcance de todo el gran público, no solamente con los libros que en todo caso, no alcanzan a las masas, pero sí que son divulgados por programas históricos- culturales de las televisiones de todo el mundo occidental, europeo en particular,  también apareciendo a nivel de reportaje periodístico, muchas veces superficial, llegando a miles de personas ignorantes, encendiendo el interés. En cierto sentido, es como se trabajasen para programar un cambio en los arquetipos.

Una profecía esotérica dice que: “Vendrá pronto el tiempo en el cual los Templarios volverán a ser seguidos, las masas se dirigirían a ellos como ahora se dirigen al falso Dios”. (2)

En la reconstrucción histórica hecha hasta aquí, salta a la vista que desde el 1070 al 1307, con la desaparición de la Orden del Templo, durante 237 años, una poderosa energía cósmica sacudió la existencia humana a fin de inducir un grande cambio. No hay duda que ha resurgido la corriente hebraica, heredera ya sea del Antiguo Testamento como del Cristianismo de la Iglesia originaria de Jerusalén, derrotada y dispersada hace mil años, según la cual Jesús Cristo procedía de la estirpe de David y por lo tanto sucesor dinástico designado al trono del Reino de Israel; por lo tanto quería retomar la supremacía sobre la iglesia paulina la cual se impuso a los discípulos seguidores de Jaime el Justo que era el sucesor designado por el mismo Jesús, en cuanto era su hermano, a través la reivindicación de una hereditaria línea de sangre.

Toda la esencia, el fulcro de esta reivindicación, se apoyaba sobre un saber histórico oculto, transmitido de generación en generación, según el cual María Magdalena no era aquella pecadora que había sido representada en los Evangelios sinópticos, revisados por los Padres de la Iglesia con motivo de encontrar justificación a sus dogmas, sino la esposa de Jesús. En el momento de la muerte de él, verdadera o presumida, ella, embarazada, dejó la Palestina con José de Arimatea y se fue a Marsella cerca de una floreciente colonia hebraica de expatriados. Según la leyenda del Grial, José de Arimatea llevó consigo la copa de la Última Cena, en la cual había recogido la sangre de Jesús sobre la cruz; pero esta representación simbólica necesaria para envelar, defender, la descendencia mesiánica, en cuanto la copa no habría sido que el útero de la Magdalena que llevaba la “sangre real”, a partir de la cual se formó toda una descendencia dinástica que llegó hasta aquellos años fatídicos.

La Iglesia de Roma estaba espiritualmente corroída, por lo menos en la jerarquía y parecía el momento justo en que se la pudiera meter en cintura, sin desencadenar cismas y desastres en la Cristiandad.

El plan había sido tramado de manera perfecta a tres niveles; el primero, el más ortodoxo era la Orden Cisterciense con Bernardo de Clairvaux, verdadera joya también para la Iglesia, tanto que su líder fue declarado santo a su muerte, pero la historia nos dice que jugaba a doble banda con André de Montbard y el Conde de Champaña, que eran las mentes estratégicas de la Orden de Sion, absolutamente oculta, y de la Orden del Templo que en cambio actuaba a la luz del día, oficialmente sometida solamente al Papa; en realidad instrumento de la primera que era soberana de sí misma, no sometida ni controlada por nadie.

Cuando esta alianza estratégico-operativa se rompió, pocos decenios después, los protagonistas públicos, o sea los Templarios, se les quitó de encima, mientras el grupo que había tramado lo todo por sustituirse al poder dominante de entonces, habiéndose “hundido”, no se oyó hablar más en aquella forma, hasta la búsqueda histórica de hace pocos decenios; pero no desapareció jamás, más bien, continuó a tramar siempre en secreto. Como todas las sociedades ocultas, apareció y desapareció, se transformó y renació bajo otras formas, según los objetivos, siempre de poder, en el curso de los siglos, con los que a mano a mano les convenían.

Todo esto ocurrió en el plan visible de la historia; pero también en el aspecto propiamente espiritual, destacado de cualquiera contaminación del poder, como   expresión reconocible del “señor de este mundo”, con los Cátaros, avanzaba una nueva religiosidad que, también refiriéndose al Cristianismo llevaba en si tradiciones y doctrinas diferentes y mucho más antiguas, desde el Zoroastrismo, al Maniqueismo, al Gnosticismo, a las corrientes místicas hebraicas como la de los Esenios.

Los Cátaros, en su integridad, representaban una alternativa en la esfera de lo sagrado en el Catolicismo; los Templarios una alternativa posible y practicable en la organización y la gestión del poder terrenal, de la economía, de la cultura, de la ciencia y de la tecnología. Los monjes-soldado combatían heroicamente cuando era el momento, pero sus intereses preeminentemente, con el trascurrir del tiempo, se dirigieron siempre hacia lo que más favorecía el conocimiento y la promoción humana.

Con estas opciones contemporáneas, así subversoras de lo existente, que actuaban en los dos planes espiritual-psíquico y material de la vida terrena, hay que reflexionar, sobre el por qué han vencido, una vez más, las fuerzas de la muerte y de la involución, como ya pasó al aparecer la figura histórica de Jesús y del Evangelio que llevó a su gente.

Cada vez que la humanidad desemboca a un camino de emancipación y de evolución,  cada vez que tiene la posibilidad de tomar conciencia de sí misma y de su condición, es atropellada brutalmente por aquellas energías que forman el “Dios de este mundo” que la quieren siempre sometida, con pena, doliente, del todo inconsciente, sin esperanza de rescate. Cuando en la escena de la historia aparece un grande Maestro, un Avatar, un Guía espiritual iluminado, o un movimiento que persigue la promoción espiritual del hombre y de la sociedad humana, se les quita de encima, son asesinados, destruidos. Y siguiendo con este tema, así ocurrió con Jesús Cristo, así fue para Mani, lo mismo para los Cátaros y también a pesar de todo para los Templarios.

El instrumento, la espada de la aniquilación, es representado por otros hombres, otras organizaciones terrenales que, en cada época y en cada circunstancia, son apropiados para el holocausto de la humanidad, en una guerra fratricida perenne, por la cual hasta hora no hay salvación. En ella gana siempre el más despiadado, el más sanguinario, lo que más o menos inconscientemente procura al “Dios” la más grande cantidad de energía humana de dolor y de sangre, porque la sangre, sus vibraciones, son el correspondiente con el pacto por el poder sobre la Tierra y sobre el género humano.

La concepción hebraica del Reino de Dios se refería a la teocracia, o sea a un gobierno terrenal directamente inspirado y guiado por la divinidad, a través de sus intermediarios, los sacerdotes o reyes, en la cual la ley religiosa, el “mandamiento” dominaba todos los aspectos de la vida del individuo y de la comunidad y donde la obediencia sería la única relación entre el hombre y Dios. Esta expresión de la religión ha sido retomada y ulteriormente perfeccionada por el Islam, donde hoy día el Corán es también la ley civil del Estado. La obediencia del Antiguo Testamento es convertida en sumisión en la religión islámica y ya esa contigüidad hace pensar en la misma dirección de energías poderosas con capacidad de manipular la libertad y la autodeterminación de la humanidad en su complejo.

En el Judaísmo, ser descendiente de David era el sello de la legitimidad, en cuanto el trono de Israel le fue concedido personalmente por YAHVÉ, tal como se narra en el Antiguo Testamento, que lo había elegido como “Ungido”, así que la descendencia davídica de sangre representaba el único imprescindible requisito para ser rey de los judíos.

La figura de Jesús Cristo es representada en los Evangelios sinópticos de manera muy ambigua. De un lado se nota la preocupación por demostrar de manera incontrovertible la descendencia histórico-familiar de Abraham (Mateo) y nada menos de Dios, Adán, Set, etc., (Lucas) sea la de María como de José, padre putativo, siempre pasando por el Rey David, naturalmente; de otro lado se dice que Jesús es hijo del Altísimo que, con su espíritu engendró a la Virgen María y la hizo madre de Su Hijo Unigénito. A partir de este punto no se entiende cual relevancia hubiese podido tener ser o no ser descendientes de la sangre de David.

Por otra parte, los Padres de la Iglesia que juntaron el corpus de los Evangelios, eligiendo entre varios informes históricos y doctrinarios, y habiendo optado por asimilar y hacer propio el Antiguo Testamento, del cual se declararon herederos y continuadores, debían también tener en consideración el aspecto real de Jesús, cual rey designado por los Judíos, por lo tanto, no solamente guía religiosa, sino jefe político, así que no pudieron callar sobre su entrada en Jerusalén la semana antes de Pascua en la cual fue aclamado Rey por la multitud y por las expectativas que muchos grupos patrióticos hebraicos de entonces que combatían con todos los medios para sacudirse del yugo de Roma, habían puesto en él.

Es verdad que con la desaparición de la Iglesia de Jerusalén decayó repentinamente el arquetipo de Jesús Rey de Israel, en cuanto la versión paulina del Cristianismo había desarrollado un personaje espiritual, expresión de un mundo inmaterial e invisible hacia el cual cada ser humano podía elevarse, porque su encarnación y su sacrificio la habían vuelto posible y que, de algún modo, había enviado un mensaje de radical evolución respecto a las estructuras de pensamiento y de comportamiento de su época, dando dignidad y valor al hombre común.

Sea que se hubiese  constituido la esencia espiritual de la aparición histórica de Jesús, para dar la luz verde al levantamiento de la consciencia humana en la nueva era, sea que fuese una ideología que Pablo había retomado no tanto por el Esenismo, como por la gnosis zoroastriana, aún mucho radicalizada en la Siria de entonces, permanece el hecho que el mensaje vehiculado podría verdaderamente ser instrumento, guía para una evolución profunda y completa para la humanidad, la que podría por lo menos reflexionar sobre sí misma, sobre su destino y sobre su rol en el universo.

Desgraciadamente, el fagocitar del poder, la corrupción de la riqueza y la mentira hicieron que el mensaje original fuese repentinamente alterado y privado de su significado más auténtico, sustituido por un dogma tanto más rígido cuanto más inconsistente. El Concilio de Nicea, en el 325 d.C., habría cerrado todo discurso posibilista, declarando que el Hijo era Dios, de la misma sustancia del Padre y que el Papa de Roma era su representante en la Tierra.

A principio del 2º milenio, hemos visto que, según las profecías, los mártires del  Templo de Jerusalén, o sea de la corriente hebraica del Cristianismo de los orígenes o lo que había quedado de la ortodoxia judaica, resurgieron, listos a retomar lo que un día fue suyo y del cual fueron expropiados hace mil años.

El primer paso era representado por la restauración del Trono de Israel, como nuevo Reino de Jerusalén, y con el restablecimiento de aquella línea real de la sangre que para los hebreos era la base de todo, pero el objetivo más secreto y más ambicioso era sustituir al Papado Romano, de descendencia apostólica y de doctrina paulina, la leaderdship hebraica.

En mil años la situación histórica se había convertido en extremamente favorable para la actuación de este plan político-estratégico, en cuanto el Catolicismo se había hecho la religión dominante en Europa y no tenía rivales.

Sustituyéndose a la jerarquía romana, ya sea en virtud de la descendencia davídica, por otra parte, contemplada también en el Nuevo Testamento, sea porque Jesús Cristo había sido el Hijo Unigénito del único Dios, por lo tanto, reuniendo en la misma figura del Rey Sacerdote el poder espiritual y el poder temporal, podía por fin instaurarse aquella teocracia, o Reino de Dios, que había sido programada y perseguida por miles de años, con la investidura “divina” de un monarca universal, correspondiente en la Tierra del único Dios.

Desde el punto de vista de este grupo de poder, se creyó que por fin había llegado el momento del cumplimento de las profecías, diciendo que así, se consolidaría el pacto entre los hebreos y su Dios de raza, según el cual Él les habría dado el poder sobre todos los pueblos de la Tierra, a cambio de la obediencia y de la fidelidad. Los acontecimientos de sangre y de muerte, de destrucción, mil años antes, fueron el sacrificio propiciatorio necesario para la extensión del área de dominio, ya no limitada a Palestina, sino ampliada a un continente.

Pero también esta vez los acontecimientos no anduvieron según los proyectos y las expectativas terrenales. Después de un centenar de años, en los cuales parecía que todo se concretizase favorablemente de manera casi automática, con una sincronización perfecta, cuando bastaba el gesto de una mano por coger el fruto maduro, improvisamente, con la perdida de Jerusalén, solamente 87 años después, reconquistada por los Musulmanes, la meta real se alejaba, disuelta como nieve al sol.

Una vez más los “Dioses” o el “Rex Mundi” habían decidido de otra manera y todo, al cabo de pocos siglos, fue reabsorbido, ocultado, olvidado y la historia tomó otros caminos.

Desde el punto de vista gnóstico el regreso del Salvador y el advenimiento del Reino de Dios representaban en cambio, el levantamiento del estado de consciencia en el individuo, y de reflejo, en la colectividad.

Por eso los Cátaros, también aplicándose asiduamente para mejorar no solo las condiciones materiales de vida de sus fieles, sino de cualquiera, habían en la base de su predicación e instrucción religiosa la relación directa del creyente con el Dios de la Luz, el Puro espíritu, por encima del Dios del Antiguo Testamento, que no tenía implicación con el mundo de la materia. Su atributo era solamente el Amor, en su significado cósmico, universal, único medio a través del cual los hombres habrían podido evolucionar en todos los planos de su existencia.

Según las teorías gnósticas de la base del Cátarismo, el reconocimiento y la potenciación de la propia chispa interior de luz eran necesarios para re-conectarse con el verdadero Dios y al mismo tiempo, tomar consciencia de la condición humana, conocer quien se es, de donde se viene, a donde se va , lo que nos puede salvar, cual es nuestro nacimiento y cual nuestro renacimiento.

Solamente sintiéndose “reconocidos” es posible desarrollar una consciencia de sí mismos, una dignidad y un valor como seres humanos que nos hacen invulnerables al atropello y al sometimiento inducidos por la inconsciencia, por la ignorancia y por  el sufrimiento con lo cual el “Señor de este mundo” perpetua su dominio.

La meta verdadera, real, que esto reconocimiento comporta, es la de entrar o retomar contacto con nuestro doble espiritual del mundo paralelo del mundo celestial, aquel espíritu, que es separado de nosotros desde el momento de la “caída”.

Solamente reuniéndonos con él, con la unión, las “bodas” con la anima-personalidad imperfecta que vaga en la Tierra desde el inicio, de encarnación en encarnación, es posible salir de la rueda de las encarnaciones i reconstituirse al Hombre Original Divino, verdadero Hijo del Dios Padre Creador y morar para la eternidad en la Patria Celeste, o sea en la dimensión cósmica de la Luz y de la Beatitud.

El reconocimiento y la persecución de la propia naturaleza espiritual neumática, ya en el curso de la vida terrenal, hacen del Perfecto una puerta de pasaje para las Energías superiores del espíritu, del Paráclito, del Mundo del Bien, dando el inicio a aquel proceso de espiritualización de la materia que quita la fuerza a aquellas energías pesadas, viscosas y homicidas que tienen esclavo al género humano.

Los Cátaros tenían en consideración la doctrina gnóstica que dividía la humanidad en tres franjas, confirmado también por un escrito hallado, entre otros en Nag Hammadi: “la humanidad está dividida en tres especies, en base a la naturaleza de cada una, o sea neumática, psíquica y ilica”.

Los hombres neumáticos, o sea los justos, son raros, son animas ya inmortales, definidas: “Luz de la Luz, Espíritu de Espíritu” que viven en el mundo, cautivadas por la cadena del olvido y de la ignorancia, en estado de imperfección; pero, apenas toman consciencia y se reconocen, volviéndose dignos de la perfección “se convierten en esposas de los ángeles del Salvador”, o sea generan su propia integración al estado originario, o patria celeste.

Los psíquicos representan la mayor parte de la humanidad, el único elemento dinámico y diversificadór de las tres categorías; los únicos dotados de libre albedrío, o sea de la facultad de elegir si levantarse en la incorrupción de los neumáticos o descender en la corrupción con los ilicos. Están en un estadio de evolución de la consciencia tal que les permite hacer esta elección.

Los ilicos son los que sus almas proceden de la materia y su destino es la anulación, la destrucción. El Evangelio gnóstico de Verdad así dice de ellos: “Puesto que lo que no tiene raíces no da fruto, pero dice a sí mismo – he tenido la existencia para ser nuevamente destruido -, será destruido. Por eso, cuanto no se ha existido jamás (o sea jamás tomó consciencia de su proprio ser) no tendrá jamás existencia.

Los Perfectos Cátaros podían ser sin duda identificados en los pneumáticos, vista su teología y su modo de relacionarse con el mundo, de viajeros extranjeros, pero en el cual, sin embargo, debían difundir el espíritu, El Paráclito, del cual eran testigos y vehículos físicos al mismo tiempo.

La franja intermedia de los psíquicos se puede identificar con todas aquellas personas religiosas o laicas, nobles o burgueses, por ejemplo los monjes de las distintas Ordenes, Templarios inclusos, que estaban a un nivel personal de evolución de la consciencia, sostenida por una vida material acomodada, o por lo menos de autosuficiencia que, liberando ellos del estado de necesidad más imperioso, les confería la posibilidad y la capacidad de elegir, o sea de orientar su vida de un modo más bien que en el otro, entre la Luz y la Tiniebla, según el lenguaje gnóstico.

Los ilicos representaban una multitud de miserables, hambrientos, embrutecidos que no habían de ninguna manera la posibilidad, ni la capacidad de tomar consciencia de sí y que eran carne de cañón y ellos mismos instrumento de destrucción. No que fuese malvada por naturaleza, pero las condiciones materiales en las cuales estaba condenada a vivir, hacían de ella verdaderamente la expresión de la oscuridad y del Dios tenebroso. Y estas constituyan las columnas maestras de las tropas cruzadas que actuaron tanto en Tierra Santa como en la Francia del sur, cuando el PODER lo quiso.

Hoy se pudiera decir que los ilicos son los que nacen ya destinados a la segunda muerte, o sea a la muerte espiritual, en cuanto su función es puramente física. O sea son productores de una energía pesada, dada por la sangre, y que es adecuada a la cadena alimentaria cósmica.

Notas: (1) F:G:Ripel- “La magia della stella d’oro” vol 1º, pag. 15 Hermes Edizioni, 1988.

(2) id, op. Cit., pag. 16.

 

 

 Capitulo IIIº

En la Europa feudal de aquellos siglos, la situación político-social y económica en el sur de la Francia era completamente diferente en comparación a todo lo demás del continente. Gracias a la ley romana transmitida por los Visigodos, el feudalismo no había arraigado, por lo tanto no estaba presente la figura del siervo de la gleba sobre el cual el señor tenía derecho de vida y de muerte, ligado al feudo también para las generaciones sucesivas. Más bien regia la institución del “contrato libre”, es decir de la negociación privada entre el feudatario y el ciudadano para la prestación de un servicio o el usufructo de los bienes. Tal vez el poder contractual, en la realidad, no era así paritario; sin embargo, existía el principio reconocido del derecho y no el del atropello del más débil en manos del más fuerte.

La Provenza y el Languedoque de entonces eran regiones muy ricas; en las ciudades el dinero corría a raudales porque estaba muy difundida la “ideología del trabajo” como le llamaríamos hoy, por lo que el territorio estaba diseminado de todos tipo de fábricas y empresas; los comercios con todo el mundo conocido eran muy florecientes; en los campos la agricultura era muy cuidada y con ingresos generosos. La nobleza no estaba encerrada en sus castillos gastando riquezas; más bien en competencia con los burgueses de la ciudad, se hacía promotora de iniciativas, actividades y intercambios.

Los Cátaros, entre sus principios de vida, tenían el de que cada uno debía vivir de su propio trabajo y no a espaldas de otros, por lo tanto los nobles cuando se hacían Perfectos, o muchas más a menudo Perfectas, renunciaban a sus propiedades y a su status y practicaban una profesión que les permitiese mantenerse.

La otra cara de la moneda, sin embargo, estaba representada por la violencia armada, una guerra permanente que era fuente de continuos lutos, de correrías y represalias que convertían el vivir en inseguro, precario y en desorden social. Esta violencia, así extendida y aguerrida, tenía varias causas, de las cuales la primera era el orden político.

El contado de Toulouse, ya por el Xº siglo comprendía el contado de Foix, el Languedoque y la Provenza nominalmente sometidas a el conde de Toulouse, cuyos vasallos, pero se comportaban de modo del todo independiente o estaban en  rebelión permanente, aprovechando cada ocasión para alearse con los enemigos de su soberano para debilitar su poder sobre ellos.

En tiempos sucesivos, en la época de las herejías, el otro motivo de desacuerdo, que pondrá en movimiento los acontecimientos funestos de la historia, será la religión. Los Trencavel y los condes de Foix eran Cátaros, por lo menos en secreto, pero sus parientes más cercanos eran ministros y Perfectos.

En general, la pequeña y media nobleza de los castillos y gran parte de la burguesía de las ciudades simpatizaban con los herejes y muchos Perfectos procedían de estas clases sociales.

En estos territorios en los cuales la violencia local era ya un problema, cabalgaban bandas de depredadores procedentes del norte de Francia, de las Flandes y otras zonas porque aquí, a pesar de todo, corría “leche y miel”, en comparación con el resto de Europa, en la cual el oscurantismo feudal, el hambre y las epidemias hacían los dueños.

La defensa da estas incursiones de guerrilla y de saqueos venía organizada en las ciudades y en los castillos también con el alistamiento de los habitantes, los cuales para la función de intereses comunes que eran llamados a realizar en virtud del contrato libre, tenían el derecho civil de ser convocados en las asambleas públicas, donde era tomada en consideración su opinión en cuanto a las acciones de emprender.

En un cierto sentido se puede hablar de una democracia directa “ante litteram” y parece evidente que el principio de la responsabilidad personal aparece antitético a la delega que se confiere, o que es extorsionada, en las representatividades centralizadas autoritarias, o más bien totalitarias.

Cada vez que aparece en la historia humana la revalorización del individuo en su totalidad y en su autonomía, se activa el conflicto insanable con cada forma organizada y centralizada del poder que lo desestructura totalmente de mil maneras. Y de vez en vez son los Estados, los sistemas militares y económicos, y sobre todo las religiones monoteístas más masificadas, donde es tachada de herejía, o negada y combatida, una fe que no tiene necesidad de la jerarquía sacerdotal.

La visión vertical  de la relación directa del individuo con la divinidad y el significado de su camino en la Tierra, sin intermediarios constituidos, no queda confinada al solo campo de la religión; más bien sin una intencionalidad buscada, irrumpe en la vida civil del individuo y de la sociedad.

Cuando el ser humano debe vivir bajo un control pesado, un puño de hierro que cohíbe el desarrollo de sus potencialidades interiores y  lo reprime anímicamente, no puede conocer, por lo tanto, no puede elegir, no puede ejercitar su libre albedrío y elegir si ponerse entre la Luz o las Tinieblas, entre la Materia o el espíritu; no puede hacer su Voluntad, que es aquella de su doble espiritual, pierde aquella resonancia cósmica que lo hace semejante a los Dioses y regresa aún más a un sometimiento sin escapatoria.

El Midì francés comprendía comunidades independientes, constituidas en Ciudad-estado o contados, si así se pueden definir, en las cuales regia un casticismo exagerado según el cual todo el “mundo” estaba dentro de sus confines; a veces, también en conflicto entre ellos y esta fue, desgraciadamente, la debilidad que les perdió.

En su interior la solidaridad entre los ciudadanos podía también llegar al sacrificio supremo, como en Beziéres, pero no existía ningún lazo de amistad, de interdependencia o de alianza estructurada entre ciudad y ciudad. No había una patria occitana, la Occitania fue obra de los cruzados y de los inquisidores.

Por entonces, la organización social basada en la libertad de la persona, ya sea en la movilidad ya sea en la creatividad en territorios relativamente circunscritos, había originado una vida en las comunidades no solamente rica económicamente, sino también intensamente desarrollada en la cultura, muy difundida también entre el populacho. El Cátarismo cuidaba en modo particular, más allá que la instrucción religiosa, la formación profesional de los jóvenes.

Resultaba una sociedad violenta, y al mismo tiempo, refinada, cortés, amante de las artes. Pero su liberalismo y su individualismo, por la fuerza de las cosas tuvieron que enfrentarse hasta las extremas consecuencias con la rigidez del feudalismo, y con su profunda tolerancia religiosa, se opuso, hasta que pudo, a las pretensiones del Papa de Roma.

Toulouse era la tercera ciudad de Europa, detrás de Venecia y Roma, y era más importante que Paris. La región entera era heredera de antiguas civilizaciones que se habían instalado en las poblaciones con legítimo orgullo y el placer de la independencia y de la libertad.

Capítulos y cónsules elegidos democráticamente dirigían los municipios imponiendo sus decisiones a los feudatarios en interés de la comunidad.

Tenía su sede la única universidad laica del continente, siendo la instrucción exclusiva prerrogativa de la Iglesia católica que la concentraba en los monasterios.

En una época en la cual muchos reinantes de Europa no sabían ni leer, ni escribir, en todo el sur de Francia había florecido lozanamente el movimiento del amor cortés de los trovadores, poetas itinerantes que iban de castillo en castillo, de burgo en burgo, a cantar el amor. Se contaron al menos 500, un fenómeno muy relevante para aquella época. La mayor parte de ellos pertenecían a una escuela secreta, no solamente literaria, sino iniciática conocida bajo el nombre de “Fieles de Amor”, a la cual perteneció también Dante Alighieri, fundador de aquel “dulce estilo nuevo” que ha caracterizado la literatura italiana del siglo XIII.

Los trovadores, más allá de la expresión literaria, tenían un mensaje codificado que transmitir a sus oidores. La mayor parte concernía al amor profano; alguno de ellos difundía la enseñanza cátara, aunque de manera velada; pero tenían mensajes esotéricos muy difíciles de comprender por la gente común y que concernían ya sea a la alquimia, ya sea al esoterismo como medio para obtener la iluminación espiritual a través de la práctica de la sexualidad, método ya practicado por los Céltas y en India como tantra yoga.

Los trovadores eran amados y tenidos en grande consideración; la nobleza y la rica burguesía eran las protectoras y los mecenas; representaban, en cierto modo, la versión profana de los Perfectos. La mayor parte de ellos procedía da la nobleza pobre, pero procedían de todas las clase sociales y desarrollaban su oficio de poeta de corte.

La celebración del amor profano no nació en Occitania, pero aquí se convirtió en la fuente de la belleza y de la vida superior del espíritu. Había sacado inspiración de la poesía amorosa hispano-arabe del siglo XI, que a su vez, había hecho suya una tradición cultural del Imperio Persa que los Árabes habían conquistado hacia algunos siglos.

Los Moros de España habían ocupado el Midí durante casi todo el siglo VIII y las relaciones y los intercambios culturales a todos niveles jamás fueron suspendidos. De hecho, en los poemas y en las canciones de los primeros trovadores occitanos se encuentran similitudes con los poetas árabes de al-Ándalus, los mismos temas, el mismo pathos, las mismas rimas y los mismos ritmos.

Habitualmente, celebraban el amor hacia la castellana, la Dama, ante la cual el poeta se encontraba como el vasallo ante su soberano. No había nada de servil; la adoración era sincera porque la figura simbólica de la Dama era considerada la perfección misma de la belleza, de la gracia, de la inteligencia y de la cortesía, y también de la divinidad femenina.

La mujer divina era cantada como el único medio a través del cual el hombre habría podido elevarse en el espíritu y este era probablemente un recuerdo ancestral inconsciente, que se remonta a los inicios de la historia de la humanidad, de la edad de oro, la más cercana a los creadores, en la cual la magia era predominante y las ideas difundían consciencia y conocimiento con su contacto físico con los hombres mortales, fluctuando en formas diferentes y multidimensionales.

La mujer venía a representar simbólicamente el centro de aquel mundo occitano del siglo XIII. En las poesías religiosas era nada menos que comparada con la Iglesia Cátara del Amor, en el aspecto erótico era en cambio vivida como un poderoso instrumento de iniciación.

En el fenómeno trovadoresco se presentaba también la tradición poética de los bardos de la cultura céltica, y en todo caso, existía la contraposición inconciliable con la ideología religiosa entonces dominante.

De facto el Cristianismo y antes el el Hebraísmo, eran religiones patriarcales, machistas, como se dice hoy día, que habían barrido el poder femenino. El Dios padre era macho, sin esposa divina, con un hijo único también macho: por lo tanto, la concepción de la condición femenina que hubiera derivado, era la negación misma de la persona en sí; la sumisión total a la jerarquía padre-dueño-padreterno era la norma de vida.

El declive de la poesía occitana tuvo lugar a consecuencia de la cruzada y de la represión inquisitorial que perduró más de un siglo. Mientras que el País permaneció libre, el tema de la poesía fue siempre el amor; pero cuando los cruzados invadieron la Occitania, masacrando, torturando y saqueando, los cantos amorosos cedieron puesto a la narración dolorosa y desesperada de aquel exterminio. Los últimos trovadores, ignorantes y serviles, se inclinaban ante los conquistadores, y celebraban el amor casto, sustituyendo la figura de la Dama por la de la Virgen María, renegando así de la herencia del amor cortés autentico que había sido la expresión de la vitalidad y de la “joie de vivre” de aquella civilización.

A muchos siglos de distancia, se puede afirmar que entonces existió el reconocimiento de lo femenino, no solamente en los términos de conquistas civiles y políticas actuales de las mujeres en las sociedades occidentales, las “paridad de oportunidades”, para entendernos; sino en su significado como arquetipo de Energía Originaria, Energía de la Diosa Madre que ha caracterizado épocas enteras de civilizaciones humanas, de las cuales hoy tendríamos una gran necesidad por lo menos para contener el poder excesivamente sádico y mortífero del Dios macho misógino sobre los seres humanos, en particular sobre las mujeres.

El Cristianismo había revalorizado, solo aparentemente a la mujer con el culto de María Virgen, madre de Jesús; pero, al mismo tiempo, demonizó la energía y la sexualidad femenina al punto de no titubear, a lo largo de los siglos oscuros de la Inquisición en quemar en las hogueras a miles de mujeres en toda Europa con el pretexto de la “caza a las brujas”. En realidad eran aquellas mujeres del pueblo, depositarias del conocimiento y del disfrute mágico y físico de la Naturaleza y de su poder de sanación energética y que, en esta su función, eran intermediarias entre el Cielo y la Tierra, entre las energías Cósmicas y los seres humanos.

Estrabon, histórico romano de la época de la conquista de la Galia, dijo haber encontrado en los pirineos Occidentales una sociedad de tipo matriarcal en la cual los modelos de comportamiento morales y sociales estaban representados por los personajes femeninos de los mitos. En efecto, en las costumbre de los valles altos de los Pirineos sobrevivían reminiscencias de antiquísimas civilizaciones pre-indoeuropeas, en las cuales existía la absoluta paridad de los sexos, la libertad sexual de las mujeres, el control de los nacimientos y la ausencia de toda jerarquía patriarcal. En las religiones animistas de aquel tiempo no había intermediarios y los seres humanos se relacionaban con las divinidades de la Naturaleza de un modo directo.

Las divinidades pirenaicas autóctonas femeninas eran solamente de la Tierra, y el Cielo estaba ausente o era poco importante en aquella cosmogonía y eran las hadas, las damas, las señoras; la Jaganta, la giganta. Ninguna de ellas era la creadora del mundo, pero constituyan la esencia de la Naturaleza que existe por sí misma, sin que nadie la haya creado.

Las hadas y las damas son las hadas que pertenecen al pequeño pueblo que vive en el mundo ctónico subterráneo, en las grutas del monte en la cual hay nacimientos de agua. Son seres benévolos, sanadores que encarnan el Bien; lavan su vestido, rigurosamente blanco, hilan, cosen, mezclan la harina y cocinan el pan. La Diosa MARI es la concreción de las fuerzas de la Naturaleza, y también la divinidad de la era neolítica y cocina para todas.

Para aquella cultura era absolutamente incomprensible la existencia de un solo Dios macho creador que dominaba el mundo, que confiere a su discreción el poder a un hombre, un rey, para gobernar y dominar un pueblo y a todos los hombres en general en lo de dominar a las mujeres.

En los cultos solares de la edad del bronce eran veneradas las Diosas Madres, que en los milenios siguientes, durante la dominación del Imperio se había fundido con las divinidades femeninas romanas y representaban la fecundidad, la prosperidad y la Naturaleza en su conjunto. En particular éstas Diosas, de las cuales recordamos Sulis, y en seguida Arduina, llamada la Diana de las Ardenas, tenían funciones taumatúrgicas, y estaban asociadas a las aguas de manantial sagradas en un marco de tipo animista.

Otra contribución fundamental a la perpetuación del principio femenino llegó con las colonias que los pueblos del Oriente Medio habían fundado en las orillas meridionales de Francia, en España y a caballo de los Pirineos, hasta Toulose y Carcasona, desde el VIIº al Vº siglo a.C.

Los Medos y los Persas adoraban ANAHITA, la única Diosa irania, la Alta, la Poderosa, la Inmaculada, vestida con un manto de brocado de oro, coronada con estrellas y con radios luminosos. Era la Diosa de las aguas purificadoras y fecundadoras; sabiamente, combatía en pro de la justicia. Al mismo tiempo, era también el planeta Venus, la estrella de la mañana, la más luciente en el cielo.

Los Fenicios habían llevado allí sus Dioses; más bien sus Diosas que tenían compañeros machos pero a ellas inferiores, BA’ALAT, la grande señora de Byblos; pero ante todo ASHTART- ASTARTE, Reina del Cielo, Diosa de la fecundidad, del amor y de la guerra, que encarnaba la vitalidad sensual y sexual y que se presentaba como una divinidad cósmica que abrazaba el Cielo y la Tierra.

También el culto de la Magdalena en Francia, tras el exordio del Cristianismo histórico, se había difundido y había arraigado en un terreno absolutamente fértil por dar cuerpo al poder de lo femenino; del mismo modo en el cual las mujeres, en la religión cátara, se hacían Perfectas y la femineidad misma era cantada por los trovadores como intermediaria entre el hombre y Dios.

Según Salvador Freixedo era un hada, quizás, la misma Diosa-madre Mari, la DAMA que apareció a Lurdes, en la cristianización identificada como la Virgen María y este es el ejemplo más clásico de la predación y de la asimilación de un culto autóctono anterior. Bernardette Soubiroux, durante los primeros años habló siempre de una “Dama Blanca”; en seguida la Iglesia tomó la decisión de que esta “forma”, esta “entidad” blanca y sonriente fuese la Virgen, más bien, la Inmaculada Concepción, cuyo dogma había sido proclamado por el Papa de entonces.

La visión ocurrió en la gruta de Massabielle, una de las muchas llamadas “de las hadas”, que son lugares en los cuales las condiciones geomorfológicas y energéticas particulares, y siempre en presencia de manantiales, permiten un contacto del todo excepcional entre estos personajes ultra-dimensionales y los seres humanos.

Esta no fue ni la única, ni la última aparición que ocurrió en Lourdes como documentan los investigadores y los cronistas outsiders. En seguida ocurrieron otras visiones en otras grutas de la zona; pero la Iglesia, para no perder en credibilidad, para no poner en riesgo toda la organización y el business que, alrededor de esta aparición se había creado, adquirió el control de estas grutas y echó tierra.

Por otra parte, toda la historia de aquellas regiones del Sur es particular.

La población autóctona estaba constituida por los Celtiberos que procedían da la fusión de dos razas: los Iberos Euskes que, según Strabone, se instalaron en la zona al menos 4000 años a.c. y procedían de los territorios al sud del Cáucaso, de estirpe semítica; cruzando África del norte y agregando otros pueblos que encontraban en su camino, llegaron a España y se establecieron en las dos vertientes de los Pirineos.

Algunos milenios después llegaron los Celtas, población indo-arriana procedente del norte del Cáucaso, y cuyo nivel de desarrollo era superior al de los Euskes. Posteriormente a las guerras iniciales se realizó una integración basada sobre el respeto a las deferencias que era conveniente a ambas etnias que no habían tenido jamás en su cultura, la concepción de Estado o Nación unitaria y centralista.

Permanecieron siempre organizadas en tribus más o menos poderosas, subdivididas en clanes, frecuentemente en guerra entre ellos, pero jamás sometidas a un poder central, impersonal, lejano y incontrolable; era una organización social de “pequeñas patrias”, como se diría hoy día.

Según testimonios históricos fiables, ya en el 700 a.C. habían iniciado su asentamiento numerosas colonias fenicias, procedentes más o menos del actual Líbano, los cuales en su tierra de procedencia estaban organizadas políticamente en Ciudad-Estado, absolutamente independientes la una de la otra, en las cuales las divinidades eran diferentes, o eran las mismas, pero con nombres diferentes. Sucesivamente estos primeros colonos se aliaron y se fundieron con otros pueblos semíticos, a medida que iban llegando.

Cada uno de estos pueblos llegaba con sus características y especificidades raciales, sus hábitos y sobre todo sus Dioses, la energía de los cuales era mantenida viva y potenciada a través de una identificación simbiótica.

La afluencia de las poblaciones meridionales en aquella parte de la Galia y de España fue muy anterior al Cristianismo. El mismo Imperio Romano exiliaba allí a sus opositores; cierto es que la primera grande diáspora hebraica del 70 d.C., amplió numéricamente estas instalaciones y potenció la cultura judaica y semítica en todas sus matices.

Julio César escribió en “De bello gálico” que la Galia de su tiempo estaba ocupada por tres poblaciones: los Belgas al norte, los Celtas al centro y los Aquitanos al sur, que diferían completamente en lengua, hábitos y leyes.

Los Aquitanos eran una confederación de tribus independientes; los Euskes, en particular, mantuvieron su libertad e independencia durante más tiempo por qué su territorio montañoso era muy difícil de conquistar.

César dio el nombre de Auskitains o Aquitains al conjunto de las tribu, pero denominó SOTIATES -habitantes de las grutas- a estos indígenas astutos, que sometió con mucha dificultad, por qué tenían la costumbre de retirarse en las cavidades o grutas, muy abundantes en los Pirineos.

Ya este primer encuentro con Roma fue nefasto para esta civilización, en cuanto el Imperio Romano constituya el gobierno mundial de entonces, la primera potencia militar y política; todavía el ejercicio del Imperium no preveía la aniquilación de las raíces y de las conexiones energéticas con las divinidades de los pueblos vencidos, cuyas obligaciones consistían en pagar los tributos, en venerar al emperador y en someterse a las leyes y al derecho romano. El politeísmo representaba así el gran crisol de las religiones, culturas y tradiciones diferentes que, comparándose y amalgamándose, desembocaban en un sincretismo evolutivo para todas las poblaciones, incluso las romanas, siendo ocasión continua de intercambios interétnicos e interculturales que constituían el fermento de las consciencias y no solamente de las élites, sino de las masas populares del imperio. El culto del Dios persa Mitra difundido por los soldados procedentes de la Cilicia en todas las legiones repartidas por todo el territorio europeo imperial es el ejemplo más significativo.

Esta región entró en juego en la guerra entre Roma y Cartago por la conquista total de España, lo que ocurrió con la victoria de Roma en el 134 a.C. y con las rebeliones contra el imperio en los años siguientes.

Mientras Julio César sometió bastante fácilmente a todos los pueblos gálicos de las llanuras; sin embargo le resultó difícil en Aquitania ya que tuvo que pararse en los confines de los territorios montuosos de los Euskes o Sotiates donde el ejército romano fue diezmado.

En el 58 a.C. Roma quería el desquite y mando a Craso en Aquitania con el fin de someterla definitivamente. El enfrentamiento decisivo, en el cual los Sotiates fueron vencidos tuvo lugar en el oppidum de la ciudad de Foix, sobre la roca en la cual los Condes de Foix construyeron su castillo. Aun así, la caída de este baluarte no comportó la sumisión de toda la nación Sotiate. El jefe supremo Adcantuam, llamó a la resistencia todos los jefes de los clanes de las montañas; pero eran solo 600 y la victoria permaneció en manos romanas.

Todas las tribus Euskarias tentaron una heroica contraofensiva, desgraciadamente sin éxito, y así incluso aquellos otros pueblos que formaban un cinturón en torno a los Sotiates fueron constreñidos a someterse a Roma. Desde aquel entonces, la nación Sotiate dejó de existir y fue englobada en la provincia romana de Narbonne.

En el 412 d.C. los Visigodos después de haber vencido a Roma, pasando la ciudad a sangre y fuego, fundaron en aquellos territorios su Imperio, llevando consigo a aquella zona de los pirineos, nada menos que el Tesoro del Templo que Tito había tomado como botín de guerra en Jerusalén e que ellos, a su vez, habían saqueado.

Los Visigodos eran un pueblo seminómada que salido da las orillas del Báltico, después de andar errante por una decenas  de años por los Balcanes, ya en el 340 se había convertido al Cristianismo Arriano, el cual no consideraba a Jesús Cristo un Dios como el Padre, sino solamente una divinidad inferior, como profeta.

A pesar de que fuesen vencedores, fueron fascinados por la civilización romana y se pusieron al servicio del Imperio, casándose su rey Ataulfo con Placidia, hermana del Emperador Onorio.

Para reprimir una tentativa de secesión, fomentada por la aristocracia galo-romana, cien mil Visigodos fueron enviados a la Galia y allí se propusieron de sustituir al Imperio romano agonizante por un imperio godo que lo renovase.

El Reino visigodo de Aquitania permaneció desde el 415 al 508, y en este periodo extendió sus dominios a España, extendiéndose desde la Loira hasta la Andalucía y desde el Atlántico al Ródano con capital en el primer momento en Arles, y después en Toulouse.

En el territorio de su imperio, respetaron todas las diversidades culturales y religiosas que habían encontrado.

En particular, mantuvieron relaciones privilegiadas con las comunidades hebraicas, por lo tanto muchos Hebreos ocupaban puestos de responsabilidad en la  administración pública; los matrimonios mixtos eran estimulados y los termines “godo” y “hebreo” frecuentemente eran considerados sinónimos en el resto de la Francia de entonces y toda esta vida de integración, duró más de doscientos años.

Deseosos de mantener la herencia cultural romana, sus reyes promulgaron en el 475 la “Ley de los Visigodos”, a imitación de la legislación imperial y en el 506, el estimable tratado de derecho romano administrativo, penal y financiero, gracias a los cuales se ahorraron a Francia meridional la grosería y el arbitrio de los hábitos feudales, y los derechos individuales, al menos en teoría, se garantizaron. Todas las veces que se retiraban de un territorio, y cuando era posible, pactaban con el vencedor el respecto a sus leyes.

Eran demasiado pocos para mantener bajo control un territorio así vasto, viviendo diseminados entre una población galo-romana que los consideraba extranjeros heréticos, instigada por el clero católico que seguía urdiendo complots contra ellos.

En el 508 el Reino visigoda de Aquitania fue conquistado por Clodoveo, que según el pacto con la Iglesia de Roma del 496, fue encargado por los obispos de aquel territorio de barrer a aquellos heréticos arrianos. En cierto sentido fue una prefiguración de la cruzada de Simon de Montfort contra los Cátaros en 1209.

Los Francos eran guerreros valientes, pero brutales y no tenían ninguna experiencia en administración pública, así que los obispos ocupaban todos los puestos de poder y adquirían patrimonios y rentas arramblando con todo.

Clodoveo, de su parte ganaba la confirmación de la legitimidad de su derecho divino al ser el “nuevo Constantino”, el único heredero del Imperio Romano, más bien del ya “Sagrado” Romano Imperio. Y sobre todo, esta investidura le aseguraba la fidelidad y la sumisión de los pueblos conquistados.

Cuando los Visigodos fueron destronados, el rey Gesaleico se retiró a Barcelona, y en Francia quedó visigoda la Septimania, una región que comprendía más o menos el Rosellón, el Aude, el Hérault y el Gard durante más de doscientos años.

En los 300 años siguientes Septimania compartió todas suertes con el reino visigodo de España alternando vicisitudes de reconquista y de definitiva derrota. Sufrió también la invasión de los Vascones, los actuales Vascos, que no son indo-europeos, y de los cuales incluso hoy tanto su lengua como su origen permanecen en el misterio.

Durante el siglo VI, la capital del reino visigoda de España fue trasferida a Toledo, siendo la dinastía presa de un desorden y de una decadencia imparable. El rey Recaredo se convirtió al Catolicismo y en el concilio de Toledo decidió que el rey, desde aquel momento, debía ser elegido por el clero y los notables, perdiendo así toda su independencia y todo su derecho de sangre.

Para orden de la Iglesia, empezó inmediatamente la persecución de los Hebreos que hasta aquel entonces habían vivido libremente y eran tenidos en gran consideración.

Pero Septimania no se adhirió a esta imposición porqué sus comunidades israelitas eran demasiado ricas y poderosas; más bien, hizo la secesión. El rey de Toledo Wamba, la recuperó para su reino, pero debió suscribir que no perseguiría a los Judíos que mantuvieron su status en los confines de esta posesión.

Los Hebreos españoles, llamados Sefarditas, para defenderse o para vengarse de la persecución visigoda, en el 712 llamaron en su ayuda a los Musulmanes de África del Norte, y el emir Tariq, con un poderoso ejército, atravesó el estrecho de Gibraltar. En dos años todo el noreste de España estaba en manos musulmanas, en el 713 un primer raid árabe penetró en la Septimania e invadió el Sur de Francia.

