En el curso del año el sol pasa por los cuatro puntos cardinales (equinoccio de primavera, solsticio de verano, equinoccio de otoño y solsticio de invierno, y durante estos cuatro periodos circulan en la Naturaleza fuertes lances de energías que influencian la Tierra y todo seres que la pueblan: plantas, animales, hombres… Si el ser humano se pone en estado de armonía por recibir aquellos influjos, pueden pasar en ello grandes transformaciones.
Una grande infusión de Luz y Energía Espiritual es derramada en la atmósfera de la Tierra y en la Aura de las personas que viven la propia “Navidad personal”; mientras el Espíritu lleva dones espirituales, los hombres contestan ofreciendo e intercambiando cosas que tienen sentido a su nivel.
La tradición cristiana nos dice que Jesús ha nacido a la medianoche del 25 diciembre, cuando el sol ha recién entrado en la Constelación Capricornio. Simbólicamente el Capricornio está atado a las montañas, a las grutas y es precisamente en la oscuridad de una gruta que el Niño puede nacer. El aproximarse del invierno lleva consigo el tiempo del descanso para la Naturaleza y para los seres humanos, aquello del recogimiento y de la meditación que consiente ellos de penetrar en las profundidades de su propio corazón y por prepararse al nacimiento del Niño.
Todos años, el 25 diciembre a medianoche, aparece al horizonte la Constelación de Virgo y este es el motivo por el cual es decido que Jesús ha nacido por una Virgen. A el opuesto aparecen los Piscis y en el Medio Cielo, se puede mirar la espléndida Constelación de Orión con a su centro, el alineamiento de las tres estrellas que, según la tradición popular, representan los Reyes Magos.
Antes que ser un advenimiento histórico, el nacimiento del Cristo es un advenimiento cósmico: es la primera manifestación de vida en la Naturaleza, el principio de todo lo que existe. Esto nacimiento tiene aún un significado místico: el Cristo debe nacer en cada alma humana como principio de Luz y de Amor divino y, hasta cuando el hombre no lo habrá hecho propio, el Niño Jesús no podrá nacer en él.
La celebración de Navidad no atañe solamente los Cristianos, mas todo seres humanos que han alcanzado cierto nivel de consciencia y de ser prescindiendo de su religión o de su raza. El nacimiento del Niño no es un acontecimiento acaecido en la historia humana hace dos mil años, o más bien representa la Imagen, el Símbolo, el Arquetipo Universal del nacimiento de la Consciencia Espiritual en nuestra Alma, o sea en nuestra Consciencia humana.
En cuanto tal, esto evento es uno de los más grandes momentos no solamente de esta vida, sino de toda nuestra evolución, es el cruce y el punto culminante de una larga preparación, inconsciente y consciente, para poder acceder a un nivel de conciencia más evolucionado, más espiritual. Del punto de vista de la psicología del profundo representa el SÍ que toma cuerpo en un YO físico, dando origen al proceso de individualización, conciencia y responsabilidad. Tal proceso, cuando se presenta en la vida de un hombre, puede llevar a salvación u perdición, en efecto, según Jung la experiencia del SÍ transpersonal requiere una grande humildad para poderla contrabalancear. La conjunción del humilde y del grande está representada por dos categorías de visitadores que se van adorar el Niño Jesús: los pastores y los Reyes Magos.
Hasta que permanece al interior de una Iglesia o de un credo religioso, dentro un YO de grupo indiferenciado, el hombre es al resguardo de los peligros y de las incógnitas de la experiencia directa; mas, una vez abandonado el espacio protegido representado por el mito religioso, inicia el camino de la individualidad para transformar su vida consciente y extra-consciente en su más alto destino.
Actualmente estamos viviendo un grande pasaje porque somos llegados a un cruce esencial de nuestra evolución: el inicio del 3º milenio, el final de la Edad de los Piscis, el final de un nivel de ser y de civilización y el inicio de un nivel de consciencia superior y de una nueva civilización. Todo eso comporta de las posibilidades extraordinarias por nuestro crecimiento y maduración, pero también un grueso riesgo de regresión e involución, o hasta, nuestra extinción sobre el planeta.
El místico alemán Angelus Silesius (1624- 1677) así poéticamente se expresó: “Aunque si el Cristo se encarna mil veces a Belén -pero no en tú- tu alma será perdida”. La palabra inglés Christmas significa precisamente “formar el Cristo, hacer nacer el Cristo en sí, hacerse Cristo” y es lo que ocurre cuando la luz de la Chispa Divina baja y se reencarna en nuestra personalidad.
Simbólicamente el Niño Jesús, rodeado por luz blanco-dorada, represente la personificación y la manifestación de la Chispa Divina que se encarna progresivamente en el nuestro campo de consciencia. María y José representan respectivamente la esencia y la expresión del principio femenino y del principio masculino en suyas múltiples manifestaciones. A fin de que Dios nazca en el hombre, o sea se despierte su consciencia espiritual, necesita la concordancia de esas dos polaridades.
Los tres Reyes Magos simbolizan, en la naturaleza humana, las tres facultades majestuosas de la psique: Voluntad, Pensamiento y Sentimiento que deben actuar en armonía para realizar la Iniciación Espiritual. Ellos ofrecen sus dones arquetípicos a la Chispa Divina: el Oro que representa la consciencia y el conocimiento; la Mirra que representa las energías creadoras y la voluntad; el Incienso que representa el amor y el sentimiento.
María no había encontrado alojamiento en ninguna posada, así que el Niño Jesús se asomó al mundo en un establo, con el buey y el burrito alientando por calentarlo. Aquí también el cuento desvela su simbolismo: el Cuerpo Astral y la consciencia de los seres humanos están generalmente así llenos de deseos y de preocupaciones mundanas de no tener sitio para las Energías Espirituales y la Luz divina.
La gruta o el establo del nacimiento representa el cuerpo físico y los animales presentes son ellos mismos arquetipos universales. El toro simboliza la energía sexual, el burro la imaginación y la testarudez del YO; pasiones de la naturaleza humana inferior que, en vez de ser reprimidas y combatidas, deben ser trasmudadas y puestas al servicio de la realización del propio Cristo interior, o sea del advenimiento del “Reino de Dios” en nosotros.
En los antiguos tiempos en Oriente el nacimiento de un ser humano extraordinario coincidía con el salir de una nueva estrella que resplandecía más que las demás; sobre el plan místico cada ser humano es una estrella, o sea una Chispa Divina que espera se encendida. La cometa, en realidad el pentagrama de cinco puntas, que guió al Belén los tres Reyes Magos, es el símbolo de la Alma Perfeccionada que baja por los Mundos Espirituales y suya manifestación índica la encarnación de una Grande Alma que tiene que cumplir una misión especial que, por el Cristo, han sido la grande opera de la evolución de la consciencia humana y la regeneración espiritual.
Rudolf Steiner, en una conferencia a Basilea en el 1918, expresó profundísimos pensamientos: “… por sumergirse hoy en el significado de la Navidad acordamos las palabra atribuidas a Jesús Cristo “si no os haréis como niños no lograreis entrar en el Reino de los Cielos, (Mateo 18,3)”.
Cuando nace sobre la Tierra cada niño procede directamente por el mundo espiritual; por el Espíritu el hombre va a nacer dentro de un cuerpo físico con el fin de hacer experiencias que, sin, no podría hacer. Mientras crece físicamente en el cuerpo, su verdadera esencia, su SÍ Espiritual desaparece poco a poco del cuerpo físico, haciéndose aún más indistinto y, lo que se desarrolla en el mundo material entre el nacimiento y la muerte no es que la imagen refleja de eventos espirituales, la muerta imagen especular de una existencia más elevada. En el curso de su vida encarnada sobre la Tierra el hombre se va perdiendo gradualmente entre el propio cuerpo para luego reencontrar a sí mismo en el espirito después su muerte. El hombre entra por lo tanto en este mundo como un ser espiritual por conquistarse facultades que solamente así se pueden adquirir, haciéndose “carne”.
El pensamiento de la Navidad debe reconducir los seres humanos a su origen espiritual igual frente a Dios, al mundo, a los otros hombres; es la vida física a producir la desigualdad, o sea en hacerlos diferentes por efecto de algo que aparece congénito, que está en la sangre, es decir las ellas distintas dotes, capacidades y talentos que pueden ser útiles por el bien de la Humanidad solamente si se esforzarán de compenetrarles con el impulso del Cristo; sobre el altar del Niño Jesús tenemos que ofrecer los dones que dimanan por nuestras capacidades.
El pensamiento de la Navidad íntimamente cristiano tiene que ser no solamente un real nutrimiento del alma, más bien vida espiritual que fluye por el mundo espiritual. Tres cosas se descubrirán, si se une profundamente con este pensamiento. Por encima de todo se descubrirá que tiende borrar, en este nuestro tiempo del alma consciente, el egoísmo. De otra manera aún se podrá hacer la experiencia en la vida que hoy conlleva, en muchas maneras, las pequeñas y grandes falsedades: cada vez tenga lugar una situación de escasa sinceridad o en nosotros mismos o en nuestros alrededores se advierte el impulso a rechazar el ingreso de la mentira en nuestra vida y atenerse siempre a la verdad. Prescindiendo aún de todos otros modos de entenderlo, el pensamiento de la nueva revelación cristiana puede ser percibido como guía hacia el sentido de la Verdad.
El tercer aspecto del impulso del Cristo, viviente en esto pensamiento que toca el cuerpo y el alma, es un elemento sanador que combate las enfermedades; una fuerza ínsita en aquel pensamiento portadora de frescura y de juvenilita, hostil a la enfermedad. Precisamente esto la Humanidad está buscando, partiendo del Espirito: vencer el egoísmo y la falsedad en la vida; el egoísmo mediante el amor, la falsedad mediante la verdad, los factores de enfermedad mediante los pensamientos sanos que nos ponen directamente al unísono con las armonías del Universo porque de ellas proceden.
El Cristo también dijo: “Yo soy con vosotros todos días hasta la consumación de los siglos (Mateo 28,20). Esta no es frase vacía, es una Verdad en cuanto no se ha revelado solamente trámite los Evangelios, más bien está cerca de nosotros y se revela de continuo. (Ello apareció muchas veces sobre la Tierra, también sobre otros planetas en todo el universo y aparecerá aún en el porvenir en todos los planes dimensionales).
Las nuevas revelaciones acrecentaran nuestra fuerza aún si, con aparente contradicción, nos alcanzasen entre los dolores y las adversidades de la vida. en verdad el Cristo tiene que vivir en nosotros que no somos seres humanos absolutos, mas Tenemos que acoger el Cristo en su nuevo lenguaje, así de ser en grado de entender lo que El nos señala: el su nacimiento en nuestra alma.
(por “Come ritrovare il Cristo?” ed Antroposofica.
Leave A Response