Carlos Martel en el 732 frenó los moros a Poitiers, pero la suya no fue una victoria definitiva, en cuanto resistían aún el enclave de Narbona, aliada de los Hebreos de Septimania. En el 759, con un cambio de chaqueta desaprensivo, los mismos Hebreos de forma traicionera acabaron con los Moros, habiendo pactado con los Francos el reconocimiento de la titularidad y de la independencia del Principado Hebraico de Septimania, en el cual vino a instalar su poder un soberano de nombre Teodorico, solo nominalmente sometido a Pipino el Breve, ya coronado rey de los Francos por el Papa, y dando inicio a la estirpe carolingia.

El hijo de Teodorico, Giullem de Gellone fue un valiente guerrero que derrotó a los Moros en el 790 y los expulsó definitivamente en el 973, los cuales no entraron jamas militarmente en suelo francés.

Siempre estuve en sintonía con Carlomagno; engrandeció mucho la extensión  territorial del principado, reconquistando más o menos todo el decaído  imperio visigodo tanto es así que él llevaba, entre tantos, también el título de Conde de Barcelona, de Toulose, de Alvernia y de Razés.

Fue Igual a Carlomagno y un auténtico héroe histórico, por lo tanto su vida fue celebrada en las Chansons de geste; también Wolfram von Eschenbac escribió para él  el poema épico “Willehalm” que quedó inacabado y Dante lo recordó como “Guglielmo” en el XVIII canto del Paraiso.

Fue también amante de la cultura y estudioso el mismo, fundó a Gelone una Academia de Estudios judaicos con una vastísima biblioteca y aquí nació una de las primeras sedes del culto a la Magdalena.

Con toda una serie de matrimonios dinásticos como los procedentes de los Merovingios y de los visigodos, con el fin de adquirir una legitimación genealógica hereditaria, y el entroncamiento con los Carolingios que en cambio servía para neutralizar eventuales oposiciones y conflictos, ya en el siglo IX, la estirpe de Guillem de Gellone culminó con los primeros duques de Aquitania, y procedían también de Gofredo de Buglione duque de Lorena, el fundador de la Orden de Sion que tejía en la sombra las tramas para obtener poder, Rey en pectore del nuevo Reino Cristiano de Jerusalén, y la dinastía de los Condes de Toulose que se encuentra históricamente ya en el 861, y que tendrá una parte fundamental en la historia del Languedoque y de la herejía cátara.

En una sociedad de todo un continente dominado por la Iglesia de Roma que, con la falsa historia de la “donación de Constantino”, los tenía a todos en el bolsillo es claro que cualquiera de aquella estirpe se declarase oficialmente cristiano, católico, y que reconociera la autoridad del Papa como único representante de Dios en la Tierra. Pero, algunos, tenían otra visión del mundo y sobre todo trabajaban subterráneamente para romper la jaula que los tenía aprisionados, dedicándose a la propagación intelectual y espiritual de una cultura alternativa y ejemplar al mismo tiempo, como la del Graal y, al mismo tiempo para reivindicar su linaje y el derecho de sangre a la soberanía, sustrayendo la misma al poder absoluto y arbitrario del Papado.

Por lo tanto, la inestabilidad, los continuos trastornos políticos y sociales, las grandes diferencias étnicas y culturales, en el curso de los siglos, habían creado una situación de anarquía, y aprovechando la debilidad o la carencia de un poder dirigista, cada uno se preocupaba solamente de sus propios intereses sin preocuparse del de los demás. El espíritu de independencia creció desmesuradamente en todas las clases sociales y, a pesar de todo, todos los intentos que cada vez se hacían para fundar un reino aquitano, occitano que fuese sólido y acreditado, no llegaron jamás al fin.

Carlomagno, en imperio, ya en el 778 recompuso el reino de Aquitania i puso sobre el trono a su hijo Luis. Toulose se convirtió en la capital de un protectorado franco que se extendía desde el Loira hasta los Pirineos, desde el Atlántico hasta el Ródano y englobaba en el también a la Septimania y a Cataluña convertida en marca de España. Confirió todos los puestos de responsabilidad, condados, obispados, y monasterios a Francos de su absoluta confianza, pero fueron años de degradación total y de verdadera miseria para las poblaciones, hasta que, alrededor del siglo X empezaron a emerger las dinastías locales que cobraron fuerza, y revitalizaron aquellas comunidades y su economía, y dieron una vuelta a la historia.

En el Languedoque el Árabe y el Hebraico eran estudiados con entusiasmo; habían también dos escuelas de Kabbala y el pensamiento filosofico-exoterico islámico, judaico, y también sobrevivía de la Tradición Gnóstica del Oriente Medio y del Asia Menor que llegaba a través de los centros comerciales marítimos como Marsella, o venían de España cruzando los Pirineos, así que en aquella tierra la tolerancia religiosa constituía un valor cultural y civil bien enraizado en contraste con el fanatismo  de las demás de Europa. Todos los cultos eran permitidos; la libertad de opinión, de habla y de enseñanza era total. Se puede decir que la civilización occitana nació de este humus particularmente fecundo, pero que fue también portadora de males que causaron su trágico fin: la debilidad del poder difundido y la desunión.

En contrasto, la situación de la Iglesia de Roma estaba a nivel moral más que bajo, ínfimo, se puede decir.

En los dos siglos anteriores el poder real fue inexistente y cada habitante había podido valerse de la “personificación del derecho”, o sea ser juzgado según la ley romana, el derecho visigodo, o las costumbres francas. Solamente cuando los jueces no aguantaron más la complejidad del sistema, todo se uniformó a la “convenientia”, o sea al costumbre.

Los jefes de las abadías y los obispos venían designados por los distintos señores feudales en base a su propias conveniencias más materiales, por lo que la mayor parte de los dignatarios eclesiásticos era mal vistos por el pueblo por su arrogancia, ignorancia, disolución, violencia y rapacidad, con lo cual, se despreciaba aún más a la Iglesia Católica de Roma. Además, en las localidades aisladas, estaban también muy difundidas las creencias paganas y se continuaba celebrando ritos celtas en los manantiales y en los bosques.

Los curas de campo eran reclutados entre los campesinos, casi todos analfabetos, pero supersticiosos como todo sus parroquianos y corruptos como sus obispos.

En este vasto territorio, donde estaban los monasterios, en los cuales los monjes habrían podido, de alguna manera, contrabalancear esta situación tan decadente, pero no acabaron con el clero secular el cual no tenía la intención de renunciar lo más mínimo a su enriquecimiento y a su vida licenciosa fuera de todo control y de toda sanción.

En el segundo siglo del milenio la situación de vida mejoró en la generalidad, quizá precisamente por razón de las cruzadas que, de hecho constituyeron la descongestión de la sobrepoblación improductiva y el alejamiento por lo menos temporal de aquellas bandas de bandidos que infestaban ciudades, burgos y castillos ya que se habían agregado al ejercido cruzado.

Las nuevas órdenes monásticas de los Cistercienses y de los Templarios, con su enorme potencia económica que sacaban alimento de las mismas cruzadas y con su carisma , dieron una cara más respetable y acreditada a la Iglesia de Roma que volvió a tomar su poder totalizador de forma determinada, imponiéndose también a aquellos soberanos que antes se habían sustraído.

De todas maneras, habiendo aumentada la seguridad, se había retomado también un controlado aumento de la población, particularmente en las ciudades en las cuales la burguesía se enriquecía con la mayor extensión de los comercios y de las actividades productivas.

Los campesinos también se arriesgaban a alejarse de las inmediatas cercanías de los muros de las ciudades y de los castillos y roturaban terrenos no cultivados, extendiendo la agricultura y el pastoreo. No eran considerados siervos, sino pequeños burgueses cultivadores. Los escasos siervos que aún existían tenían los medios para liberarse o para liberar su descendencia, ya que podían rescatar su libertad a precio barato, o casarse con una mujer o un hombre libre.

Ya en el 1145 San Bernardo emprendió en el Midí una misión personal al fin de volver a traer al seno de la Iglesia aquel pueblo turbado y perdido. Reforzó la fe de los creyentes, pero no consiguió resultado alguno sobre las almas ya sectarias. El mismo dijo de la suya experiencia: que las basílicas eran sin fieles, los fieles sin curas y los curas sin honor.

Las más antiguas manifestaciones heréticas, sin embargo, ya habían sido denunciadas en el Concilio de Reims del 1030, y en el siguiente siglo, en el bienio 1124-1126, precisamente en Languedoque aparecieron personajes que, públicamente rechazaban el bautismo a los niños, el culto a las imágenes, la presencia real del Cristo en la hostia, la virtud expiatoria del sacrificio de la cruz, la edificación de las iglesias, las oraciones para los difuntos y las ceremonias de culto, pero no están presentes referencias al dualismo que constituya la esencia de la religión cátara.  Solamente alguna alusión poco significativa a la imposición de manos.

El término “Albigenses” se encuentra en los documentos históricos, por primera vez, en el 1181 y es comúnmente considerado sinónimo de “Cátaros”, pero las cosas no son así y es necesario aclarar el significado.

Los Albigenses constituían el conjunto de herejes y de sectarios en los cuales están también inclusos los Cátaros, o Maniqueos, o Arrianos como mejor eran conocidos y no eran tampoco la mayoría. Entre los muchos individuos que predicaban de buena fe habían también muchos “tramoyistas” e infiltrados que se escudaban en ellos para sus fines criminales, con una práctica fanática, pero falsa de la herejía y llevaban a la práctica las palabras simbólicas de las sectas heréticas: despojar a los templos, destruir las propiedades eclesiales, reducir a la Iglesia a la pobreza evangélica de los primeros tiempos. Eso, naturalmente, más que las doctrinas, puede ser la causa desencadenante de aquella represión que, después, borrará lo todo.

De hecho cuando llegó la derrota, los heréticos turbulentos o poco convencidos se separaron de pronto y simularon fácilmente la conversión católica; los Cátaros, en cambio, permanecieron firmes en su propia fe y cuando eran capturados y les ofrecían el perdón y la vida  a cambio de la abjurar, rechazaban y preferían morir.

El Cátarismo no era originario del Sur de la Francia, más bien era una religión de importación oriental y balcánica, históricamente, la religión Cátara apareció en el Norte de Francia en el 1147, llevada por algunos franceses, veteranos de la segunda cruzada, que la habrían conocida en Constantinopla. Vueltos a casa, empezaron una predicación que cobró fuerza entre los Occitanos del Sur.

Según los alquimistas, para fabricar el oro se necesita partir del oro, que es como decir que se necesita partir de una realidad ya existente y el Languedoque de aquellos años , por todas la razones antes mencionadas, representaba el terreno fértil, arado, fertilizado e irrigado para madurar una grande mies.

La predicación cátara había preocupado de inmediato a la Iglesia desde su aparición, o reaparición como continuación del Maniqueismo, otra doctrina dualista, ya extirpada en los siglos precedentes con baños de sangre y había indicado a los obispos como parar la herejía e impuesto al poder secular la confiscación de los bienes de los herejes.

En aquella zona del Midí no sirvió para nada nada: los herejes se habían hecho más numerosos y potentes. Muchos eran los señores que encargaban la educación de sus hijos a los ministros cátaros, los cuales habían abierto las casas llamadas “hostel” que eran conventos y escuelas para la juventud indiferentemente noble, burguesa o pobre.

Muchos nobles acogían abiertamente en su tierras a los ministros cátaros los cuales se hacían ellos mismos  maestros y consejeros y el pueblo, por su parte, se apartaba aún más de la Iglesia Católica, no frecuentando los sacramentos y despreciando a los eclesiásticos.

La gente del Languedoque admiraba incondicionalmente a los Perfectos que, en su rigor ascético y en el amor activo concreto que tenían para todos, eran exactamente lo contrario del clero secular corrupto, degenerado y escandaloso. De hecho, una vez que habían dado su corazón a estos predicadores, los Occitanos no retrocedían ante ningún sacrificio de dinero, ni a alguna pena para sostener la causa que habían abrazado.

Las Perfectas cátaras, en particular, se dedicaban a la oración y al mismo tiempo a la educación de la juventud, del mismo modo en todas las clases sociales.

Enseñaban no solamente a leer, a escribir y hacer cuentas a nivel elemental, sino que preparaban a los joven a vivir en una sociedad occitana dinámica y evolucionada en comparación a las demás del continente.

La instrucción religiosa era importante, pero otro tanto era la instrucción profesional en cuanto el principio era: que cada uno tenía que trabajar, todos debían ser útiles a si mismos y a los demás. Por entonces en el Medioevo Alto en un periodo en el cual muchos hacendados poderosos no sabían ni leer ni escribir, y podría muy bien decirse que los Cátaros fueron verdaderamente de los precursores, de los sembradores que han preparado el terreno para la evolución de Europa.

Según Rudolf Steiner, el Maniqueísmo con las venas neo-maniqueas y por lo tanto los Cátaros no aparecieron en la espiritualidad y en la historia del hombre europeo solamente para proponer una interioridad individual, sino su verdadera finalidad era la de cimentar estructuras o comunidades que difundiesen paz y amor en un nuevo modelo de agregación y de convivencia social.

Los Cátaros fueron contemporáneos de los Templarios durante dos siglos por lo menos, y desde el inicio tuvieron siempre buenas relaciones entre ellos. Se dice que uno de los nueves fundadores, no se sabe cuál precisamente, había sido un cátaro; seguramente, un Gran Maestro, el 4º, uno de los más importantes, fue Bertrand de Branchefort, procedente de una familia cátara. Había una especie de intercambio entre la potente Orden del Templo y la pequeña, local, privada de pretensiones de poder, Iglesia Cátara, se sabe sin embargo, que muchos hombres jóvenes, educados por madres, abuelas, hermanas, probablemente Perfectas, debían permanecer en el mundo con sus actividades esenciales oficialmente, siendo solamente simpatizantes, o hasta indiferentes a esta religión, pero entraban fácilmente a la Orden del Templo que contrariamente a la regla no los mandaba lejanos por el mundo, sino los dejaba en los asentamientos de aquella zona.

En ocasión del genocidio de la famosa cruzada del 1209, el Papa Inocencio III, también monje cisterciense en Clavaux, un discípulo de San Bernardo, reprochó a los Templarios ser demasiado poco cristianos, en cuanto no participaban en aquella guerra de exterminio contra las poblaciones inermes no solo cátaras. El su Gran Maestro dijo, en aquella ocasión, que los únicos verdaderos infieles eran los Sarracenos, tomando una posición bien precisa.

Oficialmente la Orden se mantuvo neutral, pero muchos de sus adeptos, a título personal y sin el mantillo, combatieron al lado de los herejes, o verdaderos cristianos, según las interpretaciones; y contribuyeron a los gastos militares de la defensa; disponiendo verdaderos refugios y protecciones para los Cátaros en fuga.

El 1244 representa el fin del Cátarismo organizado, con la hoguera de los últimos Perfectos en Montsegur, y reducido a pocos supervivientes clandestinos hasta el 1325 año en cual fue quemado el último Perfecto que había quedado en circulación, Belibaste, también la liquidación de los Templarios fue contemporánea.

En el 1307, en un solo día, fueron detenidos o obligados a la fuga por Felipe el hermoso que quería sus inmensas riquezas, con la complicidad del Papa Clemente Vº, arzobispo de Burdeos, del cual el Rey de Francia había sido gran elector.

Jacques de Molay, último Gran Maestro de los Templarios, murió en la hoguera en el 1314, después de 7 años de encarcelación, profetizando la muerte inminente de sus perseguidores (lo que ocurrió, tanto para el Papa como para el Rey en el mismo año) y el regreso de los Caballeros del Templo después de 600 años.

Con el aniquilamiento de los Cátaros y, sucesivamente de los Templarios, que en el curso de su experiencia histórica habían logrado, a través del conocimiento y la reelaboración de las enseñanzas más secretas de los Antiguos Cultos y de la Gnosis Original, volver a traer a la Europa del oscurantismo católico la Tradición Primordial, se interrumpió el enlace directo entre el plano material y el plano cósmico superior, el dialogo directo con el espíritu divino, con el Graal inmaterial.

Esta separación generó desequilibrio entre energía y materia; todo se volvió más denso, pesado y opaco; el hombre como individuo y la humanidad en su conjunto atrofiaron sus proprios sentidos y sus proprias capacidades divinas y degeneraron con su mundo.

Capitulo IVº

 

Para comprender del todo el Cátarismo se necesita relacionarse con la antigua religión persa de Zarathustra que fue la progenitora de todas las siguientes doctrinas espiritualistas. En este tratado se hace referencia al apreciado texto de Paul Du Breuil “Zarathustra e la transfigurazione del Mondo” edición ECIG.

Este gran profeta vivió históricamente setecientos años antes de Jesús Cristo, en una época en la cual los impulsos espirituales extraordinarios diseminaban las semillas para la evolución del conocimiento humano, a través de la aparición de personajes como el mismo Zarathustra en el Imperio Persa, Buda en la India y Lao Tse en China.

La predicación de Zarathustra fue de ruptura con respecto a la existente porque proclamaba que esta evolución se conseguiría individualmente, a través de la sagrada trilogía de los pensamientos buenos, palabras buenas y acciones buenas, sin la intermediación de la clase sacerdotal y de los rituales gracias a los cuales ellos mantenían su poder sobra las gentes. El profeta introdujo en el pensamiento humano conceptos absolutamente revolucionarios para la época, como los de la moral y de la responsabilidad personal, poniendo el acento en cada IO individual, en comparación a la masa indiferenciada, al hatajo o a la pertenencia de sangre en los cuales los seres humanos vivían.

Zarathustra Nama, en su biografía muy posterior a su vida, se refiere que, antes de su llegada, la injusticia reinaba en la Tierra y los pueblos habían caídos bajo el dominio de Ahriman; entonces Ahura Mazda, Dios misericordioso, decidió hacer nacer una guía para los hombres que eligen libremente de sustraerse al sometimiento  pasivo al falso Dios y a sus intermediarios, actuando activamente en la redención cósmica a través de la asunción de su propia responsabilidad en el modo de actuar hacia Ahura Mazda, con si mismos y con la propia comunidad.

Ahura Mazda, único Dios sobrecósmico y ético, completamente desmaterializado y espiritualizado por Zarathustra, ha creado el origen en el Mundo Ideal en el cual se encuentran los Arquetipos de todas las Bellezas y de todas Bondades que muestran en el grado, pero no en la sustancia, las múltiples formas asumidas por la imaginación creadoras de Dios y de sus emanaciones, las Amesha Spenta.

Para tener una visión objetiva de su creación, Ahura Mazda crea dos Espíritus libres en la voluntad, y les consiente el derecho a la opción, o sea la posibilidad de actuar no sometidos a la soberanía divina. Cada inteligencia comporta una opción, y para los seres humanos, opción y libertad son estrechamente dependientes.

Ahra Manyu o Ahriman se rebela a su creador y se hace su adversario. Fuerza ciega y Príncipe del Mal, dondequiera errante como un éter funesto y desde él deriva todo lo que es definido como “mal”: finito en relación al infinito, ignorancia, ilusión, egocentrismo, inconsciencia, engaño, sufrimiento, crueldad, orgullo y mentira. El hombre mismo es arrastrado en la corriente demoníaca, y de la cual puede salir solamente con la toma de consciencia y la superación de las fuerzas ciegas e instintivas que motivan sus pasiones y sus actos desconsiderados. Cada buena acción provoca el fracaso del poder de Ahriman, así como cada acción mala en cambio le vuelve a dar fuerza.

No existe pecado original en cuanto el hombre, como el animal, no es más que la víctima trágica de la mala opción de una Entidad superior; pero tiene el importante rol de Salvador porque cada pensamiento, palabra, acción buena purifican el mundo introduciendo representaciones divinas. Existe en cambio el mérito y la culpabilidad individual cuando se hace la opción, en la cual el platillo de la balanza se inclina a favor de la luz o de las tinieblas.

 

En el pensamiento de Zarathustra los seres humanos están dotados del libre albedrío porque Ahura Mazda los quiere autónomos, con la opción de elegir libremente entre la Luz y la Mentira, que es la expresión más elevada del Mal y que ha arrastrado a todas las criaturas al error y al aturdimiento. Es la mentira original la que lleva consigo la responsabilidad de la ilusión del mundo de la mezcla que, a pesar de que ha sido creado por Dios, alberga en si la muerte, la enfermedad y la desesperación. La primera, la más catastrófica mentira del universo es la de Ahriman que hace creer a todo el mundo creado que él es el único creador.

Ahura Mazda es el Dios del Otro Mundo, el Dios de luz y de amor cátaro y Jesús Cristo es hijo suyo, pero Ahriman, dueño de esta dimensión espacio-temporal, ha manipulado el significado, perpetuando la mentira. El Espíritu Santo, todavía sigue actuando entre las tinieblas hasta que el Mal sea definitivamente expulsado de la creación, después de la transfiguración del mundo del plano material a aquel espiritual.

Zarathustra, como fundamento de su religión, se basó seguramente en la doctrina de los estudiosos indúes, en los Indianos Arii, que ya un siglo antes habían enunciado en las UPANISAD (doctrina secreta), la parte filosófica de los VEDA, o sea que detrás de la multiplicidad de los Dioses estaría una mágica Fuerza Primigenia, llamada BRAHAMAN o el ABSOLUTO cuyo Reino es la morada eterna de la cual no se regresa más.

Más allá que confinantes geográficamente, estos territorios de los imperios persas e indús con todos los intercambios y interrelación que podrían tener entre aquellas poblaciones, tenían también la lengua en común, que era el sánscrito en sus varios dialectos. VEDA significa Saber; AVESTA la antología póstuma del pensamiento del gran profeta, también significa Saber.

Zarathustra fue el profeta de la revolución animal que ha hecho referencia real a los principios teológicos de la antigua religión mazdeica o sea los de la absoluta unidad primordial de la creación, por lo que no solamente el animal es dotado de un alma que oye, entiende y sufre como la de los seres humanos, sino que el Alma primordial de toda especie animal tiene el mismo valor que el de la humanidad junta en una economía espiritual común. Según el pensamiento védico, todos los seres vivientes, independientemente de la especie a la cual pertenecen, son partes integrantes de Dios.

Según los textos sagrados que se refieren al zoroastrismo, la nutrición del hombre evolucionará en sentido inverso respecto a los tiempos primordiales; los primeros hombres se nutrieron de agua, plantas, leche y poco a poco se hicieron carnívoros; los hombres del futuro serán vegetarianos; después necesitaran solamente agua y al fin, solamente nutrición espiritual.

El mundo según Zarathustra, no se puede cambiar solamente con oraciones y buenas intenciones, y aún menos con los sacrificios rituales, sino que es de importancia decisiva la acción de los seres humanos que se hacen colaboradores de Ahura Mazda para la realización, aquí en el orden tenebroso de Ahriman, de la copia perfecta del Reino de Dios, o sea del Otro Mundo de los Arquetipos. El alma humana, purificada de buenos pensamientos, buenas palabras y buenas obras es el canal a través del cual pasa el rayo divino que ilumina el mundo. Trece siglos antes del Islam, Zarathustra invitaba a los hombres a combatir en dos batallas decisivas: la para la supremacía del espíritu en sí mismos, que representa la gran guerra sagrada y la más exterior contra los seguidores de acciones tenebrosas, la pequeña guerra sagrada.

Cada hombre, siempre que lo quiera, tiene su oportunidad de evolución y el desarrollo de su consciencia individual, que les consiente la opción, que lo hace “adulto religioso”, o sea está en grado de enfrentar el misterio del mundo con su propias fuerzas espirituales.

La ética de Zarathustra confiere a la vida diaria el significado y la dignidad de ser hombres libres, pensantes, responsables, verdaderos espejos del Reino de la Luz, no gusanos impotentes o autómatas mecánicos, como en cambio nos quiere Ahriman, señor de este mundo.

Los acontecimientos de la Historia no tienen tanto el objetivo de dirigir la sociedad hacia su cambio, más bien son ocasiones que quieren inducir las consciencias de los seres humanos a levantar la mirada por encima de los horizontes terrestres inmediatos y el Mal del mundo puede ser el instrumento que permite revelar, de potenciar la Voluntad Pura en grado de superar cualquier oposición espiritual.

El Farohar, la fravarti o espíritu guardián que se encuentra en la esfera del Sol y que representa la presencia de Dios, Ahura Mazda, entre la gente, pero también el SÍ espiritual, es representado en la iconografía como un personaje masculino barbudo que sale por el disco solar alado.

Les fravashi o fravarti pertenecen a la jerarquía de los seres divinos y actúan como colaboradores de los Amesha Spenta o Santos Inmortales, irradiaciones dinámicas de  Dios en el mundo. Almas individuales e inmortales, amparadores de la buena creación de las avanzadillas del “Reino de Luz”. Muchas de ellas sin embargo, han elegido heroicamente bajar a la Tierra para proteger a las almas justas y para asumir un compromiso activo en la obra de transfiguración del mundo. Después de haber individualizado las almas justas, las fravarti se hacen las “sanctas fravarti de los justos”, o sea sus ángeles protectores o espíritus tutelares.

Zarathustra fue el fundador de una religión en Irán, que ha transmitido al Hebraísmo, al Cristianismo y al Islam impulsos espirituales determinantes. En la antigua Persia, se reunieron como en ninguno otro lugar de la Tierra científicos, filósofos y artistas de oriente y occidente, de Asia y de Europa, dando vita por primera vez en la historia de la humanidad a esta generación pos-Atlántida, en un centro de encuentro de las tendencias espirituales del mundo entero, un fulcro de las culturas del pasado que no tiene precedentes y esta función la ha mantenido también durante siglos en el primer periodo islámico.

Muchas grandiosas creaciones ideales, muchas filosofías religiosas, iluminadas y materialistas, que han inspirado la civilización europea, han tenido origen en el humus absolutamente cosmopolita y universal del Imperio Persa de Ciro, Dario y del gran profeta de Ahura Mazda, Zarathustra.

2500 años de supremacía griego-romana y judaico-cristiana han conscientemente borrado o deformado, después de haber asumido la entera sustancia, todas las doctrinas de este gran reformador de la humanidad, y su ocultación ha procurado, en particular a las generaciones cristianas, un lamentable oscurantismo sobre la verdadera génesis y la verdadera esencia de su religión.

Ahura Mazda creó en principio, un mundo sin pecado, habitado por un hombre y un animal ambos ideales; pero en un momento dado, compareció Angra Mainyu (Ahriman) que negó la creación divina y quiso corromperla según su aptitud.

Aún que, el espíritu del Mal no acabó de echar del mundo la influencia del Bien porque ya sea el hombre, ya sea el animal ideal, ya habían dejado su semilla en la tierra, de las cuales nacieron mágicamente, la primera pareja humana y las primeras especies animales.

En aquellas nuevas formas vivientes se entremezclaron el Bien y el Mal y tuvo así inicio la Historia planetaria, constelada de conflictos e intrigas dramáticas y, desde aquel entonces el ser humano ha sido llamado a elegir entre el Bien y el Mal, entre el Dios del amor y del espíritu y el Dios de la materia que lo atrae con el poder en todas su formas.

Cada elección humana, habría, caso por caso, conferido mayor fuerza y potencia a la una o a la otra de las potencias cósmicas en lucha.

Treinta mil años pasaron desde el inicio de la mezcla hasta que Ahura Mazda decidió dar ayuda a los hombres, enviando entre ellos un profeta: Zarathustra, el cual fue reconocido tal solamente por una pequeña minoría de hombres, y cuanto más tiempo ha trascurrido desde su muerte, tanto más la humanidad se ha ido alejando de la moralidad y de la virtud. El mundo está entonces condenado a las catástrofes de inundaciones, incendios, guerras desastrosas, hasta que los ángeles toquen las trompetas del juicio universal en el cual todos los seres humanos, resurgidos en su cuerpo etéreo tendrán que rendir cuentas a Ahura Mazda, el señor sabio, de haber aceptado o rechazado el mensaje espiritual del profeta, elección que determinará su destino cósmico final.

Zarathustra fue el primero en introducir en el pensamiento humano categorías metafísicas hasta entonces desconocidas, como el Más allá, Satanás y a considerar el mundo terrenal y el alma del hombre como el lugar exterior e interior del enfrentamiento entre el Bien y el Mal. Según su visión el devenir histórico tiene como meta final, ya predeterminada, la desaparición de nuestro mundo material imperfecto y la llegada del Reino de Dios, o sea del mundo espiritual de los arquetipos perfectos, la Creación originaria.

Los primeros Cristianos ignoraban el origen esotérico del Evangelio; de la antigua religión persa conocían solamente Mitra que era su rival, de Zarathustra, la mayoría, no había jamás oído hablar porque su doctrina había sido absorbida por el Antiguo Testamento por los profetas del pos-exilio babilonio: Isaías, Neemias, Esdras, Daniel, Jeremías, que conocida la religión mazdea del imperio persa, habían transferido, palabra por palabra a su Dios étnico Yahvé,  todas las representaciones y los atributos espirituales de Ahura Mazda. Yahvé de Dios tribal, cuyo totemismo giraba alrededor de la “Tienda de Reunión” de un pueblo nómada, siempre en guerra con los vecinos que el mismo incitaba a exterminar, se revistió de la dimensión cósmica y sobrehumana de Ahura Mazda que los profetas habían asimilado en la corte persa más iluminada y la habían proyectado sobre el Dios con el cual habían estrechado la Alianza, pero siempre en clave rigurosamente étnica según la cual la sangre es el vehículo del alma.

La religión de Zarathustra, en cambio, no representaba ni a un solo pueblo, ni a los ideales de una sola nación; la sangre y los antepasados no interesaban al profeta, que a través del individuo que vale en razón de sus pensamientos, de sus palabras y de sus acciones, aspiraba a la universalidad; seguramente él fue a poner, por primera vez en la historia de esta generación humana, la atención sobre el valor de cada alma individual con la consciencia de sí, del YO SOY.

Hasta el siglo pasado, los teólogos ligados a la tradición judaico-cristiana, ignoraron o nada menos ocultaron esta sustancial influencia; intentaron cambiar la misma historia, haciendo creer que fue la religión irania la que está en deuda con el Hebraísmo, como por otra parte habían hecho con toda la mitología sumeria sobre la creación del mundo. Todo el esoterismo de los textos sagrados es pura derivación de la gnosis Zoroastriana y fueron compuestos por los profetas y por los escribas hebraicos durante el imperio aqueménide de Darío, Serse y Artaserse; más bien fueron nada menos promovidos y sostenidos por estos grandes reyes persas que, considerándose a sí mismos el espejo terrenal del Reino de Dios, o sea del Otro Mundo estaban animados de una gran magnanimidad y de un profundo respecto para la vida de los individuos, de las comunidades y de sus divinidades, absolutamente desconocidas a las demás culturas contemporáneas.

Fundamental fue el pensamiento de Zarathustra en la preparación esotérica de una nueva religión con vocación universal la que se expresó en el inicio en el Esénismo, la corriente más iraniada del Judaísmo que había asumido en todo la doctrina de la dualidad, para desbocar después en el Cristianismo gnóstico y el anuncio de la transformación del mundo por obra del Salvador.

El redescubrimiento de la antigua religión persiana es relativamente reciente, en 1771, Duperon, histórico francés de las religiones se encontró por casualidad en Bombay con los Parsos, últimos seguidores de Zarathustra y con el libro sagrado: la Avesta, o por lo menos, con aquellos importantes fragmentos que habían quedado después de siglos de luchas religiosas y políticas.

Los estudiosos europeos tuvieron de pronto un grande enteres y fue así que se reveló como la doctrina del profeta iraní era la fuente originaria de los conceptos metafísicos que hasta aquel momento habían sido atribuidos al hebraísmo y al cristianismo. Los resultados de aquellas investigaciones encontraron inmensas resistencias en cuánto desafiaba el tabú por excelencia, o sea que el Cristianismo se fundase sobre la divinidad de Jesús Cristo, ya anunciada por los profetas en el Antiguo Testamento. Probando en cambio que la paternidad de la religión cristiana era atribuible a una cultura pre existente, extraña al judaísmo que también sobrepasada por la historia, había sido un modelo de evolución del pensamiento y de promoción humana, se desquiciaba el dogma de la verdad absoluta revelada por el Dios del Antiguo y Nuevo Testamento.

La fe cristiana aparecía así un producto de los mismos hombres, una su forma- pensamiento, un eón metafísico, podríamos llamarlo, constituido con grandes contradicciones y ambigüedades, por lo tanto solamente los dogmas y la intolerancia lograron tenerla en pie.

La religión cátara, o herejía era la resultante final de dos grandes corrientes heréticas conectadas entre ellas: el Paulicianismo y el Bogomilismo que eran difundidas de modo capilar en vastas áreas de Asia Menor y de la península balcánica en el periodo entre el siglo X y el XII.

La herejía pauliciana parece sea surgida en Armenia al rededor del siglo tercero y que su denominación haga referencia a algún heresiarca de nombre Pablo o al discípulo mismo que era venerado como el verdadero depositario del mensaje de Jesús Cristo.

Los Paulicianos, según Rudolf Steiner fueron, en origen, adeptos de una escuela oculta, fundada a orillas del Mar Negro hasta el siglo V a.C. y perduró también en tiempos cristianos. Por su sabiduría y pureza, habían desarrollado la visión clarividente de los mundos espirituales; se referían al Budismo, impregnado ya de los impulsos que el Cristianismo simbólico había llevado al mundo.

En la encarnación física, que para ellos era una verdadera misión de salvación de la Tierra y de los seres vivientes, a través de la asunción de la pobreza y de gran fuerza moral, su espíritu se hacía así poderoso para absorber las sustancias espirituales dañosas, creando así la posibilidad de conducir los seres humanos a una evolución superior, eliminando los demonios originados por la putrefacción del pasado que no se había disuelto. La pureza total de cada contaminación de la materia potenciaba su espíritu en la dimensión paralela de la cual extraían como depósito de Energía Divina a derramar sobre la tierra para balancear, equilibrar el poder más exorbitante de la materia que lo habría petrificado todo, haciendo saltar el equilibrio de la Creación. Según Steiner, Francisco de Asís fue una figura representativa de estos Santos místicos que actuaron en el periodo al rededor del 1100-1300 en los movimientos del Espiritualismo y del Cátarismo.

Los Paulicianos, subordinados a los acontecimientos alternativos de la Historia, particularmente a las persecuciones de los Bizantinos se dispersaron en principio por toda Asia Menor, desde el Mar Negro al Mar Caspio; después se agruparon en Bulgaria, más bien en Tracia y se estructuraron en seis Iglesias, designando las mismas con el nombre de aquellas fundadas por San Pablo.

Seguramente representaban la continuación de la corriente anti-judaizante de la nueva religión cristiana que había nombrado jefe a Marción, declarado herético en el 144, también considerando los territorios en los cuales era difundida, contiguos a los de Siria también impregnada por la gnosis Zoroastriana.

A pesar de que Jesús, en su vida terrenal hubiese intencionalmente trasgredido las leyes, no respetando los usos sobre lo puro y lo impuro, violando el sábat y condenando públicamente al conjunto de los sacerdotes, incluso en aquellos tiempos el Cristianismo, para darse legitimación, había buscado las pruebas de su autenticidad mesiánica y de la divinidad en todo lo que en la Biblia, anunciaba al Mesías y su carácter sobrenatural, en manera forzada, frecuentemente con un sustancial  retorcimiento del significado original de los textos.

La crítica moderna en cambio, está de acuerdo sobre el hecho de que solamente pocos Hebreos de entonces re-interpretaron las Escrituras en sentido cristiano, mientras la mayoría se demostró obstinadamente refractaria al Evangelio, cuya doctrina no tenía nada que ver con la Antigua Alianza de Moisés. En efecto la ortodoxia legalista no reconocía nada de su predicación en cuanto las ideologías y la ética que él difundía procedían de un conocimiento esotérico, esencialmente extra-Judaico que la religión tradicional, según sus propios cánones rechazaba.

Anunciando la caída de Jerusalén y la destrucción expiatoria del Templo, al mismo tiempo Jesús quiso manifestar una ruptura deliberada con el Israel teocrático y etnocéntrico y proclamándose  “único hijo del verdadero Dios”, prorrumpió en una condena radical del Dios de los insensibles Judíos que lo habían rechazado, atribuyendo a ellos como padre: “el diablo…. Porque es mentiroso y padre de la mentira…” (Ju 8,44).

Puesto que el entendimiento con el Judaísmo oficial parecía imposible, Jesús mismo declaró más veces que “mi reino no es de este mundo” (Ju 18,36) y Juan interpretó esta enunciación en modo rigurosamente dualista como rechazo de la Luz y del Hijo de Dios por parte de las Tinieblas y por el Príncipe de esto mundo. El “su Reino” estaba también por venir y la voluntad del Padre no se realizaba en la Tierra porque también reinaban las tinieblas, como en cambio es en el Cielo, en la creación ideal. El evangelista Juan declaró en modo explícito que (….todo el mundo yace bajo la potencia del maligno… (Ju 5,19)

No obstante, el Evangelio de Mateo, empeñado en la oposición de la difusión del “Evangelio” a los paganos por parte de Pablo y queriendo hacer triunfar un Cristianismo más legalista y dogmático, dio vida al “embrollo” definitivo, o sea lo de aprisionar el Evangelio, que traía por otra parte su originalidad, en la corriente energética del Antiguo Testamento, declarando que Jesús no llegó a abolir las Leyes y los Profetas, más bien a dar cumplimento a ellas.

Después de la conversión en el camino de Damasco y el encuentro con Ananias y los iniciados de Jesús en Siria, Pablo, en conflicto con los hermanos de la Iglesia de Jerusalén, había cortado el cordón umbilical que tenía atada la nueva religión al judaísmo, habiendo constatado que el nuevo espíritu no pudiera para nada conciliar con el antiguo. Seguramente, sin la predicación de Pablo a los Gentiles del Imperio Romano, cuya vastedad y multiculturalidad habían permitido la acogida, el Cristianismo estaría extinto o disuelto en el Judaísmo pos bíblico como el Esenismo, o bien estaría limitado a los Ebionitas, comunidad religiosa gnóstica, considerada el núcleo del Cristianismo originario, ya existente a la época de Jesús que, todavía negaba su divinidad tal como había sido propagada por los “poderes fuertes” de entonces.

Los primeros desacuerdos entre los Cristianos que causaron demasiadas excomuniones reciprocas i demasiados genocidios de hermanos en el nombre del que había dicho: “Os doy un mandamiento nuevo… por esto todos sabrán que sois mis discípulos, si os tenéis amor los unos a los otros…” (Ju 13,35), fueron principalmente debidas a la pro-judaización o no judaización del Evangelio y Constantino, el Ungido por el Señor de este mundo, llevo a cumplimento el su “plan divino”.

Los heresiarcas fueron todos aquellos teólogos de los inicios contrarios a la judaización que fueron vencidos por la facción vencedora y completamente apartados. Negando la espiritualidad esotérica para ignorancia, incomprensión u oportunismo político, ya desde el primer siglo el Cristianismo se estructuró como pura ideología materialista con la finalidad en el poder terrenal.

La herejía cátara también se relacionaba a la teología anti-judaizante de Marción. Autor del Evangelión, éste teólogo aspiraba a convertirse en el reformador del Cristianismo original y, cual autentico sucesor de Pablo, habría querido edificar la verdadera Iglesia de Cristo, que, según él no le debía nada al Antiguo Testamento.

Marción había hecho suya la teoría paulina de la jerarquía de los cielos, ya expresada en el Libro de Enoc, pero repetición exacta del Garodman zoroastriano y, en razón de esta subdivisión de los cielos, o sea de entidades invisibles, contraponía el Dios supremo al demiurgo creador del mundo material.

Padre del espíritu del Bien, Dios es extraño a este mundo, pero creador del mundo invisible, así como el Ahura Mazda zoroastriano generó, en principio la creación ideal.

Marcion realizó una ruptura radical entre el Padre Creador del cual Jesús es el hijo y el Yahvé del Antiguo Testamento, que identificó con el demiurgo malvado creador del mundo material, cuya Ley había sido abolida por Jesús, representando un obstáculo a la evolución de la consciencia humana.

Por Marción, que luchó para arrancar el naciente Cristianismo a la corriente judaica y porque se constituyese en Entidad Espiritual original y autónoma, el mensaje de Cristo es víctima de “un vasto comploto contra la verdad, urdido con el propósito de restaurar el Dios de los Hebreos y anular su obra de salvación”.

Fue discípulo de Simon Mago, uno de los tantos profetas, mesías y enviados celestes que en aquel periodo histórico, inmediatamente anterior y siguiente a la aparición de Jesús, aparecerían en el vecino oriente como portadores o encarnadores del espíritu Santo, o “potencia de Dios”. El mismo, antes de la llegada de los apóstoles, asombraba la Samaría con sus milagros. Simon Mago se hizo bautizar; pero no obstante eso, fue siempre denigrado y ridiculizado por los Padres de la Iglesia por sus ideas radicalmente de oposición al conformismo más dogmático y oscurantista que prevalecieron en seguida en la nueva religión.

Diecisiete años después de la muerte de Jesús, Simon Mago atacó el Dios del Antiguo Testamento, colocando sobre él el Dios Bueno y desconocido de Persia y de Jesús porque, según él, un Dios tan impregnado por el Mal y sedicente padre de un mundo tan doloroso, no puede ser que: “el demiurgo sádico y perverso descrito por otra parte en la Biblia como un ser vengativo, colérico, celoso, susceptible y malvado”.

Según Simon Mago, el ser humano aprisionado en el mundo del demiurgo, tiene un gran deseo de amor divino; tiene la nostalgia del mundo ideal en el cual vivir con el Dios de Luz, hasta la eternidad; pero la inmortalidad pertenece solo a la fravarti, chispa divina o Sí Espiritual y el ser humano puede alcanzarla a través de la creación de un vehículo espiritual de consciencia; de aquí la necesidad del conocimiento y de las “bodas sagradas” con los proprios cuerpos sutiles.

Tanto Simon Mago como Marción demostraron no conocer la metamorfosis ocurrida en la religión judaica en el posexilio babilonio, ni el esoterismo esenio y de ser firmes a la Antigua Alianza; lo que hace pensar que sus fuentes de aprendizaje y de iniciación fuesen extrajudaicas, más zoroastranas o gnósticas y esto explicaría su libertad y su autonomía de juicio en relación a la matriz espiritual del Cristianismo.

El grupo de Simon se había acreditado con fuerza en Antioquia e incluso en Roma; Marción pertenecía a la colonia romana de Siria, que era considerada la expresión del Cristianismo más espiritualizado y Siria en toda la historia del primer cristianismo ha configurado el polo herético, porque allí estaba también vivo el pensamiento de la gnósis zoroastriana con todo su carga esotérica.

Encrucijada de importantes vías de comunicación, este País era tierra propicia a las grandes inspiraciones religiosas; aquí, los Nazarenos tomaron el nombre de Cristianos, precisamente por querer significar la ruptura con el pasado; Pablo fue iluminado por la vía de Damasco y de perseguidor se hizo apóstol de la nueva religión. En tiempos más lejanos, al deserto se trasladó, forzosamente, la primitiva comunidad esenia, como consecuencia de las persecuciones practicadas por la Sinagoga y por el asesinato de su fundador, el Maestro de Justicia.

Hoy en día, Siria, mira por donde, es considerada por las potencias israelí-americanas, uno de los estados canalla, como el Iraq, el Irán y el Afganistán, todas tierras del antiguo, imperio persa, cuyo Dios era Ahura Mazda, Dios de Luz al cual se opone el Señor de este mundo en su cara islámica  más ferozmente involutiva, o comoquiera se quiera interpretar.

El Paulicianismo sostenía un dualismo absoluto: al Padre Celeste, Dios del mundo futuro, contraponía el Dios Malvado, creador del mundo presente. Rechazaba en bloque el Antiguo Testamento, considerado de inspiración diabólica y exprimía una cristología de tipo docetístico, es decir que la encarnación y la pasión de Jesús habían sido solamente aparentes y que su misión había consistido esencialmente en llevar a los hombres la revelación divina.

Rechazaba los sacramentos, el culto de la cruz y condenaba el matrimonio y la procreación en cuanto mantenía que la prolongación de la especie humana fuese solamente una ley del demonio.

Los Paulicianos fueron exterminados en masa por los católicos bizantinos y los supervivientes mantuvieron viva su Iglesia búlgara de la cual, al rededor del 900, nació el Bogomilismo que fue la más importante herejía balcánica del Medioevo, difundida en Serbia, Dalmacia y Bosnia hasta el siglo XV en el cual, como consecuencia de la conquista turca, la nobleza bosnia se pasó en masa a la religión musulmana.

Por los escasos documentos históricos conocidos, parece que el Bogomilismo además de las diferencias religiosas, propugnase también ideas de revuelta social y política, tal vez lábiles reminiscencias de la doctrina religiosa de Mazdak, el profeta que a finales del siglo V en el Imperio Persa intentó la primera forma de comunismo de la Historia.

Los Bogomiles, o sea los “queridos de Dios” eran conocidos como “Fundagiagiti” o “Fundaiti”, portadores de alforja o vagabundos y su teología era de base esencialmente dualista, pero moderada, no absoluta como es, en cambio en el Paulicianismo y estaba completamente expuesta en la “Interrogatio Iohannis o Cena Secreta”, la que será después traducida y hecha suya por los Cátaros Occitanos.

Eran docetas y por ello también la misión de Jesús Cristo había sido de revelar el Padre Celeste a los hombres y de instituir el bautizo del espíritu Santo que se contraponía al del agua de Juan Bautista, considerado también da los Cátaros, un emisario del demonio.

El bautismo espiritual era precisamente el proprio sacramento, que culminaba con la imposición de las manos sobre el neófito y que será luego el rito del Consolamentum en el Cátarismo.

Su doctrina moral estaba caracterizada por un severo ascetismo; se abstenían rigurosamente de las relaciones sexuales y de cada alimento que hubiese tenido origen en un acto sexual, y radical era su crítica a la Iglesia de Roma, a su jerarquía y a sus ritos que consideraban como creaciones de los hombres o, nada menos invención diabólica.

Las afinidades con el Cátarismo occitano eran tan estrechas que se puede decir que Cátarismo y Bogomilismo fuesen simplemente dos expresiones oriental y occidental de la misma religión.

Todavía son definidas como herejías y no doctrinas religiosas de por sí porque, por el hecho de la feroz intolerancia que predominaba, cada concepto alternativo a la Iglesia de Roma era sanguinariamente reprimido; aunque, como el oscurantismo dogmático era tan opresivo que, quizá tampoco, se conseguía algo diferente con la nueva religión totalitaria, así que todos se referían al Cristianismo, también con muchas diferencias.

De hecho, para sobrevivir a desaparición total de la faz de la Tierra de las antiguas religiones, conectadas con otras divinidades, o energías cósmicas, o extraterrestres, o como se quiera entenderlas, manifestada una gran determinación por el cristianismo constantiniano, tuvieron que ocultarse, disfrazarse, vehicularse en la nueva religión vencedora, a la fuerza, en modo que el conocimiento de otras realidades espirituales alternativas al dominio monoteísta absolutista hebraico-cristiano pudiera llegar a la humanidad futura, no solamente como recuerdo del pasado arcaico, sino como una posibilidad en el porvenir.

Así fue también para el GRIAL, cuya mitología procedía de la noche de los tiempos siendo la resultante de la fusión de dos culturas: la oriental (Veda, indo-dravidica) y la atlantico-boreal (Iperborea) energía desmesurada que encierra la consciencia cósmica del hombre y constituye su verdadero nutrimiento espiritual. La palabra Graal deriva del Sanscrito Vas que significa Luz y Conocimiento. En Caldeo significa gracia, don.

El misterio del Grial fue despertado por los astrónomos árabes, sin duda por AL-BIRUNI, el cual vivió en la India del Sur durante muchos años, en los cuales tuvo la posibilidad de acceder a las fuentes originarias, habiendo traducido parte del SAMKHYA, libro base del conocimiento del Universo.

A fin de que la energía del Grial pudiese ser conocida y venerada por la humanidad en el curso de milenios, fue necesario que se hiciese un símbolo de la nueva religión del Cristo encarnado, así que pudo por lo menos ser tolerada por una iglesia judaico-católica muy poderosa e intolerante.

En el contexto cristiano de entonces, en el cual el mínimo desvío de la ortodoxia era castigado con la tortura y la hoguera y en el cual el libre pensamiento era quebrado al nacer, el Grial hecho materialmente el cáliz contenedor de la sangre del Cristo, fue preservado en modo silencioso y secreto y su símbolo de Verdad y de Luz pudo llegar a la humanidad futura con todo su mensaje de esperanza y de redención.

En Italia también vivió y actuó el Cátarismo y el territorio de su radicación fue el Lombardo-Véneto, en el cual se activó mayormente la contraposición a la Iglesia de Roma y aquí siete u ocho siglos después, volvieron a emerger muestras de oposición a Roma en forma no religiosa sino política.

Todavía hasta hace pocos años, el término Cátaro era casi del todo desconocido no solamente para el grande público, sino por gran parte de los historiadores e investigadores en general.

Después de muchos siglos en los cuales parecía que de los Cátaros occitanos y lombardos se hubiese perdido el rastro y todo recuerdo, pero conectados al Grial el cual había interesado en manera particular al Tercer Reich, en el 1939, en una biblioteca de Florencia fue encontrado, del todo ocasionalmente, el único texto cátaro originario que no fue destruido por la Inquisición.

Se trata del “Libro de los dos Principios” con Ritual anexo, escrito en latín al rededor del 1250 en Lombardía, que estaba ciertamente relacionado con uno de los más notables maestros cátaros lombardos, Juan de Lugio o Juan el Bergamasco que pertenecía a la Iglesia de Desenzano, era el hijo menor del obispo de esta Iglesia, o sea el segundo discípulo destinado a su sucesión. Es considerado el más prestigioso de los teólogos cátaros en cuanto era muy culto; conocía a Aristóteles y la filosofía griega y fue el único que entendió el dualismo de la manera más absoluta e irreversible.

(Desenzano es una notable localidad en el Lago de Garda, y es también hoy día un pueblo cerca de Albino, entre el valle Cavallina y el valle Seriana, lugar de origen de Juan el Bergamasco; Albi, del cual deriva Albigenses, fue la ciudad da la cual inició la cruzada contra los Cátaros por Simon de Montfort en el 1209).

En Lombardía y en el Véneto se encontraban las seis Iglesias de la tradición paulina                y pauliciana, precisamente Desenzano, Bagnolo San Vito-Mantova; Marca Trevisana-Vicenza; Concorrezzo-Milano, pero tan importantes fueron la Iglesia de Florencia y la del valle Spoletana, en particular en las ciudades de Orvieto y Viterbo. Estas iglesias sobrevivieron todas algunas decenas de años más que las del Languedoque por motivos meramente políticos. De hecho era aquella la época del florecimiento de los Comunes en una Italia que era muy celosa de la propia autonomía y fuertemente ocupada en defender la misma; no querían someterse a las injerencias autoritarias de la Iglesia de Roma y cuando ella imponía la persecución y las hogueras para los Cátaros, decían que sí, pero en los límites de sus prerrogativas, trataban de sustraerse y actuar por medios más civiles para absorber o circunscribir la herejía.

Los herejes occitanos e italianos se referían a las dos obediencias balcánicas principales: la Ordo Bulgariae que se refería al dualismo moderado y la Ordo Brugunthiae (dragovitza) que en cambio se refería al dualismo absoluto. Algunos otros grupos se referían al Ordo Sclavoniae (Bosnia) que tenía una posición intermedia entre las dos.

Seguramente Desenzano pertenecía a la Ordo Druguntiae, así como la Iglesia de Florencia y, parece que la del valle Spoletana. Bagnolo San Vito y la Marca Trevigiana seguían la Ordo Sclavoniae; solamente Concorezzo obedecía a la Ordo Bulgariae. Los afiliados se dedicaban a la actividad de traperos por lo que eran apodados Pattari o Patarini, o también al curtido de las pieles.

Los Cátaros occitanos huyan a través del Piamonte y se refugiaban en las comunidades de la Lombardía y del Véneto; pero también cuando no fue posible sobrevivir, con los hermanos italianos se daban a la clandestinidad y se ponían a salvo alcanzando los Países balcánicos, en cuanto el Bogomilismo, religión madre del Cátarismo, perduró en Serbia y en Bulgaria hasta la invasión otomana a finales del siglo XIV.

La Bosnia Erzegovina, en la cual el Cátarismo fue una religión de Estado durante más o menos dos siglos y medio, representó el último baluarte en el cual fue posible profesar libremente la propia fe; pero aquí también, por el mismo motivo, la cosa marció por una centena de años solamente.

De hecho, se encontraron testimonios de los Perfectos lombardos en Bosnia entre los más de diez mil autóctonos, por lo menos hasta el fin del siglo XV.

Por la reciente búsqueda historiográfica, se sabe que el Bogomilismo fue absorbido sin demasiadas sacudidas por el Islam, en cuanto ya habían algunas afinidades a nivel doctrinal como el horror para las imagines sagradas y el culto de la cruz y además no era perseguidores como la Iglesia de Roma.

Hoy, la Bosnia es la región de Europa en la cual el Islam es mayormente arraigado y practicado.

En el curso de los siglos viajeros y misionarios itinerantes habían encontrado en los pequeños núcleos de Musulmanes no Turcos, arrocados en zonas inaccesibles y aisladas, que también leían el Nuevo Testamento en eslavo, y que intentaban conciliarlo con el Corán, identificando el espíritu Paraclito con el Profeta Mahoma. Otros también recordaban de haber tenido antepasados cristianos de los cuales mantenían también algunas costumbres rituales como la celebración de la Natividad.

El dualismo absoluto se centraba en la existencia de dos principios en eterna contraposición. El Dios Bueno y el Dios Malvado.

El Dios malvado llamado también Satanás, Dios extranjero, enemigo eterno, creador de todas las realidades materiales sobre la Tierra y por lo tanto de los cuerpos humanos también, era identificado con el Dios del Génesis y era tenido como el inspirador del Antiguo Testamento.

El Dios bueno en cambio era considerado el creador de las realidades espirituales, entre las cuales estaban los Espíritus de los hombres. Según esta teoría, las dos divinidades habían generado dos mundos contrapuestos y paralelos: el mundo de los Espíritus, criaturas perfectas, incorruptibles y eternas; el mundo material, creación diabólica del Señor de este mundo imperfecta y transitoria, destinada a la corrupción y a la muerte, “No hay otro infierno si no en este mundo visible” predicaba el Perfecto Belibaste en el inicio del siglo XIV! Ya que estos dos mundos están en conflicto permanente, no pueden hacer otra cosa que invadirse, mezclarse, obstaculizarse recíprocamente. Para Juan de Lugio la intrusión del maligno es permanente porque su poder se opone, desde el origen, al del Dios bueno que, no teniendo ni el mínimo rastro del mal en sí, no tiene tampoco la actitud para concebirlo y combatirlo, pero lo descubre solamente cuando el diablo lo materializa en el tiempo y en el espacio y no es tampoco en grado de enfrentarlo directamente; por lo tanto obra  con el fin de que los hombres, tomen consciencia, se libren de las cadenas  que los mantienen esclavos de la  materia, del dolor y de la muerte.

El dualismo moderado, en cambio, es más cercano a la tradición Judaico-cristiana y considera que un único Principio habría creado de la nada tanto las realidades materiales como las espirituales. Una de las criaturas de Dios, Lucifer o Satanás, pecó contra su creador; fue expulsado del cielo, corrompió la materia, separando los cuatros elementos y plasmó el mundo visible.

El acto de la creación era considerado obra de Dios; pero, también según esta teoría, el acto del modelado era considerado obra de Satanás, al cual le había sido consentida la existencia, por el mismo creador, hasta el fin de los tiempos y solamente entonces todo sería reintegrado en la perfección originaria.

En sustancia se presuponían o dos Absolutos, o bien dos cualidades de Energías contrapuestas en el interior del UNO, de “el TODO VIVIENTE EN SÍ MISMO; dos energías que pudieran estar conectadas a Entidades ajenas en el Universo y que influyen o interfieren con las vidas del género humano sobre la Tierra.

Una, totalmente desencarnada, no actúa directamente y tiene necesidad de los hombres como vehículos físicos para difundir su influencia; su densidad es mínima o inexistente, por lo tanto más próxima a la pura espiritualidad y quiere sustraer el ser humano de la densidad de la materia, permitiéndole así de remontar a los cielos superiores.

La otra energía está muy solidificada, solamente algunos grados menos que las del hombre; genera seres con un cuerpo físico sutil que puede también asumir facciones humanas, o vivir, según su naturaleza, en una dimensión vibracional apenas superior a la nuestra; quizá pueden también materializarse y desmaterializarse  a su placer. Tienen necesidad de nutrirse también con sustancias orgánicas, no solo con éteres y esta nutrición la tomen de nosotros los humanos, como nosotros, a nuestra vez, la tomemos de los animales.

La sangre y las vibraciones pesadas, cargadas por el sufrimiento son su sustentamiento y la Humanidad entera y el mundo animal son su fuente de vida porque tienen el poder sobre la materia y sobre nosotros que estamos a un nivel de solidificación mayor, pero de consciencia muy más baja.

¿Quizá es esta la energía a la cual hacían referencia los Cátaros, solamente como símbolo, el “señor de este mundo”, el principio del Mal, enemigo del hombre, las “hordas satánicas” que dominan la historia y la evolución del género humano?

En origen el Paulicianismo, el Bogomilismo y el Cátarismo habían tenido como base  ideológica el dualismo absoluto; pero en el curso de los siglos, ya sea a causa de la comparación también competitiva con la religión católica, ya sea sobre todo para las persecuciones y las hogueras que se los habían prácticamente quitado de encima, desde el inicio, los teólogos más preparados y más carismáticos, las distintas Iglesias acabaron por orientarse hacia el dualismo moderado que no se alejaba casi en nada de la ortodoxia.

Según Steiner, que murió en 1926, la Mittleeuropa habría debido representar, en el tiempo futuro, el fulcro de la espiritualidad europea, el verdadero centro de la Energía Cristica, o sea de la evolución de la consciencia del hombre hacia un plan espiritual superior.

En particular, los pueblos eslavos habrían tenido un rol energético fundamental con el encuentro con el SÍ Espiritual, una verdadera tarea cósmica y a esta finalidad se habrían encarnado aquellas individualidades que, en el curso de los milenios en la historia de Europa, habían aparentemente perdido en la materia su batalla ideal, para terminar la obra iniciada en otra vida.

En todos casos, habían esparcido las semillas que a su debido tiempo habrían germinado. Y hace precisamente el nombre de los Cátaros, de los Albigenses, de los Valdenses, de ciertas hermandades de monjes, de la escuela de Chartres y de los Templarios mismos que, durante los siglos de la escarnación habrían creado sus planes en el extra físico.

La Mittleeuropa es el corazón del continente y los pueblos eslavos representan los herederos energéticos de las religiones “balcánicas” que, bajo la pátina oficial, obligada por el Cristianismo histórico, divulgaron un pensamiento alternativo; mantuvieron abierta una puerta de conocimiento y de esperanza para escapar del falso Dios. Serbia había sido durante varios siglos la cuna del Bogomilismo; en Bosnia, durante otro siglo, más o menos, se metieron en salvo los Perfectos y los creyentes que habían logrado escapar antes de la cruzada, y de la Inquisición después, ya desde el Languedoque como desde la Lombardía y del Véneto, por no hablar de los perseguidos que la Iglesia de Roma consideraba herejes que debían ser quemados en las hogueras.

Quizá, estas energías sutiles, desencarnadas estén despiertas o se estén despertando y podrían constituir un peligro mortal para el Dios dominante.

Una clave de lectura, más allá del velo de la historia dialéctica, se podría aplicar a la guerra de los Balcanos, que estalló en la primavera del 1999, la cuya finalidad manifiesta había sido la de terminar la desmembración definitiva de Yugoslavia, ya iniciada en los primeros años de los 90, con la auto-proclamación de independencia y de soberanía de algunas naciones confederadas que eran parte de ella; pero que, la injerencia de potencias externas que debían llevar a cabo sus estrategias dominadoras  en pro de sus propios intereses, ya había desembocado en una carnicería.

Para aquella guerra llamada de Kósovo, fueron tomados como pretexto los odios y las venganzas reciprocas de las distintas etnias, las cuales existían realmente, pero hubieran sidos fomentados de propósito por los que querían imponer su control estratégico en aquella área de Europa, la finalidad oculta, no declarada era la de abatir el último Estado comunista del continente, Serbia y, en la realidad se trató de una siniestra injerencia en los asuntos interiores de uno estado soberano que pisoteaba todas las  convenciones y los tratados internacionales.

La OTAN, por la primera vez fuera de su mismo estatuto que contempla la intervención solamente en caso de defensa de uno o más Países miembros, agredidos por un enemigo exterior, entró a saco sobre Serbia, que en cambio no había agredido a nadie. Toda la potencia militar-tecnológica de la OTAN, diez o doce Países europeos, con los Estados Unidos de América a la cabeza, se empeñaron en acciones de guerra contra uno pequeño estado de pocos millones de habitantes, cuya economía y tecnología, caída la Unión Soviética, habían permanecidas en una industrialización obsoleta; iban tirando de manera autárquica, sin significativas divergencias en su interior.

Todos los Países europeos, bajo el liderazgo de los Estados Unidos de América que en aquella época de la historia, han recogido de la Iglesia de Roma el testimonio de la representación en la Tierra del “señor de este mundo”, o sea del Dios-uno hebraico-cristiano-islámico, se coaligaron contra la pequeña Serbia. En su interior, excepto algunos pequeños grupos o partidos de poco peso, incluso las izquierdas históricas, las comunistas que, hasta pocos años antes habían compartido la misma ideología y comido del mismo plato, y no solamente las socialdemócratas, formaron parte en la guerra “justa y humanitaria” de las fuerzas del Bien contra las del Mal, como esta coalición belicista ama definir sus guerras.

Un enorme despliegue de medios militares con tecnología punta adecuados para el exterminio de seres humanos y ecosistemas, con miles de “bombas inteligentes” de uranio empobrecido que quizá agotará sus efectos mortíferos en centenares de años, contra la poquedad militar y económica de Serbia, ya aislada políticamente. ¿ Pero qué sentido podía tener?

Considerando por un momento las razones ocultas, espirituales de esta guerra, en vez de pararse en el “materialismo dialéctico”, del cual está impregnado el pensamiento único en nuestras sociedades, la correlación con el Condado de Toulouse en tiempos de la cruzada es inmediatamente conjeturable. Entonces fue la herejía el pretexto de la aniquilación operada por los potentados europeos, aquella vez espoleados, organizados y bendecidos por la Iglesia de Roma. En el Medioevo la religión era el valor, el símbolo, pero también la sustancia misma del poder y así la única verdadera religión y la única verdadera Iglesia triunfaron, habiendo exterminado a todos aquellos que no habían aceptado aquel dominio homologador. Hoy es la política o mejor la economía, con el acaparamiento de recursos, de materias primas y de los mercados los que constituyen el muelle material de las guerras y su justificación.

Rudolf Steiner, refiere en la Rivista di Antroposofia (del 1993 con firma de C. Lazarides), en el curso de una conferencia, hablando del futuro de la Europa después del año 2000 dijo que se convertiría en un continente desolado con algún oasis verde.

A algunos joven presentes que le habían preguntado que podían hacer por su propio país, contestó que él se habría reencarnado en aquella época para trabajar por la reconstrucción y ellos también podrían hacerlo, solamente, si estaban dispuestos a andar con los pies desnudos sobre las ruinas ardientes.

Según Steiner, el ISLAM había sido el instrumento “divino” para la aniquilación de la Europa, después de que los europeos hubieran perdido su identidad originaria, completamente alienados de si mismos, de su historia, de su espiritualidad, de la cadena energética de sus antepasados.

Este vaciado de energía fue intensísimo  y rápido en los años siguientes a la segunda guerra mundial con la secularización, el consumismo desenfrenado, la americanización  más deteriorada, la inmersión total en el materialismo y en la tecnología mediática más exasperante y empobrecedora, el corrompimiento  de las nuevas generaciones con la pornografía, las drogas, la asocialidad y las patologías conductuales.

Por contraste se han desparramado por Europa millones y millones de Islámicos, casi todos hombres jóvenes que viven entre dentro y fuera de la legalidad. Enérgicamente son muy fuertes, primo porque son pobres y con pulsiones reivindicativas: sobretodo están sometidos, perfectamente identificados con su religión la cual constituye la estructura misma de su esencialidad física y anímica que, a su vez recibe de sus energías humanas una enorme potencia que le da la supremacía sobre las otras.

Quizá, se puede suponer que las masas islámicas, en general, están aún en el estadio de la consciencia de grupo, que no ha evolucionado aún en un YO individual y por lo tanto aún más dominables por su Dios, lo cual no es otra cosa que la tercera cara del monoteísmo.

Por otra parte, lo que no ha conseguido perfectamente el “señor de este mundo” con el Cristianismo histórico, no obstante sus manipulaciones porque, en cada caso, la consciencia del hombre europeo ha encontrado otras salidas evolutivas, lo ha  logrado muy bien con el ISLAM, religión totalizadora que, para mantenerse en las mismas condiciones, tiene necesidad de un Humus constante de pobreza, de sumisión, de renuncia al pensamiento libre, y en casos extremos, de agresividad, de fanatismo, de ignorancia y de guerras.

Cuando terminó la guerra del Kósovo se contaron más de 130 lugares sagrados de la Iglesia Ortodoxa, monasterios sobretodo, arrasados por los buenos Albaneses Kosovares que, aunque ellos tampoco son ciertamente tiernos corderitos, -el imperio otomano había  siempre reclutado entre ellos a sus jenízaros- etiquetados como islámicos y víctimas, que se hacían fuertes bajo la protección de la OTAN. El martilleo mediático de la opinión pública europea fue que los Serbios eran malvados, limpiadores étnicos y que por lo tanto era justo que muriesen bajo las bombas de la OTAN, con el fin de que la libertad y la democracia pudiesen triunfar; mientras la sabiduría popular, en cambio enseña que “soldado solo nunca hace guerra”.

Constreñido por la miseria de una economía destruida, el pueblo serbio valiente, digno, aún orgulloso de su identidad, ha debido ponerse de rodillas y confundirse en el “mare magnum” de las masas europeas, amorfas y sin referencias vitales… la crianza, la granja humana de los Dioses bajo el control férreo de los potentados económicos y militares que disponen de todos los medios para la destrucción de la individualidad del ser humano, de la humanidad entera y de todo el planeta.

El resultado final ha sido que los Estados Unidos se instalaran en el Kósovo, prácticamente convertido en territorio americano, y si no de derecho, seguramente de hecho, han asentado su mayor base militar en Europa con tecnología punta.

Otra batalla vencida por el “señor de este mundo”, el Dios-uno que persigue desde hace milenios el dominio total del planeta y de la humanidad con la aniquilación física y espiritual de cualquier diversidad, de cualquier autonomía, de cualquier libertad, de los otro Dioses.

Ahora en Europa no hay ninguna barrera ni religiosa, ni política: como se dice, el dueño es siempre el mismo; su estrategia actual es ésta y todas las instituciones y cada personaje en el candelero de la política de cualquiera coalición más o menos conscientemente, son elegidos porque son maniobrables ejecutores de el “plan divino”.

Los seres humanos deben estar siempre más confundidos, manipulados, desarraigados presos de miedos de todos género; jamás de los jamases deben tener la posibilidad de reconocer y de hacer volver a su espíritu. La apuesta en juego es cósmica: la supervivencia del “señor de este mundo” i de su gran mentira al declararse el verdadero único Dios.

Si se quiere reflexionar, siempre a la luz de “más allá del velo”, también el despertar de las Energías lombardo-vénetas fue bloqueado, neutralizado al nacer por las reivindicaciones y asimilaciones histórico-dialécticas, todas en el plano horizontal de la materia, por lo tanto en la esfera de dominio del Señor de este mundo” y siempre adecuado para él; no solo, sino que están cimentadas con una adhesión al Catolicismo integrista, dogmático y acrítico que aún se atribuye el mérito de la derrota de la “herejía”.

Nacer, brillar y desaparecer es una ley cósmica que vale para todos, sea en el plan material que en el espiritual y la humanidad que, una vez más, no ha acogido el espíritu, empeorará aún su condición.

Más actual que nunca es el Evangelio de Juan: “… La luz resplandecía en las tinieblas, pero las tinieblas no la recibieron… Vino a su casa y los suyos no lo acogieron. Pero a cuantos lo recibieron dio el poder de hacerse Hijos de Dios que no son nacidos de la sangre, ni de voluntad de hombre, sino solamente de Dios…”.

Capitulo Vº

LOS CÁTAROS Y SU MISIÓN

La doctrina del cristianismo histórico vencedor dice que todos los hombres siempre que tengan fe en el único verdadero Dios y en su hijo, han sido salvados de una vez por siempre por la muerte en sacrificio de Jesús Cristo en la Cruz; pero no es así.

Solamente quien se ha reconocido, reunido, recompuesto en su UNIDAD originaria, sale de la rueda de las encarnaciones para entrar en la “Vida eterna en la Tierra de la Verdadera Realidad”, o sea la dimensión paralela del Otro Mundo que es el correspondiente a nuestro paraíso terrestre, el contra altar energético de la Tierra física, el modelo original pensado por la Inteligencia Universal. Allí los seres celestes que lo pueblan son formas energéticas primarías que preexistían y sobreviven a los cuerpos mortales.

Los Cátaros en la realidad, aunque se declarasen  “buenos cristianos” no eran herejes del Cristianismo histórico o Catolicismo, más bien adeptos de una religión espiritista, animista; probablemente depositarios del poquísimo que aún sobrevivía de la Tradición Primordial, vehiculada por la gnosis egipcia y medio-oriental hasta al siglo I d.C. Ante todo, con la doctrina de los dos Dioses también en la forma más blanda del dualismo mitigado, desbarataban totalmente el dogma absoluto del monoteísmo judaico-cristiano.

Su creencia sostenía que el Dios del Antiguo Testamento no era el único Dios; al contrario es el falso Dios “señor de este mundo”, Dios de la materia que se opone sobre la Tierra al verdadero Dios Padre de Amor y de Luz, Puro espíritu, que quiere la salvación de los hombres.

Según la ortodoxia cristiana, Jesús Cristo es el hijo de Yahvé, consustancial a el y por lo tanto la religión cátara había debido tomar distancia de manera neta, de su teología, por esta contradicción sustancial y lo había hecho con el docetismo.

De facto, para los Cátaros, Jesús Cristo era la más alta Entidad del Mundo invisible enviado en la Tierra por el Dios de Amor y de Luz a fin de que llevase al género humano un mensaje de salvación. Ya que el Infinito no puede demorar en el finito, creían que Jesús Cristo había vivido en la Tierra con su cuerpo etéreo, espiritual, no en carne y hueso como un común mortal y que por lo tanto no podían matarle en la cruz, ni resucitar, ni haber reivindicado el Trono de Israel.

De los cuatros Evangelios habían hecho suyo solo el de Juan, el esotérico por excelencia y el Apocalipsis; los otro tres, que narraban la vida terrena de Jesús, no los consideraban aprovechables.

Por otra parte Juan, el discípulo predilecto, por ellos era el personaje cardinal a través del cual, como fue anotado en algunas actas de la Inquisición, se ponían en contacto con el Cristo Cósmico, o sea con las energías de Entidad Espirituales muy elevadas.

El Dios del Amor había enviado el Cristo Cósmico en el cuerpo físico de Jesús para llevar a la Tierra el mensaje de salvación, pero el Dios de la materia había manipulado a su favor la figura y la obra, haciendo creer nada menos que era su hijo.

Mil años después, los mensajeros fueron los Perfectos, modelos y guías para la humanidad doliente; ellos tuvieron apenas el tiempo para esparcir las semillas del conocimiento porque el Opositor, Dios de la materia, señor de este mundo los había brutalmente eliminado y sus enseñanzas de la Verdad parecían estar definitivamente perdidas, pero ahora aquellas semillas están rebrotando.

De lo que hay documentado, el Cátarismo no era una religión de los Misterios de la antigüedad, sino la simbología más profunda y significante de las iniciaciones mágico-rituales que encontraba en su iglesia la expresión concreta, manifiesta y abierta a todos los fieles.

Según Steiner, el significado del evento del Gólgota y de la rasgadura de la cortina del Santísimo en el Templo fue la de hacer entrar los Misterios de la Tradición en la historia ya que en aquel momento, la evolución espiritual estaría abierta a todos, a la luz del sol: el conocimiento del hombre, habiendo entrado en la fase de la individualización, del reconocimiento del YO SOY, podía encaminarse hacia la realización de su potencia, pero también de su responsabilidad.

Para los Cátaros, el CONSOLAMENT o CONSOLAMENTUM (paraclesis, consolación) era el fulcro sobre el cual se fundaba su religión y a través de ello se podía encontrar El Otro, el Hombre Celeste, el Proprio Espíritu Santo.

Con este bautizo espiritual creían que el PARACLITO, el Espíritu Consolador, bajaba sobre el nuevo cristiano y favorecía así la posibilidad de la reunión con su ESPIRITUS SANCTUS que se había quedado en Cielo después de la caída y al cual Dios había confiado su custodia.

El rito verdadero pasaba en una ceremonia pública en la cual se leían  el Evangelio de Juan, el Padrenuestro y otras plegarias rituales, culminando con la imposición de  manos sobre el aspirante por parte de todos los presentes, ministros, Perfectos, y creyentes. Se creaba así un poderoso circulo mágico de energía que, muy probablemente, abría una puerta de comunicación con la dimensión paralela…

A menos que no fuese impartido en “articulo mortis”, el Consolamentum se obtenía después de años de noviciado MUY duro durante el cual el neófito “debía morir en sí mismo” y estaba sometido a un verdadero recorrido iniciático con pruebas para cuerpo y alma muy duras, llamadas ENDURA y que debían preparar para la TRASFIGURACIÓN, o sea para un cuerpo espiritual adaptado para poder hacer vivir en sí su alter ego divino.

Primero, debía haber abandonado todo el mundo de la materia: familia y bienes, para vivir en pobreza y castidad absolutas, al servicio sin reservas o condiciones hacia su comunidad, no solo como predicador y sanador, sino también con el verdadero trabajo físico en cuanto, en las reglas de vida de esta religión, nadie podía vivir a espaldas de nadie y a costa del trabajo de los demás.

He aquí por qué la fe de los Perfectos siempre fue inquebrantable frente a las hogueras y a las torturas: eran libres de la materia y de las potencias dominadoras de este mundo, habiendo recompuesto su unidad Alma-Espíritu. En cien años de persecuciones atroces, según la misma Inquisición, solamente tres abjuraron.

Mucha y muchas veces, cuando ya se encontraban en lugares seguros, para llevar el Consolamentum a algún creyente que lo había pedido, sin vacilar, se arriesgaban a ser capturados, con tal de dar a un ser humano la posibilidad de reunirse con su Sí divino, de modo que pudiese acceder a la Verdadera vida en la Casa del Padre, el Dios del amor y de luz.

Con el bautizo espiritual se celebraban las bodas místicas entre el espíritu y su alma, o sea con la parte de Él mismo que había sido tragada en la materia y que constituya el alma humana a salvar, para recomponer el ser angélico en su integridad de antes de la desmembración provocada por la caída. Esta realización era entendida como una subida a través de los siete cielos que separan el mundo inferior de la Tierra de los Vivientes y el Otro Mundo; el mismo recorrido que el Cristo hizo, en sentido inverso, cuando bajó para cumplir su misión.

Solamente con la nueva composición de la propia Unidad Alma-Espíritu era posible  el regreso, la reintegración a la Patria Celeste, en la realización cumplida del HOMBRE ORIGÍNAL, que en el diseño divino, había sido creado nada menos que superior a los ángeles y a los arcontes; pero fue dividido, desmembrado, menospreciado, reducido a la esclavitud, totalmente desmemoriado de su origen divina superior porque aquellos mismos, sus enemigos, Dios de las tinieblas o señor de este mundo como sea que se le querría identificar, lo tenía en el más total sometimiento con la mentira y todo tipo de maldades físicas, psíquicas y espirituales porque querría ser el el Dios, señor y dueño absoluto de la Tierra y de sus habitantes.

El primero paso para este proceso era el Conocimiento, la GNOSIS que, en virtud de su potencia de soplo de Dios, de Logos y de fuente de cada cosa, elevaba en el ser humano su nivel de conocimiento de sí mismo, de su verdadera naturaleza, de su filiación directa con el Dios Padre Creador, Dios del Amor y por lo tanto, de su puesto en la creación; conocimiento, ante todo, como conocimiento de sí y Revelación como el fruto de la Introspección.

La Gnosis considera el sí un fractal, o sea una infinitesimal parte del espíritu Universal, o sea aquel elemento que nos tiene conectados al TODO, al ABSOLUTO y vuelve a proponer el pensamiento védico, según el cual Dios está en el corazón de cada Alma Suprema, como el SÍ Espiritual que acompaña las almas individuales juntas por eso a él en una íntima relación. El olvido de esta relación eterna es la causa de la degradación y de la desnaturalización a la cual los seres humanos están sometidos desde tiempos inmemorables. Dios es el Maestro que está en el corazón de cada ser y su reconocimiento es la realización del SI.

La Bhagavad-gita (Canto del Beato), texto sagrado del Hinduismo desde el 500 a.c., dice: “en el cuerpo, además del alma, hay otro habitante, que es el propietario supremo del cuerpo, que queda a un nivel trascendente. El que entiende que el Alma Suprema (espíritu Universal) es, en todos los cuerpos, la compañera constante del alma (individual) y que ambas son eternas, ve la Verdad”.

El octavo Concilio ecuménico, que tuvo lugar en Constantinopla durante el bienio 869-870, ratificó dogmáticamente la definitiva reducción del hombre de tridimensional: cuerpo, alma y espíritu, a bidimensional: alma y cuerpo. Bizancio tenía en aquel tiempo jurisdicción eclesiástica sobre Bulgaria y, como resultado de esta deliberación, diezmó más de cien mil Paulicianos que eran neo-maniqueos, para los cuales el espíritu Santo, entendido como Gemelo, como Hombre Celeste, constituya el fulcro de su doctrina.

Según Máximo el Confesor, uno de los primeros Padres de la Iglesia:

“El hombre infeliz, anormal, pecador es tallado fuera del espíritu Santo. Su espíritu (Nous), no estando ya en contacto con el espíritu de Dios (Neuma) regresa hacia el Alma (Psiché) que lo retiene en sus pasiones (pathé, patología).

El Alma a su vez se repliega, regresa al cuerpo (soma) y se hace su esclava. El cuerpo, no teniendo ya a nadie al cual dirigirse, regresa a la nada, o sea se descompone.

El hombre normal, dichoso, salvado es el que su espíritu (Nous) es dirigido hacia el Neuma así que ve y oye las informaciones que el Soplo le comunica.

Este espíritu orienta y ilumina el psiquismo que, a su vez transmite su luz al cuerpo, lo vivifica y lo aquieta; así que el ser humano es totalmente dirigido hacia el SER INCREADO o DIVINO i se hace el HOMBRE, asumiendo libremente todas las potencialidades inscritas en los genes de la humanidad”.

En comparación a la teorización de algunas setas gnósticas desde el siglo I, según la cual María Magdalena hubiera sido la esposa de Jesús, los Cátaros, siendo docetistas, o sea negando el cuerpo físico, material del Cristo, la acogían de modo simbólico, abstracto, puramente espiritual. En su teología simbolizaba el Alma cuyo esposo divino, el espíritu Santo, o el SÍ Espiritual con las bodas celestes, salvaba de la consunción en el mundo diabólico y guiaba en su ascensión al Reino del Padre.

Mani, la altísima Entidad espiritual que, según Rudolf Steiner, por amor a los seres humanos se encarna en varios periodos históricos para enseñar a los individuos predestinados a reconocer, comprender y superar el Mal, narra su experiencia con el Otro, el Hombre Celeste en él: este documento histórico es contenido en el “Mani Codex” de la colección papirológica de la Universidad de Colonia.

En él Mani cuenta la experiencia personal relacionada con el encuentro con su “Gemelo”, que llama “syzycos”, su compañero, su “partner”, su “enlazado” que, mientras le hace donación del Conocimiento perfecto del cual le desvela todos los secretos, le revela también lo que él es en realidad y la verdad de su ser, o sea le revela a él mismo, descubriéndole su origen antes de revestir el cuerpo físico. Le enseña la esencia y la naturaleza de su alma consustancial al “Alma Viviente”, al Alma divina, universal “lo que ella es y cómo ha nacido”, porque ha sido despegada y se encuentra separada de su fuente.

Es una verdadera gnosis el mensaje transmitido a Mani por su Gemelo Celeste porque el conocimiento de las realidades trascendentes y del universo que le ha revelado, han comportado al mismo tiempo, conocimiento o reconocimiento de sí; lo ha hecho regresar efectivamente a sí mismo, conducido a una identificación de sí a sí. Y esta identificación ha podido ocurrir a través de la imagen que Mani había descubierto, redescubierto de sí mismo a través del Revelador en él.

En dos puntos del Codex Mani afirma haberse reencontrado a sí mismo y de haber recuperado su identidad, su YO original a través y en la persona misma de su syzycos, de aquel “ángel” que es la expresión superior de sí mismo, pero también su “gemelo”, su “alter ego”.

“…Y lo he adquirido como un bien en mí, como una posesión mi propia, he creído que es mío y que es un buen consejero, que es un beneficio. Lo he reconocido y he comprendido que él es mi YO da el cual estaba separado. Y he testimoniado que el mi Yo es verdaderamente este…

…. Después de un rato apareció antes mi este espejo de mí; este espejo que es mi espejo, que es mío y me refleja, y me vuelve exactamente mi imagen de agradable aspecto y muy grande…”

(Por Puech, “Sul Manicheismo e altri saggi”, de Einaudi)

El Maniqueismo que fue una de las fuentes principales del Cátarismo y que ha retomado siglos después la doctrina, había sido una religión muy compleja, basada sobre el principio de la Salvación, habiendo reunido, en el siglo tercero, en una forma casi perfecta, todas las revelaciones, todos los mensajes liberadores de las religiones de las sapiencias y de las gnosis anteriores.

Era rigurosamente dualista, pero representaba al mismo tiempo un sincretismo universal, una religión mundial con elementos budistas, iraneses, babilónicos, del tardío hebraísmo y cristianos que se expandía desde España hasta China. Su expansión en todos modos fue siempre obstaculizada porque tenía una presunción de exclusividad y los emperadores cristianos la persiguieron encarnizadamente como la más peligrosa de todas las herejías. Prohibía a sus seguidores venerar la imagen del emperador y de prestar servicio militar.

Para los Padres de la Iglesia, esta doctrina era la encarnación misma del diablo y del mal y quien se le adhería era solamente un perro enfermo que había que abatir. La caza y el exterminio más feroz de los Maniqueos, a partir del siglo V, había sido el modelo de la Inquisición medieval para la aniquilación de todos los que tenían otra fe como los Cátaros y por la “caza a las brujas”.

La ENDURA, practica mística por excelencia del Cátarismo, era retenida por sus detractores y perseguidores como una forma de suicidio de masa, o sea, el medio para procurarse la muerte por hambre y todos tipo de privaciones como consecuencia del rechazo total de la vida material y de la “túnica de carne”, entendidas como dominio y propiedad del señor de este mundo, al cual los Cátaros no querían someterse, ni entablar compromisos.

Ya que de auténtico de la doctrina cátara nada llegó hasta nosotros, excepto el “Libro de los dos Principios”, habiendo sido destruida cualquier referencia originaria, todo lo que fue posible reconstruir de ellos tiene como fuente los escritos de la Inquisición y cuanto en ellos decía,  desviando y denigrando, su principal opositora, la Iglesia de Roma.

Más o menos todos los investigadores franceses del Cátarismo, con matices diferentes, han presentado la Endura un poco como una aberración, una negación exagerada de la materia; por lo tanto, una herejía tan grave que, si no había justificado a la Iglesia romana, había un poco aligerado su culpa por haberlos exterminado.

Esta tesis no lleva a una reflexión exhaustiva, ya que está más en contraste con la acción real de los Perfectos entre sus gentes. No se limitaban solamente a palabras de amor, sino que les daban expresión concreta con las obras de apostolado que tocaban todos los aspectos de la vida del pueblo: la ayuda económica, el trabajo, la instrucción, el cuidado de la salud, la asistencia espiritual, el acompañamiento mediante el Consolamentum en el momento de la muerte, sacramento primario, de modo verdaderamente gratuito y desinteresado porque la Iglesia cátara representaba el espíritu Puro sin alguna contaminación con el mundo y con su poder.

Es cierto que solamente los Perfectos, no todos los creyentes, se sometían a una disciplina de vida muy rigurosa y representaban con su santidad, el ideal supremo de la “espiritualización de la carne”.

En efecto, la endura cátara consistía en buscar la sustitución del hombre mortal individualizado, producido por la Naturaleza, con el Hombre espíritu primordial según el plano divino de la creación.

La transfiguración era el coronamiento en el cual el alma, despertada, y vivificada, tomaba el gobierno y la dirección del entero ser humano. Debía ocurrir verdaderamente un cambio de metabolismo así que el YO material perdiese su poder y emergiese el cuerpo ígneo del Hombre- Alma, el verdadero YO espiritual.

El dominador de este mundo habría así perdido todos sus poderes, en cuanto el camino de la endura era tenido como el único capaz de borrar la maldición que pesa sobre nuestra existencia y ofrecer una solución positiva a los problemas de la humanidad.

Según el LECTORIUM ROSICRUCIANUM, continuador de la tradición Gnóstica Cristiana Occidental en nuestros días, la endura es:

“El camino de la aniquilación del ego, el camino de la “última muerte”, gracias a la rendición total del YO al Otro, al “Hombre Celeste en mí”. Es el camino del hombre Juan que “vuelve rectas las vías del Señor”; es la aplicación práctica de “Él debe crecer y yo debo disminuir”; yo debo desaparecer porque el Otro, el hombre celeste viva en mi”.

El camino de la endura es la vía clásica de todos los tiempos a lo largo de la cual el hombre caído, que está hundido en las tinieblas, en el sufrimiento y en la muerte, resucita en un ser autentico e inmortal -su naturaleza original- a través de la purificación de un trastorno total de vida; es con este tal ser que el regresa al Padre.

El viaje del hombre a través de la naturaleza dialéctica consiste en vivir para morir; la endura es el camino de vida de la purificación total del hombre que busca verdaderamente a Dios, en el curso del cual el muere espontáneamente según el ego a fin de vivir incorruptiblemente en el Otro. “El que quera perder su vida para mí la encontrará”.

(De IL SIGILLO DEL RINNOVAMENTO di Catharose de Petri)

Uno de los textos del primer Cristianismo, hecho proprio por el Cátarismo, es la “Visión de Isaías”, del 100-150 d.C. que fue investigado por varias setas gnósticas  del primer siglo, cada una de las cuales aportaba algunas modificaciones  al texto originario griego para adaptarlo mejor a las propias creencias y fue traducido a varias lenguas de su tiempo. Seguramente en el Medioevo, los Bogomiles lo estudiaron traducido al eslavo. Según este documento apócrifo que se rehace en el GARODMAN zoroástrico con su subdivisión de los cielos y la jerarquía del Invisible, Isaías el profeta, que había entrado en una fase de duda y de criticidad con relación a la su fe, fue conducido por un ángel, a través de los siete cielos a presencia del Señor, Hijo de Dios, puesto que el ÚNICO que vive en la Eternidad Suprema no se puede ni nominar, ni ver.

La existencia de los siete cielos ya era conocida lo mismo por los Babilonios que por los Judíos y la Gnosis misma dice que el Reino Original está constituido por un conjunto de siete esferas que se compenetran; pero solamente el 6º y el 7º son de pura luz, morada de los elegidos espíritus superiores, en cuanto Satanás solamente había podido actuar hasta el 5º cielo con aquella seducción que había provocado la famosa caída.

Los primeros cinco están sometidos a la mezcla, o sea, coexisten en ellos ángeles y demonios, separados por una membrana que jamás debe ser rota, bajo pena de muerte. Específicamente, en la “Visión de Isaías” son descritos solamente ángeles, dispuestos a la derecha y a la izquierda de un ángel-jefe, se podría decir, son también impuros, no perfectos, vecinos pero no aún íntimos con la divinidad.

El Cristo para bajar a la Tierra, había debido cruzar los cielos superiores y los cielos inferiores, alterando sus semejanzas, disfrazarse de alguna manera, porque las Entidades de aquellas esferas están determinadas a impedir su bajada ya que su manifestación como Salvador habría sustraído los seres humanos de su dominio.

Su verdadera encarnación tuvo inicio en el 5º cielo hasta completarse en la nuestra dimensión terrena, como “hombre de carne”.

El 5º cielo que es el lugar de pasaje entre la densificación de la materia y el puro espíritu, la pura energía, según las creencias gnósticas, es un campo de batalla entre el Bien y el Mal que se instala en el alma individual del hombre, en su psique y es puesta en juego a través de la cual los demonios, establecen una lucha sin cuartel, para su potencia y su supremacía.

El alma representa como propio el 5º cielo, así como el 5 es el número del Hijo, o sea del hombre encarnado es el SÍ personal, el Yo de la consciencia.

Según la versión gnóstica, el espíritu que ha quedado en los cielos en el momento de la caída, o sea en el mundo de la origen y desde el cual obra para la reunión con el alma sanada, es el elemento neumático, el alma, el psíquico, el cuerpo físico, el ilico.

Para salvarse el hombre debe ser revelado a sí mismo a fin de que llegue al reconocimiento de su verdadera identidad a través de su Gemelo, su Alter-ego que es el Socorrista, el verdadero Salvador, lo único capaz de sacarlo de la condición de degeneración y de muerte en la cual se encuentra.

La compenetración entre lo divino y lo humano, espíritu y materia, que es el sentido último de la encarnación, procede de la fundamental idea iraní según la cual el ser humano es un microcosmo que lleva en sí el secreto del universo.

Su componente divina le causa el Bien, el Cristo interior, o sea su Gemelo celeste,  su Arquetipo espiritual del Otro Mundo; el Dios de la Materia le dota en cambio del Mal, o sea de el YO histórico, alterado, que es el propio Anticristo.

En el culto mitraico también se hacía referencia a la jerarquía de los cielos; las iniciaciones solares eran siete: cuervo, ninfo, miles, león, persiano, heliodomos, pater que volvían a proponer, simbólicamente el viaje hacia atrás a través de las siete esferas planetarias, o sea nunca más la bajada del alma en la “esferas de la necesidad”, hasta asumir el estado de hombre normal: la subida que va más allá de tales esferas, las esfera del Águila, cumbre del mundo de las Potencias, hasta  alcanzar el Principio, el Mundo del Origen. Solamente el misterio del 6º grado, el Heliodromo, podía compartir el pasto sacro con el Pater que había alcanzado y superado el 7º, en cuanto había purificado completamente su alma, habiéndola sustraída al dominio de los Dioses planetarios, de las potencias jerárquicas que, en el bien y en el mal ejercitan el poder sobre la humanidad.

Muchas otras son las analogías entre el culto mitraico y el Cátarismo: primero su fin cruento por obra de los cristianos constantinianos victoriosos en el 4º siglo de los primeros y de la extirpación de los segundos de la faz de la Tierra con las llamas de las hogueras, con las torturas de todo género de sufrimiento actuadas por la Iglesia de Roma en el Medioevo.

De ambos no nos llegaron documentos originales: se perdieron y fueron drásticamente destruidos por sus adversarios. Por cuanto atañe al Mitraismo, como único documento autentico, se hace referencia al Ritual Mitraico contenido en el Papiro Mágico de Paris; mientras en cambio todo el estudio, toda la reconstrucción histórica y esotérica es derivada desde la interpretación de los epigramas, de los dibujos y de la estatuas encontradas y en numerosos mitreos diseminados en todo el territorio del Impero más allá de Roma, en cuanto esta religión estaba muy difundida entre los legionarios.

Otra forma de información indirecta era la referencia a ella de algunos escritores e historiadores de la época, dado que la aristocracia senatorial romana si no el emperador mismo hasta Constantino, eran adeptos, siendo este un culto de origen persa insertado en otro, romano original más antiguo, dedicado a la divinidad solar, el Sol Invictus.

Tanto el Mitraismo como el Cátarismo creían en la reencarnación, en la transmigración de las almas y nada menos en la metempsicosis y este era el motivo por el cual los Cátaros eran rigurosamente vegetarianos.

Tanto la religión persa de Zoroastro, como el Elenismo, habían tomado en consideración identidades estratificadas de seres inmateriales, a menudo negativas, en su relación con la humanidad.

En los niveles más bajos, más cercanos a la densidad de la materia, pero apenas un escalón sobre el hombre, se encuentran los demonios malvados, ligados a los aspectos más violentos y brutales de la Naturaleza. A medida que se sube en esta especie de escala jerárquica del invisible, se encuentra una afinación, una pérdida de malignidad, hasta el nivel de los demonios superiores que corresponden a los Dioses tradicionales que interfieren con los acontecimientos humanos cada vez que lo consideran oportuno.

A ellos se dirige el teúrgo, el mago, el sacerdote, el chamán para atraer i utilizar su potencia con finalidades benéficas. La magia diabólica, en cambio, que cumple maleficios i hechizos, está en estrecha identificación con los demonios malvados terrestres.

Las tradiciones religiosas, para disfrazarse, para no aparecer ellas mismas como emanaciones de los demonios, postulan entonces espesas nubes de ángeles, obviamente agentes del Bien, así que el ser humano está siempre más confundido y el mundo es el campo de enfrentamiento entre estos invisibles, pero aburridísimos ejércitos que se afrontan sin cuartel.

No solamente los seres humanos, sino grupos, pueblos y naciones tienen su ángel amparador que interviene en la historia humana, y en el destino de su protegido.

Los demonios o la Potencias negativas, llamadas también EÓNES en el lenguaje gnóstico cristiano y según esta doctrina, son formaciones energéticas impías, creadas por la humanidad misma, escapadas a su control. Todas las actividades del pensar, del querer, del sentir y del deseo de la humanidad decaída contribuyen a la formación de estas entidades que la tienen prisionera, sometida a la naturaleza de la muerte, con la finalidad de auto-perpetuarse.

Además de los Eones, agregaciones de potencias metafísicas superiores, llamadas también EGREGORES, procedentes siempre de la humanidad en caída, que se pueden entender como el “señor de este mundo” y que están íntimamente unidos a los mismos Eones.

Estas Potencias abusan de todas las fuerzas de la Naturaleza y de la Humanidad para empujarla a actuar en modo impío en ventaja de sus tenebrosos objetivos.

Con el precio de un terrible sufrimiento humano, estas entidades han logrado liberarse de la rueda de la dialéctica, o sea del nacimiento y de la muerte. No son eternas, inmortales, pero viven, como parásitos insaciables, ya que las energías de lo hombres las potencian; pero cuando estas energías humanas le fallan, ellas también mueren o se vacían de toda consistencia, o son “comidas” por otras.

En una continua necesidad de mantenerse, para conservar su estado de existencia, prorrogan y aumentan hasta el infinito el sufrimiento del mundo hasta tal punto que los gnósticos y los Cátaros en particular enseñaban que el mismo es una creación diabólica con la cual no debe haber ningún compromiso y desalientan la procreación por no colaborar de ninguna manera en la perpetuación de esta matriz perversa y mortífera.

Están siempre en conflicto entre ellos, en la óptica de la “mors tua, vita mea” y se aniquilan recíprocamente a través de los hombres de la Tierra que son inconscientemente, o bien sus espadas contra sus víctimas a sacrificar en un perenne holocausto. Estos Eones o Egregores o Consciencias extra-físicas se interponen entre los seres humanos y el verdadero Dios del Amor y de la luz como una barrera, una capa envolvente que los envuelve en un terrible engaño. Ellos quieren ser Dios y hacen creer que son la realidad divina.

Con todo tipo de manipulación física y espiritual, impiden desde siempre a los seres humanos tomar consciencia de cómo están verdaderamente las cosas y de volver a conectarse, a través de su NOUS, su cuerpo energético, a la fuente espiritual universal, al Mundo de la Origen, porque se hiciese esto, para ellas sería el final ineluctable, se disolverían en el No-Ser, en la Nada.

Naturalmente hay el correspondiente entre lo alto y lo bajo, entre sobre y bajo en la óptica del “nutre a los Dioses y los Dioses te nutrirán a ti”; cuanto más poderoso es el proprio Eón o Egregore, tanto mayor es el poder y el dominio sobre la Tierra.

¿Tal vez este es el significado del “sacrificio a los Dioses”, o sea del derramamiento de la sangre humana y animal de las culturas antiguas? En el Hebraísmo y en el Islamismo el asesinato ritual de los animales para uso alimentario ha quedado escrito en sus libros sagrados: lento desangramiento, con prolongada y doliente agonía.

El rito formal de los sacrificios humanos ha desaparecido desde hace mil años más o menos en todas partes; pero, ya que los genocidios y los holocaustos jamás cesaron, probablemente ha quitado el disfraz de la sacralidad. A medida que se volvía más masificado e impersonal a través de las continuas guerras de aniquilación reciproca en mares de sangre.

La élite del poder sobre la Tierra, en el curso de los milenios, siempre constituida por unas pocas decenas de personas, y siempre ha sido elegida por el “señor de este mundo” que con ella ha estipulado de vez en cuando, el pacto o la alianza para el reparto del poder material visible, entendido como dominio esclavista, en cambio del sometimiento total y del holocausto inconsciente, pero generalizado y perenne de la raza humana.

En el orden de las ideas trascendentes, nosotros los seres humanos creemos a lo que los “Dioses” de vez en cuando nos hacen creer – y este es el origen y la esencia de todas las religiones, de todas las creencias y las ideologías actuales, también las políticas – con las cuales estas Entidades nutren nuestro ego con la finalidad de tenernos siempre lejos de la Verdad. Las sociedades en su conjunto, tal como están organizadas, no tienen posibilidades de sustraerse; pero pocos individuos solamente, con un cierto nivel de madurez espiritual, pueden elevar sus propias vibraciones energéticas hasta salir de su esfera de influencia: son los Iluminados, los Realizados     que se juntan al proprio Espíritus Sanctus.

En el Evangelio que a pesar de todas las manipulaciones y los retorcimientos, es verdad que presenta siempre la prefiguración de una nueva consciencia colectiva, de una nueva era en la cual los seres humanos habrían podido a través del conocimiento de la Verdad, iniciar su camino de liberación, se ha dicho:

“… Y conducido (Jesús) a lo alto, le mostró en un instante de tiempo todos los reinos de la Tierra habitados y el diablo le dijo: Te daré toda esta autoridad y la gloria de ello porque me fue entregada y yo la daré a quien lo desee. Si por eso haches un acto de adoración ante mí, será tuya” (Evangelio de Lucas)

Jesús contesta:

“Mi reino no forma parte de este mundo. Si mi reino formase parte de este mundo mis servidores habrían luchado para que yo no fuese entregado a los judíos… Pero mi reino no es de aquí… He nacido y venido al mundo para rendir testimonio de la Verdad… Quien es da parte de la verdad escucha mi voz” (Evangelio de Juan).

Los libros sagrados de las religiones y la mitología, pero también la Historia verdadera de todas las culturas, nos han transmitido mensajes explícitos, amonestaciones y advertimientos acerca de estas potencias, estos Dioses invisibles, superiores a nosotros los seres humanos que hacemos solamente lo que les conviene a través las estrategias ad hoc que desde siempre disponen para su único interés mantenernos esclavos. Nosotros, programados en la grande mentira, o mejor, enturbiados por la mezcla de verdad y mentira, que es aún más difícil de descifrar, continuamos rechazando comprender, examinar a fondo el problema, siendo trágicamente engañados de que somos el máximo escalón en la evolución cósmica, señores e dueños de todos los demás seres vivientes i de la Naturaleza, de la cual continuamos abusando con irresponsabilidad y maldad.

El Maniqueismo fue considerado por la Iglesia Católica la más perniciosa de las herejías, que aniquiló ferozmente en el curso de los siglos, ya que respecto a la concepción del hombre, negaba que fuese la coronación de la creación y la humanidad el grado más alto en el mundo animal. Para Mani, el hombre que se mueve sobre la Tierra, es solamente un mísero resto de aquello que habría debido ser según el pensamiento creativo de la Entidad divina de la Luz, que lo había pensado como refuerzo en la lucha contra los demonios de las Tinieblas; pero habiendo perdido su batalla, ahora sobrevive como un verdadero zombi, esclavo de quien lo ha vencido. Según Steiner el Hombre original está en el Sol.

El mismo san Pablo en la carta a los Efesios, hace referencia a estos seres “señores del mundo”, y tampoco le dio la vuelta ni profundizó en el argumento:

“…Porque tenemos un combate no contra la sangre y la carne, sino contra los gobiernos, contra las autoridades, contra los gobernantes mundiales de estas tinieblas, contra las malvadas fuerzas espirituales que están en los lugares celestes” (Ef 6-12).

El principio del sacrificio y del sometimiento del género humano a los Dioses no es solamente del ISLAM, sino que nace con el Hebraísmo y se potencia con el Cristianismo histórico. ¿Si incluso el Hijo de Dios se somete a su voluntad cómo puede el ser humano pretender sustraerse?

El sacrificio se hace tanto más masivo y pesado tanto más los Dioses, que no son inmortales, están al final. Todas las civilizaciones de la historia, agonizantes con sus divinidades, desencadenan e intensifican los sacrificios humanos que, ciertamente, ya no se hacen sobre los altares por obra de los sacerdotes que hacen los sacrificios, sino con las guerras, los genocidios, las masacres, nada menos que los martirios voluntarios en nombre de un Dios.

El verdadero mensaje de salvación del Cristo habría debido interrumpir la dependencia mortífera de la humanidad de estas energías extra-físicas devoradoras, por lo menos conocerlas para controlarlas.

Ya el Esenismo nacido del interior del Judaísmo pos-exilio, verdadero catalizador de las gnosis zoroastrianas y seguramente inspirador determinante del nuevo curso religioso, había llevado a cabo un cisma de la organización sacerdotal de la Sinagoga

que se refería a la Antigua Alianza, se había separado físicamente también, de la Tradición Legalista yendo a vivir al desierto de Qumran.

Desdichadamente, la facción vencedora del primer Cristianismo en cambio reconectó con el Antiguo Testamento, no teniendo en cuenta alguna las divergencias que habían provocado la ruptura, a pesar de la opinión de Pablo, Juan y el mismo Jesús habían expresado en referencia a la Ley.

La élite del poder visible, entonces representada por la clase sacerdotal de la Antigua Alianza, actuó por el mandado del poder invisible, o sea el Eón o extraterrestre que se proclama único Dios, volviendo a llevarlo todo al origen más tradicional. Perpetuó su poder sobre la Tierra, y entretanto reforzó y tuvo en vida aquella forma pensamiento, aquel mismo eón metafísico que habría debido ser superado por las corrientes precesionales y que exprimían símbolos divinos más adecuados a la evolución cósmica, y que al nivel de la nueva consciencia humana.

Según Steiner, que retoma un concepto maniqueo, el Mal es el Bien degenerado,  fuera de su tiempo; es una energía que petrificándose, no discurre por el flujo universal, ocupa un puesto que no es suyo y se convierte así en un impedimento grave a la evolución del universo entero. Es una necesidad más allá que una ley cósmica que sea superado, a fin de que la transfiguración del mundo, la consciencia universal se eleve siempre más hacia el Principio, hacia el Absoluto.

En retrospectiva, visto cómo sucedieron las cosas en los último dos mil años, la perpetuación del engaño y de la mentira de Ahriman nos costó océanos de sangre, de sufrimientos,  de odios y hoy más que nunca.

Ahura Mazda o el Dios bueno de la Luz, el Dios Padre Creador no es omnipotente sobre la Tierra, porque ella es dominio de su adversario, Dios de la Materia. A plazos cósmicos cíclicos, aparecen los mensajeros que indican a lo seres humanos un modelo de evolución, pero pocos son los que lo entienden. “La luz esplendía en las tinieblas, pero las Tinieblas no la recibieron”; (Juan 1,5) así fue para Zarathustra que murió mártir de la clase sacerdotal de Mitra; así fue para Jesús que murió por instigación de los sacerdotes del Templo judaico, así fue para Mani martirizado por los sacerdotes zoroastrianos que se habían hechos muy poderosos; así fue para los Cátaros, aniquilados por la Iglesia de Roma.

El clero actual también, independientemente de la buena fe de las personas individuales, sino por el rol de intermediario que ejerce entre el conjunto de los seres humanos y la cara religiosa del Señor de este mundo, es muy negativo. Jesús, dirigido a los sacerdotes del Templo, dijo: “Ay de vosotros Escribas y Fariseos, hipócritas, porque cerráis el Reino de los Cielos ante los hombres, puesto que vosotros mismos no entrareis no dejáis entrar a los que están para entrar” (Mateo, 23,13).

Completamente extraña desde el Otro Mundo, desde el Reino de los Cielos, lugar de Perfección de la creación originaria de Ahura Mazda, la clase sacerdotal cristiana o católica en general, ha hecho del humanitarismo materialista exasperado, y a menudo generador de ulterior confusión, su única razón de supervivencia y de auto-justificación; una vez más  un freno a la auténtica evolución espiritual de los seres humanos; así como el Dios que se presenta sobre la Tierra no es el verdadero creador, sino solamente un intermediario y que deberá rendir cuenta a las dimensiones superiores de la jerarquía cósmica de sus responsabilidades hacia el género humano.

Las así llamadas, religiones reveladas dimanan de la relación directa, intima de un ser humano elegido con una divinidad, una energía extra-física, que quiere interaccionar con la evolución humana. Las mismas religiones nos han condicionado por milenios y milenios a creer que es solamente para el nuestro máximo bien, pero sería verdaderamente necesaria una revisión mediada a cerca de los frutos que han generado.

Generalmente se han presentadas como medio, mandos divinos preparados para acelerar la madurez de los seres humanos, entendidos como pueblos o masas, más bien que individuos, a través de la educación colectiva que, mano a mano, las hiciese salir desde el estadio animal primitivo para alcanzar la madurez del alma y del pensamiento racional. Y no se puede negar que estas finalidades, parcialmente, se han concretizado porque todas las religiones, por lo menos en las intenciones de los fundadores, han puso el acento sobre la necesidad de la justicia social, habiendo habido de inmediato una grande toma de control capilar sobre las masas que siempre han sido miserables.

Así fue también para las ideologías materialistas, religión sin Dios, del siglo pasado. Indudablemente y limitadamente al compuesto humano cuerpo-alma o psique las religiones y las ideologías mistificadoras han tenido una su función en vehicular, a los seres humanos al plano material, al dominio del “señor de este mundo”, ocultando y a negando el Otro Mundo, o sea el del espíritu, el mundo de los Arquetipos, el lugar de la Reintegración del hombre originariamente ideado por el verdadero Creador.

Pero, el drama que siempre se ha repetido, es la degeneración, la corrupción que se verifica en el giro de muy poco tiempo, a menudo a la muerte del mismo fundador que es el vehículo, el portador de la energía constructiva que se había manifestado.

Las esperanzas y las expectativas en el cambio del mundo de inmediato se petrifican; el impulso espiritual que las había originado se hace dogma que, a su vez se erige en PODER en sus formas más manipuladoras y opresivas, como si el género humano fuese atraído a un señuelo, en una prisión de la cual no lograse escapar.

¿Porque ocurre todas veces?- ¿Porque el hombre es intrínsecamente incapaz y malvado, o porque hay interferencias hostiles a ello?

No solo con las religiones institucionalizadas, pero también pasó lo mismo con el comunismo. Después de un primer momento de reconquista, la humanidad ha retomado un mal cariz, metiéndose como siempre en la boca del lobo, confundida, alienada de si misma, llena de miseria y siempre en espera de un nuevo mesías religioso o laico que finalmente la rescate; pero hasta que la matriz en la cual está encerrada no se disuelva, la historia se repetirá siempre peor, hasta el fin del mundo.

Bien distinta es la religión natural o gnóstica, según la cual el conocimiento de Dios pasa por el conocimiento de sí. La búsqueda de sí mismos, el conocimiento de lo que se ha sido para volver a ser lo que se es, verdaderamente es su base fundacional.  “Si sabes quién es Dios, sabrás que es el que se manifiesta en tu interior”.

El gnóstico toma las distancias desde el mundo e desde todas sus ideologías y la su personal revelación divina consiste propiamente en la búsqueda, en el encuentro y la reanudación de sí mismo.

Un adulto religioso, no tiene necesidad de un Dios exterior, no tiene necesidad del intermediario porque, a través del trabajo de introspección, puede reencontrar y hacer emerger la chispa divina che está en él, y que, en el curso de la encarnación, cegado por el mundo, había olvidado.

Esta toma de consciencia de su origen le es necesaria a fin de que su alma pueda volver a subir al Mundo Ideal del Padre de Amor y de Luz.

Por lo tanto los Cátaros, que eran verdaderos gnósticos, habían comprendido bien que, en el plan horizontal de la historia no habría existido jamás salvación para el género humano, así que habían puesto en el centro de su credo el SÍ ESPIRITUAL, el propio Cristo Interior, al cual reunirse con el Consolamentum, que es el único, verdadero Salvador que puede liberarnos para siempre del yugo del señor de este mundo.

El Jesús nacido de mujer sobre la Tierra apareció en la historia como un gran reformador de la mentalidad y de los costumbres  de la sociedad de entonces, a través de un recorrido de crecimiento de cada individual ser humano, así como había ocurrido siglos antes con Zoroastro, Buda, y Lao Tse, para referirse solamente a estos más notables, Jesús había encarnado aquella ola evolutiva que estaba sacudiendo la escena del mundo en la cual el estado de cosas presentes ya estaba a un nivel de petrificación total, por lo tanto ninguna evolución habría sido posible. En efecto anunció el Evangelio de la madurez espiritual que habría debido conducirnos a la libertad.

Había representado aquella figura de profeta itinerante mago, taumaturgo y maestro que habiendo conseguido la Gnosis, o sea, habiéndose recompuesto con  su SÍ divino,  su Doble Espiritual, el Arquetipo viviente, como el mismo lo llama en el Evangelio de Tomás, se había hecho el Hombre celeste original, el modelo perfecto realizado al cual aspirar. En esto es divino, en cuanto Hijo del Hombre que se ha hecho Dios.

Bien comprendieron los sacerdotes del Templo su valor y su real sustancia simbólica y su plan en la materia, lo eliminaron, haciéndolo matar por los Romanos; mientras sus “gobernantes invisibles” cabalgaron el personaje manipulando el sentido y la energía. Lo declararon un Dios cuya finalidad oculta y perversa había sido la de eliminar todos los demás Dioses que existían antes que él o eran contemporáneos; excepto uno, el Dios Padre del Antiguo Testamento, del cual él había sido declarado Hijo Unigénito de su misma sustancia y la segunda persona o aspecto de la Trinidad, que era UNO, el Único, por lo tanto, adorando Jesús, se adoraba al Dios Padre de la Biblia.

El personaje, creado para esta finalidad, debía tener características de universalidad  que fueran bien a todos, distinto a un profeta hebreo, presentado como posible Rey de los Judíos del Iº siglo, y encima, había sido vencido y habiendo hecho un mal fin, fuera de Palestina no importaba a nadie.

Pero así ha sido el vehículo, el caballo de Troya, a través del cual la energía del “Padre”, un Dios de raza, ha franqueado su circunscrito territorio de influencia para extender su dominio a Europa y de allí al Nuevo Mundo con el objetivo puesto en el planeta entero.

Sea por motivos de conveniencia política, sea seguramente por “sugerencias divinas” al cabo de pocos siglos hubo una adhesión al Cristianismo Romano, al principio a través del Arrianismo, de todos los jefes de los pueblos de Europa, los que no se adherían eran eliminados físicamente.

De esta manera su fuerza, su identidad y su poder intrínseco se perdieron casi de inmediato porque habían negado a sus Dioses, habían roto la cadena energética del sobre-bajo; se habían sometidos y convertido en nutrimiento de aquel único Dios que había sustituido a los Dioses autóctonos da las orígenes europeos, o sea las antiguas divinidades solares de las religiones animistas.

Las tesis, el mensaje de Pablo, constituyen el entero edificio teológico del Cristianismo y cuando fueron compuestos los Evangelios sinópticos los principios de la nueva religión ya habían sido definidos y se dirigían a los Gentiles, o sea al público romano o romanizado.

La parte debida a los Romanos en la crucifixión de Jesús fue cambiada, pero se enfatizó, en cambio, la “culpa” de los Hebreos, dando así el inicio a aquel antisemitismo que ha llegado de manera más o menos manifiesta hasta nuestros días.

Luego, para estar al menos al nivel de los Dioses que había debido suplantar Jesús que, entonces y entre sus seguidores en su tierra, no fue jamás considerado divino, tuvo que ser deificado porque el mundo romano, desde César en adelante, era costumbre divinizar a sus emperadores.

No solo esto, sino que debía competir con los otros Dioses, muertos y resurgidos, de otras religiones que predominaban en el mundo en aquel periodo y que tenían una antigüedad de culto de muchos siglos. Tammuz, Adon, Atti, Osiride, así que la Resurrección se hice el perno central de toda la doctrina y, en el personaje de Jesús Cristo, un Dios encarnado muerto y resurgido, habían sido condensadas todas las peculiaridades  de otros Dioses de cultos y tradiciones mucho más antiguos.

Debiendo tener garra en pueblos diferentes, se le dio relieve al “mensaje de esperanza” dirigido a los desheredados, a los pobres, a los afligidos, a los oprimidos que eran casi la totalidad de la humanidad de entonces y con la promesa de una fácil salvación solamente por tener fe en Cristo, así que la adhesión y la devoción de las masas fue dada por supuesto desde el proyecto inicial, pero adonde no llegó el convencimiento espontaneo, llegaron las espadas, las cruces y las hogueras.

De hecho, los Cristianos intentaron imponer por todas las maneras, la más feroz también, a su religión sobre todas las otras y, en todo el territorio del Imperio, la Iglesia se afirmó a precio de una total intolerancia teocrática incluso en sus mismas filas.

Contrariamente al zoroastrismo, en el cual el fin no justifica los medios, el Cristianismo histórico en cambio, considerará que todos los medio son lícitos para imponer su verdad. Así los cruzados se lanzaron con odio furioso no solamente sobre paganos, hebreos, islamitas, sino sobre todos los otros pueblos con los cuales entraron en contacto, cristianos inclusos.

La Iglesia de Roma se impuso con todos los medios como única representante del Dios cristiano, hijo unigénito del Dios hebraico, consustancial al padre y decretó el dogma según el cual el único agente responsable de la salvación del mundo y de la humanidad es Jesús Cristo, ya chivo expiatorio de nuestros pecados: era suficiente solo el reconocimiento y el sometimiento a su poder para ser salvados “mediante Cristo”.

Esta fe propiciatoria coercitiva mató la libertad y la responsabilidad de opción, y sobre todo el conocimiento y la interiorización del Otro Mundo de los Arquetipos espirituales, de aquel reino de Dios que es el fulcro del Evangelio predicado por Jesús y así bien pronto, su mensaje, vaciado de la su verdadera esencia, se redujo solamente al culto de su nombre.

La religión cristiana, tal como está configurada, ha nacido con muchas contradicciones y ambigüedades y no podía producir otra cosa que los frutos que ha producido. Sobre el plan de la organización terrenal era agresiva y belicista, habiendo asumido en todo la herencia del Imperio Romano en destrucción. Su ideología religiosa pero exaltaba el hombre con los dolores de la tradición judaica que se somete pasivamente a la implacable fatalidad divina. Jesús Cristo es un Dios doliente, siempre representado agonizante en la cruz, es el chivo expiatorio que con su sacrificio lleva la salvación al mundo.

De aquello que se sabe hoy por los así llamados textos de Qumran, precisamente en el Judaísmo del IIº y Iº siglo a.C. se había manifestado un cambio radical de la consciencia religiosa, o sea de la consciencia evolutiva que caracterizaba el hombre de entonces y que se encontraba también en la sociedad romana y griega.

Había madurado la necesidad, para el creyente, de tener referencias ciertas y fiables sobre la autenticidad de la inspiración divina y la comunidad de Qumran, constituida por los Esenios que se auto-definían “Hijos de la Luz”, ofrecía a través de la pertenencia a ella, la oportunidad de una mutación radical interior, antes que exterior, de la propia vida como escudo protector contra los enemigos externos, e “Hijos de las Tinieblas”.

Al estudio de las Escrituras sagradas, puramente conducido en función de las exigencias de la Comunidad, se apartaba el principio doctrinario según el cual era necesario escrutar también en la propia interioridad porque Dios podía iluminar directamente el corazón de sus electos. Por encima se ponía en entredicho la revelación mosaica, no en su contenido, obviamente, sino en su temporalidad y unicidad, o sea se había tomado consciencia que la comunicación divina se manifestaba al género humano a través de los creyentes y los hombres de buena voluntad de cada época y no solamente a un solo hombre, sea elegido de una vez por todas.

La Gracia divina, o Charis, era la confirmación de un contrato con Dios en cuanto confería la fuerza espiritual para vencer a los demonios que eran los enemigos más peligrosos que impedían la ascensión del creyente al estado original, o sea a la comunión con la divinidad.

Los Dioses, desde los albores de la historia de la humanidad, habían siempre comunicado con los hombres, no con todos, ciertamente, pero con algunos predispuestos y preparados: los primeros reyes de directa procedencia divina, los sacerdotes, los magos, los profetas, los astrólogos que eran los intermediarios entre ellos y los seres humanos en su totalidad; pero, en el periodo histórico considerado a caballo con la aparición del personaje de Jesús Cristo, se era difundido, de manera generalizada, la necesidad o el deseo de tener una comunicación directa con el divino, una experiencia personal profunda, sin intermediarios o intérpretes, a través  de la visión.

En el Iº y IIº siglo d.C., nació una nueva figura de profeta itinerante, hombre divino, en el sentido que ya no era solo un instrumento de la divinidad, sino que su cuerpo se había hecho sede estable de la misma divinidad; ya no representaba el poder divino, sino que lo encarnaba. La prueba de esta perfecta identidad consistía en la adquisición de capacidades taumatúrgicas particulares y los milagros eran la demostración. Quien llegaba a esta revelación “verdadera”, única y definitiva, trasformaba radicalmente su propia vida, la trasfiguraba. Ciertamente este estado de gracia no estaba al alcance de todos, sino de unos pocos elegidos, algunos de los cuales pasaron a la historia como Simon Mago, Apolonio de Tiana y otros líderes de setas gnósticas, y los Perfectos Cátaros, aparecidos mil años después, se identificaron sin duda con estas grandes figuras espirituales.

La comunión con el divino, a través de la visión, no era un privilegio ligado al nacimiento, al patrimonio, a la cultura o al poder, más bien era considerado un instrumento a disposición de los “hombres de buena voluntad”; era el NOUS, el propio espíritu Santo, el intermediario entre la propia alma y el Neuma, o sea, el espíritu de Dios. Los hombres tocados por la visión, según los gnósticos y los primeros cristianos tenían la posibilidad de expulsar de sí mismos, de manera definitiva, las potencias negativas, de modo que el Hombre Nuevo pudiese morar en ellos, o sea, el Otro, el Gemelo, el Doble espiritual, el Cristo. Alcanzar la Gnosis significaba hacerse la Imagen, más bien, el objeto mismo de la consciencia.

La divinidad en SÍ, o sea el propio Dios personal, el propio Espíritu Santo, aunque en contacto directo con el Espíritu Universal, era el Salvador, anunciado por Zoroastro hacía siglos, que tenía el poder de quitar de la rueda de las perennes encarnaciones en el mundo de la materia a aquellas almas, cuya origen divina cerca del Dios del Amor y de la Luz, ya había predestinado a la Salvación, o sea al estado del origen, a la reconstitución de la Unidad andrógina, a el Hombre Cósmico, al Adán.

El Cristianismo histórico había, inmediatamente después, manipulado las teorías gnósticas paganas que, a su vez, retomado y reelaborando las enseñanzas de las religiones y de las tradiciones antiguas: el doble espiritual da la gnosis egipcia, el Poimandres de Hermes Trismegisto, el Salvador de Zoroastro y otras menos conocidas. Se había impuesto como nueva religión con presunciones de exclusividad, sofocando al nacer aquella mutación de consciencia absolutamente radical que cobraba fuerza entre los seres humanos de aquel tiempo y en aquella parte del mundo y que les confería la consciencia de su proprio valor y de su propia dignidad al poder ser interlocutores directos con la realidad suprasensible que, seguramente, los habría atraídos a planos energéticos y vibracionales más elevados, más espirituales y más cercanos al modelo original.

Esta ola cósmica, este impulso evolutivo, de forma cíclica cada 700 años, llega a nuestro planeta, como si hubiera sido programada en el momento de la creación de la raza humana para conducirla etapa por etapa, a la realización final perfecta del proyecto creador del origen o sea la de HOMBRE-DIOS.

Si nos detenemos a reflexionar sobre la historia conocida de la humanidad de forma libre, se puede suponer que existan Potencias metafísicas superiores a nosotros que quieren impedir a los seres humanos esta maduración espiritual y por siempre interceptan estas olas evolutivas y las manipulan a su uso y consumo. No pueden negarlas completamente, porque son superiores a ellos; sin embargo, en sus manos, se hacen el instrumento para la perpetuación del domino sobre la humanidad.

El Cristianismo paulino, mejor estructurado después de los primeros Padres de la Iglesia, hizo de inmediato perno sobre la figura del Salvador, pero no a la manera de la Gnosis como espíritu individual, como Nous, espejo divino del ser humano; sino  más bien lo representó en un personaje físico, que existió históricamente aunque fuera solamente un profeta según los mismos Hebreos, y lo declaró “Hijo de Dios” del Dios del Antiguo Testamento, así que Jesús Cristo vino a asumir la función de único Salvador para todos aquellos que habrían creído que el padre lo había enviado. Se ha creado el dogma que, durante los siguientes siglos, habría inundado la tierra de sangre humana, pagana o cristiana, y que no tendría importancia, siempre que el sacrificio fuese propiciatorio a Dios, con intercambio de poder terrenal, que esto no faltase jamás; todo lo contrario, siempre más generalizado y cruento.

Esta operación estratégica vencedora, de la cual también, hoy en día, nosotros los seres humanos seguimos sufriendo las consecuencias, reforzó, más bien, mantuvo en vida el arquetipo, un Dios moribundo que en el cambio precesional, habría debido dejar el espacio a otro; las cosas siguen todavía igual hoy en día.

El primer paso vencedor fue el de impedir la dispersión de las energías humanas, nutrición de los Dioses, sobre los objetivos parcelados de su propio espíritu individual, para guiarlas en un único centro de absorción, que crecía paralelamente a su potencia i grandeza, llegando a controlar, a poseer, en exclusiva, aquel rebaño humano proveedor de sustancia vital.

Otro paso vencedor fue el de haber neutralizado los efectos provocados por el cambio de consciencia; como si una gran fuerza cósmica hubiera sacudido desde los fondamentos toda la superestructura  de la agregación social de entonces, a fin de que lo nuevo se pudiera concretizar ya sea en las interioridades individuales como en la vida colectiva. Todo este proceso de cambio radical, revolucionario, fue completamente bloqueado; los seres humanos separados de su  Espíritu Santo, que fue negado y ocultado por todos los siglos por venir, se quedaron en los grados más bajos de la evolución y por lo tanto de los planos energéticos: hoy también para las religiones monoteístas, existen solamente cuerpo y alma.

Todo vino reconducido en el núcleo del judaísmo más ortodoxo, bajo la capa dominante e involucional de la jerarquía sacerdotal que retomó con aún más poder el rol de intermediaria entre los hombres y Dios. No obstante que en el Cristianismo se diga que Cristo es el único mediator; la jerarquía que empezó con Pedro, se declaró el representante de la vicaría en la tierra, así que fue la verdadera herramienta de la restauración, el verdadero perro guardián de la divinidad que representaba. En todas las religiones así fue siempre: la guerra por el poder y la supremacía entre los Dioses acontece aquí en la Tierra y sus “tropas de asalto” son las religiones y su clero.

En aquel tiempo considerado, las distintas setas gnósticas, aún tenían deferencias doctrinales entre ellas, pero todas ellas caracterizadas por aspectos y comportamientos anti-institucionales y anti-conformistas que negaban la jerarquía estructurada a favor de un igualitarismo generalizado. En el interior de la comunidad, los creyentes eran hermanos y hermanas, todos al mismo nivel de dignidad, por lo menos en teoría. Sobre todo fueron las mujeres las que podían beneficiarse de esta más evolucionada percepción del mundo y de los seres humanos que lo poblaban. Hasta aquel momento, vivían en condición de sometimiento al hombre y excluidas de todas las actividades sociales y públicas: nada menos se las consideraba no dignas de ascender al Reino de los Cielos o poder participar en la vida espiritual.

El Gnosticismo laico había dado un vuelco a todo. A las mujeres había sido reconocida, más bien valorizada, la apertura a lo divino, en relación directa a través de la visión, connatural al psiquismo femenino, que la sustraía por fin a cualquier tutela o control patriarcal. Pues bien, con el advenimiento del Cristianismo histórico, las mujeres volvieron a su estado de inferioridad, se les cerró la boca y volvieron a ser sometidas al oscurantismo violento y prevaricador de la sociedad machista, hasta hoy en día, propio de la misoginia y de la aversión declarada de Pedro y Pablo, hasta la disputa teológica, enteramente masculina y totalmente clerical, que duró decenas de siglos, sobre si las mujeres tenían o no alma; a la negación del sacerdocio femenino y a la caza de brujas, en realidad persecución a lo femenino, de medieval y católica memoria.

Testigo de este periodo es L’EVANGIL DE MARIE, que es atribuido a María Magdalena o, por lo menos inspirado por ella, ya que está escrito en dialecto arameo antiguo, los investigadores lo hacen aparecer en el 150 d.C. Y por lo tanto puede ser considerado uno de los textos fundadores del Cristianismo de los orígenes.

Desde 1896 se encuentra en el Departamento de egiptología del Museo de Berlín; más bien constituye la tercera parte de un tratado llamado propiamente el “Papiro de Berlín”; pero hasta hoy no se ha investigado y divulgado con la atención que, en cambio, hubiera sida necesaria y que merecía, tanto que también hoy permanece desconocido por el gran público.

Se diferencia netamente de los otro Evangelios, los canónicos en particular, porque pone de relieve el conflicto, más bien el rechazo que los apóstoles, en particular Pedro tenían para María Magdalena, a causa de la relación privilegiada que Jesús, aquí llamado el maestro, tenía con ella cuando estuvo en vida y que continuaba a manteniendo -según ella misma dice- también después de su resurrección y de su ascensión al cielo.

En su Evangelio da testimonio de otro modo de conocer que no es el de la razón, del intelecto o de los sentidos materiales; pero es de clase profética, visionaria que no es propiamente de las mujeres ciertamente, pero pertenece a la dimensión femenina, abierta, receptiva, “oriental” del conocimiento humano. Introduce el concepto de NOUS, una energía sutil que hace de intermediaria entre el Alma y el espíritu, el cuerpo fluídico inmaterial y el psicosoma, quizás, que vuelve posible la visión (la proyección del astral, diríamos hoy). Entre el mundo de la forma y de la realidad material en la cual vivimos y el mundo del espíritu, abstracción pura, existe el mundo intermedio extra físico de la Imagen y de la Representación con el cual se puede conectar con una facultad perceptiva particular: la POTENCIA INMAGINATIVA o INMAGINACIÓN CREADORA, y es este el lugar del intercambio, de la comunicación de lo humano con lo divino, del aporte humano a la creación.

El maestro ECKARD, gran místico cristiano, siglos después dirá: “El ojo con el cual veo a Dios es el mismo ojo con el cual Dios me ve a mí”.

El Cristo resurgido en su cuerpo etérico de luz, por lo tanto ya fuera de nuestra dimensión material se aparece a menudo a la Magdalena porque ella es capaz de ver en la dimensión inmaterial superior. Cuando habla de esto a los apóstoles, ellos no la creen y la critican de manera áspera: Pedro querría echarla del grupo.

Ella dice al Maestro: “Señor yo te vi hoy en esta aparición” y él le contesta: “feliz tu que no te turbas a mi vista, allá donde está el NOUS, allá está el tesoro”. Y también: “¿Señor, en este instante, lo que contempla tu aparición es con el Alma y con el espíritu que te ve?”

El Maestro contesta: “Ni con el Alma, ni con el espíritu, sino con el NOUS que está entre los dos, es el que ve…”.

En el Evangelio de María el Tesoro es el Reino de Dios que no está en los Cielos y que no puede jamás llegar en forma física a la Tierra, sino que es el elemento espiritual originario, del cual el ser humano está separado, que no debe adquirir con una actividad moral, sino que lo posee ya por naturaleza y debe solamente redescubrir.

Pedro y los otros discípulos, con excepción de Juan, no están listos para la visión directa, un paso adelante de la evolución de la consciencia; quedan “auditores de la palabra”, aún cautivos al conocimiento de los sentidos materiales; no han comprendido y madurado el significado neotico del “Tesoro”. Creen por fe, no por experiencia directa.

María Magdalena había sido una mujer que tenía acceso al Conocimiento y por eso, en su época, fue considerada una pecadora porque no se uniformaba a las leyes y a los costumbres de aquella sociedad que no reconocía ningún derecho a las mujeres, sino que les obligaba a vivir en condiciones de inferioridad y de sumisión a los hombres, negándoles toda identidad personal y social.

Muy probablemente no pertenecía al Judaísmo oficial, más bien hacía referencia a algún grupo de inspiración gnóstica, o tal vez védica.

Seguramente era una gran iniciada en los Misterios de la Tradición, capaz de acoger las enseñanzas más sutiles del Maestro, las que los otros discípulos no estaban preparados para entender.

La víspera de Pascua en Betania, o Casa de los pobres, o sea de los ascetas que practicaban la pobreza de manera voluntaria (secta de los Ebionitas) le había ungido el pelo y los pies con aceite de nardo genuino muy costoso, el aceite santo que solamente un gran iniciado, un sumo sacerdote, podía hacer. Jesús mismo dio a esta unción una importancia particular, tal como se refiere en el Evangelio de Marcos. En aquella ocasión Jesús se hice el CRISTO, o sea el UNGIDO, el que lo posee TODO, la resurrección y la Luz.

Para los gnósticos la unción marcaba el último estadio de la iniciación del Perfecto y era el cumplimiento de una práctica espiritual que se iniciaba con el bautizo del agua; simbolizaba el despierto del hombre de luz que poseía ya la totalidad de la gnosis. Él    en su cuerpo espiritual luminoso se hacía así invisible a las potencias hostiles que bloquean el camino a la subida y eso le había consentido subir las siete esferas, hasta la Casa del Padre o el Otro Mundo sin ser interceptado por los guardianes.

 

 Capitulo VIº

 

LA CRUZADA Y LA INQUISICIÓN

Fue el propio Raimundo Vº, Conde de Toulose el primero que tuvo la idea de emplear la fuerza de las armas para tronchar las herejías cátaras o albigenses; el no hacía diferencias. Reinó desde el 1148 al 1194, pero hasta el 1177 no obstante hubiera habido más de un concilio que condenaba la herejía e invitaba al poder secular a actuar contra ellas, no le dedicó mucha atención porque estaba siempre ocupado en una guerra con el rey de Inglaterra Enrique IIº

Raimundo Vº era vasallo del rey de Francia; pero en la realidad se consideraba y se comportaba como un soberano autónomo. Los Francos habían intentado varias veces   controlar sus vastos territorios a través de varias conspiraciones políticas y militares, sin acabar en nada definitivo.

Los vasallos del conde, se comportaban de manera autónoma, se convirtieron casi todos simpatizadores del Cátarismo con familiares Perfectos, en virtud del propio convencimiento religioso, se sostenían recíprocamente y hacían frente común.

Raimundo Vº en un momento dado, decidió de poner orden en su reino y de tomar el control de sus vasallos, pero se dio cuenta que la situación se le escapaba de las manos. Pidió entonces la ayuda militar al rey de Francia, su soberano, y al rey de Inglaterra, ahora su amigo.

Estos reyes tenían demasiadas buenas papeletas, como se suele decir, por su propia cuenta, y dado que le habían hecho creer que la insubordinación en el contado era debida a la herejía, le aconsejaron de pedir la intervención directa del papado.

La primera misión de los plenipotenciarios pontificios llegó allí al año siguiente y tomó nota del status quo; verificaron en persona la antipatía que la mayor parte del pueblo tenía por la jerarquía eclesiástica; obligaron a todos los católicos, a través de un juramento a denunciar a los herejes que conocían y dispensaron algunas excomuniones, en particular a Roger IIº, vizconde de Beziérs que había rechazado recibirles.

También al año siguiente, el 1179, fue convocado el concilio de Latran, presidido por el mismo Pontífice, en el cual todos los herejes fueron excomulgados; a los católicos   les prohibieron comerciar con los herejes: los príncipes fueron invitados a tomar las armas contra de ellos, confiscar los bienes y reducirlos a esclavitud.

Raimundo Vº muy satisfecho del cariz tomado por las cosas porque sus deseos se habían hecho propios por el papado, pero ciertamente no imaginaba que eso será la ruina del casado de Toulouse.

Se decidió, para que no quedase solamente en palabras, a demostrar con un ejemplo concreto la voluntad de actuar, de organizar una cruzada contra Roger IIº de Beziers que, además de excomulgado, se había también declarado vasallo del rey de Aragón, desconociendo la soberanía del conde de Toulose…  ¡Doblemente hereje, por lo tanto!

Los hombres de arma fueron reclutados entre la soldadesca errante, a la cual se le prometió la libertad de saqueo; pero participaron también otros con buena fe, convencidos de ganar la indulgencia plenaria.

De todas maneras, esta cruzada, que constituirá el precedente de aquella más larga y feroz del 1209, fue de breve durada. El castillo de Lavaur fue expugnado y el vizconde se apresuró a someterse; pero los pueblos de su feudo empeoraron aún más   sus propias condiciones de vida. En Roma la Santa Sede tenía bien claro que para vencer la herejía se debería acabar con todo, desde las propias filas, reformando las costumbres de los prelados, de los clérigos y de los laicos.

La otra condición preliminar indispensable necesitaba de la paz, una paz durable entre el rey, los príncipes y los señores, paz absolutamente necesaria para sustraer a las poblaciones, además del patrimonio de la misma Iglesia, a los continuos saqueos y ataques debidos al estado de guerra permanente.

El obispado de Aquitania lo había intentado ya que en el siglo precedente. En uno de los tantos concilios, a causa de la debilidad del poder real, decretó la suspensión de todas actividades bélicas durante la cuaresma y otros periodos del calendario litúrgico, con el fin de moderar las guerras privadas entre los feudatarios, desanimar a las bandas de atracadores y dar un poco de alivio a los habitantes extenuados.

Esta deliberación fue llamada la “Tregua de Dios” (3) y constituyó, potencialmente, una herramienta de control no solo espiritual, sino también político y militar de las comunidades y de los señores, en cuanto introducía un límite a las actividades de guerrilla de los “caballeros”, cuyas acciones eran muy dañosas para la sociedad civil y para la economía en general.

La interrupción se extendió y desde el miércoles por la noche hasta el lunes por la mañana de cada semana, y no debían existir hechos de arma, saqueos o ataques. Quien hubiese violado este decreto, habría pagado con la vida, o bien hubiera sido exiliado de su propio país y excluido de la comunidad de cristianos.

En el 1095, el año en que fue acabada la primera cruzada, el papado hice propia la Tregua de Dios y la volvió a proponer a toda Europa, afirmaba con el principio doctrinal de la Iglesia que ningún cristiano pudiera matar a otro cristiano, en cuanto habría derramado la sangre de Cristo. Para los “caballeros”, pues, la cosa se puso mal, se agregaron casi todos a la cruzada e hicieron de los infieles el enemigo legítimo a aniquilar por todos los medios, por la mayor gloria del Dios cristiano, y también para las recompensas personales.

En Languedoque, durante el curso de los decenios, esta tregua no obtuvo grandes resultados ya que habían demasiados fraccionamientos en los territorios sometidos a soberanos independientes: la Iglesia de Roma, el rey de Aragón, el rey de Inglaterra, el rey de Francia y el conde de Toulose, naturalmente integrados, por lo menos en teoría, en la organización piramidal del feudalismo. El rey era el soberano principal, pero concretamente, tenía que pasar a través de sus vasallos que, a su vez tenían, como subordinados, a los señores de los innumerables castillos de los cuales dependían directamente los servos y todos los habitantes del campo.

Si se tiene en cuenta que cada pequeño barón tenía a su servicio hombres de arma que combatía solamente para él; que tenía el derecho de guerrear contra los vecinos y ampliar sus territorios pagando los demás, o al contrario de aliarse con ellos contra uno más fuerte, tal vez contra su superior o el mismo soberano, se entiende por eso como era prácticamente imposible conseguir, solamente con buenas intenciones, una paz duradera como resultado.

Todos estos personajes eran hombres muy orgullosos, guerreros poco propensos a la sumisión e, incluso por parte del rey, era difícil contar con su obediencia i su buena voluntad.

Cuando se trató de desarraigar la herejía, las deliberaciones de los distintos concilios contra los herejes, por ejemplo, se disgregaban, se disolvían en todos estos pasajes hostiles al poder central.

Las tropas mercenarias eran constituidas ya sea por caballeros, o sea por nobles pobres que no tenían más propiedades, o más bien eran tan reducidas que no les permitían   vivir al mismo nivel que la nobleza, ya sea por verdaderos bandidos, procedentes de los estratos sociales más bajos, que no aceptaban su condición de subordinación y estaban dispuestos a cualquier hecho criminal para vivir como querrían.

Cuando no guerreaban para los distintos señores en sus guerras interminables, o sea cuando se quedaban sin contratación porque había una tregua o bien la paz entre los contendientes, combatían entre sí mismos; no se adaptaban seguramente a un trabajo común porque el pillaje y el saqueo producían mucho dinero y por ello su número aumentaba aún más.

En el 1195 Raimundo Vº se murió y le sucedió el hijo Raimundo VIº que tenía otra visión de la situación en la cual se encontraba su contado. Consciente que la mitad de su vasallos o sometidos en general eran más o menos secretamente herejes, casi todos simpatizantes de la herejía consideró que no veía ninguna conveniencia en aniquilarlos como querría la Iglesia, ya que aunque él siempre se declaró católico, desde el inicio y hasta el fin de su historia, no era ni un fanático ni un sometido al poder clerical, sino un libertario que, de algún modo era heredero de aquella civilización basada en la máxima tolerancia religiosa que había caracterizado a su tierra en los siglos precedentes.

También con respecto a los rutiers, o sea a los soldados mercenarios, su convencimiento era muy diferente al de la Iglesia que imponía a los demás el alejamiento porque le eran útiles en las actividades de su Estado.

El ascenso al trono de Raimundo VIº, durante tres años bloqueó la campaña anticátara iniciada por su padre, por lo menos habría dejado las cosa como estaban, pero, desdichadamente para el, en el 1198 subió al papado Inocencio IIIº, cisterciense, abad de Citeaux, absolutamente determinado a vencer la herejía y a reconquistar el primado de la iglesia católica en Languedoque.

Desde el inicio su acción fue pastoral y diplomática, es decir que sus plenipotenciarios, seleccionados personalmente por él y todos cistercienses, con sus auxiliares, debían  hacer palanca con el perdón de los herejes y, solamente en el caso de rechazo absoluto, aplicar las penas eclesiásticas i temporales, que como máximo, consistían en el destierro y la confiscación de los bienes.

Todavía, cuatro o cinco años después de su ascenso al papado, Inocencio IIIº estaba aún convencido de que una predicación acreditada, difundida en todo el territorio como misión, sería suficiente a desacreditar a la herejía y volver a ganar la confianza de los que se habían alejados de la iglesia católica.

Tuvo que cambiar de opinión porque no solo no obtuvo los resultados que esperaba, ni con la alternancia de los plenipotenciarios; nada menos en el 1204, un ministro cátaro muy mentado y amado Guillebert de Castres, dio el Consolamentum a la hermana del conde de Foix, Esclarmonde, en una ceremonia pública a la cual había participado el mismo conde y un gran número de nobles, caballeros i burgueses.

Inocencio IIIº fue constreñido a cambiar de táctica y dio carta blanca a sus comisarios, tanto en campo secular como en el eclesiástico, se hicieron superiores-controladores de todo el clero en el territorio, incluso los obispos, teniendo el poder de quitar los beneficios eclesiásticos a los que, a su indiscutible juicio, ya no eran dignos.

Obligaron a los magistrados, a través de un juramento para defender la fe romana, los obispos y los señores tenían que cumplir todos sus decretos en materia de herejía; y sobretodo impusieron a los distintos príncipes suspender las guerras entre ellos y hacer la paz, al menos aparentemente, y aplicar en cambio sus fuerzas y su belicosidad en la persecución de los herejes.

La cuestión de la paz era muy importante por el éxito del plan del Papa que, en cambio, se reservaba el derecho a destruir el adversario con la fuerza, cuando lo considerase necesario. De hecho no obstante que Raimundo VIº, cediendo a las amenazas de los plenipotenciarios, había firmado el compromiso de echar a los herejes de sus Estados y a restablecer la paz, Inocencio IIIº, secretamente, dirigió una apremiante petición a Felipe Augusto, rey de Francia, con el fin de que enviase a las armadas en apoyo de la misión del abad de Cliteaux, de Arnaud de Amaury y de Pierre de Castelnau, responsables de toda la operación anticátara de aquel periodo.

“Por parar el esparcimiento de sangre en el Midí”, fue la motivación de la petición y al mismo tiempo le autorizó a confiscar, en favor de la corona francesa, las posesiones de los barones del sur que no habían actuados diligentemente por echar a la herejía de sus territorios.

Felipe Augusto estaba ocupado militarmente contra Inglaterra y no podía permitirse abrir otro frente de guerra; así que ignoró el pedido.

Pierre de Castelnau, sea por el grande poder del cual disponía, o bien porque era muy agresivo y autoritario por naturaleza, se enfrentó a menudo con Raimundo VIº. Es históricamente cierto que el conde tenía un carácter impulsivo, instintivo y contradictorio; que con la iglesia aplicaba la ley del embudo, con una mano daba y con la otra quitaba. Además, hacía años que estaba en áspero conflicto con la abadía de Saint Gilles, que tendría un papel determinante en su enfrentamiento con el Papado. De todos modos intentaba tirar de las riendas al arrogante poder excesivo que los plenipotenciarios ejercitaban en sus territorios -en virtud del mandado papal- que se proponía la recóndita finalidad de debilitar y a ser posible acabar con él.

En el 1207, habiéndose rechazado de conferir con Pierre de Castenau a propósito de la suspensión de las guerras con los barones de la Provencia, por otra parte, animados contra de él por el mismo plenipotenciario, Raimundo VIº fue descomulgado y tuve la interdicción de sus dominios. Innocencio IIIº lo amenazó abiertamente, declarandose listo a organizar una aleación de barones contra de él, si hubiera continuado en favorecer los herejes.

El conde de Toulose, se dio cuenta de no ser capaz de vencer al papado en un enfrentamiento abierto, y se sometió; firmó la paz con sus adversarios y obtuvo a cambio la absolución de la censura.

Sin embargo, Innocenzio IIIº, hizo presión por segunda vez a Felipe Augusto y a sus barones para que se levantaran en armas contra el Midí porque “se aviniesen a razones”, acordando a los combatientes los mismos beneficios materiales y las mismas indulgencias plenarias concedidas a los cruzados de la Tierra Santa.

El rey de Francia, una vez más, no pude o no quiso acatar el deseo del Papa y la situación de punto muerto habría podido perdurar o más bien decantarse, si el asesinato de Pierre de Castelnau no hubiera hecho precipitar la situación y constreñido a todos, de grado o por fuerza, a proceder a la acción.

El plenipotenciario fue asesinado a orillas del Ródano por dos desconocidos después de que, el día precedente, en la abadía de Sait Gilles había habido un enfrentamiento violento con Raimundo VIº que, según testigos, profirió amenazas contra él.

Históricamente jamás fueron comprobados ni la identidad de los sicarios ni los motivos reales del homicidio, o sea si los dos habían actuado por motivos personales; o por instigación del conde; o por orden de los que tenían interés en desencadenar la guerra.

Innocencio IIIº expresó a menudo la esperanza de que la muerte de su servidor sirviese para el triunfo de la causa de la Iglesia Católica e hizo inmediatamente los pasos para vengarla.

Con el fin de que las amenazas del pontífice no resultasen vanas una vez más, como ya ocurrió en el siglo precedente, en ocasión de la cruzada a Tierra Santa, muchos predicadores autorizados recorrieron todo el País, de aldea en aldea, de castillo en castillo, avivando los ánimos y despertando el ardor y la unión de todos los católicos, y sobretodo prometiendo el oro y el moro a cuantos hubiesen participado en esta nueva cruzada en tierra de Francia. Indulgencias plenarias, perdones generalizados, lugares en el paraíso para toda la familia, derecho de saqueo, partición de los bienes confiscados a los herejes, eran considerados premios muy tentadores y las adhesiones fueron verdaderamente muchas.

Felipe Augusto se escabulló una vez más, permitiendo, a los barones de la Borgoña y del Nivernais de juntarse a la expedición, pero reservando el ejercicio de sus derechos de soberano por la anexión de los feudos del contado de Toulose, solamente en caso de que Raimundo VIº fuese reconocido culpable y legalmente condenado.

El ejercito de los cruzados era verdaderamente imponente porque además de los vasallos del reino de Francia, se contaban muchos señores flamencos y alemanes que no querrían perder esta ocasión de oro por extender sus propias posesiones, a los cuales, mano a mano mientras bajaban hacia el Midí, se les juntaban los católicos más inflamados.

Raimundo VIº se dio cuenta de haber caído en la trampa, pidió ayuda tanto a Felipe Augusto como a Otón IVº de Alemania; pero desgraciadamente, estos dos soberanos, aunque hubiesen querido ser útiles al conde, estaban también constreñidos a la impotencia por la Santa Sede.

Él  tenía todo el derecho de ser “Dueño en su casa”, en consideración del hecho que a su pueblo, y a todas sus clases sociales le gustaba así y lo reconocían como legitimo soberano, los vasallos, los cónsules las corporaciones de la ciudad, para la nobleza y la rica burguesía de los comercios, las diversidades religiosas, el cosmopolitismo de las culturas, la difusión de la instrucción entre las clases sociales más bajas; la pasión que inflamaba a todos los nobles, burgueses y aldeanos por la poesía lírica de los trovadores, se había convertido en modo de ser, de vivir de aquella sociedad que jamás habría aceptado voluntariamente de ser ahogada por el oscurantismo dogmático del Catolicismo; no habría jamás renunciado voluntariamente a la libertad de pensamiento. Fue necesario matar físicamente persona por persona, arrasar con todo.

La destrucción de un pueblo entero, el Occitano que por las coincidencias históricas más diferentes, representaba en aquel periodo un modelo de evolución basado en la libertad de la conciencia, y lo fue no solamente física sino espiritualmente. Cada ser humano podía elegir de ser católico, cátaro, valdense, gnóstico, ateo, islámico o cualquier otra cosa, en el respecto de las diversidades, como reconocimiento de lo divino en sí, como en cada hombre. El origen del genocidio fue el grande engaño, la grande mentira.

La cultura católica-universal de Roma, desde Constantino en adelante y prácticamente hasta hoy, nos ha condicionado a creer que su aparición en el mundo habría, con razón o sin ella, borrado cualquier otra religión, culto o tradición precedente, pura y simplemente porque se presentaba como la “única verdadera, con el único verdadero Dios”. Y no solamente eso, sino que todos los pueblos se habían adherido voluntaria e incondicionalmente, felices de cortar cualquiera vínculo con su misma sangre, o sea con la cadena astral de sus antepasados, con sus tradiciones originarias y con su propia identidad, por dar este gran “salto de calidad”: abrazar la verdadera fe y uniformarse al único modelo de pensamiento y de comportamiento.

En realidad aquella nueva teoría cautivadora, no era otra que la herramienta de dominio de la cual la energía del Rex Mundi se había servido en aquella época para imponerse a sus adversarios en el cosmos y extender su influencia dominadora sobre muchos pueblos y muchos territorios.

Ya la búsqueda histórica libre ha abundantemente documentado que “la única verdadera fe en un único verdadero Dios” fue impuesta con los genocidios y que las conversiones en masa jamás fueron espontaneas, sino inducidas, con todas clase de terror y de violencia.

El Cristianismo romano representó el precedente de la homologación mundialista, de aquel estado único mundial, con un gobierno único mundial que es de absoluta actualidad en nuestros días, y del imperialismo cultural que aniquiló enteras civilizaciones, tradiciones e identidades diferentes y no a través de un proceso de compenetración progresivo, sino de manera vil y feroz; por un lado, energéticamente, apoderándose de los símbolos y de los ritos de las religiones que combatía, por lo tanto vaciándolas quitándoles todas las fuerzas; por el otro, en el plan puramente físico, con el exterminio en masa de los sostenedores y, por lo tanto de sus nutridores, con la Inquisición, las hogueras y el miedo al infierno.

En el plano humano, en el reino del Dios de la materia, hasta hora no ha vencido la Verdad, sino la Mentira, no el Amor, sino el Odio.

Durante milenios existieron luchas despiadadas entre los hombres sobre el planeta, inducidas y fomentadas por el “señor de este mundo” que son exterminados a centenas de millones por afirmar la supremacía de un Dios, del único Dios, antes que de los muchos Dioses que están en el origen de la diversidad de los pueblos, de las culturas y de los seres humanos.

Raimundo VIº trató directamente su sometimiento con el Papa, en el intento de alejar al contado de Toulose del flagelo de la cruzada y dio como prenda a la Iglesia Romana siete castillos; hice jurar a los representantes de la ciudad de Nimes, Aviñón y Saint Gilles de no darle más obediencia, en cuyo caso sería perjuro y así pudo pedir al plenipotenciario la absolución.

Le fue concedida en la iglesia de Saint Gilles, con la presencia de una inmensa muchedumbre. Medio desnudo fue arrastrado con una cuerda al altar donde fue fustigado y constreñido a jurar obediencia a la iglesia; dar la caza a los herejes y a los bandidos; no conferir ningún cargo público a los Judíos, reparar los daños hechos a los edificios religiosos; obedecer en todo las ordenes de los plenipotenciarios y de los obispos; renunciar a cualquier derecho de peaje en sus territorios, salvo los autorizados por una concesión real. No sólo, sino también a todas estas humillaciones, se añade la de pedirle formar parte de la cruzada para combatir él mismo a sus amigos.

Su sumisión personal no salvó al Midí del desastre; efectivamente la ciudad de Beziers fue la primera en sufrir las consecuencias. Cuando los cruzados le pusieron sitio, los obispos incitaron, rogaron a sus fieles porque saliesen da la ciudad; pero los habitantes católicos rechazaron abandonar a su destino de muerte a los conciudadanos herejes y así sufrieron la misma suerte.

Cuando la santa armada entró en la ciudad, todos los habitantes se habían refugiados en las iglesias y allí, católicos y herejes, hombres y mujeres, viejos y niños fueron masacrados.

Un cronista alemán de la época refería la famosa contestación que el plenipotenciario Arnaud de Amaury, responsable de la cruzada, dijo al comandante militar que le pedía como se podía distinguir a los católicos de los herejes: “Matad a todos, Dios reconocerá a los suyos”. (4) Después de 15000 muertos la ciudad fue incendiada y reducida a ceniza y de Beziérs ya no quedó nada. Era el 21 de julio 1209.

Si el intento del plenipotenciario fue lo de aterrorizar, seguramente lo había logrado. Los castellanos de los alrededores se apresuraron a huir o a someterse y así, sin encontrar ningún obstáculo los cruzados, abandonadas las ruinas humeantes de Beziers, se dirigieron a Carcasona y le pusieron sitio.

El vizconde Raimond Roger, señor de aquel feudo, vasallo del rey de Aragón, se fue allí por organizar la defensa; pero no había tenido tiempo suficiente por lo cual,  después solamente pocos días de sitio se había quedado sin agua y sin víveres la ciudad debió capitular.

El vizconde hizo intervenir como mediator entre él y los cruzados el rey de Aragón, pero obtuvo solamente un salvoconducto para sí mismo y doce de sus compañeros. Rechazó abandonar a su pueblo y tenido como rehén, fue aprisionado y murió en breve tiempo, probablemente asesinado.

A los habitantes de Carcasona les fue permitido abandonar la ciudad únicamente con el vestido que llevaban: la masacre y la destrucción total como a Beziers no debían repetirse más porque además de las personas se destruyan también las riquezas individuales y públicas y eso no consentía, conseguir aquellas recompensas prometidas; también, privaba la santa armada de los recursos necesarios para su proprio sustentamiento.

Según la ley canónica, habiendo juzgado hereje a Raimond Roger y con él su casa, fueron confiscadas todas las propriedades y, entre los cruzados, los plenipotenciarios buscaron un nuevo vizconde de Beziers y de Carcasona.

Los más grandes rechazaron y solamente Simon de Montfort, conde de Leicester, un pequeño noble que tenía alguna posesión en Inglaterra, aceptó el lindo feudo que la Iglesia le ofrecía en bandeja de plata.

Se hizo así el jefe de la cruzada; inteligente, muy ambicioso, absolutamente devoto al catolicismo, deseó de inmediato reemplazar a Raimundo VIº en el trono de Touolse. El hombre justo, en el lugar justo, en el momento justo, el hombre de la Providencia, sin embargo no tuvo una vida fácil en los años en los cuales se volvió fiero, y tuvo que fatigarse no poco por no dejar títere con cabeza, ante todo por las continuas rebeliones de la gente que odiaban a eso ejercito extranjero que mataba por apoderarse de todo.

A pesar de sus ambiciones, su real talento militar y el apoyo total e incondicionado de la Iglesia, se murió en el 1218, en el curso del sitio de Toulose, golpeado por una piedra lanzada por una mujer desde los muros de la ciudad, sin terminar la conquista del Languedoque, no obstante fuera despiadado en las represalias.

En el 1211, de hecho había estallado una guerra abierta entre Raimundo VIº y Simon de Montfort.

El conde de Toulose se había aliado con Pedro IIº de Aragón que era también su pariente y durante un par de años, las suertes de la guerra habían sido indudablemente a su favor. Desgraciadamente, en el 1213 Pedro IIº murió en batalla; la alianza forzada faltó y Raimundo VIº se encontró nuevamente en una situación perdedora.

Una vez más, en el intento de salvar lo salvable, con los notables de sus ciudades y contados más importantes, se presentó al nuevo plenipotenciario de Innocencio IIIº y le pidió la reconciliación.

Le fue dada en el concilio de Montpellier del 1215, pero a cambio de la renuncia tout -court al título, a todos sus dominios y a sus bienes, siendo declarado por las autoridades eclesiales sin derecho a la soberanía. Le fue consentido de vivir en Toulose como simple ciudadano.

El concilio de Letrán el mismo año atribuyó las posesiones de su estirpe a Simon de Montford y, Felipe Augusto, aunque no veía con buenos ojos el asentamiento de un vasallo tan fuerte debido a los dobles lazos con la Santa Sede, le otorgó la investidura de conde de Toulose.

Entretanto, los distintos plenipotenciarios que se fueron sucedidos a lo largo de aquellos años, se habían asentados en los ricos escaños episcopales del Midí, de los cuales habían destituido a sus predecesores, excomulgados y despojados de sus prerrogativas por los mismos plenipotenciarios.

Por execrable que fuese la soldadesca cruzada, los curas omnipresentes, lo eran aún más, fuertes por la ocupación militar. Expropiando, acrecentado sin medida las diezmas y del trabajo obligatorio no retribuido, acabaron con ruinar del todo el País, dando caza y quemando en la hoguera a los Perfectos a los los que los Occitanos veneraban.

Innocencio IIIº, según su índole de persona que juega con dos barajas, la del pan y la del palo, de manera paternalista quiso mitigar la dureza de las deliberaciones conciliares que habían reducido un soberano a la nada, así que hice recuperar a la esposa de Raimundo VIº los bienes de su dote; además, garantizó la renta de los feudos de Provencia a su hijo RaimundoVIIº, con la promesa de devolvérselo a su mayoría de edad, si se demostrase digno, junto con la autorización de retomar por la fuerza lo que, con la fuerza, le fue quitado.

Padre e hijo encontraron a menudo un refugio seguro y los recursos para retomar la lucha, porque todos los señores, desposeídos de sus posesiones por la fuerza militar de los cruzados o por las sentencias de los plenipotenciarios, esperaban un liberador.

El Languedoque sentía repugnancia por esta soldadesca del norte y por lo tanto puso a disposición de sus condes los recursos económicos y humanos de las cuales tenían necesidad para poder vencer.

Toulose se rebeló contra Simon de Montfort, y acogió con los brazos abiertos a su antiguo soberano y durante nueve meses resistió a todos los asaltos que el usurpador le arremetía por reconquistarla, hasta que fue asesinado justo bajo sus muros.

Por fin se abrió paso la consciencia de que la lucha no debía ser más de una religión contra otra, sino que debía ser nacional, o sea expresar la consciencia de la pertenencia a un territorio, a una cultura, a una lengua, a una civilización que hacía de aquella miríada de entidades, autónomas e independientes, una verdadera Nación, y todos debían luchar por su libertad.

A la muerte de Simon de Montfort le sucedí su hijo Amaury, quien se reveló incapaz de continuar la acción de su padre. En el Vaticano ya no estaba Innocencio IIIº, y el nuevo Papa Onorio IIIº aún más determinado que su predecesor, hice uso de cualquier medio de persuasión por hacer llegar todo tipo de ayudas y apoyos al joven Amaury; tanto que después de años de no beligerancia, aunque no precisamente de neutralidad, también el rey de Francia tuvo que ceder y enviar a su hijo Luìs a la cruzada.

Ya cuatro años antes Luìs había partecipado en la cruzada como observador, pero esta vez tuvo que combatir. No logró expugnar Toulose; ocupó Marmande en el 1219, donde las tropas de Amaury mataron a cinco mil personas, mujeres viejos y niños; y regresó a Francia sin nada de concreto. Gracias a esta intervención, la corona de Francia entró con fuerza en la escena del Languedoque; tomó una posición preponderante y, sola, se aprovechará de ello.

En el 1221 murió también Domingo de Guzman que fue uno de los primeros misioneros predicadores extranjeros que acudieron al Midí, al inicio de la acción de los plenipotenciarios contra la herejía, inflamados por el ardor y por la voluntad de reconducir las almas perdidas hacia Dios. Después de haber intentado de convertir a los Cátaros con la predicación durante algunos años, Domingo de Guzman, el verdugo declarado santo por la Iglesia, optó por la represión. Pasó a la historia esta frase suya: “Como se dice vulgarmente en España; allí donde la bendición no sea escuchada. Se hará oír el garrote”. (5)

Después de la creación de la Orden de los Frailes Predicadores, los futuros Dominicanos, les dio la misión de aniquilar a los herejes, a lo que se consagraron con fanatismo feroz y la muerte del fundador exacerbó aún más su violencia, por lo tanto el Papa Gregorio IXº les atribuyó, prácticamente en exclusiva, la función inquisitorial.

Raimundo VIº desapareció de la escena el año siguiente, de hecho murió en el 1222. Hacía cuatro años que él y su hijo Raimundo VIIº, aunque arrollados por excomuniones, censuras, luchaban valientemente para reconquistar su soberanía, lo que comportaba también la independencia y la libertad individual y colectiva de todas su gentes.

Está históricamente comprobado que el movimiento cátaro, durante estos años de victorias nacionales, se consolidó y retomó todas su actividades; fueron nombrados nuevos obispos y ministros que reemplazaron a los aniquilados por los cruzados. Por otra parte, con los nobles y los burgueses sus simpatizantes, eran los amigos más fervientes de los condes de Toulose a los cuales daban dinero y apoyos necesarios para la guerra.

La cuestión vino así a coincidir con la cuestión nacional occitana, es decir la constitución de la unión de un nuevo Estado que fuese completamente autónomo e independiente tanto de la corona francesa como del papado en Roma: un modelo alternativo que hubiera podido cambiar el curso de la historia y la consciencia de los seres humanos de aquel tiempo.

Ya algunos años antes de su muerte, Raimundo VIº se había puesto a lado de su hijo mayor, dejando a él la toma de decisiones y responsabilidades; pero mientras estuvo en vida, intentó arreglárselas más allá de sus posibilidades en una situación en la cual su derrota ya estaba programada en el “plan divino”. Sin embargo, fue un gran soberano, aunque si la historia la han escrito los vencedores, lo presentan como una persona inconstante, inestable, oportunista y ambigua.

Si bien él siempre negó ser un seguidor de la herejía, jamás traicionó a los señores cátaros sus amigos, pagando con su persona, ya sea la lealtad con respecto a ellos, como por su dignidad de jefe de Estado, libre y responsable en su actuación con su pueblo, y no un fantoche en las manos de otros, cualquiera que fuesen.

El 1222 fue un año de cambio, es decir que se habían creado las condiciones, por ambas partes, en las cuales el acuerdo, se había vuelto deseable para todos. El joven Amaury, habiendo acumulado derrotas y derrotas, dejó definitivamente el Languedoque, ofreciendo sus derechos al rey de Francia que al momento los rechazó. Los cruzados eran siempre menos numerosos y ya la santa armada estaba formada casi exclusivamente por bandidos adictos a todo tipo de vicio y excesos.

Raimundo VIIº pensó que el momento le era favorable como vencedor, para pedir el perdón de la Iglesia y terminar aquella eterna guerra y el Papa Onorio IIIº se demostró dispuesto a la paz, rechazando a Luis VIIIº, que entretanto se había convertido en rey, el nulla osta para valerse de sus derechos sobre el Midí, que Amaury de Montfort le había cedido en el bloqueo.

El partido de los Montfort, para no perder sus posiciones de poder y sus patrimonios que había saqueado en los años de la cruzada, con el consenso de la santa sede, ofreció al rey de Francia los medio económicos necesarios para una nueva acción bélica que tuvo lugar algunos años después, con resultados poco felices para los Franceses, pero rentable políticamente.

Luis VIIIº murió en el 1226, pero la corona de Francia había puesto en sus manos las antiguas propiedades de los vizcondes de Tuolose y Carcasona y, en todas las ciudades de aquel contado se instalaron los senescales que representaban el poder central. Albergaba pretensiones también sobre Toulose; pero ni Raimunto VIIº, ni el Papa estaban dispuestos en cederlo.

Blanca de Castilla, viuda del rey y regente al trono en nombre de su hijo Luis IXº, que será hecho santo por la Iglesia, encontró el compromiso justo que, a un tiempo, junto con los intereses de la corona pondría fin a la guerra. Incorporó sólidamente todas las nuevas conquistas al reino de Francia; dejó a Raimundo VIIº el Toulosanato, pero con régimen de soberanía limitado para que no se convirtiera en un peligro o en una ocasión de rebeldía y, a través de un matrimonio dinástico, predispuso la unificación de los dominios del conde a Francia. Jeanne la hija única de Raimundo VIIº, heredera de los bienes de su padre, fue prometida en matrimonio al príncipe Alfonso, hermano del rey.

Raimundo VIIº, en Meaux, delante de una multitud inmensa, en traje de penitente, a la puerta de la iglesia de Noôtre Dame, recibió la absolución; y fue constreñido a jurar perseguir a los herejes; alejar a los mercenarios; restablecer y guardar todos los privilegios de la Iglesia; pagar a varios monasterios y a la universidad de Toulose gastos considerables; tomar la cruz para Tierra Santa; arrasar los muros de Toulose; entregar cierto número de castillos y de rehenes en garantía de su juramento. En conclusión, el Contado de Toulose fue reducido a un tercio.

RaimundoVIIº que tenía madera diferente a la de su padre, a su muerte, a menudo se dejó captar por el partido católico nacional y de los predicadores de Domingo de Guzman, que lo habían convencido de que junto con su reconciliación y sumisión a la Iglesia, acabarían al fin todos los males del Langudoque. Fue fiel a la promesa de extirpar la herejía y los Cátaros a menudo se dieron cuenta como los tiempos habían cambiado para ellos.

El “Tratado de Paris” decretó la alianza de hierro entre la iglesia de Roma, la corona de Francia y la contado de Toulose e desde aquel momento en adelante no hubo escapatoria para nadie. Raimundo VIIº, desde su instalación en 1230 y hasta su muerte en 1248, apoyó, sin ninguna duda, lo operado por la Inquisición.

Hasta el advenimiento de la cruzada, el castigo oficial de la herejía iba acompañado de la confiscación de los bienes, pero a partir de entonces fue la muerte.

No solamente los masacres como las de Beziers Y de Marmande, en las cuales en el mismo montón morían todos, herejes y católicos, sino con las sucesivas ejecuciones “estudiadas” diezmaban drásticamente las distintas comunidades.

Cuando los soldados de la santa armada entraban en una ciudad, un burgo, o un castillo en los cuales se consideraba vivían los herejes, si hubiera habido capitulación, las condiciones serían las de rendición; pero en el caso de toma por asalto, en el ímpetu de la invasión, no habría diferencia alguna en el tratamiento entre herejes y católicos: era la muerte para todos.

Por otra parte, el temor que los cruzados inspiraban era tal que los Albigenses para salvarse, regresaban al seno de la Iglesia vencedora. Los simples creyentes lograban disimular sus simpatías religiosas, escapando a la venganza de los mismos cruzados; pero para los ministros y los Perfectos cátaros, conocidos públicamente, no había escape.

Los curas y los predicadores intentaban reiteradamente inducirlos a la abjura y a la sumisión a la iglesia y se eso acontecía, su absolución estaría acompañada de un certificado que los ponía a salvo de persecuciones ulteriores. En caso contrario, eran entregados al brazo secular, o sea a Simon de Montfort o peor aún, su oficial que era quien aplicaba las despiadadas leyes de guerra.

El objetivo de los misioneros era el de volver a traer al redil cuantas más ovejas descarriadas mejor; la de los cruzados era la de barrer con todo a mata caballo, por tener las manos libres en la confiscación y la repartición de los bienes de los herejes.

Los perseguidos que lograban escaparse, se refugiaban en los bosques, en las montañas o en las tierras de los señores que odiaban a los plenipotenciarios del papa. Esos eran lugares de refugio temporal, no seguros porque a medida que la cruzada avanzaba, eran invadidos, rastrillados y pasados a sangre y fuego. Además, muchos católicos especialmente los que ocupaban posiciones de poder habían hecho propio el imperativo de los plenipotenciarios: denunciar a los herejes, o aún más entregarlos personalmente a los misioneros y a los cruzados.

Encima, en el 1229 Luis IXº, el santo, que entretanto ya era rey, en una célebre ordenanza, para estimular las denuncias de los disidentes, dispuso que su vasallos pagaran dos marcos de plata durante dos años y después un marco, por cada hereje denunciado que fuese capturado. Raimundo VIIº se adecuó recompensando con un marco de plata a quien hacía capturar a un hereje, desencadenando un delación, muy a menudo falsa, porque comportaba un premio en dinero que permitía a los delatores  ir tirando, si no precisamente enriquecerse. En el 1230 se abrieron oficialmente los trabajos de la Inquisición presididos de F. Ferrier cuya actuación fue tal, que medio siglo después, su nombre aterrorizaba aún los disidentes, y los que vinieron después de él, organizó y continuó la caza con una constancia y una ferocidad inimaginables.

Ninguna policía política, en la historia fue más feroz, más despiadada, más pérfida, más tenaz, más metódica y eficaz que la Inquisición. Se desencadenó un paroxismo diabólico; los obispos, en los varios sínodos, añadían, agravaban, querrían ser los primeros, los mejores respecto a los domínicos, ya feroces de suyo, en la acción represiva. La competición llegó a aberraciones de una perfidia jamás vistas en la faz de la Tierra.

No se entiende cual podía ser en el plan político y histórico del momento, la motivación del nacimiento de la Inquisición, en cuanto los juegos de poder estaban cerrados; la dinastía de los condes de Toulose, practicamente, con la muerte de Raimundo VIIº, desaparecería y con él todas sus posesiones, ya estaba previsto que se incorporaran firmemente a la corona de Francia, a través del afamado matrimonio dinástico. El conde mismo estaba totalmente identificado con su rol de sometido, por fin de un modo servil, a cualquier petición de los obispos y de los domínicos, que no solo no podía fastidiar a la iglesia, sino que, constituya un valido auxilio en la obra de persecución.

Desde el punto de vista religioso, los Cátaros que quedaban en circulación, habían sido reducidos; sobre todo en los años precedentes, habían desaparecido los teólogos, los ministros, los obispos más preparados, los verdaderos guías espirituales, es verdad que en los cuatro años de la guerra de liberación de Raimundo VIº, habían sido nombrados otros obispos y ministros, pero se sucedía una nueva generación que empezaba a perder las referencias doctrinarias. No la fe, que se mantuvo inquebrantable siempre, hasta el último Cátaro, cien años después.

No puede haber sido solamente una evaluación de poder real, terrenal para poner en pie la máquina del terror y de la muerte, sino una manipulación espiritual y psicológica que borrase, para siempre, en aquellos seres humanos, la representación, el modelo, la memoria de la libertad de pensamiento, de la diversidad, de la fe en algo distinto, de la posibilidad de hacer comparaciones, y por lo tanto opciones de manera autónoma. Sobre todo, a través del dualismo absoluto, desquiciaba el monoteísmo dogmático; decía dos son los Dioses; al contrario el Dios de la Iglesia es Satán, el señor de este mundo.

Iniciado en el 1209, el desarraigo de la herejía cátara, se puede dar por concluido en 1325 con el exterminio total pero, no por eso, la actividad de la Inquisición se paró; simplemente se orientó -con los mismos métodos- sobre la persecución de cualquier pensamiento o comportamiento libre, o considerado, a su indiscutible juicio, no perfectamente en línea con la iglesia. Duró aún dos siglos, causando otros cientos de miles de víctimas, en toda la cristiandad. Giordano Bruno, que también era fraile dominico, es el símbolo de aquel periodo, uno de los peores de toda la historia de la humanidad.

La Inquisición fue la madre y la maestra de todas las policías políticas de la nuestra época; el terror estalinista con los gulag de la Siberia y los campos de exterminio nazis no han inventado nada, solamente han copiado y quizá, no todo.

No se debe subestimar que en Occitania los domínicos tuvieron su propio interés material en ejercitar el cruel fanatismo, en cuanto su Orden fue el mayor beneficiario de todas las confiscaciones de los bienes y de las propiedades.

En el 1237, prácticamente solo 21 años después de su nacimiento oficial, disponían en Europa de más de trescientos conventos y se habían hecho tan poderosos  suplantando en poder y riqueza a los Cistercienses y a los mismos Templarios. Eran odiados, pero a ellos no importaba para nada el odio popular, y tampoco de las protestas del mismo soberano de Francia que debía darles una paga como a todos los demás prelados del reino.

Como fue en su tiempo para los Templarios, la decisión de Gregorio IXº, los inquisidores domínicos eran sujetos a la misma autoridad del Papa y, en general tenían la preeminencia sobre los obispos locales, y presidían los tribunales.

La detención de los herejes era facilitado por los delatores católicos o por los renegados que cuando abjuraban, debían jurar detener ellos mismos a los sospechosos de herejía o, por lo menos revelar su refugio. Esto valía también para los Judíos convertidos y esta acción permitía la rebaja de la pena.

El tribunal no tenía la obligación de interrogar ni, tampoco, de proporcionar las pruebas de culpabilidad del denunciado que no tenía derecho de defensa legal y, sobretodo ni llegaba a conocimiento de los testimonios de cargo, o sea quien lo había denunciado. La única defensa ejercitada era aquella de declararse víctima de calumnia de enemigos personales y, a menudo era así, pero era clamar al cielo.

Un proceso de la Inquisición no se cerraba, en efecto podía abrirse en cualquier momento también sin la presencia de hechos nuevos, solamente por la voluntad de los inquisidores que modificaban a su placer la sentencia precedente; así que la gente, que había escapado una vez, vivía en el terror de ser acusada de nuevo y sufrir nuevas persecuciones. Para salvar la vida o no ser despojadas de todo, incluso del mínimo para sobrevivir, acababa, a pesar de los pesares, con las denuncias de personas inocentes que tampoco conocía.

Por otra parte la encarcelación inhumana y la tortura, que eran practicadas sin ninguna objeción, visto que desde el 1225, el Papa Innocencio IVº y sus sucesores habían magnificado el uso, hacían perder toda dignidad humana a quien no fuese absolutamente fuerte en su fe y lo rebajaba a cualquier degradación moral.

Arrasadas las casas de quien, en los años pasados habían hecho una predicación cátara; los bienes confiscados; los habitantes condenados a la hoguera. Se había previsto un procedimiento contra los herejes difuntos que comportaba la exhumación del cadáver y, sea el que fuese el estado de descomposición aunque fuesen ya solo huesos, se les arrebataba de su lugar de descanso, se amonestaba a los vivos y después se quemaban en las hogueras.

Esta práctica comportaba la confiscación de los bienes pasados por herencia a los descendientes incluso si esos fuesen católicos, que se veían así despojados de sus derechos y excluidos de de todas funciones públicas hasta la segunda generación.

Las penas inquisitoriales eran de varia naturaleza, desde la excomunión a las enmiendas a los peregrinajes ya sea al interior como al extranjero, también en Tierra Santa, pero eran las “penas infamantes” las que comportaban el mayor grado de sufrimiento.

Los jóvenes creyentes o recaídos en la herejía debían llevar las señales de identificación, una delante y otra atrás, que no podían quitarse jamás, bajo pena la flagelación o el peregrinaje más allá del mar. En general consistía en un círculo de fieltro amarillo, franjas de tela roja, letras del alfabeto o cualquier otro según el que estuviese al cargo de la imputación.

Esta pena estaba a menudo asociada a otros castigos como “la exposición sobre la escalera” y la prisión donde, pasase lo que pasase, siempre acababan.

La flagelación era practicada cada domingo o festividad litúrgica. El cura flagelaba el sospechoso de herejía durante la misa, entre la epístola y el evangelio, pero era nuevamente flagelado en la procesión que seguía el rito.

La exposición sobre la escalera, donde el presunto culpable era atado, se repetía varios domingos y duraba el día entero.

La confiscación de los bienes era total y, en la casi totalidad de los casos a favor de la comunidad de los inquisidores.

La cárcel, casi siempre de por vida, era infligida a los que recaían en la herejía, a los fugitivos que detenían y a otros según la indiscutible decisión de los inquisidores. Preveía tres niveles de pena:

“murus” comportaba ya sea el aislamiento del individuo en una pequeña celda o en compañía de otro detenido; la alimentación era reducida al mínimo de la subsistencia.

“murus strictus” comportaba el aislamiento en una celda minúscula en la oscuridad total; con una alimentación a pan y agua.

“murus strictissimus” añadía a la precedente las argollas en manos y pies; las cadenas en los tobillos eran clavadas al muro. Nadie resistía a un tal régimen. (6)

La hoguera era el castigo para todos los Cátaros que rechazaban defenderse o abjurar; era el destino cierto para los Perfectos y de todos los que permanecían íntegros en su propia fe.

En esta situación la pequeña nobleza, la burguesía y el populacho, tuvieron que sufrir, beber el amargo cáliz. En silencio y en secreto lloraban a los parientes y amigos que expiraban en las llamas y se consumían en las lúgubres prisiones inquisitoriales después de haber sufrido todo tipo de humillación y torturas; ¡pero, no obstante la religión cátara resistió más de cien años a las persecuciones y a los suplicios!

La resistencia no fue solamente pasiva; las atrocidades eran talmente tantas y generalizadas, también hacia quien no fue jamás hereje, que empujaron la gente a actos de venganza personal y en diversos episodios y en todas partes, algunos de los inquisidores fueron asesinados.

En Narbona tuve lugar un levantamiento popular que imputaba al tribunal de la Inquisición la confiscación de los bienes de personas inocentes; la matanza de los internos en las prisiones; detenciones absolutamente arbitrarias; uso indiscriminado de la tortura; interrogaciones “pro forma”, en las cuales las preguntas tendenciosas que la gente común, a menudo no entendía, y a las cuales no estaban en situación de contestar y por lo tanto era considerada culpable y condenada.

En realidad, todas las instituciones libres, los capítulos, los cónsules, las hermandades, las ligas, las corporaciones de ciudadanos que habían constituido, hasta aquel momento el cuerpo social del Languedoque en la democracia, tal como la entendemos nosotros hoy en día, con el pretexto de la caza y la aniquilación de la herejía, fueron borradas, eliminadas con la ferocidad más despiadada.

La herejía religiosa había sido el símbolo, pero también la cobertura, de la más bien imperdonable del “señor de este mundo”, Dios de la materia sobre la Tierra, que es la libertad de los seres humanos para su dominio. Sus agentes, los fiduciarios encarnados, sus intermediarios son el clero de cualquier religión, el poder absoluto de los estados y de los soberanos. Conoce la verdad y serás libre, dice el Cristo en el evangelio, pero la libertad de la humanidad es el fin del dominio de estas entidades: los hombres no deben conocer, deben de ser mantenidos esclavos con la mentira el dolor y la muerte.

La espiral de odio, de venganzas y de condenas, siempre más feroces e injustificadas, había llegado a un punto tal que Raimundo VIIº, sometido y servil, sin más dignidad ni como hombre ni como soberano, tuve que recurrir a Luis IXº a fin de que pidiese el, como rey de Francia, al Papa de suspender las acciones atroces del tribunal de la Inquisición. El descontento popular era llegado a un nivel tal que ya no era controlable y el conde temía los trastornos políticos que podían derivarse.

Durante cuatro años desde el 1237 al 1241, hubo un periodo de relativa calma; pero a la muerte de Gregorio IXº, los inquisidores volvieron a empezar con su trabajo bestial, y ya el año después en el castillo de Aviñonet los dos frailes domínicos, con todos sus clérigos, los curas i sus auxiliares fueron asesinados por la muchedumbre enfurecida.

Este episodio y las argumentaciones aducidas por Luis IXº, indujeron al nuevo pontífice Inocencio IVº a dar disposiciones a los concilios siguientes para que vigilasen sobre albedríos indiscriminados y el mismo ordenó a los tribunales de poner en libertad a los presuntos herejes aún no condenados; evitar el juicio a quien regresase al seno de la iglesia; de conceder un periodo de gracia, durante el cual, los culpables  que se fuesen auto-incriminados, deberían ser condenados a simples penas espirituales.

Estas ordenanzas papales fueron introducidas en el código inquisitorial, pero los inquisidores continuaron trabajando con celo absolutamente extraordinario y en sus mismos registros apuntaron miles y miles de casos de sospechosos, denunciados y auto-incriminados, en base al edicto de gracia.

En el 1244, a la caída del castillo de Montsegúr y a la hoguera con los últimos doscientos Perfectos que allí habían encontrado refugio, tuvo lugar una reanudación de las violencias y Raimundo VIIº, hasta al momento de su muerte en el 1249, con su anhelo obsesivo de demostrarse buen católico y de tener la aprobación del Papa, en primera línea a la hora de sacar de su escondrijo y quemar a los últimos desvalidos en desesperada huida, que no podían representar ni un peligro ni una perturbación  para nadie.

Los inquisidores no tenían en cuenta nada y a nadie; no les afectaba en lo más mínimo el odio popular, más bien de ello sacaban alimento para hacer siempre mayores maldades; y tampoco doblaban la cabeza cuando los varios pontífices, el mismo Inocencio IVº, y sobretodo Clemente Vº, en seguimiento de una investigación en curso, los reprobó severamente para su comportamiento demasiado extremista y persecutorio, incluso en donde no estaba justificado. Continuaron en su camino, conscientes que, solo gracias a su sucio trabajo la iglesia católica había vencido y, por lo tanto no asumiese con respecto a ellos posiciones absolutamente hipócritas.

En los años siguientes, (1249-1271) Alfonso de Poitiers, hermano de Luis IXº gobernó el contado de Toulose; pero ya el poder político, consolidado y rapaz, tanto que los inquisidores incluso tenían que moderar el celo de los oficiales civiles que exageraban con las penas para poder meter las manos sobre los bienes de los sospechosos. La Inquisición se hizo más diestra, razonada y paciente, sin las crueldades del inicio y la arbitrariedad que la habían inducida en practicar las injusticias más irreparables.

La persecución continuó con el sucesor de Alfonso de Poitiers, pero la herejía ahora atañía solamente a gente muy pobre desvalida en el verdadero sentido de la palabra. La pequeña nobleza que la había sostenida había prácticamente desaparecido y los pocos que habían quedado ya no tenían ninguna posibilidad, la burguesía, a poco a poco, se había alineado a la causa francesa.

Entre el pueblo, los Cátaros que habían quedado, tenían aún amigos sinceros, pero muchos más eran los traidores que los vendían a los perseguidores para cobrar los marcos de plata.

En la práctica, la herejía se extirpó, no solo en la llanura, sino también en las zonas de la montaña. Resistían algunas raras y minúsculas comunidades clandestinas en el alta valle del Ariege, lugares totalmente inaccesibles, que las Ordenes mendicantes, grandes proveedoras de herejes o presuntos tales para la Inquisición no se aventuraban a alcanzar. Los últimos Cátaros eran campesinos miserables o pastores trashumantes, casi todos analfabetos. Los pastores trascurrían el verano en los altos pastoreos de las cimas; el invierno bajaban a Cataluña, así que era difícil capturarlos. Cuando el peligro se hacía más apremiante, los sedentarios abandonaban sus moradas improvisadas y huían a España franqueando las montañas. Muchos, pero, por nostalgia, regresaban y eran capturados.

Algunos ministros cátaros que habían logrado escapar a la hoguera, con pocos Perfectos y los creyentes más comprometidos habían huido a Lombardía, en dónde habían fundado una pequeña comunidad francesa que vigilaba de lejos lo que tuviera lugar en su patria. De vez en cuando mandaba a Francia, clandestinamente algún ministro desconocido para sostener la fe de los pocos fieles escondidos y para dar el Consolamentum a los enfermos. Pierre Autier, ordenado ministro en Italia, con su hermano Guillaume, él mismo Perfecto, de incógnito, durante casi diez años, desde el 1298 hasta el 1308 recurrió los contados de Toulose y de Foix en su actividad pastoral, antes de caer víctima de una trampa. Las últimas generaciones, que no tenían más apoyos y referencias, pero conocían solamente persecuciones y muerte, esperaban solamente que acabase, de una manera u otra.

Se habían reducido talmente a la mínima expresión, y que por un periodo de treinta años, ya no hay más noticias. Salvo que fueron tomados y quemados vivos en el 1258 diez herejes en el castillo de Queribus, un oppidum romano sobre un pico altísimo, aislado, árido y ventoso que, qué en aquel tiempo debía ser insoportable. Ya hoy, llegar en coche, por un camino muy empinado, todo curvas, produce una cierta impresión. Sin embargo los perseguidores habían llegado hasta allí, guiados por el “señor de este mundo”: nadie debía escapar, porque una sola alma, un solo ser espiritual pueden minar su dominio, desvelar su mentira de falso Dios que se nutre de nuestra sangre.

La apoteosis de la Inquisición tuvo lugar con la elección al solio pontificio del obispo Jacques Fournier, ya presidente del tribunal inquisitorial de Pamier, Papa en Aviñón con el nombre de Benedicto XIIº.

Como iquisidor, tuvo el honor, es un decir, de quemar el último Perfecto, Guillaume Belibaste en el 1321, capturado por traición con una innoble maquinación. Con una eficiencia digna de las policías contemporáneas más feroces, persiguió el desarraigo de la herejía y, desde aquel momento, de los Cátaros no se oyó hablar más; desaparecieron de la historia y de la memoria.

En todos los procesos que llegaran después, la Inquisición perseguirá otros adversarios porque la maquina persecutoria giraba “motu proprio”, auto-generando la energía de su perpetuación; pero, nacida en Languedoque para combatir a los Albigenses, si bien victoriosa, perdió, en aquel momento histórico, su razón de ser y su potencia tenebrosa sobre el cadáver del su enemigo. La recuperará años después, con las torturas y las hogueras a miles de mujeres en Europa, acusadas de fornicar con el diablo. ¿Pero, quien era el verdadero diablo?

Capitulo VIIº

Por intentar aproximarse siempre más a la verdad, a las causas espirituales de los acontecimientos de aquel periodo histórico, me parece interesante referirme a la breve experiencia en el solio pontificio de Celestino Vº, o sea PEDRO DE ANGELERIS, eremita en el Monte Morrone en los Abruzo, en las cercanías del Gran Sasso de Italia; el mismo que fue definido por Dante Alighieri, en la Divina Comedia: “el que por vileza hice el gran rechazo”.

Pedro de Morrone, nacido en Molise en el 1212 o 1215, había vivido prácticamente toda su vida de anacoreta en las inaccesibles montañas; pero en el curso de los años, otros hombres se habían unido a él para compartir aquella existencia mística finalizada en la transfiguración, es decir en la sustitución de la personalidad mortal, producida por la Naturaleza, con el propio YO Espiritual.

La agregación espontanea que se había creado en torno a Pedro de Morrone, puesto que se sustraía a la sumisión y a la jerarquía eclesiástica, de la cual, al contrario, ponía siempre más de relieve la degeneración y el alejamiento que el mensaje evangélico originario, estaba, obviamente en olor de herejía. Por lo tanto debía esconderse en la clandestinidad porque existía el riesgo concreto que sus adeptos murieran en la hoguera de la Inquisición o de cualquier otra manera; las persecuciones de los herejes, en territorio italiano eran menos tenaces que en Languedoque, como ya tuvo lugar en el norte con los Cátaros lombardos y del Véneto, porque aquí no había ocurrido el enlace entre el poder espiritual de la Iglesia y el brazo secular de las Señorías y de los Comunes que, en cambio lo hacía todo por sustraerse.

Pedro de Morrone, en cierto momento, conociendo que en el concilio que tendría  lugar en Lión en seguida, presidido por el mismo pontífice, con todos las nuevas órdenes de eremitas que no obstante las represiones, continuaban expandiéndose, les sería quitada definitivamente la facultad de perdonar los pecados, de conceder indulgencias, y encima de predicar. A la práctica, les serían negadas todas las funciones espirituales respecto a los creyentes y por lo tanto, los convertían en carne de asar, sin dudas ni lamentaciones por parte de nadie.

Para salvar a sus compañeros, decidió ir a Lión para encontrarse personalmente con el Papa, con el fin de obtener la bula de reconocimiento de su Orden, y la tuvo en el marzo de 1274.

Pedro tenía ya 62 años, y realizó este viaje con la ayuda logística, quizás también el acompañamiento de los Templarios que, en esta época, tenían un asentamiento en Pescasseroli, en el corazón del actual Parque Nacional.

A Lión estuvo hospedado en una casa templaria, que después se convirtió en monasterio celestino.

La leyenda popular dice que al regreso al Abruzo, tuvo en sueño una visión de la Virgen María que le pidió edificar una iglesia en L’Aquila y dedicarla a ella.

L’Aquila, actual capital de la Región del Abruzo, en aquel tiempo era una ciudad nueva, surgida veinte años antes y se caracterizaba por el número 99, que es su número mágico.

De hecho, 99 eran los castillos de los alrededores que estaban juntos; 99 eran las plazas, 99 las fuentes, 99 las iglesias, 99 los caños, los chorros de la grande fontana.

Este número, por casualidad, es sagrado en el Islam, en cuanto 99 son los nombres y las atribuciones de Dios.

Se dice que la ciudad fue realizada a imitación de la planta de Jerusalén; en particular la primera iglesia edificada, la de Santa Justa, correspondería al Templo de Salomón, mientras que Santa María de Collemaggio correspondería al Getsemaní.

Seguramente fueron los Templarios los que pusieron a disposición de Pedro el dinero necesario para aquella edificación y en pocos años, la basílica de Santa María de Collemaggio, expresión de referencias y simbolismos templarios fue ultimada.

Durante los 20 años siguientes, no se tienen noticias históricas de Pedro de Morrone que muy probablemente regresó a su vida de penitencia y de oración en su retiro en la montaña hasta 1294, cuando el cónclave, donde por unanimidad fue elegido Papa, después de que, durante 27 meses, los cardinales no estuvieron en posición de elegir a otro, a causa de las feroces luchas de poder intestinas de la Iglesia.

Pedro tenía más de 80 años de edad, sea por eso, o sea porque su biografía de hombre exento de todo poder personal y de toda malicia, que había siempre vivido de asceta en las altas montañas de los Abruzos, con pocos seguidores, en territorios áridos a las afueras del mundo, habitados solamente por osos y lobos, seguramente los cardenales lo veían como un personaje débil, maniobrable, un hombre de paja para un breve periodo de transición, como se suele decid hacía de “tapagujeros” en la espera que en el curso del poder efectivo, la facción más aguerrida o más determinada conquistase la victoria sobre las concurrentes.

Pedro de Morrone aceptó la nómina, dijo, para no dejar a la Iglesia sin jefe; pero rechazó en seguida y con absoluta determinación de irse a Roma. Más bien quiso ser coronado en la basílica de Santa María de Collemaggio el 29 de agosto 1294, aniversario de la degollación de San Juan Bautista,  a donde llegó a lomos de un burro, escoltado por Carlos IIº de Angió, soberano del reino de Nápoles, que comprendía también aquella parte de los Abruzo.

Eligió como nombre pontifical el de Celestino Vº, relacionándose con el predecesor Celestino IIIº que, años antes, aunque con muchas oposiciones, había reconocido la Orden Monastica de San Juan en Flor.

Esta Orden se refería al monje cisterciense de Calabria Joaquín de Flor el cual, conforme a sus estudios de las Sagradas Escrituras, había dividido la historia de la humanidad en tres edades, respectivamente la del Padre, la del Hijo y la del espíritu Santo. Su profecía colocaba en 1260 el inicio de la tercera edad, la del espíritu Santo, la que habría debido derramar sus efectos consoladores sobre la cristiandad doliente.

No obstante que en 1215 el IVº Concilio Laterano hubiera condenado como herejía la concepción de los tres periodos de Joaquín de Flor, esta fe se había difundida como una mancha de aceite entre el pueblo, que vivía con la esperanza y en la espera del cambio de época, como ya fue para el año 1000, cuando se esperaba la llegada de Jesús Cristo.

Pedro de Morrone, convertido en Celestino Vº, declaró con este nombre su adhesión a la doctrina joaquinita y así la profecía pareció realizarse, tanto que Ángel Clareno, el jefe de los espirituales de los Abruzo, arriesgó la hoguera, saliendo de un escondrijo más seguro, para encontrarse personalmente con el nuevo Papa.

Celestino Vº concedió en seguida la bula a los Espirituales, que confluyeron en una nueva Orden llamado de los “pobres eremitas”, bajo su personal protección y nominó jefe a Ángel Clareno. Al mismo tiempo suspendió la actividad de los inquisidores locales; pero cuando cayó la estrella de Pedro, pocos meses después, los Espirituales tuvieron que regresar a la clandestinidad, porque las persecuciones contra de ellos empezaron de nuevo.

Muchos, entre ellos Clareno mismo pasaron el Adriático y se refugiaron como los Cátaros, en los Países balcánicos, en los cuales aún sobrevivía el Bogomilismo, y donde quizás contaban fundar una iglesia cismática, siempre según una otra profecía de Joaquín de Flor que decía que el Cristianismo, muerto en Occidente,  resurgiría en Oriente.

Estos Espirituales, así como pasó con los Cátaros fueron con el tiempo absorbidos por el Islam o por la Iglesia Ortodoxa y de ellos, se perdieron las huellas.

Pedro de Morrone mismo, después del “gran rhechazo” fue hecho detener por su sucesor, Bonifacio VIIIº, en Vieste, en Apulia, mientras iba a embarcarse para alcanzar un lugar seguro más allá del mar. Desgraciadamente, a causa de una imprevista tempestad, no logró zarpar y así fue capturado y llevado a Roma, donde se murió algunos años después, muerto por un clavo clavado en la cabeza.

Celestino Vº era considerado por el pueblo un santo y el verdadero Papa, no obstante hubiese dimitido, mientras Bonifacio VIIIº era odiado y considerado el Antipapa y el usurpador.

Los Espirituales eran seguidores de Francisco de Asis que, en el 1210, se le negó por Inocencio IIIº, el Papa de la cruzada contra los Cátaros, el permiso de predicar. Él no obedeció; pero en el 1221, por evitar graves persecuciones a sus compañeros, se esforzó en constituir una Orden regular y, en abierto contraste con la Iglesia de Roma, dejó en seguida el cargo de Ministro General y se retiró a la vida eremita.

Fue el Capitulo franciscano a redactar la Regula que contemplaba la obediencia incondicional a la autoridad eclesiástica y la predicación al servicio de la Iglesia. En efecto los franciscanos afectados por la bula, se pusieron de pronto a lado de los domínicos en la caza y en la inquisición contra los herejes.

No todos los seguidores de Francisco se sometieron a la regla eclesiástica; los que quisieron llevar adelante su ejemplo, su espíritu, los Espirituales, precisamente, se retiraron a la clandestinidad, continuando su vida ascética de penitencia y oración y de unión personal con el propio Dios.

Celestino Vº, en los tres meses y medio de su pontificado, dejó una huella muy iluminativa, radicalmente revolucionaria que la Iglesia a partir de Bonifacio VIIIº y hasta nuestros días, hice todo lo posible para ocultarlo, retorcer, manipular… Hoy este señal es vivida como un gran advenimiento turístico, comercial, mediático, de fiesta popular, convocado por las autoridades civiles, pero la jerarquía católica lo hace aparecer como suyo propio, como expresión de su potestad pastoral. Todos los años, los participantes son muchos. ¡Pero quien sabe cuantos entienden el mensaje espiritual de Celestino Vº!

La misma tarde de su coronación concedió una indulgencia plenaria anual, llamada “Perdonancia” a todos los que, sinceramente arrepentidos y confesos, fuesen a Santa María de Collemaggio en el aniversario de la degollación de San Juan Bautista, o sea el 29 de agosto.

Cada fiel en Cristo, sin ninguna obligación, o condición de sujeción o de obediencia absoluta a la jerarquía de la Iglesia, verdaderamente confeso y arrepentido en el animo, puede conseguir el perdón total, o sea la anulación de los pecados, como si no se hubiesen jamás cometidos, en total autonomía, sin la intercesión de intermediarios representados por el clero en completo.

Eso representaba el desconocimiento de la iglesia jerárquica y la revelación de su función usurpadora de la vida espiritual del creyente, lo cual tenía todas las posibilidades y el poder, en plena libertad, de relacionarse con el Padre en los cielos, directamente, sin que ninguna organización humana se pusiera por medio, con el solo objetivo de adquirir para si un poder coercitivo y inhibidor, ya sea sobre el individuo, sea sobre el entero genero humano. Por otra parte, no obstante todas las manipulaciones de los primeros Padres de la Iglesia, en el evangelio el mismo Jesús dice: “no llamad a nadie padre en esta Tierra, porque uno es el Padre vuestro, el Celeste”. Mateo 23,9

La bula fue de pronto confiada por Celestino a las autoridades comunales y puesto que en principio ya había sustraído a todos los monasterios de la Orden de las jurisdicciones obispales, ninguna autoridad eclesial tenía poder sobre la basílica, sus monasterios y por lo tanto sobre la PERDONANCIA misma, lo que representó así un evento espiritual laico fuera de la Iglesia; a subrayar, una vez más que la espiritualidad en el ser humano es connatural a él: debe solamente tomar consciencia y vivirla libremente, para ser dignificado.

La ascensión a la cátedra de San Pedro de Celestino Vº representó el último golpe de cola de aquella energía cósmica procedente del Otro Mundo, el Mundo del Origen que los Cátaros reconocían como su verdadera patria y que fue definitivamente liquidada en los siglos que siguieron.

Los Cátaros eran declaradamente dualistas; también en la forma mitigada hablaban siempre de los dos Dioses y encima retenían que el Dios del Amor, Puro espíritu, no estando en grado de concebir y prever el mal en la materia, en el plano terrenal acababa con el sucumbir del falso Dios, señor de este mundo, que en cambio era el dominador absoluto de la humanidad, a la que tenía en esclavitud a través de agentes o intermediarios encarnados que, según los Cátaros mismos, se identificaban con la Iglesia de Roma.

De las creencias particulares de los Espirituales italianos y de otros grupos espontáneos de místicos, se sabe poco o nada porque la Iglesia los liquidó en masa y hizo desaparecer todo lo que los concernía en el curso de los siglos. Probablemente habían grupos dualistas clandestinos que se referían a las Iglesias cátaras; sin embargo, todos practicaban la pobreza y la pureza evangélica de los primeros cristianos, finalizadas con la comunión personal con el divino, en alternativa a la Iglesia que aplastaba con el poder, el cuerpo el alma y el espíritu de los seres humanos, mantenidos en la ignorancia, en la sujeción moral, en el sufrimiento y en el miedo a la condenación eterna, y casi siempre con una vida de perros.

Por cuanto atañe a los Templarios, desvanecida la oportunidad de crearse un estado independiente en Languedoque, la que ya, en la desolación total, había regresado bajo la Corona francesa, se puede conjeturar que hubiesen puesto los ojos, esta vez, sobre aquella región de Italia que pertenecía a el reino de Nápoles, pero que era lejana, inaccesible y casi totalmente inhabitada.

La Casa de Anjou, tenía muchos enlaces y intereses con los Templarios; verdad que cuando fueron diseminados en 1307, muchos de ellos encontraron refugio en Lorena que fue el reino de Gofredo de Buglione, rey designado del nuevo Reino Cristiano de Jerusalén en el momento de la primera cruzada. El ducado había pasado a la dinastía de los Anjou, pero mantenía aún la independencia del reino de Francia, y sus miembros, de manera más o menos notoria, pertenecían a aquel afamado Orden de Sion que tanta parte tuvo en los acontecimientos históricos de aquella época.

El “plan divino” ya había tomado pie: liquidados los Cátaros, liquidada la boda de los condes de Toulose, liquidadas todas las opciones alternativas al catolicismo oficial, definitivamente cerrada la aventura en Tierra Santa con la caída ruinosa del último baluarte templario de San Juan de Acri; agotada en pocos meses la experiencia mística y revolucionaria, al mismo tiempo, de Celestino Vº que los Templarios seguramente habían sostenido; su Orden había ido tirando aún por algunas decenas de años, pero sin ningún poder real, habiendo en cambio entrado en una fase degenarativa a todos niveles.

La perdida de Jerusalén, tuvo lugar en 1187, influyó ciertamente sobre el ensañamiento del papado contra la herejía, porque se le impedía la ampliación de su esfera de dominio afuera de Europa; más bien fue echado por una nueva religión, también monoteísta, o sea con el mismo único Dios, ya que era joven y no era aún corrupta, esta religión daba identidad, fuerza y entusiasmo a los pueblos a los cuales se dirigía, como había sido siglos antes para el Cristianismo de las orígenes del primer y segundo siglo.

Sobretodo era belicosa; tenía la obligación escritural de defenderse de los infieles, o sea de todos los que no eran sus seguidores, con las armas y la guerra santa; no estaba instituida para poner la otra mejilla, ni tampoco para hacerse borrar da la faz de la Tierra, como había pasado con las otras religiones del mundo antiguo. En cierto sentido representaba el compendio y el perfeccionamiento de las dos religiones monoteístas precedentes: la obediencia del Hebraísmo se convirtió en sumisión total a la teocracia, y la lucha armada para imponerse y dominar, era ratificada escrituralmente, se había vuelto “santa”.

El Cristianismo romano, hecho Catolicismo, había constituido la existencia sobre la fuerza brutal de la guerra; pero estando en contraste con la doctrina que propagaba, debía encarar las continuas réplicas y contradicciones en su interior por lo tanto no era completamente monolítica y fiable: existía siempre el riesgo que alguna cosa o alguien se escapara.

La Iglesia de Roma que hasta aquel momento había sido la institución más poderosa en absoluto, del mundo occidental de entonces, se encontró enfrente no solamente a los Hebreos de la diáspora o a los creyentes cristianos que la criticaban desde el interior y con los cuales, con las sistemáticas persecuciones la había vencido siempre; más bien un adversario otro tanto potente, sea a nivel de la manipulación espiritual, que sobre el plan temporal estaba aún más determinado y que representaba su homólogo en  África del norte y en el Oriente Medio.

En aquel periodo de la historia, el Dios, señor de este mundo, había compartido las zonas de influencia con el Cristianismo oficial en Asia y en África, asignadas al Islam; pero había previsto la expansión del Cristianismo en occidente, tres siglos después, con el descubrimiento del Nuevo Mundo. No un solo agente en la Tierra, sino más agentes, en perenne destrozo recíproco, son la garantía de la perpetuación del dominio del señor de este mundo hasta el fin de los tiempos,… ¡quién sabe, quizá, mucho más antes de cuanto podemos imaginar!

La Iglesia romana pero debía tener una compensación con la reconquista brutal del Languedoque, la cruzada contra otros cristianos, en el nombre de Cristo.

Es come si hubiera habido un intercambio con Jerusalén, con la retoma del control absoluto de una zona franca que, hasta aquel momento, había sido una puerta abierta a la interculturalidad, a la alternativa de civilizaciones y divinidades diferentes.

De otro lado, la proximidad de los Moros de España podía constituir un continuo peligro de mezcla cultural y de comparación. Ya todo lo que se había salvado de la destrucción brutal de la Iglesia, en la ciencia, en la tradición, en la historia, en el arte, en la filosofía y en las religiones del mundo antiguo, y fue transmitido a la generación europea de aquella época se debía al Islam de los primeros decenios que, venido en contacto con la liberalidad del pensamiento zoroastriano, el aristotelismo griego y cuanto aún subsistía de la cultura y la ciencia egipcias, había “salvado el salvable” si así se puede decir, salvo degenerar enseguida, como hubo lugar para el Cristianismo.

La Europa de entonces había sido completamente colonizada por la Iglesia de Roma que allí no tenía más rivales; al mismo tiempo, había perdido la exclusiva, el monopolio de la representación en la Tierra del único Dios, por lo cual constituye solo una de las herramientas de dominio sobre la humanidad, no único, no eterno, no todopoderoso, no infalible, acaso asimilado con lo “de usar y tirar” cuando la evolución de los tiempos necesita otros métodos, otros contenidos, otros condicionamientos y otros intermediarios terrestres más “productivos”.

Hoy está de moda, por la derecha y por la izquierda, desde los religiosos hasta los laicos llenarse la boca con la exaltación de las “raíces cristianas de la Europa”. Para empezar, mucho antes de dos mil años, habían existido en Europa la flor y nata de las civilizaciones; acaso, el advenimiento de la Iglesia de Roma había empujado al continente a la barbarie de los siglos oscuros, de los cuales hemos podido volver a emerger porque nuestra consciencia y el nuestro conocimiento habían sido, se puede decir, ancladas y arrastradas por otra cultura y con otras creencias que nos han mantenidos atados a la Tradición y al conocimiento universal.

Sería mucho más verdadero decir que la civilización europea: “… no obstante el Cristianismo…” viendo que, siendo todos cristianos, de siempre entre nosotros nos masacramos; decenas y decenas de millones solamente en el último siglo. Si el árbol se reconoce por las frutas, como dice el Evangelio, es necesario mirar de cara la realidad, quitarse las telarañas de los ojos y dejar de vivir esta religión de manera infantil y consoladora. Hemos sido generadores de muerte en todas partes, a partir de nosotros mismos: cristianos que matan a otros cristianos “derramando la sangre de Cristo”, como ya fue con los Cátaros hace 800 años.

A cierto punto de la historia de la humanidad, desde lo alto de los cielos, ése que se declaró “el único Dios viviente”, o la energía extraterrestre tiránica y dominadora que tiene los pies puestos sobre el cuello de nosotros los humanos, como es justo definirla, decidió que había llegado el momento de que su dominio se extendiese más allá del territorio limitado de la Palestina y Países limítrofes.

La religión Hebraica del Antiguo Testamento, también con todas las diversificaciones doctrinales y culturales en su interior, siempre era una religión étnica, especifica de una raza y de un pueblo particular y a fuera de su área geográfica no había tenido suerte, necesitaba mucho más, y la destrucción de la nación hebraica del 70 d.C. fue necesaria en aquel momento a fin de que se desarrollase la nueva religión, el Cristianismo, originada por el Hebraísmo, pero no dirigida solo al “pueblo elegido”.

Se puede hacer alguna analogía con cuanto en el siglo actual, ha ocurrido en el Budismo. Hasta que el ejército chino no ha invadido el Tíbet, esta religión milenaria, totalmente cerrada y aislada en sus monasterios entre las altísimas montañas del Himalaya, era conocida en el mundo solamente a pocos investigadores de las religiones y pocos esotéristas. La ocupación militar de la China, el destierro forzado del Dalai Lama, la información de la opinión pública mundial, la ruptura de hecho del aislamiento, hicieron que el Budismo, en pocos decenios fuese conocido y practicado en Occidente, sea en los Estados Unidos como en Europa.

En la su expresión temporal, el Cristianismo representó en su inicio la primera forma de colonización global del Mediterráneo, centro histórico del mundo de aquel tiempo y marchó quemando etapas en los territorios y sobre los pueblos “bárbaros” de Europa, con el doble sistema; de un lado el de la persecución y de la destrucción; de otro, con la absorción de las energías y de los cultos autóctonos.

Allá donde no habían llegado la potencia militar y la ley del Imperio Romano, sujeto   también al destino de la materia del nacer, brillar, desaparecer, entró en juego la herramienta de dominio absoluto para excelencia: la religión universal.

El “plan divino” del mundo hebraico-cristiano, ahora en su tercera fase islámico, se había cumplido.

La potencia que así se impone a la humanidad había exterminado, a través de sus terminales físicas en la Tierra, cualquier alternativa en si misma; había logrado borrar cada huella del conocimiento universal, del auto-conocimiento del ser humano, de su verdadero sitio y tarea cósmica, impidiendo así el camino de la liberación.

El final del Cátarismo, que había representado la última propagación del movimiento gnóstico y del Cristianismo de los orígenes, entendido como expresión de la Consciencia Cristica y del Templarismo, continuador del Conocimiento y de la Tradición Mágica Originaria, rompe el enlace de Occidente, de Europa en particular, con el sobre sensible, con las Entidades solares del Otro Mundo.

El ser humano fue desde entonces aprisionado en una jaula que lo tiene encerrado en el plan horizontal de la materia, haciendo de él solo un animal inteligente y sensible, pero nada más. La dimensión vertical que lo debe levantar a las esferas divinas fue suprimida y borrada: es esclavo de las potencias tenebrosas que se hacen llamar UNICO Dios.

Sin más recuerdos, modelos ideales, anhelos de rescate y de liberación, el ser humano se ha reducido espiritualmente a un nada; la Naturaleza ya no es sagrada, todo se ha vuelto árido, y gravemente herido y próximo a la muerte.

Hoy vivimos una actualización del programa del monodios, en el sentido que es el Islam la religión destinada a conquistar el Mediterráneo y a Europa, siendo más adecuado a la perpetuación de su dominio y todo marcha para la realización de este “plan divino”, con el sometimiento cómplice de los personajes más poderosos de la política, de la economía, de las religiones, de los belicistas que obtienen a cambio, poder y riqueza absoluta, por lo tanto en el planeta son verdaderamente “su imagen y semejanza”.

Los que en el curso de la historia y hasta hoy entienden y se oponen idealmente,  espiritualmente al perverso plan, todo lo contrario que divino, no llegan a ningún asiento de poder; se les deja vivir a nivel individual como expresión de la ambigua democrática  “libertad de pensamiento”, como “desahogo”, pero se les para apenas  inician a dar alguna molestia.

Según lo referido por Lazaridés en un número de la Revista Antrposofica del 1999,  comentando el eclipse de sol del 11 de agosto de 1999, Rudolf Steiner había previsto para el final del segundo milenio y precisamente en los años 1998-1999, un plazo apocalíptico del cual habrían dependido muchas cosas, quizá toda la dinámica espiritual del tercero: una mayor confrontación entre las fuerzas solares y anti-solares, o sea entre la Luz y las Tinieblas, entre las fuerzas que quieren operar en el impulso del Cristo Cósmico, del YO Soy, del SÍ Espiritual y fuerzas que quieren una humanidad gregaria y sometida, una vida espiritual bajo control, aún comprimida en el YO de grupo como los animales.

Lazaridés había explicado como el fundador de la antroposofía, refiriéndose al periodo 1914-1921, señaló en sus obras, de manera reiterada, la acción de algunas “hermandades ocultas” anglosajonas o angloamericanas, cuya finalidad ya entonces, era de conseguir la hegemonía mundial a través del imperialismo económico y político, cuyo fin último, sería el dominio cultural y espiritual, una especie de monopolio sobre el pensamiento humano.

Esas Hermandades o Logias, que tuvieron un rol decisivo en la inducción de la Primera guerra mundial y de la Revolución de octubre, habrían continuado tejiendo sus tramas oscuras durante todo el siglo veinte. Ellas están en posesión de un saber oculto sobre la evolución de la consciencia humana e intentan manipular el desarrollo. Usan practicas ocultas, o sea magias ceremoniales que les permiten el vínculo con entidades espirituales negativas o anormales, los Eones denunciados por la Gnosis, es decir las formaciones energéticas impías y las agregaciones de potencias metafísicas superiores entendidas como el “señor de este mundo”, que se oponen descaradamente al impulso del Cristo Cósmico, al YO Soy, por lo tanto a la divinidad del hombre. Según Rudolf Steiner, el hombre no se debe obsesionar en la espera pasiva, más bien es absolutamente necesario una confrontación siempre más consciente con el problema del Mal y la lucha para el éxito del espíritu.

En una conferencia del abril 1916 dijo que la mayor parte de la humanidad estaría influenciada por América, por cierto periodo, con modeles ideales y simpáticos, pero en seguida en el año 2000, llegaría, de más allá del océano, una especie de interdicción, de proscripción de cada pensamiento individual y que los años  98/99 serían el momento clave para la acción de estas hermandades negras que en menos de diez años han intensificado, acelerado al máximo su estrategia  oculta y perversa, destinada a la manipulación  de la evolución humana en la vertiente de las relaciones entre los pueblos. Eso es en sustancia, el entresijo espiritual y oculto de la política internacional, no solo el control de los recursos petroleros o de los mercados mundiales.

A partir del 1989, por cuanto respecta el viejo continente, se eran multiplicados los acontecimiento “históricos”. La Perestroika había preparado la desmembración  del bloque comunista; la Unión Soviética, segunda potencia económica y militar del mundo, se había hundido  como un castillo de naipes de la noche a la mañana; la caída del muro de Berlín, el supuesto final de la guerra fría que habían hecho aparecer como el adviento de la era de paz permanente; las dos guerras de los Balcanes, en el inicio y al final del decenio, en cambio habían habido guerras candentes; Maastricht había sancionado la redefinición de Europa como nuevo sujeto de imperialismo continental del cual borrar todas las diversificaciones étnicas, históricas y culturales de sus pueblos, a favor de los potentados financieros más exclusivos y manipuladores.

La finalidad no declarada, que se puede entrever, es la de hacer perder a las gentes europeas su identidad, sus raíces, así que sean más fácilmente asimilables al americanismo más deteriorado y tenidas a rayas da la desbordante inmigración de masa islámica, estratégicamente inducida como arma disgregante de la sociedad, un verdadero caballo de Troya, para asestar el ataque final. Esta civilización, aunque sea con errores debidos a la confusión materialista, a la falsificación espiritual y a la manipulación esotérica, no ha perdido del todo el sentido del SÍ, de la individualidad, y es aún posible, para el ser humano, poder activar el propio centro de fuerza interior, el único Maestro capaz de lograr el salto evolutivo de la consciencia en resonancia con el nuevo ciclo cósmico.

En los periodos de paz, o sea en ausencia de guerras militares en campos de batalla, la tensión mundial es fomentada siempre a niveles muy altos por el poder global a través dos tipos de guerra: la llamada de “baja intensidad”, es decir inducción de caídas económicas, destrucción de la agricultura y de cada forma de auto suficiencia, hambre, epidemias, alteración del clima con relativas destrucciones de ecosistemas que permiten la vida.

El otro tipo es llamada “guerra psicológica”, con la cual se realiza el control conductual de enteras sociedades y grupos, o sea de su personalidad colectiva, las reacciones y susceptibilidades psicológicas finalizando en una verdadera psicopatología de las relaciones internacionales. En este ámbito se usan métodos terroristas feroces ya sea hacia otros Estados, ya sea desde el interior de un mismo Estado, como elementos de ruptura y de disgregación social.

La primera Guerra del Golfo del 1991 había vehiculado, a nivel de opinión pública  mundial, por primera vez, el concepto geoestratégico de Nuevo Orden Internacional, o más bien Nuevo Orden Mundial que, diez años después, exactamente desde el 11 septiembre 2001, con el pretexto de combatir el terrorismo, creado y sostenido por otro ad hoc de las mismas hermandades ocultas, da luz verde, sin más mediaciones o vacilaciones diplomáticas a la “guerra permanente” que rompe toda norma y todos los tratados de derecho internacional tanto contra los Estados que contra los ciudadanos individualmente que se atreven a declarar su disensión, pero aun solamente sospechando no estar completamente sometidos.

La actual estrategia de seguridad nacional de los Estados Unidos de América se funda en su derecho histórico en usar la “inigualada superioridad militar” sin algún límite legal y amenaza con “el uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado del planeta” que América considera peligroso, manera preventiva. (17)

La guerra en Afghanistan no ha resuelto ningún problema; más bien ha creado otros, pero los Estados Unidos, que son, en esta fase histórica, la espada terrenal blandida por el “señor de esto mundo” han ocupado la zona con toda su potencia militar que no tiene iguales en el planeta. Han perforado con bombas mortales, específicas para la profundidad, aquellas montañas áridas, secas, desérticas, habitadas por poblaciones miserables, oficialmente para buscar un enemigo, creado por ellos mismos, que no se encuentra jamás, porque siempre está en otra parte. ¿Y entonces, es solamente para delimitar el pasillo 5 sobre el cual hacer pasar el nuevo oleoducto del Cáucaso o eso es el pretexto para desplazar otros Dioses, otras energías? Mira el caso en Afganistán bombardean por todas partes, son asesinados miles de civiles para llevar la democracia y la paz, pero los cultivos de opio que constituyen el 96% de la producción mundial de la heroína, verdadero herramienta de genocidio de las nuevas generaciones en occidente, se mantienen íntegros y lozanos y el comercio es cada vez más beneficioso.

Según Frank Ripel, están regresando a la Tierra los Ajenos, Dioses originales que él llama “Profundos o Antiguos” que están reactivando con la ayuda de poquísimos hombres iniciados, entre los cuales Ripel mismo, varios puntos de fuerza en el planeta para permitir su acercamiento. El más importante es una especie de computadora inteligente capaz de auto programarse y de programar los acontecimientos terrestres de la época, dejado en la tierra de esos Ajenos cuando hace 600.000 años dejaron el planeta y que fue da ellos situado en el centro occipital de la Tierra que es el Khorassan (Afghanistan), bajo la ciudad de Herat. Esta energía ha estada activada ya en el 1990. Cierto que es una teoría de ciencia ficción indemostrable, todavía es una llave de lectura “divina”, ultra dimensional con la cual tomar consciencia de cual sea realmente nuestra condición humana.

Que decir de la última Guerra del Golfo, la segunda, mismo cliché; abatir el tirano, creado por ellos, y apoderarse del petróleo, ¿o es la transposición sobre la Tierra de la guerra para la hegemonía entre los Dioses o el Dios semita, que quiere ser lo único a poseer el planeta y sus habitantes y los Dioses sumerios, por ejemplo, o los indoarios, u otros de aún más antiguas eras?

Frank Ripel aún en “el regreso de los Dioses” dice que en el lugar sacro llamado Harmaghedon, tendrá lugar la Santa Alianza de los Santos (Poderosos), o sea la reunión de los Hermanos de la Luz (Har) de Maghed (ciudad de los Dioses identificada con Babilonia), los Hermanos de la Ciudad solar (Heliopolis), los Sacerdotes del Grande Dios ON, los Hijos del Sol.

El regreso de la nube de los hermanos cósmicos ¿hay que entenderla literalmente? Según la tradición INCA este periodo de la Historia es definido el periodo de la aceleración; cierto es que las hermandades negras y sus directores invisibles no tienen ni un menudo que perder y programan ya la invasión de Siria, pero su verdadero objetivo es el Irán, el antiguo imperio persa, del cual ha nacido toda la civilización indoeuropea, y además la misma religión hebraica había hecho propia la espiritualidad zoroastriana con la cual tuvo contacto durante la esclavitud en Babilonia.

Quizá los Dioses, estas formaciones de potencias metafísicas superiores, tomadas globalmente, ya conocen estos cambios vibracionales de nuestro planeta, en relación a los otros astros de la galaxia que inducían a los seres humanos un nuevo estado de consciencia y quisieran impedirlo porque sería el final de su dominio. Y entonces desencadenan guerras, hambre, enfermedades, pobreza, miseria, ferocidad, miedo, psicopatologías, de todo y más, en todos los Países, en todos los continentes porque los humanos, en la hora X, estén talmente degradados y confusos hasta el punto de no estar en grado de comprender, ni tampoco de aferrarse a las corrientes energéticas estrellares que siempre se acercan al planeta.

Hay el mismo esquema constante de manipulación en el palco escénico de la Historia de la humanidad, se trata solamente de enfocar para poderlo neutralizar. Siempre según Ripel, que es una verdadera mina de informaciones mágco-esotéricas, cuando sobre la Tierra se instauró la Edad Oscura o el Kali Yuga, los Kruiquianos, o sea los primeros extraterrestres constructores, colocaron en el planeta también la Triple Fuente, herramienta capaz de transmitir las Corrientes Energéticas Cognoscitivas, correspondientes a sus Campos de Fuerza. La primera que transmite el Conocimiento Alquímico está situada en Provencia; la segunda que transmite el Conocimiento Hermético se sitúa en Languedoque; la tercera que es el punto de encuentro entre las dos se sitúa en Camargue.

Será solamente un caso, pero todas las tres localidades formaban parte del contado de Toulose que, con el pretexto de la caza de los Cátaros fue destruida, aniquilada, no dejaron nada de su cultura y de su sociedad, solamente tierra quemada.

Queriendo o pudiendo hacer una comparación entre la nueva ley anti-terrorista aplicada ante todo a los ciudadanos americanos, pero extensible a cualquier ciudadano del mundo, con la reglas y los procedimientos de la Inquisición contra los Cátaros del Evo Medio, salta a la vista que son las mismas: encarcelación, detención sin pruebas y sin proceso con base a sospechas o delaciones; negación de derecho a la defensa o cualquier derecho humano; torturas físicas y psicológicas. El control sobre cada ciudadano es muy estricto y del todo arbitrario; cada agregación, cada grupo social, a su pesar, se convierte en posible delator, y el miedo y la desconfianza impregnan los comportamientos sociales. Lugares de trabajo, escuelas, iglesias, por fin las bibliotecas y las librerías tienen que señalar el tipo de lectura de sus visitantes; las agencias de viaje son conectadas a una computadora central la cual memoriza los datos personales y características de todos los americanos porque cada traslado pueda ser fichado y controlado.

Y no hablamos de los presos, probables terroristas obligados por el gobierno de EE. UU., en Guantánamo, en su base militar en Cuba, en la cual con denuncia documentada de algunas asociaciones humanitarias, se pisotean perpetuamente los derechos humanos, tanto es así, que el nuevo presidente americano se ha decidido de poner fin a las críticas y a las recriminaciones, dando el cargo de detención a los Países aliados incluso a Italia.

Los métodos de la Inquisición fueron inventados y probados por la Iglesia de Roma, después abundantemente utilizados por Stalin, por Hitler, por todos los dictadores más feroces y finalmente, a la “patria de la libertad y de la democracia” le cayó el disfraz: es solamente un feroz perseguidor al servicio del mono-Dios hebraico y es por eso que la única potencia mundial está sometida y gregaria al Estado de Israel.

También en la tradición de los pueblos indígenas, Olmeca, Inca, Maya y otros nativos americanos considera que los hombres son los terminales de las energías de los otros mundos y que su acciones concretas en la materia dan fuerzas a estos o a otros. Es muy importante por lo tanto hacer referencia siempre al culto, o por lo menos, a los recuerdos de los antepasados, es decir a los progenitores que han dado inicio a la propia civilización o, nada menos, a la propia raza.

En efecto, este es el significado del “camino hacia atrás”, del recuerdo originario de sí, que nos hace colocar de una parte o de la otra, porque estas energías de otros mundos se comparten territorios, pueblos, individuos y están a menudo en lucha entre ellos.

La batalla tiene lugar en los cielos, dicen los Mayas y los Incas, exactamente como los Cátaros en el Medioevo en Europa. Los hombres en la Tierra son solamente los títeres, movidos con los hilos de los titiriteros, pero que dan fuerza a una parte o más bien a la otra y determinan la victoria o la derrota de la una o la otra.

También el concepto de “otro Mundo”, del cual los Cátaros se decían hijos, está presente en estas culturas, o sea las del mundo espiritual paralelo, contrapuesto a aquél físico y tridimensional en el cual nos encontramos viviendo; pero todos somos seres espirituales revestidos de la “túnica de carne”.

El Otro Mundo es “el lugar de las visiones”, el lugar de la curación, el mundo intermedio de la Imagen y de la Representación, con el cual nos ponemos en contacto con la Potencia Imaginativa o Imaginación creadora, según el Evangelio de Marie; pero, la responsabilidad de la Nueva Era no es solo de los que tienen especiales dotes psíquicas, es de todos porque cada uno tiene un rol activo que garantice que sea elegido el camino justo.

Según estas culturas los progenitores cósmicos que llevaron el conocimiento procedían de 12 mundos de la galaxia poblados de seres evolucionados, 12 planetas que giraban alrededor de otros tantos soles y se reunían en Osiriaconwiya, 4º planeta de la Constelación del Can Mayor, o sea Sirio. También la Tierra, a su origen, pertenecía a esta familia, por cuanto fuese el miembro menos evolucionado, por errores, elecciones equivocadas o catástrofes cósmicas la pusieron a los márgenes y regresará a la familia solamente cuando la humanidad habrá comprendido y elegido la paz, la cooperación y la armonía con el universo y cada forma de Vida.

Hemos nacido de las estrellas, dicen los nativos americanos, hijos de las Pléyades, Orión y Sirio; en nosotros hay dos líneas de descendencia y de memoria genética; el ADN tiene dos filamentos: uno de los progenitores de la Tierra, el otro de los progenitores celestes. El silicio fue introducido en la nuestra estructura genética por los dioses del cielo; nosotros éramos una forma de vida enteramente basada en el carbono y, dentro de nosotros, hay una parte de matriz cristalina que nos conecta con lo demás de la galaxia.

He ahí el significado verdadero de nuestra componente divina; la contestación a las preguntas sobre el quien somos, de dónde venimos, cual es el significado de nuestra vida terrenal, cual será nuestro destino final, según esta interpretación cosmológica, no religiosa.

Según el testamento espiritual de los antepasados, esto es el tiempo del regreso de los Hijos del Sol, procedentes de las estrellas y de la Divinidad Femenina. Esto Sol es el sol superior de nuestra isla-universo, la estrella de oro con 12 puntas, el sol ipercosmico. Nada menos deberíamos regresar a la Primera Manifestación, a la Energía Primordial Creadora, Que es femenina…

La profecía, la que al espíritu se refiere en el Salmo maniqueo para la fiesta de la Bema, la celebración del advenimiento del Mundo de la Luz, dice: “Venga el alba. La gente, todas las criaturas tengan paz, cada uno viva felizmente porque el amor no debe existir solo entre los seres humanos, sino también entre ellos y todas las cosas vivientes……….. Somos los Hijos del Sol, Hijos del Tiempo, los Viajeros del espacio. Que se eleven todos los cantos, que se despierten todos los danzarines. Todas las gentes y todas las cosas puedan vivir en paz. Porque vosotros sois los valles, las montañas, los árboles, el mismo aire que respiráis…”

Hay analogías entre algunos temas de base del neo maniqueísmo y del gnosticismo con las culturas originarias del continente americano. La matriz es la misma aunque se exprese en termines diferentes, sobretodo porque estas últimas son expresión de cultos pre cristianos aún puros, no bastardeados por la religión imperialista por excelencia, que precisamente allí dio el máximo de sí misma: masacres, genocidios, esclavitud, destrucciones brutales, pasando a sangre y fuego enteras naciones, despojándoles de todo recurso.

La conquista española, en pocos decenios, bajo la guía de la Iglesia de Roma y de los reyes católicos Fernando e Isabel, lo arrolló todo con la más inaudita ferocidad, borró da la cara de la Tierra aquellas antiguas culturas con toda su historia i su saber, como había ya hecho con la biblioteca de Alejandría de Egipto en los inicios de la era cristiana, en nombre y por cuenta del único verdadero Dios.

En la América del Norte, unos cientos años después tuvo inicio la epopeya del west en la cual los pueblos nativos fueron exterminados a millones no solamente con guerras abiertas, sino con el engaño más avieso; con las “ayudas humanitarias” de las mantas impregnadas del virus de la viruela i de otras enfermedades contagiosas mortales; con el alcohol metílico; con el comercio de las armas de fuego, azuzando  una contra la otra a las tribus y destruyendo el hábitat natural que les daba  los medio para sustentarse.

Empujados cada vez más a territorios limitados, con las afamadas reservas, donde no podían ya cazar los bisontes porque habían sido exterminados a propósito por el hombre blanco cristiano, las pocas centenares de miles que sobrevivieron, habían iniciado una larga cadena de generaciones de vencidos, sin más identidad, sin dignidad porque, con las conversiones, prácticamente obligadas, a la religión del invasor, habían perdido la conexión con su Grande espíritu, su divinidad, y por lo tanto con su parte divina anclada a la cadena energética de los antepasados.

Su vida estaba tan degradada que para un “nativo”, apenas venido al mundo, estaba destinado a la inutilidad y que las únicas facultades que habría podido desarrollar habrían sido la rabia, la violencia con el caldo de cultivo de la droga, del alcoholismo, del desempleo crónico y de la desviación.

Las reservas fueron por decenios y decenios las verdaderas fosas infernales, en las cuales enteras generaciones de seres humanos han vivido sin esperanza, sin poder hacer ningún proyecto para sí mismo o para sus propios hijos, en una desesperación que desembocaba en una agresividad sistemática descargada sobre las mujeres y los niños, sellados de pequeños, los cuales la reproducían de adultos, a su vez, empeorándolos los comportamientos destructivos  que habían sufrido e introducido por su ambiente.

En años más recientes, algo ha iniciado a cambiar en el sentido que la memoria espiritual e histórica de estos pueblos, ha vuelto a aflorar, como ya ha sido pronosticado por las profecías de los antepasados; y no solo, pero difunde sus principios de sabiduría y de armonía con todas las formas de vida planetaria también entre las personas más sensibles de aquel mundo occidental cristiano que fue su verdugo.

Para los que están dispuestos a acoger este soplo de vida, para los que tienen una fuerte necesidad dentro de sí de ir más allá de la propia experiencia material, por buena o mala que sea, hay la oportunidad única y vencedora de reconectarse a su propio Espíritu Santo y al espíritu colectivo del propio pueblo, por lo cual el hombre es a “semejanza” de sus progenitores.

La curación espiritual es la conexión al Mundo de las visiones, al Otro Mundo y, el ser humano sanado, recuperado, ya no es más el autómata, privado de conciencia y de valor, postrado e impotente a la merced de tiranos visibles e invisibles.

En Latino-América las poblaciones indígenas siempre han vivido al margen de la sociedad, como bestias de carga, bajo dictaduras militare terribles, puras coberturas  del dominio total de los Estados Unidos y de las multinacionales que roban cualquiera recurso natural: no solo el petróleo, los bosques amazónicos, los minerales, destruyendo juntos los ecosistemas y las economías de subsistencia, pero ahora también al agua, como han intentado hacer en Bolivia, con lo que habría habido  acceso al agua solamente para los que pudieran pagar, pero una durísima reacción popular, pagada con sangre, por ahora lo ha impedido.

La estrategia de la aniquilación de los pueblos se extiende ya de manera inequívoca; negar significa ser cómplices.

En el hemisferio meridional, las cosas están cambiando y para los perseguidores exterminadores no se da por descontada su vileza. Los pueblos autóctonos, siempre más empujados por las políticas económicas llamadas neo-liberalistas con niveles de pobreza y de miseria verdaderamente intolerables, han retomado consciencia de sí; quieren contar y volver a ser los dueños de la propia tierra; rechazan globalmente el modelo económico y político cristiano occidental del cual han sido víctimas votivas por centenares de años.

Reivindican su origen, su historia, sus divinidades, sus valores; de la “democracia”, del mercado, del Dios del hombre blanco no les importa nada, ya no quieren más oír hablar de ellos.

La Teología de la liberación es la extrema ratio con la cual la religión católica, por lo menos en su cara populista y humanitarista, intenta mantener en su área de influencia a estas poblaciones miserables con la buena fe y el compromiso de quien aún le cree; todavía, la verdadera cara de esta religión ambigua, representada por el poder, más o menos oculto de la jerarquía vaticana, siempre fue, manifiestamente, por parte de los gobiernos hambreadores y asesinos, como ya está históricamente documentado, ya sea con la última dictadura militar argentina, por no hablar de Chile y de todos los precedentes, a los cuales, desgraciadamente, no se tiene jamás en cuenta.

En el 1991 en ocasión de las Contracolumbiadas, organizadas en Génova por algunos grupos de cooperación Norte-Sur del mundo, que tuvo lugar en los locales  de la asociación de los trabajadores del Puerto de Génova, los afamados Camalli, operadores de ONG contaron que en Bolivia, solamente pocos meses antes, improvisamente, bajaron de las más altas e inexploradas cumbres de las Andes miles de indios, todos vestidos con un poncho rojo, que en fila, hablando en su lengua fueron a todos los representantes del poder constituido, alcalde, gobernador, militares para decirle que su tiempo de dominio había terminado porque el INCA estaba regresando; la antigua cultura, las antiguas divinidades habían retomado posesión de lo que era originariamente suyo y el pueblo podría volver a ser “hombre”.

Estos indios fueron una grande sorpresa para todos, nadie los había conocidos; jamás encontrados, jamás censados. A posteriores, se puede decir que fueron la señal de la reconquista; hoy, en todo el continente Sur-americano, los pueblos autóctonos, que han logrado sustraerse a la aniquilación y a la manipulación más destructiva, han recuperado la fuerza espiritual para combatir por sí mismos, por la propia madre- tierra y por los propios arquetipos, que no son los de los colonizadores cristianos.

 

Capitulo VIIIº

Precisamente lo contrario, es la historia del pueblo hebraico y de su Dios de raza que hasta en  los orígenes, narradas en la Biblia, en nuestros días, se ha impuesto como único Dios, más bien, como el único Dios viviente, la identificación arquetípica, en el curso de los milenios, no solo jamás faltó no obstante todas las persecuciones a las cuales éste pueblo fue sometido, verdaderos sacrificios propiciatorios que consolidaban el pacto de alianza, sino se ha radicalizado en una especie de auto-exaltación por el cual es el pueblo elegido, pero también el único pueblo divino.

La ideología de esta religión étnica ha específicamente puesto de relieve, hasta su génesis, su diversificación en comparación con todos los otros pueblos coterráneos y contemporáneos, siendo la madre del concepto de raza, o sea de una componente étnica de la especie humana que se considera superior a las demás. Para los Levitas del Antiguo Testamento la sangre era el símbolo de la superioridad biológica de éste pueblo y, al mismo tiempo el enlace testimonial de la Alianza con el propio Dios. Puesto que la sangre misma es el vehículo del alma, se deduce que ella es intrínsecamente divina, prerrogativa exclusiva de la su elección y precisamente los textos cabalísticos, ponen el acento sobre la salvación de los judíos, no de toda la humanidad.

Desde la conquista de Tito en el 70 d.C. Con la destrucción del templo de Jerusalén y la consiguiente diáspora, los Hebreos no han jamás dejado de perseguir, en la historia, con todos tipo de medios, la reconstrucción de aquel Reino de Israel que prefigura la concreción  de la promesa del poder planetario que su Dios étnico les hice en los tiempos. En varios libros de la Biblia se repite más veces que ellos estarían por encima de todos los demás pueblos de la Tierra, que habrían sido sus servidores-pastores.

Canaán, la tierra prometida en la cual fluía leche y miel, a la cual fueron guiadas por Moisés las masas huidas de Egipto, después de las peregrinaciones en el desierto durante 40 años, ya estaba poblada por muchas otras poblaciones que, como está narrado en la Biblia, el libro sagrado por excelencia, fueron todas eliminadas sin piedad. JAHVÉ, el Dios que guiaba la conquista, ordenaba cada vez el exterminio total: hombres, mujeres, niños y animales; nadie debía quedar vivo, ninguna energía ligada a la tierra. Mandaba a menudo a sus “ángeles” a cumplir la operación, también contra su mismo pueblo cuando no era ciegamente obediente, fiel y sometido.

Esta sacra conquista se ha convertido en el modelo de la aniquilación de los pueblos y de sus energías primitivas, de la limpieza étnica y de la depredación de los territorios y desde entonces, siempre fue aplicado a la historia de la humanidad contra las demás agregaciones sociales, que debían, de vez en vez, ser sometidas, reducidas a esclavitud moral y espiritual, en la óptica del dominio mundial.

Todas las conquistas imperialistas de los últimos dos mil años han sido hechas en nombre del “Hijo” de ese Dios de raza, promocionado e impuesto como divinidad universal, ya que la nueva religión del Cristianismo histórico era presentada como heredera legítima del Antiguo Testamento.

Siempre la humanidad fue un matadero y el ser humano, en general, siempre dividido y descuidado de sí mismo, no consigue elaborar otra clave de interpretación, un pensamiento nuevo, crítico, que lo acerque a la Verdad y que no sea aquello que le hace creer el PODER Visible e Invisible, o más bien sagrado. ¡Si no es esto el ejemplo más evidente de control de la mente humana!

El conflicto israelí-palestino es el ejemplo más patente de este atropello exterminador; pero representa aún la reposición del inicio de la historia del pueblo hebraico en la tierra prometida; los palestinos son los descendientes de los Cananeos o de los otros pueblos que ya estaban allí cuando llegaron los seguidores de Yahvé y por lo tanto tienen el derecho natural de vivir en aquella tierra.

El Estado de Israel, creación del todo artificial y por lo tanto, último en llegar, pero esto no lo reconoce y, desde su fundación en 1948, lleva adelante una política de exterminio real de la población palestina que ha generado, a su vez, una respuesta de sanguinaria desesperación.

Hebreos y Palestinos se odian y se matan, en una escalada siempre más inhumana, por el derecho a vivir en aquella tierra, que aparece como maldita, porque siempre  ha sido teatro de genocidios, aunque últimamente, se elevan siempre más voces  que dicen basta al matadero reciproco.

Sin embargo, tienen el mismo Dios en común, que tiene nombres diferentes en la dos religiones monoteístas, el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, pero Abraham es también el padre de Ismael, concebido por la esclava egipcia Agar, considerado el fundador de la raza árabe; Yahvé, a través de su ángel, prometió a Agar misma: “He aquí que has concebido, y darás a la luz un hijo, y llamarás Ismael, porque Yahvé ha oído tu aflicción. Y él será hombre fiero, su mano (de Ismael) será contra todos y la mano de todos será contra él, y delante de todos sus hermanos habitará…”.

(Genesis 16-11,12)

“En cuanto a Ismael, te he oído: he aquí que le bendeciré, y le haré fructificar y multiplicaré mucho en gran manera: doce príncipes engendrará, y haré de él una gran nación.

Mas yo estableceré mi pacto con Isaac, el que Sara dará a la luz…”

(Genesis 17,20 21).

Según algunos exoteristas, estudiosos de la Kabbala, cada vez que se hace referencia  a los Palestinos o a los hijos de Ismael en general, se despierta, se potencia una especie de forma-pensamiento, por lo tanto una forma energética extra-física de poder, la cual se sustancia en “…no tiene derecho a la herencia”.

Leyendo de manera desencantada y neutral el Antiguo Testamento, uno espontáneamente se pregunta cómo pueda ser considerada sagrada, divina esta historia de genocidios, de engaños, de oportunismos, de obediencia acrítica que roza una esclavitud moral, hecha en nombre del Dios de los ejércitos, un Dios que querría obediencia absoluta.

El Nuevo Testamento, no obstante todas las manipulaciones y las ocultaciones de los primeros Padres de la Iglesia, seguramente “inspirados” por el único Dios viviente, en cambio, aparece como un punto de vuelta radical en comparación  con el Hebraismo, una verdadera ruptura con el pasado, como si se tratara de dos corrientes cósmicas, dos energías que exprimían modelos de consciencia y de evolución humana contrapuestos; quizás ha sido verdaderamente un trágico error, por el reconocimiento espiritual del ser humano, subordinar el mensaje del Cristo cósmico a el Dios hebraico de la materia.

El Evangelio según Tomás, o Quinto Evangelio, es uno de los textos encontrados en Nag Hammadi; por la Iglesia es considerado apócrifo, o sea falso; pero, en la realidad, en griego la palabra significa “escrito antes” y contiene las enseñanzas de Jesús que no son conocidas y son muy diferentes de los canónicos. El Cristo, dice, que él no vence las fuerzas del mundo sirviéndose del dolor; su arma no es el sufrimiento, sino el conocimiento eterno, cósmico.

Con respecto a la limosna así se expresa: “… no es que aquel pequeño óbolo que una consciencia dormida que paga por seguir tranquilamente durmiendo… El espíritu es perfección. ¿Opináis que sea perfecto un mundo en el cual es necesaria la limosna? No, es un mundo injusto y la limosna estabiliza esta situación de injusticia…”.

Y añade “me harán aparecer amante del dolor y del sufrimiento. Oigo decir dondequiera que el mundo es un valle de lágrimas y que el hombre ha nacido para sufrir. Nada más falso. Solamente por su estupidez y por su visión limitada el hombre se rodea de sufrimiento. Yo he llegado entre vosotros para indicar el camino de la alegría. Mi yugo es ligero como una guirlanda de flores y mi autoridad es dulce…”.

¿Que puede tener en común con el Dios del Antiguo Testamento?

Se dice que las letras del alfabeto hebraico, símbolos en grado de mover energías cósmicas o Kabbala, constituyan un sistema de conocimiento que persistirá hasta el fin del mundo, pero que es patrimonio, prácticamente exclusivo, de la raza hebraica. Los Hebreos son el pueblo elegido “contactado” en cuanto detienen más o menos conscientemente, las claves de la alianza hombre-dios, entendido como el señor de este mundo y por lo tanto son los verdaderos dueños visibles. Una élite de poquísimas personas, obviamente, no la masa de la gente que es solo carne de matadero, proveedora de energía, ni más ni menos todos los seres humanos comunes.

Esta raza, a diferencia de todas las otras, jamás interrumpió la identificación, la cadena del rito y del símbolo, más bien ha potenciado de manera absoluta la propia forma-pensamiento arquetípica no solo a través de la Biblia, que es el adoctrinamiento para los servos-pastores, pero con las escrituras reservadas solamente para sí y mantenidas en la lengua sagrada original: el Talmud, la Torá y la Kabbala.

El Cristianismo de los orígenes, heredero de las religiones y de la gnosis del mundo antiguo habría podido verdaderamente representar la ocasión para una evolución radical de la consciencia de la humanidad. Una vez más había aparecido en la Tierra el impulso espiritual de la liberación de los seres humanos da la esclavitud en la cual son mantenidos desde miles de años por potencias cósmicas negativas, como ya tuvo lugar siglos antes con Zaratustra y Buda.

Como bien sabían los Cátaros, fue el señor de este mundo al vencer en esta Tierra, que había interceptado eso impulso y lo había manipulado para la perpetuación de su dominio.

Y así el Cristianismo histórico, convertido en catolicismo embocó de pronto por la calle de la materia, habiendo cooptado en la esfera de la influencia del señor de este mundo, bien se puede conjeturar que lo habría “creado” de propósito para sus finalidades hegemónicas mundiales. Habiendo perdido de vista o nada menos negado el aspecto sobrenatural, no solo no hizo suya la Tradición, sino también no elaboró una suya propia, acabando con encarnar así solamente una potente arma psíquica y física de conquista y de subyugación de los pueblos al cual fue impuesto.

No es que Satán se haya instalado a las cumbres de la Iglesia de Roma solamente en esto último tiempo, como dice el Tercer Secreto de Fátima, que se haya instalado de pronto, sino hace dos mil años.

Hoy se pueden intuir alternancias cósmicas entre los Dioses que se reparten el poder sobre los seres humanos; el resurgir de los cultos pre-cristianos, “bárbaros” hace tambalear el dominio de los arquetipos monoteístas que están dispuestos para el holocausto total de la humanidad con tal de no perder su supremacía y los conflictos aquí en la Tierra, se hacen cada día más feroces y generalizados.

La guerra de todos contra todos, como fue pronosticado por las Escrituras y por los distintos profetas, no es solamente en el enfrentamiento armado entre civilizaciones, religiones y pueblos, sino, también en la interioridad misma del hombre, en su alma, impregnada de un nivel tal de manipulación y de confusión que ya no está en grado de reconocer la Verdad, aquella Verdad que el Cristo Cósmico dijo que nos habría vuelto libres, reveladora del Bien y del Mal, y guía en la elección entre la Luz y las Tinieblas.

Maurizio Blondet en “Chi comanda in America”, ediz. Effedieffe, a continuación de  su precedente libro: “11 settembre, colpo di stato in USA”, conjetura el escenario no de un atentado, sino de un putsch puesto en actuación de un potentísimo conjunto militar-industrial con la cabeza en el Pentágono y los exponentes principales de la administración Bush, todos Hebreos pro-israelianos ellos consideran que este sea el momento histórico más favorable para coronar su sueño mesiánico con un proyecto político- militar bien preciso lo que comporta el control del Congreso y del Gobierno en los Estados Unidos, con la finalidad de desencadenar aquella “guerra mundial permanente”, cuyo éxito está asegurado “desde lo alto”.

El Reino de Israel es el símbolo de la consciencia mesiánica que ya es ampliamente dominante en el interior del Hebraísmo americano, no más “liberal y radical”, más bien fundamentalista que oportunamente exaltado por sus líderes religiosos, y sobre todo por los potentados económicos, ha consolidado su auto-adoración de pueblo elegido, al cual le ha sido prometido el poder mundial.

En las publicaciones de los grupos hebraicos más influyentes, se repite de manera clara que este es para ellos el tiempo de la “conquista avanzada, no de regresión y división”, en cuanto el Reino comporta la fuerza sin límites y absoluta, donde los otros no tienen derechos, y de facto, todo lo que está ocurriendo en Palestina es la prueba de cuanto este autor, docunentadísimo, afirma.

La espiritualidad es un ídolo, dicen, porque el Reino vendrá materialmente, un gobierno mundial constituido por la monarquía absoluta del Rey-Mesías.

Cada ley puede ser violada con la finalidad de acercar el Reino, cada acción política, también maquiavélica y éticamente aberrante, es sacra si está realizada por Hebreos, porque es al “servicio a Dios”.

Este escritor y periodista tiene el coraje de ir contra-corriente y de hacer contra- información verdadera, no obstante sea católico o, por su definición cristiano, en “Chi comanda in America refiere también esta comunicación, retomada en publicaciones sionistas americanas:

“Pero los akum (cristianos) han sido creados con la sola finalidad de servir a los Hebreos día y noche; ni deben ser jamás aliviados por el servicio. Es digno del hijo de un Rey, que los animales, en su forma natural o humana, lo sirvan”.

(Midras Talpiot, folio225d)

En efecto, los aliados más disponibles y más productivos del proyecto hebraico, actualmente en los EE. UU. son los fundamentalistas cristianos, convencidos de vivir en el final de los tiempos, que esperan el segundo adviento de Jesús Cristo y la subida al cielo de los justos, para acelerar el regreso de Jesús Cristo, creen necesario favorecer a los extremistas en Israel al fin de que se cumplen las profecías bíblicas.

Mientras las Iglesias protestantes tradicionales y la misma Iglesia católica ven disminuir el número de sus fieles, los fundamentalistas milenaristas, los evangélicos carismáticos y los sionistas cristianos crecen tumultuosamente y constituyen la forma dominante de Cristianismo, una de las grandes fuerzas de la política americana, identificada como la derecha religiosa de los tele-predicadores, que alcanza desde los setenta a cien millones de personas.

En el interior de esta área milenarista, los evangélicos son los que nutren los mayores sentimientos pro-hebraicos, aunque, en general, ésta alianza tiene en sí misma muchas tensiones. Ambas concuerdan sobre ciertos puntos apocalípticos “signo” del regreso de los Hebreos a Palestina, pero por motivos opuestos. Los fundamentalistas cristianos creen que con eso Israel acelera la segunda venida de Cristo y la propia ruina; los Hebreos ven el ascenso al trono de Israel como mesías-redentor de sí mismo y el inicio del Reino mundial judaico.

Lo que hay de cierto es un giro de dinero absolutamente inimaginable, en las manos de poquísimas familias o potentados financieros, casi todos hebraicos, que determina no solo la elección del presidente de los Estados Unidos, sino cualquier otro cargo electo, desde el senado, mejor que como gobernador o cualquier otro escaño público de alguna relevancia y nadie, que se atreva a cantar afuera del coro, tiene la más mínima posibilidad de hacer oír su voz, de dar otra versión: es neutralizado, si no  eliminado físicamente.

Barak Obama, primer presidente negro, tuvo como sus financiadores principales a los grupos financieros e industriales más poderosos de América, los mismos que fueron la causa primera de la caída de la economía mundial; ¡ciertamente no fue elegido con los óbolos voluntarios del proletariado o subproletariado negro! Es el hombre de paja cuyo encargo es el de tener lo más posible a raya las masas siempre más empobrecidas, degradadas, esclavizadas con la ilusión del revival del mito del “sueño americano”, ya muerto y enterrado por la realidad histórica. Y de hecho después de un año de su instalación, los “dueños” son también más ricos y poderosos; el pueblo más miserable y así el nuevo presidente es siempre menos “agradecido” y creído por sus mismos electores que están a su suerte, puestos entre la espada y la pared por la pobreza desbordante y por los desastres ecológico-ambientales que en los últimos tiempos han puesto de rodillas muchos de los Estados de la Unión, la economía, la vida de la gente común.

Las analogías con el año mil son demasiado sencillas; ya entonces toda la cristiandad estaba en la espasmódica espera de la segunda venida de Jesús Cristo, que habría llevado paz y justicia a la humanidad doliente, pero la Historia dio testimonio de todo lo contrario. La primera cruzada, querida por la nobleza francesa de entonces, nominalmente cristiana, pero heredera de sangre hebraica, partió desde  Europa con la finalidad precisa de la reconstrucción del Reino de Israel, segura de perseguir su objetivo, por lo tanto Goffredo de Buglione, duque de Lorena, primer rey designado enajenó, con su salida, todos sus bienes y posesiones.

¿Qué decir después, de aquella Orden de Sion, absolutamente elitista, que había tramado y guiado en las maneras más ocultas y subterráneas los acontecimientos de la historia visible para más allá de un siglo de la creación de la Orden cisterciense de Bernardo de Clarveaux a aquel de los Templarios?

En los siglos siguientes, aquella Orden de Sion se convirtió en Priorato de Sion, oficialmente no se oyó hablar más de él; se ocultó, se transformó; de todos modos fue el precursor de la ideología de la conquista mundial, del mundo de entonces, y como hace mil años, este proyecto de dominio, en su significado concreto, no simbólico se ha vuelto a proponer, extendiendo sus miras al planeta entero y planificando científicamente los modos y los medio para alcanzarlas.

Hoy esta potencia se podría identificar con el Grupo Bilderberg y sus partners: la Trilateral Commision, la Mesa Redonda, el Council on Foreing Relations y otras ramificaciones menos poderosas, extendidas en todo el planeta; la de tener una ulterior punta de cumbre aún más desconocida e impenetrable…

Sion, en origen era el nombre de la fortaleza jebusea, llamada después “cuidad de David”, porque después de haber expugnado el monte Sion, David estableció allí su residencia real. Se convirtió en un monte particularmente sacro a Yahvé cuando David llevó allí el Arca de la alianza la cual representaba la presencia de Dios, por lo tanto Sion fue considerado la morada de Dios, a continuación “Sion” incluyó el área del templo en el monte Moria, donde fue llevada el arca durante el reino de Salomón y desde entonces hizo referencia a la ciudad de Jerusalén.

La reflexión sobre Sion, su significado y su historia, conducen a tomar en consideración los Protocolos de los Sabios de Sion, demasiado de prisa y superficialmente liquidados como falsa propaganda anti-semita; verdadero argumento tabú que hoy, públicamente no se puede tampoco investigar.

Según Julius Evola los Protocolos de los Sabios de Sion exponen el mito de un plan detallado de conjura contra el mundo tradicional europeo; complot ya sea de mano del hebraísmo pero también de ciertas masonerías. Queda abierta la cuestión de la veracidad o de la falsedad de tal documento; todavía, los principales acontecimientos de la historia contemporánea, que se han verificados después de su publicación, han presentado una impresionante concordancia con el plan en ellos descrito. Auténticos o inventados por pura propaganda, de todas maneras explicando acontecimientos a los cuales la historia ha dado confirmación, y hoy más.

En los Protocolos reaparece la idea de un futuro imperio universal y de organizaciones que trabajan subterráneamente para su advenimiento que debe corresponder a la destrucción y al desarraigo de todo lo que es tradición, valores de la personalidad y de la verdadera espiritualidad.

Esto escrito publicado por primera vez en Europa en 1906, y después en 1911, 1912, 1917 hace parte de un grupo de otros que, en forma literaria e incluso novelada, han declarado que el desorden de los últimos tiempos no es casual, sino que corresponde a un plan del cual indican con exactitud las fases y las herramientas fundamentales. Los Protocolos presentan los distintos modelos de subversión mundial, inclusos aquellos que se habrían afirmados muchos años después de su publicación, finalizados por el Gobierno único mundial y se presentan bajo forma de apuntes tomados durante las asambleas de los gobiernos ocultos y hechos filtrar por no se sabe quién y con qué reales finalidades.

Ya desde la segunda mitad del ochocientos se había estallado en Europa con ecos al otro lado del océano, una batalla ideológica sobre la supuesta, inmensa conspiración hebraica a escala internacional, con miras de provocar por todas partes crisis económicas, porque solamente desarrollando sistemáticamente en las masas la miseria, la confusión y la ignorancia el “providencial” gobierno mundial se habría podido realizar. Esta denuncia más o menos fundada, había desencadenado las acusaciones más calientes de anti-semitismo, así que cada vez que una parte era silenciada, históricamente no se examinó jamás a fondo la cuestión.

El argumento volvió a proponerse en los años siguientes; en Italia en periodo fascista, fue publicado el libro “L’EBREO INTERNAZIONALE” de Enrico Ford, ediz. Sonzogno 1939, traducido del inglés, o quizá del alemán.

Subtítulo: “En este interesantísimo libro está expuesto con amplitud el problema que el Judaísmo ha impuesto al mundo con su programa de dominio internacional, crudamente impreso en los afamados Protocolos de los Sabios de Sion. Enrique Ford, con el orgullo y la responsabilidad de un hombre de fama universal, discute y penetra en todos los aspectos y en todas las actividades del Judaísmo de la época moderna”.

En el prefacio se dice que este libro fue publicado en los Estados Unidos en el 1920 a guisa de compendio de una serie de artículos periodísticos que tuvieron resonancia mundial, en cuanto en aquellos años, la cuestión hebraica se hizo una cuestión ardiente, en la cuestión “primordial” de la América del Norte, en cuanto ya entonces los financieros hebreos eran dueños de enteros sectores neurálgicos de la economía americana.

En este libro los 24 puntos de los Protocolos son reportados y comentados y, verdaderamente que son no solo desconcertantes, más bien, muy preocupantes. Necesidad de tomar con la mano la espada, simbólicamente, la espada de la reconquista espiritual porque la filosofía de dominio que se expresa en ellos se basa sobre el desprecio declarado de la naturaleza humana y que los hombres se pueden subyugar, potenciando los mismos vicios y errores.

Según Henry Ford, el industrial americano del automóvil, “Enrico “por el italianismo impuesto por el régimen fascista, existe una potencia financiera central hebraica para la cual el mundo es la zona de operaciones y el dominio mundial la apuesta. Bajo el disfraz de las leyes económicas se ocultan fenómenos que no obedecen a ninguna ley natural, sino proceden de gobernadores ocultos que tienen la voluntad y el poder de reducir la humanidad, casi del todo inerme, en esclavitud bajo su dominio absoluto.

Los Sabios de Sion tienen el encargo de preparar el advenimiento de la dinastía, o sea de la estirpe de David.

Bien describe los distintos pasos para apoderarse del planeta, tramite el control total de la economía y por lo tanto de las políticas disgregativas en periodo de paz, pero sobre todo de guerra, y que constituyen, cada vez, un acrecimiento exponencial de su poder de reducir las masas humanas en robots.

Es verdaderamente impresionante constatar, con absoluta objetividad que los acontecimientos de la historia que se han sucedido hasta nuestros días son la concreción precisa de los puntos programáticos de los Protocolos. Y sin embargo, una vez más, se liquida todo como propaganda racista y anti-semita; no se reflexiona, no nos ponemos en guardia, no nos defendemos: ¡otra prueba indiscutible de como el señor de este mundo, con toda su organización terrenal, controla la mente y la voluntad humana!

Henry Ford dice como ya a los primeros años del siglo, era muy difícil, más bien arriesgado, discutir públicamente sobre la cuestión hebraica, en cuanto se era enseguida tachado de racista y anti-semita, como cuando, por ejemplo, no se comparte para nada la política de exterminio que Israel conduce contra los otros  pueblos del Oriente Medio, y además haciéndose la víctima, o cuando no respeta, más bien pisotea la resoluciones de la ONU o para con muchos otros comportamientos reprobables de aquel gobierno: es blasfemia contra el pueblo divino, contra Dios mismo, por lo tanto los que aspiran al poder pequeño o grande, se postran, reverentes, a la fuente del poder mismo.

En el curso de los milenios, de los movimiento gnósticos, a los maniqueos, a los Cátaros hasta a Salvador Freixedo, ex jesuita, antropólogo, estudioso de las religiones y parasicólogo español, quien ha conocido esta verdad y ha intentado divulgarla, siempre ha sido brutalmente eliminado.

También hoy, apenas se hacen lo más mínimo interrogantes sobre el rol y sobre el poder oculto de los grupos financieros hebraicos que son los verdaderos dueños indiscutidos de la economía mundial, o sea de la vida y de la muerte de pueblos y naciones enteros y que tienen en el bolsillo a todos los gobiernos, endeudados con  sus bancos hasta el cuello, se ven inmediatamente acusados de racismo y anti-semitismo, dejados de lado, o nada menos perseguidos, particularmente “a la izquierda”, siendo esta ideología otro hermoso fruto del jardín del señor de este mundo, Dios de la materia, y también la derecha “histórica”, si quiere el Poder, tiene que ponerse de rodillas.

Quien sabe, quizás se trata de la emanación encarnada de aquella raza hostil, procedente de otro planeta, con la cual hace miles de años fue hecha la “alianza” que nos ha costada la pérdida de la espiritualidad, de la libertad, de la dignidad, de la auto-realización y que ha hecho de nosotros “animales de forma humana”.

El “gobierno mundial” es la transposición a nuestros días  del “monarca universal” el doble terrenal de aquel Reino de Dios de hebraica profecía, único Dios, que elimina definitivamente otros “dioses”, pero sobre todo quiere volver imposible a los seres humanos la conexión con dimensiones cósmicas superiores que les consienta  reconocer e interactuar con el proprio doble espiritual, el proprio Gemelo, el Cristo interior y de hacerse espiritualmente libres, responsables de la propia evolución, afuera de la dominación de estas entidades arimanicas, cuya supremacía sería seguramente reducida.

Se puede también creer que los gobernadores ocultos del planeta no pertenezcan a un solo grupo étnico o se hayan juntado para eso; o que la opinión de Ford sea un acto de guerra entre el capital productivo industrial y el capital financiero internacional de pura especulación  que, ya desde entonces, está en las manos de los grupos hebraicos y tenía los pies sobre el cuello al primero; todavía es más que nunca urgente  y necesario sustraerse al pensamiento único, o sea ser más objetivos y menos cobardes y tomar el coraje de desenmascarar esta paranoica conjura anti-humana.

Una frase de la misma Biblia dice que el Señor, ciega a quien quiere perder, y de facto esta humanidad a la deriva va a tientas en la oscuridad más tenebrosa, convencida de ser la reina, el punto más alto de la creación universal.

Si en el ochocientos y a primeros del novecientos ya no se podía expresar dudas o evaluaciones sobre el poder excesivo de las lobbies hebraicas que controlaban gobiernos y pueblos con la potencia del oro y de las ideologías, después de la nefasta aventura del nacionalsocialismo, que parecía haber sido creado ad hoc, como el terrorismo de ahora, nadie más ha podido decir nada.

Esto capítulo de la historia recién fue muy grave y dramático, pero ha servido para cerrar definitivamente la boca a cualquiera que hubiese querido denunciar  esos “planes mesiánicos”, que así han podido avanzar de manera acelerada, como verdaderos vencedores.

Se puede por fin llegar a suponer  que el holocausto, por cuyos millones de víctimas  siempre se debe sentir doloroso duelo, como participación de humana hermandad, ya habiendo sido voluntariamente puesto en acto desde el poder invisible y visible para cumplir sus propios planos de dominio planetario, una etapa necesaria  para madurar los acontecimientos, si así se puede decir. Sí el pueblo hebreo mismo, el elegido, fue sacrificado, pero eso demuestra solamente que el señor de este mundo no tiene piedad ni guarda respeto para nadie: nosotros, seres humanos, Hebreos o no, somos carne de matadero y podemos ser sacrificados en cualquiera momento para su mayor gloria y el su imperecedero dominio.

El nazismo había hecho suyo el ideal del Antiguo Testamento en el cual los Hebreos, raza elegida, era superior a todos los otros pueblos y había completamente volcado, de manera fanática, sustituyendo los Arios a los Hebreos mismos, que consideraba un pueblo perverso a eliminar de la cara de la Tierra. La ideología es la misma y también la fuente es la misma; es siempre él, el Señor de este Mundo y las formas de manifestación de las cuales se sirve llevando inevitablemente al odio, a la aniquilación más feroz, a la guerra fratricida y priva los seres humanos de su consciencia, de su humanidad y de su alma para ser solamente ejecutores robóticos de una voluntad perversa de dolor y de muerte que los trasciende.

Es verdad que fue OTTO RAHN con el libro “CRUZADA CONTRA EL GRAAL” a proponer al gran público europeo, particularmente germánico, la historia del pueblo cátaro y de su martirio. En los tiempos del imperante poder nazi, este autor fue cooptado por ellos y en algún modo, pagó cara esa adhesión; todavía está por rechazar con firmeza, por amor de la justicia, la asimilación o, cuanto menos, la hipótesis de una originaria derivación ideológica del Nacionalsocialismo Hitleriano del XXº siglo desde el Cátarismo.

Tenido en el olvido durante decenas de siglos, borrado de la historia europea, cuando, cósmicamente, el mensaje cátaro se volvió a proponer, al mismo tiempo se pusieron en marcha las energías opositoras. Cierto, que ahora ya no es tiempo de las hogueras públicas; la aniquilación de la libertad de pensamiento y de consciencia se hace con métodos más sofisticados, incruentos, pero sutiles e imperceptiblemente, totalizadores.

De todos modos no es consentido al ser humano tener ideas e interpretaciones del todo nuevas y diferentes, que vayan más allá de la matriz de esa generación judaico-cristiana, islámica en su fase final, y que estén desvinculadas de las ideologías históricas que, todas, son adecuadas para la perpetuación del “Señor de este mundo”.

El pensar libre, realmente creativo de modelos de desarrollo y evolución humana alternativos al existente, da origen a aquellas formas energéticas que en el Mundo intermedio de la Imagen y de la Representación, lugar de intercambio y de la comunicación con la dimensión superior, alteran las relaciones de fuerza, vuelven a abrir los juegos entre los “dioses”, que el monoteísmo hebraico en primer momento, hecho universal con la fase del Cristianismo, ha hecho de todo para impedir. En su tercera apariencia pues, lo del ISLAM fundamentalista, mantiene la Tierra en estado de guerra permanente, en el odio y en la ferocidad más inhumana, con la finalidad de mantener su dominio sobre la humanidad, también si suyo tiempo cósmico se ha caducado.

Los Cátaros que habían sido los herederos y depositarios de ese conocimiento, en la época de su existencia física fueron martirizados, borrados de la cara de la Tierra por obra de la Cruzada y de la Inquisición de la Iglesia Católica de Roma. En nuestros días, en cambio, son “demolidos” con la banalización, con acercamientos históricos-religiosos convencionales y estereotipados; pero la verdadera operación instrumental y manipuladora es la de sugerir, dejar entender, en cualquier manera, que esta herejía tenga en “nudo” nada menos los síntomas del Nazismo.

Cada vez que un ser humano consiente en matar, a causar dolor y sufrimiento a otro ser viviente, tal vez convencido de estar de la parte del derecho y de la razón, o solamente para cumplir las órdenes jerárquicas o por pura maldad, es un nazi, en su significado históricamente compartido. Todos pudimos ser nazi, cualquiera que sea  nuestra raza, nuestra religión, el color de nuestra piel y nuestra bandera si no hicimos la elección consciente y hasta las extremas consecuencias de la vida, de la compasión, de la solidaridad y de la humanidad, que es nuestra verdadera matriz,  nuestra esencia divina.

Cada vez que un ser humano, en cambio, se niega a matar, dice no a cada guerra querida por los poderosos de la Tierra y a cada forma de violencia homicida, pagando pesadamente de persona, rinde gloria a su SÍ, al grupo social, a la humanidad entera. En el plan espiritual recupera la libertad y la dignidad, escapando así a aquellas potencias tenebrosas que quieren a los seres humanos perennemente enemigos y potenciales asesinos los unos de los otros.

Grande honor y agradecimiento a aquellos altos oficiales del ejército israelí, que a cierto punto de su carrera militar, tuvieron el coraje de decir no, de rechazar  continuando bombardeando las ya miserables aldeas palestinas habitadas por viejos, mujeres y niños, conscientes de ver sufrir, para esto su comportamiento, todo tipo de sanciones. Dieron el ejemplo, interrumpiendo la escalada de la matanza humana, han creado una forma-pensamiento y abierto el camino por otra vida otra realidad.

 

CapituloIXº

 

Una escuela de pensamiento actual compartida con varios títulos por amplios estrados de opinión pública, hace en cambio referencia a verdaderos extraterrestres procedentes de otras partes del universo, llegados a nuestro planeta en el curso de miles de años que, estando ya a altísimos niveles de conocimientos científicos y tecnológicos, son los responsables de las diferentes razas humanas, habiendo manipulado e injertado su propio gen y el propio ADN con los antropoides terrestres más desarrollados, o nada menos cruzándose directamente con ellos, y dando así origen a formas híbridas.

Sea en los libros sagrados de las grandes religiones, como en las tradiciones orales y las mitologías de los pueblos primitivos hay muchas referencias relativas a esos cruzamientos. Por ejemplo, como ya he dicho en los capítulos precedentes, todas las culturas meso-sur-americanas tienen esta creencia común originaria y, en aquella parte del planeta, la casuística ufológica es particularmente relevante.

Salvador Freixedo, que ha desentrañado este argumento precisamente en relación a las religiones, fue un grande revelador; pero como todos los que, también en tiempos recientes, han llegado a la Verdad, fue perseguido por el poder religioso y secular; sus libros, editados en México hace más de 30 años, fueron hechos desaparecer durante decenas de años; ahora algunos se pueden encontrar en Internet solamente en lengua original.

Freixedo era un jesuita que había desempeñado por muchos años su misión en Centro América tanto en el campo social como político. Además de ser sacerdote, era antropólogo, sociólogo y estudioso de las religiones.

Después de una vida de experiencias, en primera línea, para la propagación y la potenciación del Catolicismo, maduró sus reflexiones sobre la condición humana que no logra salir del estado bárbaro en el cual yace, para ascender a aquel evolucionado de hombre superior; más bien acaso lo envuelve, degenera, hasta la deshumanización.

Se convenció así que todas las religiones, cristiana incluida, son solamente imposiciones mistificadoras que un poder superior coercitivo y tirano ha calado sobre la humanidad con la finalidad de dominarla y que no hay nada en el mundo que haya separado tanto a los seres humanos, y que los ha hecho luchar entre ellos y odiarse tanto, como las religiones, a pesar de que todas predican, de palabra, el amor y la justicia cada una a su propia manera. En la realidad su función es la de obedecer a las órdenes de los “señores invisibles”, aunque la mayor parte de la veces lo hagan inconscientemente.

El su grito es “Defendámonos de los dioses”, que son la grande amenaza para la humanidad, si queremos salvarnos del holocausto total.

Muchos de los que definimos como extraterrestres proceden de la Tierra que es su planeta; pero, pertenecen a niveles vibracionales de energía más elevados en relación al humano, nosotros no los percibimos con los sentidos materiales: son ordinariamente invisibles al ojo humano. Proceden de otros niveles de existencia y pueden pertenecer sea a eso plano físico como a otros mundos desconocidos. Sería mejor considerarlos “intrahumanos”.

De modo que hay muchas categorías de extraterrestres, porque proceden de planetas distintos, son muy diferentes entre ellos, ya sea en la consistencia física, en la tecnología, en el tipo de civilización, de cultura, de principios morales y por el modo de ponerse y concebir el cosmos. Considerar que todos los extraterrestres sean iguales o que procedan todos de un mismo lugar es un grave error de evaluación que daña duramente a nosotros, habitantes físicos de la Tierra.

Algunas tipologías de extraterrestres han visitado nuestro planeta y también han permanecido por periodos de tiempo más o menos largos (eones en sentido temporal), pero después son regresados a sus lugares de origen. Otros han fijado aquí su residencia definitivamente, también invisibles a los ojos humanos. Ya no es más ocultable que en el Universo, también en la isla-universo en la cual se ha situado el nuestro sistema solar, existen otros habitadores que disponen desde hace miles de años de una tecnología, para nosotros aún inimaginable, que les permite ir y venir sobre nuestro planeta, sin que nosotros nos demos cuenta, ni tampoco podamos impedirlo.

Según esta teoría, los visitantes más recientes no están aún bien instalados porque deben repartirse o contender con otros las zonas de influencia, control y manipulación a nivel energético de la Tierra y de sus habitantes. Entre esos últimos, en orden de tiempo, hay seres de baja estatura macrocéfalos y con los ojos grandes, cuya presencia se intensifica, como resulta de numerosas experiencias de contacto.

Entre los más antiguos, según la literatura OVNI, parece que haya una confederación de doce planetas situada en un universo paralelo, que tuvo sus bases en la Tierra hasta los tiempos de Atlántida; pero que en los últimos milenios se ha limitado a dar batidas sobre la atmósfera terrestre. Esta confederación siempre habría propuesto a los distintos líderes que se han sucedidos en la historia de la humanidad, la adhesión de nuestro planeta a esa estructura cósmica, también en tiempos bastantes recientes.

Desgraciadamente para nosotros, por miles de años estamos bajo el control, o mejor el dominio de una raza hostil, procedente de otro planeta, con la cual fue hecho un pacto de alianza y no habría sido posible, o conveniente, romper unilateralmente ese pacto malvado suscrito en aquel tiempo. Estos “aliados” persiguen finalidades muy peligrosas para la Tierra, siempre provocando violencias, guerras, desacuerdo, sufrimientos de todo tipo entre los habitantes aniquilando todos los principios morales para crear un estado de pesimismo y caos, gracias al cual ellos mantendrían el sometimiento y el dominio total de los seres humanos, ciertamente fuente de poder y, quizá, de verdadera supervivencia para ellos mismos.

Los mayores gobiernos mundiales que, en el curso de los milenios han representado caso por caso el centro del poder, hoy prácticamente los Estados Unidos de América, lo ocultan o lo niegan todo con inquietante determinación. Son cómplices de estos seres en cuanto tienen de ellos la legitimación al poder no solamente sobre los ciudadanos americanos ignorantes, sino, en el actual estado presente, sobre todos los habitantes de la Tierra, a causa de la supremacía tecnológica militar de la cual disponen, fruto de los conocimientos exclusivos de tecnologías espaciales, genéticas y de manipulación de la materia, hasta la anti-materia, que constituyen la sustancia del “pacto”.

No solo el nivel físico, sino las energías sutiles como las consciencias y el pensamiento de los seres humanos deben ser disgregados, desactivados al fin de que el orden mundial que se quiere imponer con estrategias económicas y militares sea inatacable e inalcanzable de posibles concurrencias o impedido por luchas de liberación que impliquen a todo el planeta.

Precisamente en estos días el senado americano dio luz verde, a la construcción de mini-bombas atómicas, de usar contra el monstruo construido ad hoc, del terrorismo. Ya la puesta en juego es la aniquilación de la raza humana; pues, si en la nueva orden aliena, fuesen necesarios ejemplares, se podrán producir en probeta con la clonación, sin todas las complicaciones y las pretensiones de resonancia con niveles energéticos superiores a los mismos nuevos ocupantes.

Y como si no bastasen las armas atómicas, químicas, bacteriológicas, las más sofisticadas ya son las electromagnéticas que interaccionan sobre los ecosistemas terrestres y que pueden ser utilizadas para modificar el clima de una “nación hostil” o de un “Estado canalla”, con la finalidad de destruir los recursos y la economía nacional y reducirlo al hambre y por lo tanto a someterse o morir.

No es de excluir que esas olas y frecuencias electromagnéticas constituyan el puente de pasaje de estas entidades invisibles entre su dimensión y la nuestra, dado que son muy sensibles a las energías sutiles derivadas del mundo atómico y sub-atómico.

Después de habernos manejados durante milenios a su placer, nos tienen aún esclavos de la duda, respecto a su existencia. Y mientras nosotros seguimos en nuestro desencanto o en nuestra indiferencia, aún convencidos de ser los “reyes del creado”, no tomamos en seria consideración la posibilidad de sustraerse a su nefasta influencia, o por lo menos en contenerla y seguimos estando a su merced.

Son muy astutos cubriendo sus actividades bajo la capa de los acontecimientos debidos a la Naturaleza o al azar, pero no son omnipotentes.

En amor a la verdad, hay que decir que los seres humanos pueden, con su libre albedrío, desatender a sus imposiciones, asumiendo directamente la responsabilidad de su propio actuar en el mundo.

Parecería una trama de novela de ciencia ficción particularmente necrófila, pero, viendo cómo van las cosas en el mundo, desgraciadamente es toda verdad.

La confederación de los 12 planetas, teorizada por algunos investigadores en el campo ufológico, llama, de todos modos, la atención sobre la sacralidad de ese número que es recurrente en todas las referencias místico-religiosas, además de astrológicas, de la historia de nuestras culturas a partir de los Sumerios y siempre  relacionado a el “cielo”; 12 planos astrales o círculos del Universo; 12 constelaciones; 12 meses del año; 12 las tribus de Israel; 12 los apóstoles  de Jesús; 12 los caballeros de la mesa redonda….

La estrella a doce puntas representa, en el esoterismo, el Sol superior del Universo, de nuestra isla-universo, que los egipcios refiguraban como el Sol Negro, al cual se accedía a través de NUIT, la diosa de las Estrellas y correspondía al grande dios ON.

Cuando este dios universal perdió importancia y poder, se circunscribió espacialmente y se convirtió en el AMMON-RA de los Egipcios, que Akenaton intentó sustituir con  ATON el disco solar, único dios que negaba a todos los demás dioses de la tradición egipcia, apareció en aquel momento el concepto, la idea del monoteísmo, exclusivamente orientado al Sol de nuestro sistema solar que nos habría marginado de las conexiones y de las resonancias cósmicas universales, como si se hubiese cerrada una puerta de comunicación directa.

La nueva divinidad monoteísta no había logrado imponerse en los territorios y poblaciones ya controladas por otros dioses mitológicos, otras Energías, o de otros extraterrestres, si se quiere; pero se concretiza, se hace “carne” con Moisés y el éxodo de los Hebreos a Egipto, ya adoradores del único dios según la narración bíblica.

En la realidad se trataba de una multitud de personas egipcias y extranjeras de credos diversos, a los cuales se les había, de manera engañosa, prometido una tierra de “leche y miel”. Un estudioso hebreo Jan Assmann habla nada menos que de una muchedumbre de leprosos que estaba al margen de toda vida civil y que debía vivir en el aislamiento más extremo y que fue obligada para cuarenta años vivir en el desierto, hasta que tuviera un recambio generacional completo.

La nueva generación que llevó a la tierra de Canaán no tenía pasado, sin recuerdos, sin referencias con las cuales confrontarse; vacía, sin ninguna identidad y por lo tanto completamente dependiente y maleable por el dios, o por el extraterrestre que quiso construir en modo celoso y exclusivo un pueblo solamente para sí, un pueblo “elegido” a través del cual expandir su dominio.

Hoy, respecto a la literatura OVNI, en el análisis y en la comparación con la aparición de la Virgen de Fátima, por hacer el ejemplo conocido, se ha llegado a la casi absoluta certeza que el disco del sol adorado por Akenaton era una astronave que se manifestaba, proyectándose de forma del todo fantástica.

Una inscripción  jeroglífica sobrevivida a aquel tiempo, en lo cual había la costumbre de que cada faraón destruyese sistemáticamente todo lo que recordaba el periodo precedente al suyo, es cierto que Akenaton que intentó destruir la tradición y el orden constituido y que por eso fue rechazado, se habla de dos globos, dos discos solares, que aparecían en el cielo al mismo tiempo; uno pero manifestaba verdaderos prodigios, rotaciones, pulsaciones extraordinarias, movimientos rapidísimos y se podía ver durante horas a simple vista.

A propósito de la aparición de la Virgen de Fátima en 1917, es interesante referirse, en parte, al  3º secreto que habría debido ser divulgado en el 1960, según Lucia dos Santos, pero que el Vaticano siempre ha hecho todo lo posible para ocultar o para manipular, como ocurrió unos años antes. Más bien la Virgen hace referencia precisamente a la señal del prodigio del sol:

“…tu (Lucia) deseas que yo de done un signo a fin de que cada uno acepte mis palabras, que digo por tu voz al género humano. Has visto el prodigio del sol y todos, creyentes, descreídos, campesinos, ciudadanos, sabios, periodistas, laicos y sacerdotes, todos lo han visto. Y ahora proclama en mi nombre:

……….. En ninguna parte del mundo hay orden y Satán reina sobre los más altos asientos, determinando el curso de las cosas. Él efectivamente logrará introducirse hasta la cumbre de la Iglesia; él conseguirá seducir a los espíritus de los más grandes científicos que inventan las armas con las cuales será posible destruir en pocos minutos gran parte de la humanidad. Tendrá en poder a los poderosos que gobiernan los pueblos y los azuzará a fabricar enormes cantidades de aquellas armas………. Vendrá el tiempo de los tiempos y el final de todos los finales, si la humanidad no se convertirá; y si todo permanecerá como ahora o peor, se agravará mayormente, los grandes y los poderosos perecerán juntos a los pequeños y a los débiles. Para la Iglesia también vendrá el tiempo de sus grandes pruebas. Cardinales se opondrán a Cardinales; Obispos a Obispos. Satán marchará en medio de sus filas y en Roma habrá grandes cambios………. Lo que está podrido caerá y jamás se levantará………. La Iglesia será ofuscada y el mundo trastornado por el terror………..

Hoy día, en forma literaria o profética aparecen ciertas ideas, aunque sean levemente enlazables a un resurgir del conocimiento gnóstico o comoquiera  que se propongan dar una mano a los seres humanos más maduros para salir del pensamiento único totalizador y levantar los ojos al Cielo por lo menos para intentar de reconocer en sí la Chispa Divina.

Son verdaderamente pocas las voces outsider creíble en un mar de confusión y manipulación. En particular, pueden ser considerados fundadores  de este camino de consciencia, dos autores, cuyos libros son muy conocidos entre el público de la New Age, que es siempre minoritario, incluso en los grande Países occidentales y es talmente variegado y disperso por lo cual no consigue ser referencia que para poquísimas personas.

Es verdad que la comprensión verdadera, la interiorización y la reelaboración de una idea o de un símbolo, otro no son que la proyección de la consciencia del lector en aquel momento. Si dentro de sí no se ha madurado un arquetipo, se lee con los ojos, quizá también con rigor intelectual, pero el corazón y el alma están cerrados; todo permanece fluctuante, vano hasta que se disipa y no deja ninguna huella emocional. Sin embargo, el pensamiento divulgativo de estos autores es seguramente apreciable porque retoma, actualizada en las imágenes y en el lenguaje actual, la teoría de la divinidad en el ser humano, para afirmar lo que es absolutamente necesario para sustraerse al dominio del “Señor de este mundo”.

RAMTHA nel “Ultimo valzer dei tiranni”, ediz. Macropost, trata de la economía y de las finanzas mundiales, de la ecología y de las sugerencias para sobrevivir a la caída de este condenado sistema de cosas, por usar un término bíblico. Dice los nombres y los apellidos de los pocos poderosos de la Tierra, los verdaderos dueños visibles de la Tierra, que tienen en sus manos los destinos de la humanidad y del mundo entero y que están realizando, con todo tipo de medios, la Nueva Orden Mundial.

El Banco mundial, la Federal Reserve, la OMC, la deuda de los Países pobres, el estado del planeta, la responsabilidad de “los que llevan las riendas” y la pasividad de las masas que están hechas polvo, tanto que están tampoco en posición de entender lo que está ocurriendo, son expuestos de manera exhaustiva y profética al mismo tiempo, que lo puede entender también quien no tiene alguna cultura especifica.

El acercamiento es insólito porque introduce correlaciones entre el plan económico, con todas las jerarquías de valores y de poder y el aspecto psico-antropológico, enriquecido de conceptos metafísicos que rompen la barrera de separación entre el material y lo inmaterial, entre la forma y la energía, entre lo visible y el invisible.

RAMTHA se hizo conocer por el público de la New Age como una entidad invisible que habla a través de una médium, en la cual entra cuando debe comunicar con la Humanidad; él también fue hombre en la Tierra a los tiempos de Lemuria hache miles de años, como el Mithra originario, según lo que dice Ripel. Según él, el alma humana es retenida en uno estado de estancamiento y en lo últimos 35000 años no ha evolucionado y el objetivo del Nuevo Orden Mundial es el de anular cualquier espacio libre, cualquiera libertad de elección, cualquiera diversidad, así como ocurrió en la época de la imposición del Cristianismo histórico en Europa y con la aniquilación de los Cátaros en el Medioevo, para quedarse en nuestra historia.

Cuando la ley cósmica de la evolución espiritual colapsa y el ser humano no tiene más el derecho al libre albedrío que consiente a su alma de evolucionar; cuando no tiene más la oportunidad de vivir en la Luz del su Cristo Interior, o sea del Gemelo, del Hombre Celeste en él, llega el final del Tiempo, porque terminado el proceso que hacía avanzar la Vida y será también el final de la era de los tiranos, que se ha sostenido por el ego alterado, la IMAGE, como lo define. Siendo imperfectos, somos esclavos de nuestros instintos y de nuestros deseos, y el Poder, visible e invisible se sirve de eso para sus finalidades.

El ego alterado, es decir el producto, el espejo de la socialización, o sea de la integración en el modelo creativo impuesto por los tiranos para dominar la humanidad y que nos hace a todos iguales, todos clones uno de lo otro como las gallinas de una granja, según Ramtha es el ANTIDIOS, o sea el ANTICRISTO.

Destino supremo del YO alterado es el Poder, o sea el Señor de este mundo, cuyo plan a largo plazo siempre ha tenido éxito; quien lo contrastaba era brutalmente eliminado; pero esta vez no será así, no habrá la repetición de la Historia de los dos últimos milenios porque el destino humano es el de evolucionar hacia realizaciones espirituales más elevadas, más acerca de la UNIDAD con el HOMBRE PRIMORDIAL.

Otras razas en el Universo se han colapsado porque han perdido el espacio de libertad; pero en nuestra civilización una gran Verdad se está revelando, una grande oportunidad de liberación.

La libertad y la dignidad del ser humano consisten en su soberanía por elegir lo que sirve a su evolución; la maldad y el crimen son contra el SÍ y el reflejo del SÍ en el Otro, pero el ego alterado no es el error, ni tampoco el pecado: es en cambio la experiencia de la cual aprender.

Muchas son las personas en todas partes del mundo que ya han alcanzado o están para alcanzar la super-consciencia, o sea su Verdadera Voluntad, en cuanto el Señor dios de su ser se lo ha consentido; han comprendido el drama humano y el Mal, y han sido elegidos para ver, con el conocimiento interior, la “nube de los hermanos cósmicos”, mensajeros del gran reino espiritual que está por venir sobre la Tierra.

La Fraternidad negra de los dueños del planeta siempre se hache más frenética porque su tiempo ha subido una aceleración, pero el empuje que los lleva a alcanzar más de prisa sus objetivos, fomenta también el advenimiento de la SUPERCOSCIENCIA, o sea de la VERDADERA VOLUNTAD, o DOBLE ESPIRITUAL, como definido en varias escuelas de pensamiento.

Cuando no podamos evolucionar a causa del control ilegitimo, dice Ramtha, oiremos una gran voz resonar desde la estrella más lejana: “Todo se ha cumplido” y será el inicio de la Súper-consciencia.

La entrada en acción de la Naturaleza destruirá  el plan de la fraternidad negra: las condiciones atmosféricas cambiarán dramáticamente; volcanes desconocidos o creídos apagados volverán a expeler; la superficie de la Tierra será presa por el fuego; pero si todo eso no fuese suficiente para desarrollar la súper-consciencia en los hombres más maduros necesaria en el plan vibracional para atraer  las energías superiores, intervendrá  la “armada” de los hermanos cósmicos, de los cuales aquí el autor no dice nada.

No se puede cambiar el pensamiento a partir de la materia; mas es el pensamiento que cambiando origina otra forma, otra realidad porque todo es pensamiento, energía coagulada.

La Nueva Era debe acontecer en la interioridad y comporta la transfiguración del espíritu humano que abandona para siempre el pasado, sin añoranzas, y que hace propio el presente con la plena vitalidad del coraje de vivir felizmente y de sostener la vida. La mutación cósmica implica el hombre mismo que debe cambiar su pensamiento, la imaginación de sí y del mundo, y por lo tanto de la realidad individual y colectiva. Debe sustraerse a los Eones que lo tienen sometido y que le impiden de unirse con su SÍ ESPIRITUAL, o sea a su GEMELO, o sea al CRISTO en él.

Jesús ha manifestado a Dios como el Dios que vive en cada hombre y su resurrección simboliza el Dios-Hombre y el Dios-Mujer realizados.

Como por los Gnósticos del pasado de los cuales Ramtha es el continuador, la segunda venida del Cristo, su parusía ocurre dentro del hombre con la elevación de su consciencia y el Harmagheddon, del cual habla la Biblia, ocurre en su interioridad entre el Yo alterado, o Image, o sea el Anti-Cristo y el Cristo, el Espíritus Sanctus, el Hombre Celeste.

Y precisamente a esta entidad espiritual, a esta tercera parte constitutiva del compuesto humano, negada por la Iglesia y por las religiones, da gran relieve Ramtha:

“…. El Señor Dios de vuestro Ser” lo llama “porque vosotros sois Dioses… reconocéis que Dios está en vosotros….” para empezar el viaje de salida del sometimiento a través de la Iluminación que no tienen nada que ver con los rituales espirituales; más bien es comprensión, es elevar y ampliar la consciencia a través del conocimiento.

Basta uno solo ser iluminado para dar esperanza a la humanidad en cuanto su consciencia eleva la consciencia social, se irradia e influencia los otros; sin embargo, la herramienta al alcance de todos es la capacidad de acoger el pensamiento, de vivirlo emocionalmente en el binomio cabeza-corazón que debe expresarse al unísono y de darle forma, transformándolo con la creatividad. La Vida es la manifestación completa, condensada de todos los pensamientos y los comportamientos que provienen del conjunto de los seres humanos.

DAVID ICKE, en su libro: “Io sono me stesso io sono libero” (YO soy mí mismo yo soy libre) Ediz. Macropost trata muchos argumentos, todos relativos a la condición humana y al poder, en manera “apabullante”, casi a identificar el “Señor de este mundo” de los cátaros, con nombre y apellido.

Según este autor, que de sí dice ser un “despertado”, apenas sobre el hombre, perteneciente a la jerarquía cósmica de la tercera dimensión, existen seres superiores a él en la Cuarta dimensión que son invisibles, no teniendo un cuerpo físico denso como el nuestro; pero, no siendo inmortales fundan su existencia y su supervivencia sobre las energías más pesadas emitidas por nosotros los seres humanos.

Icke habla de elementos desequilibrados y de una consciencia negativa operante en la Cuarta dimensión y que actúa desde hace miles de años por el control de la mente humana; de hecho, están en grado de guiar los eventos en el interior nuestro porque nosotros, entendidos como humanidad en general, siempre hemos sido tenidos lejos de la Verdad de nuestra identidad y de nuestra potencialidad, en el interior en el cual reside la visión que nos haría  libres.

Todas las creaciones de estos manipuladores, sea que se trate de religiones, de ideologías varias, de sistemas de gobierno, de financiación, de ciencia o cuanto más se han desarrollados sobre nuestro planeta, o mediante su encarnación directa, o mucho más a menudo, mediante la manipulación del pensamiento y de la imaginación, siempre han presupuesto la desviación de la psique y del alma humana y han ofuscado el sentido de identidad, de realidad y de significado de la experiencia física.

Esta consciencia negativa que nos domina siempre se ha servido de una limitada élite de representantes en la Tierra, de poderosos en su dominio, verdaderamente pocas personas que, en todos los tiempos, han estado en la cumbre de la pirámide de la organización humana en su conjunto, y han sido poco a poco los poseedores del poder tanto más absoluto cuanto más oculto: los manipuladores del Ojo que Todo lo Ve por Icke, la Fraternidad Negra por Ramtha. Quizás son tampoco los numero uno de las iglesias, de los aparados económicos-financieros, militares, científicos, mediáticos, que podrían ser también del todo inconscientes, sino personajes absolutamente anónimos que están detrás de ellos y son las manos de los titiriteros que tiran los hilos, siendo los únicos en conocer e interaccionar con los dirigentes invisibles, a través de prácticas ocultas y magias ceremoniales. Son los funcionarios de prisiones de la humanidad y la merced que tienen en intercambio es la deificación de su proprio YO, de su Anti-Cristo.

Hoy por hoy las rejas de la jaula son tan estrechas, que por los seres humanos, dejados a su albur, no tendrían ninguna posibilidad de liberación, pero hay la ayuda cósmica; los Cátaros la definirían el Dios de la Luz y del Amor, de Puro espíritu, que inunda la atmósfera de la Tierra de partículas de alta energía y de rayos cósmicos procedentes de toda la galaxia que, elevando el estado vibracional de los campos de energía global, influencian todo el terrestre, incluso el pensamiento y las emociones del hombre.

La mayor parte de estas mutaciones, que están interesando los campos energéticos de la Tierra, ocurre a niveles vibracionales desconocidos y no mensurables por la ciencia; pero la mente humana, el corazón y las emociones pueden percibirlas de manera más sensible que cualquiera tecnología. Ya han despertado un número muy elevado de personas sobre todo el planeta en cuanto comportan una gran purificación por las consciencias humanas y la vida de la Tierra.

Esta oportunidad no está reservada solamente a algunos elegidos, o a pocos seleccionados, sino que es para todos, sin distinción alguna, siempre que cada uno lo quiera y actúe para conseguirla. Es necesario ante todo que sepa, que conozca, en modo de poder ejercitar la propia elección, el propio libre albedrío entre Bien y Mal, si quedarse sometido en la prisión del dios de la materia, que lo tiene cautivo para sí con la atracción del poder y de la riqueza, potenciando sus instintos peores: molicie de la mente, miedo, soberbia, estupidez, odio, violencia, ferocidad, mala fe, ausencia de memoria, codicia y más; o si superarla para juntarse con su Espíritus Sanctus.

Solamente de esta manera se tiene la posibilidad de “franquear”, o sea salir de la esfera de influencia de la consciencia desequilibrada de la Cuarta dimensión, a través del Amor, o sea la energía de atracción y de cohesión con las esferas espirituales superiores que, probablemente, son energías evolucionadas más raras, por lo tanto un contacto palpable, más “cercano”, si así se puede decir, con los mismos seres humanos en su estado de densidad no sería precisamente posible; o bien tienen una ética  que respecta el libre albedrío y por lo tanto se esperan que sean los mismos seres humanos a relacionarse con ellos en una elección consciente de absoluta libertad.

En cada caso vuelve a emerger, sin duda alguna, la teología cátara de los dos dioses que no solo no ha sido extirpada por la Historia y por el Conocimiento humano con el genocidio de este pueblo, pero vuelve a representarse, en nuestros días, con toda su potencia de transformación y de liberación.

La Gnosis ha reaparecido, después de centenas de años, en los cuales se había ocultado, escondido, hundido para preservarse, hasta el momento en el cual los seres humanos hubiesen tenido necesidad no solo de una explicación del cambio más que de una guía para enfrentarlo. Es de vital importancia, conocer, coger esa oportunidad; no dejarla una vez más a la merced de los manipuladores.

Es también razonablemente aceptable que el Dios bueno de Luz y de Amor, puro espíritu en realidad se refiera a una especie ajena, no más presente en la Tierra, todavía con algunos puntos de contacto energéticos, ya sea en lugares como con seres humanos pertenecientes originariamente a su corriente energética y con aún alguna conexión en el ADN.

El Señor de este mundo, dios de la materia, o falso dios, es en cambio el mono-dios hebraico-cristiano-islámico, otra especie ajena, que se ha sustituido con ferocidad a los creadores originales, esclavizando el planeta y la humanidad toda con el grande engaño de la religión monoteísta que ha reducido a los seres humanos a puras  expresiones psico-biológicas.

En los grandes ciclos de la evolución cósmica, enteras dimensiones son sometidas a la secuencia “muerte y renacimiento”. El ejemplo histórico más conocido es ciertamente el de Jesús Cristo que ha debido morir, en el cuerpo físico de la materia, por resucitar tres días después en forma etérea y que fue la anticipación viviente de la profecía con respeto al destino del género humano y de la Tierra: a la muerte del ciclo de la manifestación física, seguirá un renacimiento en energía más fluida, más sutil; al invierno de la materia sucederá la primavera del espíritu.

Por los Cristianos, la festividad simbólica es la Pascua, para los Maniqueos era el Bema, celebración de luto mas también de alegría, que conmemoraba la “pasión y la Crucifixión” de Mani, pero, al mismo tiempo, su “Ascensión” y para todos los creyentes era expresión de esperanza a la entrada en aquel Reino de la Luz que representaba la coronación de la salvación.

El salmo de alegría maniqueo para el gran día del Bema así recita:

¡Salud Bema de victoria!

He aquí, todos los árboles se son hechos nuevos!

He aquí, las rosas han desplegado su belleza

¡Porque el enlace que entristece sus pétalos ha sido roto!

Todo el aire es luminoso,

La Tierra también hace brotar sus flores,

Las olas del mar son placadas porque se fue

el oscuro invierno con el exceso de ventisca

¡Haz que nosotros escapemos a las angustias del Mal! (12)

Icke expone su teoría según la cual la iniciación de masa es activada con la propagación en nuestra dimensión espacio-temporal de estas partículas cósmicas de muy elevada energía que perturban los campos energéticos terrestres hasta mudar sustancialmente la consistencia y que a su vez inducen cambios de consciencia en los seres humanos, aún si no son siempre inmediatamente perceptibles.

Según los cátaros el Dios del Amor había mandado a su hijo, el Cristo Cósmico en el cuerpo físico de Jesús para llevar el mensaje de salvación al género humano, pero el Dios de la materia había manipulado en su favor la figura y la obra  de él, haciendo creer nada menos que fuese hijo suyo, mil años después, los mensajeros fueron los Perfectos, modelos y guías  para la humanidad doliente; ellos tuvieron apenas el tiempo de esparcir las semillas del conocimiento, porque el Opositor, dios de la materia, Señor de este mundo, los había brutalmente eliminado y sus enseñanzas de la Verdad parecían haber sido definitivamente perdidos, pero, ahora, aquellas semillas, están nuevamente germinando.

Sin embargo, los Perfectos mismos ya sabían que no habría sido suficiente su misión espiritual para salvar el mundo de la petrificación, habría sido necesaria en los siglos a venir, una iniciación de masa. Hasta que tuvieron la “túnica de carne”, el Cristo en ellos, la Chispa divina, había tenido el poder de reequilibrar la relación materia-espíritu; mas ahora es más que más necesaria una muchedumbre de sintonizaciones, más bien de identificaciones  y de fusiones porque la apuesta en juego no es solamente terrestre, sino universal.

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Capitulo Xº

 

CONSIDERACIONES FINALES

Hay mucho que reflexionar, mirando hacia atrás, sobre el curso de las vicisitudes humanas en el inicio del 1º milenio en el área del mediterráneo, porque demasiadas son las analogías con la realidad histórica que la humanidad toda está viviendo, ya globalmente, en todo el planeta, al inicio del 3º milenio, en nuestros días.

Así se puede ver que el plan es único, los medios empleados, ya sea precisamente en el desarrollo material de la tecnología, hija de una ciencia al servicio del provecho y del poder, son los mismos; esta vez el objetivo es el dominio total y absoluto de toda la Tierra con su humanidad, en la aniquilación indiscriminada de toda diversidad, historia, tradición, cultura, y sobre todo de espiritualidad y pensamiento libre.

Hace dos mil años una nueva ideología había sido impuesta con la mentira y con la fuerza y había acabado en suplantar todas las creencias y las filosofías procedentes da el pasado, pero que tenían una grande vitalidad espiritual.

El movimiento gnóstico era toda una fábrica de elaboraciones, tenía mil caras; toda la tradición hebraica no era tan granítica y monolítica como la Biblia nos quiere hacer creer; tenía muchas variantes doctrinales en su interior y también un cuerpo misteriosófico que se expresaba en la kabbala y en la mística; las distintas religiones, fenicia, asirio-babilónica, sumeria, persas, indo-arriana; en occidente el Helenismo, el Platonismo y el Neoplatonismo se cruzaban y se influenciaban recíprocamente, todas concentradas allí, en aquella parte del Oriente Medio, que es considerada la cuna de  nuestra civilización.

Materialmente, sobre la Tierra, ha estado posible destruirles, pero su forma-pensamiento, su energía no podía ser perdida: nada se crea, nada se destruye, todo se transforma y de facto, lo antiguo vuelve a emerger siglos después, tras milenios de silencio, a través del resurgimiento de cultos pre-cristianos ya sea en sus formas históricas como en las nuevas propuestas antropológicas.

Mani ya en el 2º siglo, había dado vida a un sistema religioso que amalgamaba los principios del Zoroastrismo, del Budismo y de otras religiones gnósticas con una interpretación espiritual de la aparición del Cristo sobre la Tierra. El movimiento tuvo, por pocos siglos una ancha difusión tanto al este como al oeste de Babilonia; fue perseguido y desapareció oficialmente; todavía, tuvo la función de tener vivas tradiciones, ideas, arquetipos y de sembrar aquellas semillas que, en el movimiento cíclico del universo, han vuelto a germinar cuando ha llegado su tiempo y han florecidos en el Cátarismo.

Al inicio del 2º milenio habían reaparecido en la escena del mundo, aunque sea en las expresiones adecuadas a la época, aquellas corrientes de energía, aquellas ideas o aquellas representaciones de la vida colectiva de la humanidad que habían sido derrotadas a su tiempo en la realización material y que la Fuerza que las había vencido, había hecho de todo para destruirlas, borrarlas, negarlas en el plan de la historia.

La Iglesia de Roma y quien, desde lo alto de los cielos la plasmaba y la orientaba, había hecho creer que el correr del tiempo era linear, o sea que el pasado jamás regresaría y que por lo tanto la acción de destrucción y de ocultación de otras verdades, otros mitos, otras tradiciones habrían cortado definitivamente cualquier enlace entre la humanidad y su fuente originaria. Con el incendio exterminador de la biblioteca de Alejandría de Egipto, que encerraba todo el saber humano de aquella época, espiritual e histórico, por ejemplo, se había querido precisamente hacer eso.

Pero, las leyes cósmicas universales no son esas; el TODO es un eterno presente; el tiempo se combina en corrientes circulares de energías que se mueven se cruzan y vuelven a presentarse periódicamente, empujadas por movimientos astronómicos no solamente de nuestro sistema solar, sino del universo entero.

El más notorio entre estos es ciertamente la precesión de los equinoccios que gira en sentido contrario a las agujas del reloj y, según algunas tradiciones mistéricas y místicas, habría un giro total de estas potencias energéticas procedentes por el espacio cósmico cada 6300 años, subdivididos en tres periodos de 2100 cada uno, correspondientes precisamente al paso de era a era astrológica, cada una de las cuales da un cierto impulso a la vida en la Tierra.

Es pero absolutamente necesario que un siempre mayor número de individuos en el planeta conozca esas leyes universales, con la finalidad de poder utilizarlas en el interés, finalmente, de una verdadera evolución de la especie humana, que parece en cambio abocada a su total destrucción.

Cada ser humano es un conjunto de energías que vibran, sumergidas en el océano vibratorio del Cosmos.

Según su nivel evolutivo y su fuerza individual refleja, como en uno espejo, otras energías, otros “habitantes” del espacio, invisibles, inmateriales, ultra-dimensionales, afines a su campo de resonancia, que la mitología y las religiones siempre han definido “Dioses” de manera indiferenciada.

El hombre reflejando y atrayendo hacia sí aquellas energías, las hace existir aquí y les atribuye potencia en el mundo terrestre de la materia.

Según la Tabla Esmeralda de Hermes Trismegisto, uno de los más acreditados textos esotéricos, “todo lo que está abajo es como lo que está en las alturas y todo lo que está en las alturas es como lo que está en lo bajo, porque todo es uno” y es supuesta por lo tanto una correlación sincrónica entre el plan físico de la Tierra y aquello etéreo del Cielo, o sea de las energías o de los Dioses.

La élite global, dueña del mundo, que incluye también las cumbres de las religiones institucionalizadas, que tiene el poder total sobre el planeta y sobre sus habitantes, bien sabe cómo utilizar esas fuerzas en el propio exclusivo interés; como encarnar aquel dios monoteísta que quiere ser el único en ser adorado, “nutrido” por los hombres; por lo tanto como hacer su instrumento para la disgregación de los pueblos y de los individuos con la finalidad de controlar totalmente al hombre, quitarle su identidad y su dignidad y apagar, una vez para todas, la chispa divina que puede volver a conectarlo a las entidades espirituales superiores y así poner fin a su dominio.

Se equivoca quien cree que sean exclusivamente las instituciones terrestres como las distintas masonerías, los grupos ocultos más elitistas, las lobbies hebraicas originadas por los varios poderes económicos-financieros, políticos-militares, o las grandes multinacionales, para entenderse, las primeras causas de la globalización más peyorativa, de aquel mundialismo que no es más que una opresión sistematizada y total, de la cual no se tendrá posibilidad de sustraerse.

En la realidad, ellas son el instrumento con el cual aquella energía que representa el mono-dios se sirve para actuar sobre el plan terrestre de la forma y que hace con ellos el pacto del poder.

Son estas fraternidades negras, estos dueños visibles del mundo, que actúan, que desencadenan las guerras, aniquilan el género humano, animal y los ecosistemas naturales, recurriendo a todos tipos de sufrimiento, mentiras, injusticias y abusos.

Si la humanidad quiere salvarse, debe absolutamente entender la correlación entre lo visible y el invisible y romper la cadena, liberándose de esos personajes, casi siempre “poseídos” verdaderos títeres de los cuales el Señor de este mundo tira los hilos con gran maestría y astucia con la finalidad de que los seres humanos se quedan  esclavizados para siempre.

Hasta que no será claro y bien conocido este concepto, también quien se empeña con buena voluntad y dedicación por cambiar el curso de los acontecimientos de la humanidad, marea la perdiz, no concluye nada, porque no se pone como objetivo primario romper esta simbiosis. Más bien, sigue siendo católico, o indiferente, o agnóstico a un conocimiento ampliado en el plan inmaterial, invisible y a pesar suyo sigue “nutriendo” con la propia energía psíquica aquellas fuerzas que son la verdadera amenaza, ya, para la existencia misma del género humano.

Hasta que el pensamiento humano, en su generalidad, queda separado entre lo mágico y lo racional, hasta que no se crea un flujo penetrable entre la parte derecha y la parte izquierda del cerebro, no se puede alcanzar la comprensión de la entera esencia de las cosas y no se está en grado de tener el control sobre las mismas.

La situación actual, también en algunos escritos de autores outsiders parece que algo empiece a moverse en este sentido, y que las personas que se interesan por la mística, por el esoterismo, por el ocultismo, en general viven en la abstracción, en la percepción emotiva, en las sensaciones psíquicas dirigidas a la inmaterialidad propia y del mundo en general, estando totalmente desconectadas de la vida colectiva, del aquí y ahora físico y concreto.

Las organizaciones políticas y sociales las dejan indiferentes; como ciudadanos las sufren; pero su atención, su energía son desviadas por el ser vigilante, criticas, responsables de la vida pública y son dirigidas hacia metas indemostrables fuera del tiempo y del espacio.

Por contra, en cambio, siempre en la generalidad, aquellos individuos que se empeñan intensamente en el plan material en la política, en la acción de los varios sectores de la organización humana, no dan credibilidad alguna, más bien, rehúyen de una consideración que tenga en cuenta también lo que está “más allá del velo” con el cual en cambio necesita ser capaces de relacionarse, por tener aquella totalidad visible-invisible, materia-espíritu que permita dominar la propia realidad.

La fusión entre la magia y la racionalidad en el pensamiento del hombre, uniendo Cielo y Tierra, lleva a la verdadera libertad individual y a la caída de cada forma de jerarquía. Quien detiene el poder absoluto, quien está en la cumbre de la pirámide lo sabe y esta fuerza esencial la reserva para sí mismo, ocultando y reprimiendo la misma a los demás de la humanidad.

Hoy, que apenas hemos entrados en el tercer milenio, tenemos que enfrentar, como humanidad, situaciones muy graves; estamos al borde del abismo, quizás ya estamos dentro y seguimos sobreviviendo por inercia, hasta el agotamiento.

En comparación con hace dos mil años, y también con mil, estamos aún ilusionados con la idea que llegue alguien desde el exterior, o que pase algo de milagroso que nos resuelva los problemas que nosotros no sabemos o no queremos ver porque los dioses nos dominan, con la complicidad de los poderosos de la Tierra, nos ciegan y nos quitan la voluntad de rescate.

Y entonces, en esta parte minoritaria del planeta, el así llamado “mundo occidental”,  solamente para cuantos tienen para vivir dignamente, y poseen por lo tanto también los medios, deseos y oportunidad de cultivar el espíritu, los actuales psíquicos, podríamos considerarlos, maduran y se difunden varias teorías y varias expectativas.

A nivel más terrenal, pero más concreto en relación al poder, existe la reivindicación de genealogías y de procedencias más o menos divinas que se proponen como nuevas figuras de Rey-Sacerdote o Monarca universal; hay también los que esperan el aterrizaje en masa de los extraterrestres buenos que llevaran a los buenos hombres delante de dios; quien pone sus esperanzas en el regreso físico de Jesús Cristo que con Buda, los otros Avatares y los así llamados Maestros Ascendidos constituyen aquella Jerarquía Espiritual que ya guía la humanidad.

Otra teoría considera que el regreso de Jesús Cristo sea solamente en el etéreo, en lo invisible, pero bastante para provocar un cambio radical que sane el dolor de los hombres y de cada especie viviente en el planeta. Hay también toda la corriente laica de la New Age que da gran relieve a el paso de la Era del Acuario desde la de Piscis, cristiana, que hice grandes daños y ha dejado atrás de sí grandes destrucciones.

Se van a descubrir y revaluar las creencias espirituales, basadas sobre la astronomía, de los pueblos indígenas, los Mayas, los Incas, los Indios americanos; conocimientos esotéricos y místicos, nuevas concepciones científicas sobre las formas de energía su potencia y su relación con nuestro planeta; el movimiento de los astros en el universo que implicará a nuestra Tierra, la cambiará radicalmente y nosotros con ella.

De todos modos parece claro que la lucha entre los dos dioses, los dos principios, es de dramática actualidad, y ya está en su parte final.

La Luz se adjudica la victoria cuando los seres humanos cultiven la propia razón y el propio corazón, desviando la atención de las preocupaciones materiales para tomarse, en cambio, cuidado de su propio espíritu.

La Oscuridad relanza la partida, actuando en el mundo, para destruir mente, razón y corazón y bloquear la aspiración espiritual a la redención última.

Los Antiguos afirmaban que cada vez que la raza humana había alcanzado un nivel superior, fue ferozmente castigada y constreñida a regresar a una condición de absoluta inferioridad, sea en los acontecimientos planetarios, como en la historia de las civilizaciones de los pueblos. (1)

El mismo Platón contando los acontecimientos de Atlántida, lamenta que cada vez que las civilizaciones alcanzan un nivel elevado, abriendo el camino a estudios y a contemplaciones espirituales, le cae por el Cielo un diluvio, un cataclismo que perdona la vida solamente a “los iletrados y los incultos”, (2) de manera que los seres humanos olviden su pasado y todo lo que habían aprendido y deben recomenzar desde el principio, precisamente como recién nacidos, pero siempre de manera más degradada, más materializada.

La Biblia refiere literalmente aquello que está en el destino humano:

“…. Así dijo el Señor Jehová:

Prestad atención, voy a crear un Cielo nuevo y una Tierra nueva; no volverán a mencionarse las cosas pasadas ni se traerán a la memoria…” (Isaías 65: 13, 25)

El hombre es el fulcro de un gran conflicto cósmico; Luz y tinieblas luchan para triunfar sobre su alma porque, quizás, la victoria podría decidir el destino de este cosmos y prefigurar el carácter de todos los universos que no se han formado aún.

En los tres cuartos del planeta, en los cuales viven al menos cinco mil millones de personas con un nivel medio de mera supervivencia física -ilicos- puros productores de energías para la cadena alimentaria cósmica, que no tienen posibilidad alguna de tomar consciencia de sí, las religiones son muy adecuadas por mantenerlos en aquel estado, en particular el ISLAM con su teocracia más que acaudalado, verdadera dictadura, irresponsable hacia su pueblo.

En el occidente opulento, en el cual el “sacro” cesó desde hace centenas de años de ser un eficaz instrumento de control y ya no tiene garra sobre las masas no fue necesario crear una nueva religión de viejo estilo. Fue suficiente la deificación de la economía, de la ciencia, de la tecnología y, sobretodo de la riqueza relacionada con ellas.

De grado o por fuerza, somos cerrados dentro la jaula de la organización y del control de la totalidad de la vida del planeta que, ya nos devuelve en los comportamientos copias el uno del otro. La homologación acontece acaso antes del nacimiento, así que la posibilidad de entrar en contacto con la propia alma y comprender el sentido y el valor de la vida encarnada sobre la Tierra está verdaderamente reservado a pocos, muy pocos elegidos.

El hombre sobre la tierra, a pesar de tantas teorías, tantas enunciaciones, tantos channelling, por otra parte todos indemostrables, en la mezcla, en la confusión, en la indiscriminada difusión de las informaciones y de las manipulaciones psíquicas y psicológicas con las cuales siempre es mantenido inconscientemente bajo presión, se pierde. Debe ser solamente un productor de energía pesada, dura, debe ser solamente nutrición para aquellos dioses de los cuales, él mismo, se hice víctima.

La ingeniería genética, la clonación de los seres humanos tienen precisamente esta función, la de crear autómatas, solamente cuerpos, sin implicaciones morales, para las puras necesidades energéticas. El perpetuarse de la actual raza humana que, por degradada que sea, ha mantenido su origen sobrenatural, aquella chispa de Luz que silente está en su ADN, podría reactivarse y empujarla a la búsqueda de su libertad y ser finalmente dueña de sí misma, debe ser precisamente impedida, sobretodo de cuantos en ella, como los Perfectos Cátaros, tienen la potencia espiritual de atraer y de hacer actuar aquellas energías vibratorias que podrían completamente dar un vuelco a su situación y liberarla del encarcelamiento demoníaco.

Herodes hice matar miles de niños en la masacre de los inocentes por quitarse de encima lo único que tenía el poder y se había encarnado por eso.

La batalla entre el Bien y el Mal debe ser entendida por lo que es en su verdad y debemos finalmente rechazar aquel mundo de ilusiones en el cual hemos vivido hasta ahora.

Si el dios de la tiniebla controla los cinco mil millones de habitantes pobres y miserables del planeta con el hambre, la sed, las enfermedades, las guerras, los sufrimientos y la sangre, con la degradación moral inducida por la miseria más exasperada, entre los seres humanos del mundo occidental rico, es la psicopatología en todas las formas que se difunde como una mancha de aceite, sobre todo entre las nuevas generaciones, a través de una bien calculada permisividad que los corroe y los disgrega anímicamente.

Por no hablar de las drogas, o de las armas psíquicas de masa, como es la televisión, por la cual casi nadie puede sustraerse, que inhibe la imaginación humana espontánea y creadora y la sustituye con una mercancía, un producto industrial estéril, pero confeccionado con todos los ingredientes útiles al plagio, al control, al dominio.

Si por un momento solo nos sustraeríamos a el estrépito ensordecedor del mundo, al ofuscamiento de las ideologías, al rechazo de tomar consciencia de la miseria de la condición humana y nos pusiéramos vis a vis con el nuestro YO profundo, verdadero, no podríamos que quedarnos trastornados por la constatación del estado de degradación en el cual la humanidad hoy en día vive, en una inexorable, trágica involución.

Hombres, millones de hombres que dicen de actuar en nombre de dios, cometen todo tipo de atrocidades sobre otros seres humanos, tal vez inocentes e indefensos.

Otros persiguen el Mal, hasta el punto de traer placer sexual con el rapto, con las violencias, con las torturas y los asesinatos de niños; por no hablar de las violencias feroces sobre las mujeres; o de los padres y madres que matan a sus hijos; hijos que matan a sus padres en una escalation angustiosa.

Parece que la humanidad, por suerte no toda, esté perdiendo o ha ya perdido aquel injerto genético, hecho en su origen, por los Arquetipos Solares o Vivientes, sus verdaderos creadores, soplo inspirador originario o chispa divina que habría debido elevarlo a dimensiones energéticas más evolucionadas, así como se ha dicho: “….Vosotros sois dioses y haréis cosas más grandes que yo….”.

En esta fase es como si se hubiese desconectado de la Consciencia Cósmica para precipitarse a un abismo tenebroso en el cual la ferocidad es dominante y no es otro que el resultado de haber negado el Espíritu, el Espíritu Santo individual, lo que confiere la deidad, o sea la asimilación a la misma consciencia cósmica.

La lucha cósmica entre el Bien y el Mal, entre esos dos principios inconciliables su repercusión sobre los seres humanos era el fulcro del Cátarismo que era la continuación de la doctrina de Mani, la alta entidad espiritual que de continuo se encarna sobre la Tierra y que es el Espíritu guía de los que vienen preparados, a través de su alma, para la comprensión del Mal.

En el Maniqueismo no se separaba la Naturaleza de la espiritualidad, Espíritu y Naturaleza eran considerados como una sola cosa. Todo en Mani, manifestaba la llamada a la Luz Espiritual y a la aceptación de la doctrina por libertad y no por autoridad.

“…. Debéis cancelar todo cuanto os procede de la autoridad externa, debéis en cambio madurar y mirar en vuestra alma…”.

Para el plan cósmico es necesario que el Mal llegue a su cumbre, a fin de que quien lo debe superar use aquella fuerza que haga surgir un Bien tanto más grande.

Los Cátaros decían que cuando la situación del mundo era degenerada hasta un punto tal en el cual no se había el equilibrio de fuerzas que permitiesen la existencia, el Dios bueno del Amor había mandado un misionero desde lo Invisible, el Cristo que con la potencia de su espíritu, había reequilibrado las energías, también si después que su figura y su obra, en el plan precisamente material, dominio del Dios de las Tinieblas, fue manipulada, retorcida y explotada para su poder.

Después de mil años mandó los Perfectos, otras entidades espirituales portadoras de Luz, ellos también misioneros del Invisible que llevaron sobre la Tierra desde el Otro Mundo, su Espíritu con el fin de que actuase para la elevación humana.

El poder iniciático, con ellos se había dividido entre personajes de grado inferior al Cristo, pero representaban sin embargo las élites en respecto a lo demás de la humanidad. Había habido una especie de “democratización” de las tareas y de las funciones, porque no fue más una única figura de vanguardia; mas, en aquella época fueron necesarias miles de encarnaciones que actuasen directamente en el plan de la materia.

Individualmente eran menos poderosos que el Cristo porque, tanto más nos alejamos del “TODO”, desde la Fuente de la Luz Originaria para densificarse en la materia, y fraccionarse en muchos segmentos, se amplía el radio de acción, pero se pierde en potencia.

Ya los Perfectos habían pronosticado que a su debido tiempo, o sea el nuestro, no  bastarían unos pocos millares de iniciados para salvar el mundo de la deflagración o de la petrificación y a la humanidad de la muerte colectiva, sino que sería necesaria una Iluminación espiritual generalizada, una iniciación de masa con las cuales los seres humanos pudiesen elevar el su nivel de consciencia y de vibración energética y ponerse en resonancia con el mundo de la Luz y del Espíritu Creador con la finalidad de proyectar aquella única fuerza cósmica sobre la cual el “señor de este mundo” no tiene ningún poder de oposición y que es el Amor.

Jamás como hoy el mensaje del Cátarismo es actual y necesario; nos indica que solo el camino ascensional, vertical es verdaderamente evolutivo para nosotros, mientras   lo que creemos desarrollo, progreso en el plan horizontal de la materia y de la historia no hace otra cosa que tenernos encadenados a nuestra prisión y a nuestro sometimiento.

Ya tomar consciencia de la propia condición de hombres encarnados constituye el cincuenta por cien del camino a recorrer y comporta un gran compromiso de trabajo sobre sí mismos.

Los Cátaros han tenido la función de “despertadores”, en cuanto han predicado que cada ser humano tiene a su doble en el cielo y que por lo tanto cada entidad celeste tiene su correspondiente en la Tierra. Es la vibración del amor la que consiente a esas dos partes conectarse, retomar la unidad y superar cada dualidad que constituye la esencia del mundo material; favorecer en la Tierra el advenimiento del Reino de Dios, es decir de la Realidad Espiritual Superior en el alma del hombre y, al mismo tiempo, para los Espíritus individuales que han cumplido el proprio periplo terrenal, de reunirse al Espíritu Principal, o sea al Espíritu Universal, sustancia divina originaria.

El adversario que los Cátaros, retomando la doctrina maniquea, identifican con demonios, verdaderas hordas satánicas, usan todos los medios para impedir este enlace porque eso implicaría su fin, por lo tanto “poseen” los cuerpos y los almas  de los hombres en miles de maneras y, ahora, con la tecnología mediática, su pensamiento y su imaginación también.

La situación parecería desesperada, pero cada uno de nosotros que ha tenido la posibilidad de entender, debe asumir la responsabilidad y el quehacer de colocarse y de hacer la suya opción del campo del Bien y no bajarse más a compromisos con el Mal y con las formas materiales a través de las cuales se manifiesta porque ello, solo, no puede triunfar. Tiene necesidad de nuestra ayuda y la busca, tiene necesidad de la nuestra voluntad y de la nuestra complicidad por vencer el Bien.

Esta es ya, aquella conexión que nos consiente de vivir nuestra vida en su potencial más elevado, emanando hacia los otros, al mismo tiempo, algo que los haga más capaces de vencer su personal conflicto con el mal. Debemos esforzarnos en pensar de manera menos terrenal, menos circunscrito a la sola materia, sino más abierto al Cosmos, reconociendo que nuestra condición existencial siempre compuerta, esencialmente, la eterna elección entre el Bien y el Mal.

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